Capítulo 43 | Parte 2.
Capítulo 43.
Al día siguiente, cuando me levanté de la cama, sentí que aún la mano me dolía. Estaba muy enojada y no podía haber dejado pasar los descaros de Jesse una vez más.
Jimmy y yo habíamos hablado con nuestros padres, tal como lo habíamos planeado, obviando los detalles más íntimos. Decirles lo necesario era suficiente para mí. Sin embargo, necesitaba a Jimmy en ésta ocasión, ya que él siempre ha sido mi verdadero apoyo y mi confidente en todo.
Me había sentado a su lado, junto a la encimera de la cocina, intentando desayunar lo que mi madre había dejado preparado antes de irse a trabajar al Puerto Rico General Pediatric Hospital.
La televisión aún continuaba encendida en el canal de las noticias de primera plana. Al parecer, cada día las noticias eran mucho más importantes cuando se trataba del virus MERS-Recov2.
— Nere, tienes que comer aunque sea un poco más. — Jimmy interrumpe la leve concentración que yo tenía hacia las noticias. — No has comido casi nada. — Hace una leve mueca de preocupación.
— Eh... Lo sé... — Suspiro y miro mi plato con los huevos revueltos y el tocino casi entero. — Es que no tengo mucha hambre.
— Pero debes intentarlo. — Recalca. — Estás algo pálida. Mi intuición me dice que no has comido nada desde ayer, o al menos, no lo suficiente.
— No lo negaré. — Pincho algunos tronzos de huevo revuelto, girando el tenedor una y otra vez. — No tengo apetito desde ayer.
Acaricia uno de mis hombros con calidez y frunce los labios.
— No dejes que toda esa basura te afecte. Ya podrás hablar con el Doc.
— No creo que será así de sencillo. — Me encojo de hombros, bastante desanimada.
— ¿Por qué? ¿Es que él no está dispuesto a que las cosas entre ustedes se arreglen? — Pincha un poco de huevo revuelto con tocino para llevárselo a la boca con despreocupación. Me mira atento y espera mi respuesta.
— Pues...
— ¿Pues?
— Sí. Él... desde el inicio quiere que la situación entre nosotros se arregle. Sinceramente, a lo único que Adrián le está prestando importancia es a nuestra... ¿amistad?
Ríe con sorna y niega con la cabeza.
— ¿Y tú por qué crees que no será sencillo? — Vuelve a preguntar muy interesado.
— Es que... — Dejo caer mis hombros. — Me siento dolida por toda ésta situación.
— Te angustia la situación. — Me recalca con eficiencia. — Pero lo que verdaderamente te duele, es que haya sucedido lo que sea que haya pasado entre el Doc y la zorrita de Amanda.
"¿Cómo lo sabe?" Pensé con remordimiento.
Jimmy es muy inteligente y avispado. Por eso, lo necesitaría para que me ayudara con ciertos favores que se me habían ocurrido. Tal vez, así pueda quedarme con la consciencia más tranquila y seguir con Adrián cuando se trata de que Jesse y él son amigos, o al menos, eso creo...
Lo que ideaba hacer me haría las cosas más fáciles con Mi Cura Prohibida, porque Amanda y Jesse no tendrán justificación ni manera de echarme en cara para decir que yo he sido la mala de ésta jodida situación. Además, quería averigüar que tan cierto y que tan lejos han llegado ambos como para cortar cualquier posibilidad pasada que yo haya podido tener con Adrián.
— Nere, ¿has escuchado lo que he dicho? — Mi hermano interrumpe mis pensamientos calculados. — Espero que no te hayas molestado, porque es más que evidente que es un hecho.
— Sí, es cierto. — Acepto con fastidio al dejar el tenedor sobre el plato. — Es lo más que me duele. — Le digo con sinceridad y suelto un pesado suspiro.
— Recuerda que...
— Sí, y estoy consciente de lo que me has dicho. Sé que es pasado. Y, carajo... Sé que yo no estaba presente en su vida. Pero me duele, Jim... — La voz casi vuelve a quebrarse en mí. — Me duele profundamente. — Apoyo mi frente sobre su hombro.
Jimmy no duda en mimarme y acariciar mi espalda con calidez.
— ¿Sabes por qué esa parte de su pasado me afecta tanto? — Se me escapa una lágrima al sentir que rueda sobre mi mejilla. — Porque has hecho que me de cuenta de algo que es muy importante para mí.
Mi hermano se queda en silencio, esperando que yo continúe desahogándome. Se aparta con suavidad y me mira a los ojos con preocupación al secar mis mejillas.
— ¿Y qué puede ser eso? — Pregunta alarmado.
