Capítulo 41 | Parte 1.
Capítulo 41.
«¿Pedirme algo? ¿Qué podía darle yo a este hombre que no haya tenido ya?».
Lo miré con dulzura y curiosidad. Su simple caricia en mi mejilla continuaba mientras miraba mis ojos fijamente.
—¿Y eso qué puede ser?
Me pasaría mirando sus ojos todo el tiempo. No podía evitar embriagarme de ellos. El ojiverde sonrió pensativo y se mordió el labio inferior antes de continuar con lo que tenía planificado entre manos.
- Antes... debes aceptar.
—¿Qué? ¿Cómo voy a aceptar algo que aún no pides? —le sonreí con incredulidad.
- Acabas de confirmarme que confiarás en mí. Y dado a que lo has dicho, ésta es la primera prueba.
Se mantenía serio al decirlo. Realmente, no bromeaba y, por su expresión, parecía querer que yo aceptara.
Me separé un poco de su cuerpo y de su tacto.
Me crucé de brazos y lo miré de la misma forma que él lo hacía.
—¿Crees que eres inteligente? —pregunté burlona y con ironía.
Sus ojos se achicaron y su expresión era atónita.
- No lo creo, lo soy.
—Entonces, sabes que no sería capaz de aceptar sin saber qué es.
—Puedes ser capaz.
- No soy Bárbara o alguna de tus acostadas de un rato.
- Carajo, Aly. ¿He dicho que lo seas? Déjame terminar, coño. - Espetó con actitud.
Me quedé impresionada con sus palabras. Qué remedio... Qué sea elegante, no le quita lo boricua.
- Gracias por recordarme de dónde somos. - Puse las manos en mi cintura, esperando sus próximas palabras. - Bien... Hable, machote.
Engrandeció sus ojos y su expresión de seriedad se convirtió en una sonrisa llena de diversión.
- A veces me irritas, especialmente cuando no me dejas hablar. - Pasó su mano por sus castaños mechones, estaba pensativo. - Sí quiero que aceptes, es porque quiero asegurarme de que cuando salgas de este lugar, sea conmigo.
Lo miré extrañada, porque no estaba entendiendo a qué se refería.
—Si fueras más claro con tus...
Puso los ojos en blanco y suspiró irritado.
- No puedo creer que estoy haciendo esto... - Murmuró para sí mismo, pero logré oírlo.
—¿Haciendo qué?
- Pasa la noche conmigo. - Espetó sin más y se veía bastante nervioso al decirlo. - Quédate conmigo esta noche, duerme conmigo.
Casi se me cae la mandíbula al suelo. Por más que deseaba eso con ansias, no podía olvidar que Bárbara ha estado cerca de él y podría fastidiarlo todo.
- No puedo, y menos cuando Bárbara ronda por tus círculos...
- La envié de regreso a Puerto Rico.
Volví a quedarme estupefacta.
«¿Sería por esa razón que Gloria vio a Adrián con Bárbara?. Era muy poco probable, tomando en cuenta que se habían visto varias veces mientras estuvo aquí».
—¿A qué se debe eso?
- Maldición... - Susurró y bajó su mirada, parecía bastante fuera de quicio. - Nunca he tenido que molestarme para hacer estas... cosas. - Volvió a mirarme con frustración. - La envié de regreso porque te dije que haría lo que esté a mi alcance para tenerte, la envié de regreso porque estoy loco por tenerte para mí sólo.
Me estaba derritiendo con sus palabras. Es la segunda vez que me pide pasar la noche con él sin más. Tengo que torturarlo un poco, antes de que posiblemente acepte.
Así que me giré sobre mis pies y me crucé de brazos, dándole la espalda.
- Tuviste una noche conmigo, ya debes haber saciado tu curiosidad con eso y con las cosas que he...
Sentí cómo tiró de mi muñeca y me hizo mirarlo a los ojos.
- Si vas a seguir diciendo mierderías cómo esas, cierra la boca, Aly. No estás dentro de mi cuerpo para saber el nivel de deseo que siento por ti. Me jode por completo saber que te hice mía y que aún tengas la valentía para rechazar otra noche conmigo. La única mujer que me ha rechazado desde siempre has sido tú y me niego a que lo vuelvas a hacer cuando ya probé tu cuerpo, cuando ya probé lo que es tenerte.
Sus palabras me estaban embriagando. Eso hizo que observara con deseos y ansias sus ojos claros y su perfecta boca. Cuando él se dio cuenta de que me estaba afectando, acarició mis labios con su pulgar mientras una dulce y arrogante sonrisa se dibujó en su apetecible boca.
- Me gusta que quieras torturarme y hacerte la importante, pero llevo largos años deseando tenerte.
Me subió a sus brazos cómo si fuera una niña pequeña y apoyé mis manos en su cuello. Yo lo miraba con sorpresa e impresión porque; por alguna razón, sabía mis intenciones de hacerme la importante con él.