— Cuando me dijiste el hecho de que yo no estuve en su vida cuando sucedió lo de Amanda, y que ni siquiera pensaba en él, me ha tocado. Yo... — Niego al ser consciente de lo que estaba a punto de confesarle.
Jimmy achica los ojos, queriendo comprender a qué punto yo quería llegar.
— Antes de que él se alejara de aquí y de mi vida, siempre sentí algo muy extraño aquí. — Toco mi pecho. — Al menos, hasta hace unos meses podía decir que era extraño, como siempre creí cuando era una niña.
— Uf, no... — Niega ojiplático.
— Uf, sí... — Imito su expresión.
— Nere, intuyo lo que me dirás, pero...
— Lo admiré desde que era una niña, pero cuando fui creciendo, tuve tanto miedo de lo que estaba sintiendo cada vez que tenía que verlo o encontrarme con él, y por eso decidí ignorar lo que en ese momento sentí como extraño. — Cruzo mis manos sobre la encimera y con la cabeza baja. — Se sentía igual de fuerte que ahora, con la única diferencia de que, cuando era una niña, no sabía como manejar o lidiar con los sentimientos que siento hacia él. — Vuelvo a mirar a mi hermano con sinceridad. — Ahora sé que siempre ha sido él.
— Comprendo muy bien a qué te refieres. — Ríe vagamente. — Es como el amor a primera vista. — Profundiza. — Es como si esa persona se quedara grabada en tu ser, y por más que lo intentes o no lo intentes, siempre estará en lo más profundo de tu corazón y en lo más recóndito de tus pensamientos. Te duele tanto porque piensas que dejaste pasar la oportunidad. Piensas que si eso no hubiera ocurrido, el Doc y tú no estuvieran en esa situación.
Sus palabras me sorprenden tanto que no puedo evitar engrandecer mis ojos y observarlo con impresión. Niego al bufar con una sonrisa muy vaga. Increíblemente, describe lo que me ha pasado todo éste tiempo con Adrián, pero es más increíble aún que lo que ha dicho, me ha hecho recordar todo lo que él me ha demostrado y sentido en base a sus acciones pasadas, presentes, y futuras.
"¿Será cierto que para Adrián yo seré algo parecido a lo que mi hermano acaba de describir?"
— Jim, jamás te había escuchado hablar así...
— Eh... — Se pone nervioso. — Yo sólo me dejo llevar por el momento. — Se levanta y lleva su plato hacia el fregadero. — Sólo me pongo en tu situación...
Lo miro con extrema curiosidad, aunque no interfiero en lo que ha profundizado. Me pregunto si su cambio se debe a Leslie Holán...
*****
Jimmy había decidido llevarme al hospital antes de que continuara su trayecto hacia la universidad. Según él, había dicho que de momento lo mejor sería que él mismo me llevara y luego me recogiera, debido a que no le agrada que Jesse esté buscando la primera oportunidad para acercarse a mí.
En todo el trayecto nos quedamos en silencio, escuchando las noticias en el reproductor de su vehículo en un bajo volumen. En las emisoras también le daban mucho énfasis a la epidemia que ya se había expandido en todo el Medio Oriente.
Por alguna razón desconocida, cada vez que escuchaba sobre el tema, la piel se me erizaba y un profundo presentimiento se agolpaba en mi interior.
Niego mentalmente mientras miro el tráfico por la ventanilla del vehículo. Definitivamente, mi situación personal quería volverme loca...
*****
No había sido consciente de que habíamos llegado al hospital y de que Jimmy se había adentrado al multipisos del mismo, deteniéndose justamente en una entrada y salida posterior que llegaba directamente hacia el edificio del hospital. Sólo los empleados del Puerto Rico General, incluyéndome, podíamos utilizar dicho atajo para llegar más rápido.
— ¿Cómo... — Me giro al salir del vehículo para mirar a Jimmy a través de la ventanilla.
Sonríe con suficiencia y enarca sus cejas muy coqueto. Sin embargo, me doy cuenta de que no es la primera vez que viene precisamente a éste multipisos. Una sola persona se me ocurre para haberlo comprobado, la enfermera Holán...
Escuchamos reconocidos murmullos que llaman nuestra atención.
— ¡Eres una irresponsable! — Damián le dice a Gloria, quién camina con fastidio a su lado.
— ¡Y tú eres un pedante! — Ella le responde muy enfadada.
— ¡Y tú eres una ignorante! — Él, como siempre, no se queda callado. — ¡Estoy seguro de que gracias a tu actitud tan desmedida, vivirás sola el resto de tu vida con tus ocho gatos!
— ¿¡Ah, sí!? — Cada vez se acercan más, pero no se dan cuenta de nuestra presencia. — ¡Pues yo estoy segura de que vivirás el resto de tu vida siendo un gígolo enriquecido de muchas ETS!
— ¿¡A caso crees que soy un idiota con un doctorado en medicina!? ¡Sé muy bien lo que he hecho! Además... — Se escucha ruborizado.
Jimmy y yo sonreímos, sin contar que enarcamos las cejas al mismo tiempo.
— Desde que... nos acostamos de vez en cuando, no he... — Damián carraspea. — ¡He estado en abstinencia por tu jodida culpa!
— ¿¡Me echas la culpa!?
— ¡Sí!
— ¡Yo no te obligo a que andes en abstinencia, DD!
— ¡Me obligas! — Espeta. — ¡Con la única persona que quiero seguir teniendo sexo es contigo! ¡Y te niegas! ¡Como si fuera un lujo que te me niegues, por Dios!
Ambos se detienen al vernos. Damián carraspea y deja de hablar del tema para acercarse al vehículo. Jimmy ríe con diversión.
— Me gusta ésta vida.
— Están todos locos, Jim.
— Al igual que yo. — Parece sincero al analizarlo. — Por eso, yo también seré médico algún día.
Pongo los ojos en blanco al sujetar mi mochila con más firmeza, lista para dirigirme al interior del hospital.
— ¡Nere! — Mis amigos se acercan a mí al llamarme al mismo tiempo.
— Hola, ¿cómo están? — Sonrío un poco y me cruzo de brazos. — ¿Han venido juntos al hospital?
— ¿¡Qué!? — Ambos se sorprenden a la vez. — ¡No! — Chillan quéjicos.
— Wow... Hasta parece que sintonizan las mismas palabras por igual...
— ¡Nere, sabes que prefiero arder en el infierno antes que tener algo con ésta mujer!
"Como si yo me lo fuera a creer..."
— ¡Y yo prefiero vivir desterrada en algún tipo de limbo antes que estar con Lucifer! — Ella responde. — ¡Lo único bueno que tiene éste idiota, es lo grande que la tiene entre medio de las piernas al igual que su pendeja actitud tan creída! ¡Nada más!
Jimmy no para de reír por lo bajo mientras mi boca se abre automáticamente. Damián se queda sin habla, aunque intenta buscar palabras para defenderse. Pero no lo consigue...
— Me alegra verte y que estés bien, amiga. Te veré adentro. — Gloria se marcha muy eufórica. Está fuera de quicio gracias a Damián.
— No puedo creer que haya dicho eso en voz alta... — Mi amigo presiona sus labios, observando como la silueta de mi amiga se alejaba cada vez más.
Mi hermano niega al soltar unas cuántas carcajadas más y se despide de ambos.
— Nere, avísame cuando termines de hacer tus prácticas para recogerte. — Mira a Damián con más familiaridad. — Doctor Del Valle, gracias por acogernos en su casa.
Miro a Damián y luego a mi hermano de forma incrédula.
— Sí, bueno... — Damián tartamudea. — En realidad fue idea de la impertinente novata.
— Espera... ¿¡Qué!?—- Me siento totalmente perdida. — ¿Sucedió algo de lo que deba enterarme?
— Supongo que ya te dirán. — Jimmy me sonríe. — Por cierto, hermanita, no olvides que mi fiesta de cumpleaños es el viernes en nuestra casa. Comienza después de las 6:00 de la tarde. Invita a tus amigos. — Presiona el acelerador, alejándose de ambos.
"Qué remedio..." Pienso.
— Yo sí estoy muy interesado en asistir. — Me dice Damián. — Claro, si hay alcohol.
Pongo los ojos en blanco y me aferro a mi destino. Asistir a una fiesta de universitarios en mi propio hogar no podía ser más que genial.
— ¿Qué ha pasado? — Le pregunto a Damián cuando aligeramos el paso.
— Digamos que gracias a tu amiguita, tu hermano y mi enfermera se alojaron en mi casa la noche que estuvimos en el Soul Angel.
— ¿¡Qué!? — Me detengo por un momento. — ¿¡Por qué!?
— Su ex-novio la estaba siguiendo para golpearla. — Saca del bolsillo de su uniforme de residente su negro estetoscopio para colocarlo sobre su nuca y su cuello.
— ¿La enfermera Holán ha sufrido de violencia doméstica?
— Sí. — Acepta entre dientes mientras llegamos al edificio del hospital por la parte posterior. Luego, tomamos el ascensor de carga, el cuál nos llevaría hacia el piso de internos. — Y está siendo un dolor en los huevos que ese tipo la vuelva a perseguir. La aprecio mucho y no dudaría en romperle la cara a esa basura.
Mientras esperábamos que el ascensor llegara al piso de internos, continuamos con la charla.