- Es... es muy difícil. Hay muchas personas que te conocen aquí, incluyendo las personas que conozco. - Susurré con timidez.
—¿Eso es un "sí"? —susurró cerca de mis labios.
Asentí lentamente, mirándolo a los ojos.
- Entonces, que se fastidie lo demás mientras tú y yo queramos esto.
Comenzó a caminar conmigo en brazos hacia una puerta que no había visto.
—¿A dónde me llevas? —pregunté.
- A dónde he querido llevarte desde que me gustaste... a una cama y protegida entre mis brazos.
Me dio un beso en la frente y como pudo, abrió la puerta que yo no lograba ver con claridad por la oscuridad del lugar.
Me acurruqué mucho más a su pecho, disfrutando de su delicioso aroma. Cerré los ojos al experimentar un tipo de felicidad inexplicable.
—No te preocupes, sé lo que hago —me avisó.
Por alguna razón, sabía que era cierto. Podía sentirlo tranquilo y seguro. Confiaba en que tendría discreción y nos protegería a ambos. De hecho, pude percibir que me llevó por otro pasillo que se dirigía hacia el exterior. Nos acercábamos a la parte posterior del hotel, cerca de la costa.
Una vez que salimos hacia la fresca y oscura noche, cruzamos hacia una dirección que apenas conocía. Por suerte, no había visto a nadie conocido. Definitivamente, era algo que agradecía. El hecho de que Adrián tomara un camino más solitario y tranquilo hizo que mi cuerpo se relajara. Al menos hasta que terminó de cruzar hacia el otro extremo del hotel conmigo en brazos. Sin embargo, mis ojos se engrandecieron al observar en dónde realmente estábamos.
—Oye... —lo miré a los ojos y él hizo lo mismo un par de segundos, mientras continuaba caminando con tranquilidad—. Pensé que pasaríamos la noche juntos. Ya sabes, en alguna de las habitaciones que nos proveen en estos tipos de viajes.
—¿Y arriesgarme a que pases una vergüenza porque te vean con tu futuro director? —comentó sonriente y sarcástico.
- ¡Qué no me avergüenza que me vean contigo! - Hice pucheros. - ¡Eres el Doctor Wayne Milán y yo una de las estudiantes internas de tu padre!
- Eres la chica de Andy. - Espetó con una sonrisa y volvió a darme un beso en la frente. - Eres irritante. No hagas pucheros, ya estamos llegando.
Me di cuenta de que llegábamos a un vestíbulo que parecía mucho más lujoso que el de nuestra área.
- Pensé que seríamos sólo tú y yo. - Suspiré, mientras poco a poco me bajó de sus brazos.
De hecho, podía apreciar lo lujoso que era el lugar. El vestíbulo tenía una fuente en el centro con estatuas rústicas. El suelo era color crema y en mármol pulido. En la recepción había personas que trabajaban de manera eficiente. Las paredes tenían cuadros rústicos y todo a nuestro alrededor era muy brillante y reluciente.
Todavía no entendía que demonios estábamos haciendo aquí.
Adrián tomó mi mano y caminé junto a él hacia un ascensor de puertas doradas. Presionó el botón y luego me sonrió levemente. Le devolví la sonrisa y continué paseando mi vista por todo el lugar, apreciando todo lo que veía, como si fuera una niña pequeña.
Las puertas doradas del ascensor se abrieron y una pareja de enamorados ya estaban adentro agarrados de la mano. Rápidamente, miré a Adrián, pero él entró y me llevó de la mano con naturalidad. Ambos nos acomodamos en un extremo del elevador y sentí que sonreía, ya que la situación le divertía. La pareja nos observaba con una sonrisa sincera, mientras que el ascensor se detuvo en uno de los pisos.
- Felicidades y que tengan una maravillosa luna de miel. - Nos dijo la chica al salir agarrada de la mano con su pareja.
«Carajo, no».
Mis mejillas estaban ardiendo por ese comentario tan inoportuno. Adrián solo asintió levemente y carraspeó, mientras las puertas del ascensor volvían a cerrarse.
—Lo siento, no esperaba que pensaran eso —me disculpé—. Además, no entiendo qué hacemos aquí. ¿Estás seguro de que no nos cobrarán por pasear en esta área?
Soltó varias carcajadas y negó con la cabeza.
—¿Qué? ¿Qué te parece tan gracioso? —pregunté con evidente impresión.
Me acercó a su cuerpo con suavidad, para darme un abrazo y un beso en el pelo.
- Tu ingenuidad.
Lo abracé sin pensarlo dos veces. Mis brazos rodeaban su torso y parte de su espalda. Mi vientre era un mar de cosquillas y sentía las chispas eléctricas por toda mi piel. Jamás hubiera creído que podría sentir tanto por la persona que menos pensé.