— ¿Y tú? — Se atreve a preguntar de manera familiar. — ¿Estás bien? — Me observa desde su altura con atención. Aún me sorprende su gran interés hacia mi persona.
— Eh... Sí.
— ¿Segura? — Coloca las manos dentro de los bolsillos de su uniforme de residente y carga todo su peso en una de sus piernas.
— Yo... ¿Por qué no estaría bien, Damián?
— Bueno, hace tres días que te fuiste con... — Carraspea y se ruboriza ante mis ojos. — Con el hijo de nuestro jefe. Así que creí asumir que tu sonrisa hoy estaría por los aires, pero veo que no es así.
— Estoy bien. Es sólo que... — Me encojo de hombros y sigo dudando de lo que le diría. — Es complicado entre él y yo.
Asiente con seriedad y rasca su cabeza, haciendo que su cabello rizado se mueva muy ligero. Está un poco nervioso, pero aún no entiendo el por qué.
— Oye. — Llamo su atención y vuelve a mirarme directamente. — Gracias por preocuparte por mí.
— Ah, yo... — Damián se ruboriza más aún.
— No sé a quién te recuerdo, pero debo suponer que era una persona muy especial para ti.
Damián engrandece sus ojos y traga saliva.
— Uhm... Sí. — Aunque se gira para observarme directamente, baja la cabeza con cierta timidez.
— ¿Puedo preguntar quién es esa persona? — Mi curiosidad es más que obvia.
Justo cuando iba a decirme, las puertas del ascensor de carga se abren, llevándonos al piso de los internos.
— Oye... — Le grito cuando se aleja para intentar perderse por los pasillos. Se detiene. — ¿No me dirás quién es? — Sonrío con sinceridad.
Lo piensa por unos segundos. Luego, recarga uno de sus brazos sobre mi hombro para continuar nuestro paso hacia el área dónde se encontraban los demás.
— Increíblemente, tienes un gran parecido con mi hermana.
— ¿En serio? — Rio feliz por su comparación. No sabía que tenía una hermana. — Me gustaría conocerla. Seguramente, nos llevemos muy bien como me pasa contigo.
— Eh... No. Ella... murió hace algunos años. — Percibo que traga saliva, pero no es capaz de mirarme. — En fin, tienes un parecido impresionante. Y no me refiero sólo a algunos rasgos físicos, sino que tienes unas actitudes que me resultan... tiernas. Eres persistente, espontánea, tratas de sonreír en cualquier momento sin importar que tan mierda te esté yendo en el día, como en éste momento... — Se detiene al hablar. — Tu alegría puede ser contagiosa, sí. — Acepta para sí mismo. — Me traes buenos recuerdos de ella.
Lo que más me impresiona, es su total sinceridad. Damián jamás había sido tan abierto en ese aspecto con nadie del personal del hospital, y eso, de alguna manera, me hacía sentir especial. Me hace pensar que todavía tengo buenos amigos que me quieren por lo que soy. Sin contar a mi Glory, quién ha estado conmigo mano a mano en estos últimos años.
— Por eso, presiento que algo te sucede. — Vuelve a decirme, sacándome de mis leves pensamientos. — Porque sé cómo eres de alegre y extrovertida. ¿Es por el hijo de nuestro jefe? — Su pregunta me toma desprevenida.
— Sí... ¡No! — Niego repetidas veces y Damián bufa una risa, sin entender mi afirmación. — No sé.
— Eso es más que un evidente "sí."
— Bueno... Sí. Ayer discutimos y...
— Y no sabes cómo enfrentarlo aquí en el hospital. — Termina de decirlo por mí.
— Algo así. También perdí a una amiga, o mejor dicho, a alguien que creí mi amiga.
Eso lo pone en extrema alerta.
— ¿¡Tú y la novata tienen problemas!?
— ¡No! ¡Claro que no! ¿¡Como voy a tener problemas con mi Glory!?
— Bueno... — Vuelve a rascar su cabeza. Está ruborizado, lo cuál sigue siendo un acto de su parte muy extraño para mí. — Como vi que te saludó fríamente y se marchó.
— ¡Le dijiste que terminaría sola y viviendo con sus ocho gatos! — Murmuro entre dientes. — ¡Comenzando el día! Evidentemente, está disgustada.
— Prefiero que viva con sus ocho gatos a que termine con otro hombre. — Vocifera entre dientes para sí mismo.
— ¿¡Qué!? — No puedo creer lo que acabo de escuchar.
— Nada. ¿Qué tal un abrazo? — Se acerca repentinamente y me acapara entre sus brazos.
Me cogelo por su acto. A pesar de todo, su cercanía no se me hace molestosa ni incómoda. Más sí me hacía comprobar lo que ya era evidente para mí; es como abrazar a un hermano mayor.
— Me lo agradecerás. — Me dice al oído.
— ¿El qué? — Le devuelvo el abrazo con calidez.
Alguien carraspea tras las espaldas de Damián, y por lo alto que también me resulta, no me deja ver de quién se trata. Mi amigo se aleja de mi lentamente y apoya su brazo sobre mis hombros.
Al ver los ojos verdes que siempre se quedan con mi mundo, los míos se engrandecen y mi cuerpo reacciona nervioso.
"¡Maldita sea!"
Además de su impoluta e impecable bata médica, vestía con una camisa de botones azul oscuro, con una delgada y corta corbata color negra, al igual que su pantalón de vestir negro y sus carísimos zapatos. Estaba malditamente hermoso como siempre.
Adrián, sin ningún gesto de gracia, cruza sus brazos y frunce su pronunciado ceño. Sus ojos verdes me quieren asesinar con la mirada.
— Doctor Wayne, que bueno volver a verlo. — Damián habla sin preocupación.
"¡Jodidos y descarados médicos!"
— Quisiera decir lo mismo. Pero no me alegro de verlos, y menos cuando usted tiene las manos encima de ella.
— Oh, ¿habla de Nere?
— Señorita Doménech. — Le corrige al fulminar a mi amigo con la mirada. Alza la vista de manera imponente.
— Oh, lo siento, Doctor Wayne. Es que la señorita Doménech y yo somos muy buenos amigos. — Sé cuánto Damián está disfrutando esto, pero yo no estaba para lidiar con el potente temperamento del ojiverde, porque él realmente desconocía cómo podría ser Adrián.
De repente, a Adrián se le oscurecieron los ojos verdes a un tono mucho más intenso. Estaba enojado, frustrado, celoso o estresado. Todavía no definía bien su actitud cuando me veía al lado de un hombre particular. Lo único que fui capaz de hacer en el momento, fue abrir y cerrar la boca repetidas veces por el descaro de Damián. Sabía que el ojiverde no se quedaría de brazos cruzados, aunque se mostrara de esa manera.
— ¿Se supone que eso de: "muy buenos amigos," deba hacerle más peso al hecho de que ella y yo tenemos una amistad muy íntima?
Damián enarca las cejas con cierta sorpresa por la actitud del hijo de nuestro jefe. Está muy encabronado y ya lo veo venir. El ojiverde mira con el ceño fruncido el brazo de Damián que aún se apoyaba sobre mis hombros. Sé que intenta contenerse. Trago saliva. Con cierto disimulo muy mal actuado por mí, me alejo un poco de Damián.
— Ah, disculpe, Doctor Wayne. Es que me dejé llevar por lo que siento por ella y pues...
— Si es un chiste, es uno muy malo. ¿Sentir por ella? Tiene que saber que no tiene derecho. Es sólo mía. — Aunque las palabras son directamente para Damián, en ningún momento despega sus ojos de los míos.
Pongo los ojos en blanco, porque aunque para los ojos de mi amigo Damián yo sea como una hermana, para los ojos del imponente cirujano Damián aún es un rival. A pesar de que internamente me cause gracia, sé que debido a las actitudes tan abrumadoras de Adrián, no lo disfrutaré por mucho tiempo.
"¿O sí?"
— Bueno, Nere... — Damián se gira y me mira a los ojos, regalándome una leve giñada. — Tengo que irme. Dentro de muy poco comienza mi turno y debo intentar arreglar el asunto de la novata. — Se acerca a mi mejilla y sonríe. — Creo que me he pasado con ella y contigo ésta mañana. — Intenta darme un beso en la mejilla, pero Adrián se acerca a mi lado y me sujeta de la mano.
— Ya basta de tantos cariñitos ésta mañana, Doctor Del Valle. Recuerde que estamos en el trabajo y que soy el hijo del Doctor Andrés Wayne. — Adrián se ubica delante de mí, evitando que siga hablando con Damián.
Mi amigo sonríe de forma malévola y se retira con tranquilidad, como si su primer trabajo de la mañana estuviera hecho. ¡Maldita sea! Por su culpa, activó el temperamento de macho alfa de Adrián. ¿Y cómo no? Me dejaría a mí con el plato fuerte.
Adrián se gira completamente, y aunque no me encierra con sus brazos, me arrincona con cierto disimulo sobre la pared del pasillo, mirando de reojo hacia los lados. Al ver que el personal del hospital continuaba su transcurso hacia sus labores, fija sus ojos en los míos.
— ¿Qué crees que estás haciendo? — Susurra amenazante.