Mientras el ascensor continuaba ascendiendo, cerré mis ojos con un profundo suspiro mientras mis brazos seguían rodeando su cuerpo. Estaba enamorada de Adrián y no encontraba una mejor manera de asimilarlo que estar en silencio junto a él.
—Pequeña —llamó mi atención en un bajo susurro y sentí cómo acariciaba mis brazos con suavidad—. ¿Estás bien?
Sentí que su cuerpo se tensó al preguntarme. Parecía realmente interesado y preocupado. Sólo asentí y me abrazó más fuerte aún.
—Bien, porque estamos a punto de llegar a nuestro destino. Ven... —sujetó mi mano cuando escuché que las puertas del ascensor se abrieron.
Irónicamente, era el último piso del lugar. Al salir, continuaba sorprendida y observando todo a mi alrededor. Parecía un tipo de recibidor, decorado de la misma manera que el vestíbulo principal que se encontraba abajo en el primer piso. En el gran espacio se escuchaba de fondo música suave y clásica.
Adrián me condujo hacia una puerta dorada y crema de dos alas. Al detenernos en la misma, lo miré sin entender nada, mientras que él me sonrió con cierto misterio.
- Es la habitación dónde me alojo.
La mandíbula casi me llegaba al suelo.
—¿Qué? ¿No te alojas con tu padre?
- La verdad, sí. Pero esta mañana hice una reserva en la mejor suite de éste hotel, pensando que tenía alguna posibilidad de tenerte para mí sólo.
Sacó una tarjeta electrónica del bolsillo de su traje y la deslizó sobre la puerta, como si no tuviera mucha importancia lo que me estaba diciendo.
- ¿Reservaste este... lugar sólo para estar conmigo?
Lo miré atónita.
Volvió a sujetar mi mano y me condujo hacia la habitación que, más bien, parecía un lujoso apartamento. Sin embargo, aunque ya era de noche, desde mi posición, percibí una gran ventana acristalada con vista hacia el mar. El suelo de la suite estaba alfombrado y la cama vestía tonalidades doradas y cremas.
Caminé sobre aquel gran espacio y también pude percibir que había un minibar con una estantería de copas de diferentes tamaños y formas. En el extremo lateral del minibar había una cocina más lujosa que la de mi propia casa. No necesitaba ver mucho más del lugar para saber que debía costar una jodida fortuna pasar la noche en la suite.
Adrián se mantuvo callado, mientras me observaba asimilar todo esto. La verdad, no podía asimilarlo. No podía creer que fue capaz de gastarse una jodida fortuna por estar a solas conmigo.
—Esto es demasiado. Si querías estar a solas conmigo, ¿por qué simplemente no reservaste una habitación más económica? —dejé caer mis brazos—. Y cuando digo "económica", me refiero a una habitación normal. ¿Estás loco?
- ¿Por querer tratarte bien? - Sonrió sin entender mi expresión escandalizada. - Entonces, lo estoy. Supongo... - Analizó su respuesta.
«¿De verdad estaba analizando si perdió la cabeza o no?».
- Aly, no te preocupes por mis gastos. - Se encogió de hombros con naturalidad. - De verdad, no es nada.
Continuó su camino y se acercó a un sofá que se ubicaba al lado de la cama. Comenzó a quitarse la chaqueta de su traje negro y sus ojos verdes me observaban tranquilamente.
Me ruborizo al instante y miro al suelo sin saber cómo exactamente reaccionar. Adrián coloca la pieza de su traje encima del sofá y comienza a remangarse su camisa blanca abotonada. Aunque estaba tranquilo y serio, sentía que se estaba divirtiendo. Tragué hondo y junté mis manos con nerviosismo.
- ¿Tienes hambre? - Preguntó en un tono bastante bajo y sensual.
Sus ojos brillaban de emoción.
—Bueno, yo creo...
Alzó una ceja.
- ¿Crees qué tienes hambre?
Toqué mi cabello y me encogí de hombros.
- No te preocupes, pediré algo. - Volvió a decir. - Debo hacer un par de llamadas y luego regreso contigo. Puedes acomodarte aquí como gustes, Aly. No te cohíbas conmigo y mis comodidades.
Adrián colocó uno de sus teléfonos en la mesita de noche, junto con el reloj y la cartera. Caminó hacia el balcón de la habitación con vista hacia el mar y comenzó a hacer llamadas.
No estaba acostumbrada a tantos lujos. Realmente, Adrián se había convertido en un exitoso médico cirujano. El chico que una vez conocí había ascendido a grandes escalas.
De hecho, se veía tan seguro de sí mismo cuando se paseaba con tranquilidad. Su expresión era seria mientras asentía y sus labios se movían lentamente al hablar. No me cansaba de admirar su belleza natural. Sin embargo, mi ensoñación se acabó cuando se asomó en la puerta acristalada del balcón.
—¿Aly? —alzó una ceja. Ciertamente, estaba serio.