Trago saliva y pongo ambas manos en los bolsillos de mi uniforme de interna.
— Nada. — Lo miro a los ojos, retándolo. Detesta que lo haga en momentos como éste. — Sólo hablaba con él. Ya te dije que somos amigos y que nuestra amistad es en base al respeto.
— ¿En base al respeto cuando permites que te ponga las manos encima?
— Jah, ¿en serio?
— En serio.
— Sus acciones no son como... piensas. — Aunque a veces se me corta la respiración por su cercanía, soy capaz de continuar.
— ¿Y tú cómo se supone que crees que pienso? No me gusta que te pongan las manos encima. — Presiona sus labios y se acerca un poco más. — Me hierve la sangre ver que se lo permites a él.
— ¡Es mi amigo! ¡Mi amigo! ¡Y ha sido un abrazo tonto y sin malicia! — Murmuró entre dientes al ver que pone una mano sobre la pared. — ¿¡Cómo se te ocurre tan siquiera pensar que sería capaz de algo más con él, cuando Damián es la acostada de mi amiga Gloria!? ¿¡En qué cabeza cabe!? ¡No soy Amanda ni tu idiota amigo!
Baja un poco la cabeza y un lacio mechón le cae por la frente. Me doy cuenta de mi error y trato de enmendarlo.
Es cierto. Él no está acostumbrado a las amistades sinceras, más sí ha tenido que vivir ciertas cosas al lado del que cree su amigo.
— Yo... No quise decir eso. — Muerdo mi labio inferior. Luego, suspiro sin remedio alguno. — No me estoy refiriendo a tu pasada situación. — Corrijo lo que verdaderamente quise decir. — Me refiero a que... ¡No soy ese tipo de persona! ¿¡Bien!? ¡No soy ese tipo de mujer! — Me quejo en susurros. — Sé que has vivido acostumbrado a ese tipo de libertinaje, pero debes comprender que no todas las amistades son así de... Bueno, debes entender lo que quiero decir.
Mira mis labios y mis ojos mientras continúo hablando. Está buscando tranquilidad en mis palabras.
— Damián es como un... hermano mayor para mí. Ese es nuestro tipo de cariño y amistad. — Le aclaro. Miro sus ojos y luego su boca. Trago saliva y me muerdo la lengua con frustración. — ¿¡Contento!? — Me alejo de él y decido caminar por el pasillo hacia mi destino.
De repente, siento que me sigue y me alcanza. Camina a mi lado, mirando hacia todas las direcciones posibles. Sin esperarlo, se agacha y me sube a su hombro, abriendo la puerta de un cuarto de materiales médicos en desuso para meternos dentro. Cuando cerró la puerta, todo permanecía oscuro. Prácticamente, lo único que alumbraba el interior eran las luces blancas del pasillo que se colaban por los bordes de la puerta y por la ventanilla de cristal de la misma.
— ¡Andy! — Lo riño en un susurro ensordecedor. — ¿¡Qué estás haciendo!? ¡Aquí no! ¡Estás loco!
Me baja de su hombro sin ningún tipo de dificultad, pegándome a la pared. Sujeta mis manos con cierta brusquedad y las presiona junto a las suyas.
— Me tienes angustiado desde que te vi marcharte de mi casa. — Me mira a los ojos con frustración. — Supe lo que sucedió con Jesse. Por eso te llamé anoche muchas veces y te envié varios mensajes. Me preocupé demasiado, carajo. ¿Hasta cuando tendrás el descaro de hacerme pasar por toda ésta angustia? ¿Qué te cuesta responder mis jodidas llamadas, Aly?
— Necesito espacio y un poco de tiempo. Lo sabes.
— Claro que lo sé perfectamente, pero tendrás que hacer el esfuerzo para responder mis llamadas y mis mensajes en estos días.
— ¿De qué estás hablando? ¿Por qué?
— Tengo que viajar otra vez.
Saberlo, hace que sienta un pinchazo en mi corazón. Disimulo al actuar como si no me importara. Giro mi cabeza, sin mirarlo a los ojos.
— ¿Y eso debe importarme por qué razón?
Sujeta mi quijada, haciendo que lo mire a los ojos.
— Porque te duele estar lejos de mí, al igual que a mí. Esta vez no permitiré que pase como la vez anterior cuando viajé. No permitiré que te alejes de mí, Alysha. No después de todo lo que hemos vivido, y eso incluye nuestra juventud. Desde que has vuelto a mi vida, sé que mis días no serán los mismos nunca más. — Traga saliva sin dejar de mirarme a los ojos. La claridad de los suyos podían resaltar en la oscuridad.
— Yo... Estoy dolida. — Le digo sinceramente.