Rápidamente, comencé a caminar hacia el baño de la habitación. Miré en diferentes direcciones hasta que logré localizarlo. Una vez que accedí, cerré la puerta con la respiración entrecortada. Era la primera vez que estaría mucho tiempo a solas con él. No sabía qué hacer o cómo actuar ante la situación.
"Nere, tienes que calmarte." Repetí mentalmente. "Puedo hacerlo, sé que puedo."
Miré mi rostro a través del espejo del lujoso lavabo y palmeé suavemente mis mejillas, tratando de concentrarme en los acontecimientos que estaban surgiendo en el momento. Inhalé y exhalé pausadamente.
Una vez que me siento más calmada, hago pis tranquilamente, mientras busco en los contactos de mi teléfono el número de mi padre. Presiono el botón de llamar y espero. Mi padre responde instantáneamente.
- ¡Papá al teléfono! - Exclamó con diversión.
Se escuchaba emocionado y sorprendido.
—Hola, papá. Te llamo para avisarte que mañana estaré de regreso a Puerto Rico. Ya para el mediodía puedes pasar a recogerme.
—Claro, cariño. Al mediodía estaré —afirmó mi padre, pero luego se quedó en silencio, esperando que yo le contara los nuevos acontecimientos, aunque en realidad no sabía qué decirle.
«¿Qué podía decirle a mi padre?».
—El viaje ha estado bueno.
—"¿Bueno?" —preguntó con ironía.
—Sí, bueno.
—Exactamente... ¿Qué tan bueno?
—Ya sabes que preferiría contarte los detalles en casa y a solas con una taza de café.
- Es una falta de respeto que hagas esperar a tu padre para contarle los acontecimientos y bochinches. - Me reí, mientras él actuaba un enojo que no era evidente.
—Prometo contarte al regresar.
—Eso espero. Tu madre me dijo que habló contigo hace un par de días, pero no fue específica cuando pregunté por ti y el viaje.
—¿Sí? Bueno, papá, yo...
- ¿Hay algo qué no le hayas contado a tu padre? - Preguntó con más curiosidad. - Somos amigos, ¿lo has olvidado?
Coloqué mi mano sobre mi frente, tratando de idear una respuesta que lo mantuviera tranquilo.
—Lo sé, lo sé. Papá, prometo contarte sobre ciertos temas al regresar. Claro que eres mi amigo y confío en ti.
«Era cierto, solo que sentía un poco de temor».
Suspiró más aliviado al otro lado del teléfono.
—Está bien, cariño. Sabes que te amo y que solo quiero lo mejor para ti, al igual que tu madre.
—Te amo, papá.
—Y yo a ti, Aly.
Al colgar la llamada, suspiré con nostalgia. Siempre he confiado en mis padres para todo, pero hay un momento en la vida en que comienzas a lidiar con las guerras emocionales a tu manera. Y eso era lo que sucedía conmigo.
Cuando me lavé las manos, pensé que lo mejor sería olvidarme de la realidad de siempre por un día, aunque fuese solo un día con el hombre que cada vez me enamoraba más.
De repente, recordé que no tenía nada para pasar la noche. Lo único que traía era mi bolso y mi teléfono. Al salir del baño, caminé por el pasillo que se dirigía hacia la habitación. Adrián aún continuaba hablando por teléfono en el balcón mientras servía vino tinto en dos copas que reposaban sobre una pequeña mesa de cristal.
Al verme, sonrió vagamente y se mordió el labio inferior con suavidad. Con valentía, crucé hacia el balcón y me senté junto a la pequeña mesa.
—Entiendo —comencé a oír—. Lo entiendo perfectamente, pero no puedo proceder y oficializar el caso si esos informes preliminares de salud no llegan a mis manos —hablaba con mucha paciencia, ya que estaba siendo el médico profesional.
«¿Este hombre sería consciente de la hora que era?».
—¿Le he dicho que la enfermera que trabaja en ese laboratorio es ineficiente? Los análisis que yo pida que se realicen en mis casos, envíeselos a la enfermera Garret. Mientras más tarde me envíen los análisis pertinentes de las últimas semanas, más se retrasan en programar mis cirugías.
Lo miré con expresión preocupada, ya que su tono de voz era serio. Adrián se acercó un poco y me acarició el labio inferior con su pulgar, para pacificar mi preocupación.
—No es la primera vez que un colega tiene problemas con el personal del laboratorio.
Mi corazón latía con fuerza. Cada tacto que provenía de sus manos hacía que mis terminaciones nerviosas reaccionaran.
—El martes estaré en mi consultorio. Hablaré con el director del departamento de cirugía y me excusaré de ser necesario. Es una larga lista que no puedo dejar pasar.
Achiqué mis ojos, pero él me sonrió con dulzura. Luego, al pasar varios minutos, colgó la llamada y me rodeó con elegancia para tomar asiento. Sus ojos claros me observaban con emoción y ciertas chispas de ansias.