— Y yo desesperado de que me hayas dejado. — Veo sinceridad en sus ojos. — Escucha, sólo quiero que te mantegas en comunicación conmigo. Si no fuera de suma importancia, no tendría que salir del país de forma repentina. El que no respondas mis llamadas y mis mensajes, me hace toda ésta situación más difícil de lo que ya es. Por eso pasaba por el pasillo de los internos. Estaba buscándote.
— ¿Y las clases? — Le pregunto, refiriéndome a las horas de práctica en cirugía. Me decepcionaría que no esté en las mismas.
— Ya ordené retrasarlas hasta la próxima semana. No habrás creído que me perdería tus prácticas, ¿o sí?
Bajo la mirada y pienso las cosas con pesadez. A pesar de todo, pensar que estará muy lejos de mí me desanima aún peor.
— Pienso volver antes del viernes, si es posible. — Sube mi cabeza al posar su dedo pulgar en mi barbilla. — No te pido que arreglemos las cosas ahora mismo, sólo te pido que respondas mis llamadas y mensajes. El hecho de estar fuera del país sin tu presencia ya es un reto odioso para mí, pero saber que Jesse intenta volver a acercarse a ti me enloquece. — Parpadea varias veces
— ¿A... dónde irás? — Me atrevo a preguntarle.
Al principio, le cuesta continuar diciéndome, pero se sincera.
— A Francia. Mi padre está realizando una investigación muy importante y yo debo acompañarlo, porque me hizo su confidente en esa investigación. De no ser él, me la cedería a mí. Por eso debo estar con él en el otro lado del mundo.
Asiento lentamente sin dejar de mirarlo a los ojos.
— Entiendo... — Acepto.
Suspira ante mi afirmación y noto que se relaja.
— ¿Ves que no es tan malo ser sincero en muchos aspectos? — Le comento con seriedad.
Asiente a mi pregunta. Al ver que ya se ha explicado, decido que ya es el momento de salir de dicho cuarto en desuso.
— Si eso es todo, está bien. — Hago un simple gesto para moverme de mi posición, pero él me retiene y me arrincona más aún.
— No he terminado. No seas mal educada. — Espeta en un susurro. — Quiero que me devuelvas mi beso.
— ¿¡Qué!? ¿¡Qué beso!? — Pienso cuando lo besé con anterioridad y recuerdo que desde el ascensor de su edificio no nos hemos besado. — ¡No te debo ningún beso! — Presiono los labios e intento zafarme de sus manos presionando las mías contra la pared.
Sonríe sensualmente y sus ojos brillan con ilusión.
— Yo no lo creo así.
— Pues creelo, porque no voy a besarte. Estoy... — Miro su boca y su aroma invade mis fosas nasales. — Disgustada contigo...
— ¿Y cuál es el problema? El hecho de que estés disgustada conmigo, no significa que debamos impedir lo que nuestros deseos quieren. — Muerde su labio inferior y mi respiración se corta un poco más. — Podemos besarnos y seguir peleados.
— ¡Andy! ¿¡Qué te ha dado a ti con eso!? ¡Ya te dije que no voy a besarte! ¡No se me antoja! — Me quejo y siento mis mejillas arder.
Ríe por lo bajo y acerca su boca a unos milímetros de la mía.
— Déjame comprobar que no se te antoja besarme. — Susurra sobre mis labios. — Porque hasta siendo inconsciente se te antoja, jovencita.
Mi corazón se acelera y mi labio inferior tiembla.
— ¿De qué coño estás hablando? — Susurro. — Deja de querer aprovecharte de la situación...
— A ver si tú y tu lengua viperina son capaces de recordar las ridículas palabras: "Papi rico."
Parpadeo repetidas veces, pero eso no impide que mis ojos se agranden por la impresión. Creí que eso había sido un jodido sueño, uno en dónde no quería despertar y sí besarlo por todas partes.
"Patética, Nerea." Mi subconsciente está igual de ruborizada que yo al escuchar que, para él, eso fue un comentario ridículo de mi parte.
— Eso... Eso... ti... tiene una explicación muy digna.
Enarca las cejas, sin dejar de mirarme. Sabe que me afecta totalmente.
— ¿Ah, sí? ¿Y cuál es? — Su expresión sensual y engreída me hace desearlo más, pero también me frustra y me enoja.
Quiero darle una maldita lección para que aprenda que no es el único que tiene un poder absoluto sobre mí. Quiero que cuando se largue a Francia, recuerde que no soy como las demás que han pasado por sus manos, incluyendo a Amanda.
Me armo de valor, consciente de lo que estaba a punto de hacer.
— Sí. Tiene una explicación, Ojitos Bonitos...