- ¿Todo bien? - Pregunté.
Recostó la espalda sobre el asiento y colocó una pierna encima de la otra.
- Contigo aquí, todo bien. - Bajó la mirada y comenzó a parecer pensativo.
Coloqué mis manos sobre la mesa y entrelacé mis dedos. Estaba interesada en sus preocupaciones. Además, sentía curiosidad por saber qué tipo de persona era profesionalmente. No sabía cómo era el Adrián de la actualidad. Si su vida profesional y económica había cambiado, también tenía que saber qué tipo de sentimientos tenía hacia los demás.
—¿Estás teniendo algún inconveniente en el hospital?
—Más bien, un asunto de ineficiencia laboral. Una enfermera que trabaja en el laboratorio general del hospital ha tenido varios problemas con colegas conocidos —lo escuchaba atentamente mientras continuaba informándome con tranquilidad—. Yo también estoy siendo afectado por esos problemas.
—¿Qué sucedió?
—Verás, muchos de mis colegas, al tener pacientes que están esperando o siendo evaluados para alguna cirugía en específico, necesitan realizarse ciertos análisis generales y actualizados en cuanto al estado de salud. Sin esa información, no podemos proceder para que los pacientes sean admitidos a alguna cirugía quirúrgica —suspiró exasperado—. Bueno, la cuestión es que ordené más de diez análisis que debían estar preparados para la semana pasada y resulta que aún no están listos.
—Entiendo, sin esos análisis se retrasa tu trabajo y la salud de tus pacientes, porque no procederás hasta que esos documentos te certifiquen que...
—Todo esté en perfecto orden —terminó de decir.
Lo miré sorprendida por lo responsable que era y porque seguía cada palabra mía.
—Muchos de los pacientes que se someten a mis cirugías en el «Hospital General de Puerto Rico», los recibo en mi consultorio. Hay una extensa lista de pacientes en espera que necesitan ser atendidos y esta semana me he retrasado por esa enfermera. Una vez fuiste a hacerme una visita no muy grata a mi consultorio, ¿recuerdas? —sonrió maliciosamente y me ruboricé.
—¿De verdad debes mencionarlo así? Ya sabes que trataba de hacer lo correcto.
- Lo correcto sería que tu estés en aquella cama... - Su mirada verde atravesó el cristal de la puerta del balcón y se dirigió hacia la enorme cama. Luego, me miró. - Desnuda y boca abajo, durmiendo satisfecha después de haberme regalado varios de tus deliciosos orgasmos. - Suspiró con suficiencia y volvió a recostarse en el asiento. - Pero aquí estoy, contándote mis problemas profesionales matutinos.
Le dediqué una mirada coqueta y me sonrió para luego morderse el labio inferior. Parecía querer contener sus palabras, pero no podía.
- Me alegro de que seas mía y no de Jesse. - Se removió en el asiento. - No sé como haré cuando deba enfrentarlo, pero lo que importa es que te hice mía. Eres toda mía y nadie podrá quitar de tu piel y de todo tu cuerpo todo lo que te hago sentir.
Tragué hondo y esquivé su mirada verde. Luego sonrió y se cruzó de brazos.
- Mientras me sigas mirando y sonriendo provocativamente, seguiré siendo directo.
Sentí como mi respiración se aceleraba y me removí en el asiento, mientras eché mi cabello hacia un lado. Podía sentir la tensión sexual que ambos teníamos. Comenzamos a jugar con las profundas miradas y crucé las piernas, provocándolo aún más. Sus ojos recorrieron mis piernas, mientras sus dedos se paseaban por su barbilla y sus labios. En ese momento, tocaron a la puerta.
Él sonrió con diversión.
- La cena te ha salvado de mis descaros, pequeña.
Se levanta de su asiento y se dirige a la puerta. Sonrío para mí misma, mientras él vuelve con dos platos que reposaban sobre una bonita bandeja. Coloca la bandeja encima de la mesa y comienza a poner los platos junto a nuestras copas de vino. Casi se me hace agua la boca al ver nuestros platillos, pasta con camarones y salsa Alfredo.
Adrián volvió a sentarse frente a mí y se acomodó tranquilamente sobre su asiento.
—Sé muy bien que te gusta la pasta —Adrián volvió a sentarse frente a mí y se acomodó tranquilamente sobre su asiento.
- Me encanta. - Afirmé. - Pones en una mesa cualquier platillo de pasta y puedes suponer que me lo acabaré completo.
—Entonces, debo suponer que comerás y que yo me relajaré. Debes estar hambrienta con esta larga noche, y más aún después de una nueva experiencia vivida, aunque ya te irás acostumbrando.
Al principio, comenzamos a comer en silencio. Tenía que acostumbrarme a hacer cosas tan sencillas como estas cuando éste espécimen esté delante de mí. Me siento realmente patética al cohibirme frente a sus ojos.
Luego su teléfono sonó. Eran casi las 2:00 de la mañana, pero continuaba recibiendo llamadas en todo momento.
«¿Es que no tenía descanso?».
Cuando sus ojos claros se dirigieron hacia la pantalla de su teléfono, su expresión se endureció y cambió por completo.
—Hola, Thompson —respondió en un perfecto inglés mientras me miraba fijamente—. El hecho de que ambos estemos vinculados en esto, no significa que él esté conmigo en todo momento —su tono de voz era cortante—. Lo entiendo, pero mi padre también necesita descansar —se levantó con fastidio y me dio la espalda, apoyando los brazos sobre la barandilla del lujoso balcón—. Hacemos lo que podemos.
Era evidente que Adrián trataba de actuar con normalidad delante de mí, pero no lo estaba logrando. Sabía perfectamente que yo entendía y hablaba inglés con fluidez. Sin contar que ya había visto al señor Thompson charlar con su padre de un tema que desconocía.
«¿Qué carajo se traían entre manos Adrián y su padre con ese señor?».
Había ciertas situaciones que no encajaban con el comportamiento de Adrián. Primero, era el hombre de mirada dulce y juguetona. Luego, sus cambios de humor parecían fastidiar su paz. De hecho, desde que empecé a tramitar el viaje en la oficina de su padre, había presenciado un comportamiento parecido.
«Cálmate, Nere. En algún momento tendría que averiguar qué estaba pasando para que Adrián actuara de lo positivo a lo negativo y viceversa».
—El doctor Lucas Lohann aún no ha podido actualizar dichos estudios.
Comenzaba a detestar que hablara en clave. Dejé el tenedor con cierto fastidio sobre el plato y decidí levantarme con cierta discreción. Necesitaba ir al baño y calmar mis preocupaciones... preocupaciones que no estaban claras.
🔹
Cuando salí nuevamente del baño, Adrián me esperaba con la espalda apoyada sobre la pared del pasillo. Parecía preocupado y ensayando palabras.
—Aly, yo... Lo siento.
Decidí ser más directa al preguntar.
- ¿El señor Thompson te llama a estas horas todo el tiempo?
Me crucé de brazos y lo miré fijamente. Él estaba sorprendido de cierta manera. Al parecer, no esperaba que fuera tan directa. Sus ojos parecían pensativos al observarme, pero respondió como entendió.
—Solo cuando no logra contactarse con mi padre. Cuando Andrés está ocupado o no tiene ánimos para responderle, entonces, yo me hago cargo del señor Thompson.
Asentí lentamente, pero él sabía que yo no estaba muy convencida. Se acercó a mí y sus manos acariciaron mis mejillas.
- Escucha... ya te haces una idea de lo costoso que es el trabajo de un cirujano, y no me refiero en el aspecto económico. - Asentí, para que continuara hablando. - Bien, hasta ahí lo entiendes. Entonces, quiero decirte que además de tener una vida profesional bastante complicada, fuera de todo el contexto profesional... también es complicado. Has vuelto a mi vida en el momento más complicado, pero estoy dispuesto a sobrepasar cualquier mierda para tenerte cerca y a mi lado. No quiero mentirte, pero tampoco quiero decir con rapidez todo lo que ha sucedido y sucede. No te mentiré, pero debes tenerme paciencia, pequeña.
Acercó sus labios hacia los míos, pero se detuvo muy cerca de ellos. Luego me observó con dulzura y letanía para estampar su boca contra la mía.
Respondí a su beso con suavidad y apoyé mis manos sobre su cuello. A continuación, detuve nuestro acto y lo miré directamente a los ojos desde mi baja estatura.
—Hay cosas que quisiera...
- Hay cosas que quisieras entender, lo sé. - Me interrumpió en un suave susurro. - Pero debes entender que por el momento debo callar ciertas cosas. Debo, Aly. No es que lo quiera hacer. - Me abrazó y sentí lo nervioso que estaba al pegar su cuerpo al mío. - Te necesito, mi niña. Alivias las mierdas que debo enfrentar. Contigo aquí, todo es menos tedioso de sobrellevar.
Sentía que él lo estaba intentando, realmente intentaba ser sincero y no me había negado que las cosas no estaban del todo bien en su vida. Al menos, esto era un avance y en algún momento se abrirá conmigo y me dirá qué es lo que está sucediendo en su vida y en su cabeza. ¿Qué tan grave puede ser alguna situación para llegar a callar y contener temas a nivel extremo?