Achica sus claros ojos cuando observa que muerdo mi labio inferior y coloco una de mis manos sobre su cabeza para sujetar con dulzura su nuca al rozar varios de sus cabellos. Hago que incline su cabeza y algunos mechones salen con rebeldía hacia su frente. Pego mi nariz a la de él y noto que lo estoy enloqueciendo.
— Es que, simplemente, eres mi papi rico. — Estampo mis labios sobre los de él. Y apesar de que se impresiona de mi acto, me devuelve el beso.
Su lengua juega con la mía y gimo con gusto sobre el vaivén de respiraciones que ambos tenemos. Despego mi boca de la suya y me mira impresionado. Sin detenerme, tiro de la tela de su bata médica desde su cuello, acercándo su rostro y su cuerpo al rincón dónde me tenía. Beso su quijada y su barbilla, aún sujetando la tela de su bata médica. Eso, lo hace perder el control. Me sujeta de la cintura y me sube a sus caderas, dejando que lo besara y mordiera vorazmente en su quijada.
— Mierda, Aly... — Gruñe ansioso y luego su boca busca la mía. Me besa con furia, excitado. — Dios, bebé... — Gime sobre mis labios, con deseo.
Muerdo su labio inferior y él comienza a hacer movimientos torturante y circulares con sus caderas para que sintiera su dureza entre mis piernas.
— ¿Quieres esto? — Gimo, engreída por hacerle perder el control.
— Siempre... Contigo siempre quiero esto... — Me dice al gemir en un susurro. — Vuelve a estampar su boca sobre la mía, pero más ardientes y voraces son nuestros besos. La humedad de nuestros labios lo estaba volviendo loco al igual que a mí.
Muevo mis caderas en su entre pierna y gruñe con fascinación.
— Te estás portando mal con papi... — Se mueve a la par que yo, jugando conmigo de igual forma.
Gimo cada vez que me hace sentir su dureza.
— ¿Andy es de la nena? — Lo incito al gemir en su boca.
No responde. Se hace el fuerte.
— ¿No responderás? — Muerdo su labio inferior con suavidad al dejar que siga moviéndose en círculos.
Sus ojos se pierden en los míos. Estaba embelesado en mis expresiones. Con descaro, presiono su cabeza para llevar su boca a mi cuello. Él lo lame y lo muerde con vehemencia. Muevo aún más mis caderas y gime sobre la piel de mi cuello.
— ¿Papi no piensa responderle a la nena? — Acaricio su cabello y sonrío para mi misma, cómplice de mis actos mientras él gruñe sensualmente.
— Papi es sólo de la nena... — Baja un poco mi pantalón uniforme, con la intención de sentirme adentro. Está perdido en mi piel y en mi boca.
La puerta del cuarto de materiales médicos en desuso se abre repentinamente y con fuerza. Dos personas entran con brusquedad, besándose salvajemente. Adrián me suelta con cuidado y prisa. Me subo el pantalón con rapidez. Ambos estábamos igual de ruborizados e intentando caer en cuenta de que acaban de explotar nuestra burbuja imaginaria.
Intentamos recomponer nuestra postura, pero cuando la pareja que se besaba nos ve, más difícil se nos hace recuperarnos, y más aún viendo de quiénes se tratan.
— ¿¡Qué hacen aquí!? — Chilla Gloria y Damián parece más que pasmado por la situación.
—¿Nosotros? —miré al ojiverde, quién pasa su mano por algunos de los mechones de su frente.
Adrián estaba un poco ruborizado e impresionado por mi acto, más que por el hecho de que nos habían pillado. Gloria cerró la puerta con cuidado y nos observó con la boca abierta. Me sentía como si fuésemos dos adolescentes descarrilados.
— ¿Ya... arreglaron sus problemas? — Pregunta Damián con gracia, aunque su rubor es evidente.
Adrián y yo nos miramos. Decidí hablar.
— Claro que no. — Me niego rotundamente. — Entre éste hombre y yo no hay nada que arreglar, porque no somos nada. — Miro a Adrián con fastidio y el bufa una sonrisa sarcástica, captando lo que he hecho para joderle.
Niega con una sonrisita leve, sin creer lo que yo había sido capaz de hacer para joderlo a mi gusto. Ahora entenderá que no es el único que puede jugar con mis jodidos deseos hacia él.
Soy capaz de marcharme del cuarto y dejarlos allí. Al seguir mi camino con una sonrisa de suficiencia, siento que alguien tira de mi mano y me hace girar sobre mis pies. El ojiverde me acerca a su cuerpo y me da un casto y leve beso en los labios para alejarse de mi con discreción.
— Me las pagarás. — Frunce el ceño con determinación y seriedad. Luego, me da la espalda para marcharse.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top