Aún tenía mucho que saber y descubrir de mi cura prohibida, pero eso no me detendría a estar con él y ayudarlo con su desconocida sobrecarga. Estaba enamorada de Andy, y aunque todos mis sentimientos hacia él surgieron de una manera no común, no me arrepentía de todo lo que él y yo vivíamos de adulto en la intimidad y en lo personal. Siempre fue mi amigo, siempre lo defendí cuando sufría burlas y malos tratos por parte de Jesse. Pude apreciar como ese chico tímido fue creciendo y superándose en la vida. Ahora que era todo un hombre profesional y seguro de sí mismo, no podía negarle lo que tanto quiso de mí y se cayó por bastante tiempo. No estaba segura de lo que sentía por mí, pero su trato y su forma de ser conmigo era lo que me importaba. Sentía su agradecimiento hacia mí y sus deseos de tenerme.
Ambos nos miramos en silencio por minutos que parecían eternos, pero si la primera vez él tuvo la iniciativa, ésta vez, la tendré yo. El pasillo estaba oscuro, pero eso no impidió lo que estaba a punto de hacer.
- Te deseo, Adrián. - Dije sin más y me aparté un poco para que pudiera observarme.
Como pude, desabroché mi vestido, mientras sus ojos me miraban con sorpresa y deseo. En el proceso, no aparté mi mirada de él. Sin embargo, cuando mi vestido cayó al suelo, él se acercó y me arrinconó contra la pared del pasillo. Elevé un poco la cabeza para observarlo desde mi baja estatura, pero sus ojos estaban perdidos en mi boca.
Besó mis labios y mi cuello con fervor. Luego su boca descendió hacia mis pechos y besó cada pezón con suavidad, tomándose su tiempo. Apenas podía controlarme. Al sentir sus suaves y cálidos besos en cada sensible zona, gemí de placer.
Adrián no jugaba con sus besos y caricias, ya que se lo tomaba muy en serio y despacio. Sus suaves labios tenían la piel de mis pechos en una lenta agonía de placer y mi vientre era un agitado mar tropical. Deseaba al ojiverde y estaba dispuesta a ser suya otra noche más.
Descendió hacia mi vientre con un lento camino de besos. Mis dedos se enredaron en sus lacios y castaños mechones, incitándolo a que continuara besando cada parte de mi piel. Mientras él lamía y besaba con dulzura cada centímetro de mi vientre, yo me estremecía contra la pared del pasillo.
- Hazme tuya, por favor...
Podía sentir cómo mis dulces súplicas aumentaban su excitación.
- Eres toda mía. - Susurró pegado a la piel de mi vientre, mientras se arrodilló y bajó mis bragas de un tirón.
Adrián comenzó a besar la delicada y excitada piel de mi vagina. Entre cada beso que succionaba la piel, comencé a gemir su nombre en susurros. Su lengua comenzó a trazar círculos y a morder con suavidad la abertura de mi sexo. Él cómo pudo, posó mi pierna derecha y parte de mi muslo en su hombro, dándole mejor acceso.
—Carajo, eres tan deliciosa —gruñó mientras su boca estaba sobre mi sexo.
—Por favor... —gemí con desesperación y tiré de su lacio cabello—. Andy —volví a articular sin consciencia alguna—, te necesito.
Sus besos y suaves mordidas aumentaban. Escuchar cómo succionaba mi piel expuesta me estaba haciendo perder el control de mi cuerpo. El ojiverde continuaba descendiendo, besando mis muslos y mis piernas. Sin embargo, se detuvo por unos segundos agonizantes para quitarme los tacones.
Luego, Adrián se levantó de golpe y me espetó un beso con desesperación. Gruñó de excitación en un susurro y me cargó en sus brazos hasta la cama. Mientras el seguía besando mi boca, mi cuello y mis hombros, yo desabotonaba su camisa blanca con sumo desespero. Estaba ansiosa por tocar y sentir su piel pegada a la mía.
- Me vuelves loco, Aly. - Dijo al terminar de quitarse la camisa de golpe.
Apoyé mis manos sobre su cuello y él mordió mi barbilla con suavidad. Me acostó sobre el colchón y bajo su cuerpo, besándome y acariciándome con dulzura.
Él se levantó un par de segundos que me fueron eternos y sacó un condón de sus pantalones, antes de quitárselos por completo junto con sus zapatos. Él comenzó a observarme con una mezcla de lujuria y dulzura, mientras terminaba de desnudarse por completo y ponerse el condón.
Era muy evidente que era muy seguro de sí mismo y de su cuerpo delgado, fibroso y trabajado.
Poco a poco fue adhiriendo su piel junto a la mía, encima de mi cuerpo. Sus ojos claros se encontraron con los míos, mirándome profundamente al sentir el roce de nuestros sexos. Me estremecí bajo su cuerpo y su delicioso aroma mientras apoyé mis piernas sobre sus caderas.
- Así es como te imaginé tantas veces. - Susurró cerca de mis labios.
Sentir su piel junto a la mía me estaba desesperando por tenerlo adentro de mí. Sin embargo, con mis dedos recorrí sus hombros y parte de su espalda.
—Yo... —me sentía tan jodidamente bien, pero a la vez estaba muy nerviosa por todo lo que estaba sintiendo emocionalmente.
Él notó mi lucha mental y besó una de mis mejillas, dirigiéndose hacia mi hombro.
—¿Tú qué? —plasmó un beso sobre mi hombro.
Gemí entre cada roce de su miembro sobre mi vagina. Automáticamente, cerré los ojos por el placer y el sentir de tenerlo solo para mí.
- Te quiero. - Confesé en un susurro, mientras él estaba besando mi hombro. - Yo te quiero, Andy.
Él detuvo sus besos al escucharme y unió sus manos con las mías. Sus perfectas manos pusieron mis brazos por encima de mi cabeza y presionó mis manos con las suyas. En ese momento, sentí cómo me penetró lentamente. Gimo de puro placer y él me muerde el labio inferior, mientras comienza a moverse constantemente.
Minutos largos pasaban entre nuestros gemidos y movimientos. Mis labios rozaban y besaban uno de sus hombros, mientras que sus penetraciones me llenaban a tope. Cerré los ojos y abrí levemente la boca cuando sentí que ambos estábamos a punto de llegar al éxtasis.
Cuando abrí mis ojos nuevamente, el ojiverde volvió a mirarme con desespero, presionando mis manos por encima de mi cabeza.
- No puedes... imaginarte... lo delicioso que es... estar... dentro de ti. - Dijo con suma dificultad entre cada estocada. - Joder, bebé... Eres mía, ¿lo entiendes?
- Tuya... - Logré articular.
Ambos disfrutábamos haciendo el amor sin prisas ni ataduras. Sólo éramos él y yo. Me sentía totalmente llena cuando él poseía mi cuerpo, cuando él se perdía con mi tacto y mis caricias. En éste momento, podía sentir al chico que quiso ser conmigo. Yo estaba recuperando sus deseos reprimidos por mi y el tiempo con quién se supone que haya comenzado todo esto, con el mejor amigo de Jesse.
Estábamos a punto de llegar al orgasmo. Sabía perfectamente que él estaba a punto de estallar y quería acompañarlo. Gemí escandalosamente y él me besó con desesperación mientras gruñía. Sus estocadas eran más fuertes y crudas. Cada rudo movimiento de su cintura estaba llevándome al extremo placer.
—Me gusta mucho cuando te vienes —sonrió con arrogancia y lujuria. Sentí cómo se mordió el labio inferior mientras besaba una de mis mejillas y parte de mi barbilla—. Recuerda quién te hace sentir así.
—Te quiero, Adrián —solté entre gemidos, a punto de estallar.
Él soltó una de mis manos y agarró mi barbilla, haciendo que lo mirara fijamente a los ojos.
- ¿Qué... más? - Empujaba con más fuerza, mientras sus labios rozaban los míos.
- Me... enamoras.
- ¿Te enamoro? - Me incitó a que siguiera diciéndole.
Sus ojos estaban perdidos en mí, pero la presión de su mano en mi barbilla fue más firme y sus movimientos estaban torturándome por completo
- Estoy enamorada de ti. - Confesé con desespero y ejercí presión bajo su cuerpo.
Soltó mi barbilla y mi mano sobre mi cabeza para apoyar las suyas sobre la cama, a cada lado de mi rostro. Él sabía que no podía esperar más.
Los movimientos ascendentes y constantes de su cintura hacían que mi cuerpo ascendiera y descendiera a su antojo. Él abrió levemente la boca y eso lo hacía ver mucho más sensual de lo que es.
«Carajo, no aguantaría más».
—¡Dios, sí! ¡Mierda, Adrián!
- Ju... juntos, bebé.
Mientras el placer nos llenaba y hacía palpitar nuestros crudos orgasmos, él se perdió adentro de mí. Luego mordió mi hombro y gruñó por lo bajo.
- Aly, mi niña. Yo también te quiero, bebé. - Confesó, mientras recibía las últimas estocadas y terminaba de inundarse.
🔹
Luego de que nuestras respiraciones se normalizaron e iban al compás, sentí mi cuerpo relajado y unas enormes ganas de dormir. Aunque estaba agotada por el largo día que había tenido y eran casi las 4:00 de la madrugada, no quería perderme nada de Adrián.
Él me acomodó mucho mejor junto a él y nos cubrió con una sabana crema que traía la cama. Ninguno de los dos logró articular alguna palabra más, ninguno fue capaz de aceptar o retractar lo que habíamos confesado en el momento que hicimos el amor. Quería tener alguna pista de lo que Adrián pudiera estar pensando en este momento, pero el cansancio y agotamiento me vencían.
Él se posicionó detrás de mi. Sentí su torso pegado a la piel de mi espalda y cómo sus brazos cubrían mi cintura. De pronto, sentí un camino de besos que ascendían desde la mitad de mi espalda hasta mi hombro.
Me sentía en el cielo. ¿Y cómo no sentirse así, cuándo éste espécimen me hacía volar en una dimensión desconocida?
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