Capítulo 40 | Parte 2.

Capítulo 40.

Una fuerte jaqueca se apodera de mi cabeza sin piedad al escuchar murmullos. Una voz que se me hace muy conocida inunda mis sentidos auditivos. Presiono los ojos con pesadez y me remuevo, sintiendo calidez en mi cuerpo y cómo me hundía en un suave colchón.

Abro los ojos. Parpadeo repetidas veces al intentar entender qué estaba pasando. Toso instintivamente al cubrir mi boca, mirando a mi alrededor. No sabía si estaba soñando o en una habitación parecida a la de un palacio.

"¿Dónde estoy?" Pensé al achicar los ojos y admirar el lugar.

Es más que evidente que éste lugar es absurdamente lujoso. Un gran candelabro negro con luces blancas y brillantes que colgaban del mismo, alumbraban la habitación de forma brillante, impoluta, y exquisita. El colchón estaba sobre una cama acolchada y moderna. Las sábanas negras eran de seda, y me cubrían hasta la cintura.

El dolor de jaqueca vuelve a ser latente y me toco la frente con cierta molestia. Sigo escuchando la voz a pesar de que no sé de dónde proviene.

Unas puertas de enormes alas acristaladas llaman mi atención al sentir cómo la brisa de la costa entra con armonía. Al fijarme con más atención, automáticamente, abro la boca con impresión al darme cuenta de que, literalmente, desde mi posición, podía admirar el mar.

"Creo que estoy soñando." Pensé con impresión.

Uno de mis sueños siempre había sido vivir cerca del mar, aunque sea para admirarlo desde la distancia, pero esto iba más allá de mi realidad.

"¿Por qué desperté precisamente en una lujosa habitación con el mar frente a mis narices?"

De repente, veo una silueta que me resulta muy familiar. Adrián entra por la puerta acristalada de enormes alas mientras habla por teléfono con preocupación. Sus ojos verdes se engrandecen al verme.

— Papá, hablamos luego. — Cuelga al instante.

Se detiene a una distancia lejana y considerable, mirándome con suma atención.

Entonces, me doy cuenta de lo que está sucediendo y de la situación que estoy viviendo con él en estos momentos.

— ¡Tú! — Lo señalo y frunzo el ceño, molesta. — ¿¡No has entendido que no quiero verte!? — Miro a mi alrededor con inseguridad. — ¿Qué estoy haciendo aquí? — Me levanto de la cama y él se tensa, poniéndose en alerta con cada mínimo movimiento de mi parte. Lo miro fijamente, escrutándolo con la mirada. — Me metiste en tu casa, pero no sólo te conformaste con eso, sino que también me metiste en tu habitación... — Asumí al presionar mis labios.

— Sufriste un episodio vasovagal. — Me dice, atento.

Abro los ojos por la leve impresión de esa nueva información. Ahora entiendo el por qué de mi fuerte jaqueca. Trago saliva, sin saber qué decir a eso. Él analiza mi expresión, como si no hubiera entendido lo que ha dicho.

— Me refiero a que has sufrido un...

— Sé lo que es un episodio vasovagal, síncope, o como quieras decirle. — Me giro y le doy la espalda. — ¿A caso crees que eres el único de los dos que entiende sobre las terminologías médicas?

Al acercarse y colocarse frente a mí, cruza sus brazos, observándome y comprobando mi estado.

— No, pero eres la única mujer que me fascina de verdad y la cuál también entiende mis terminologías médicas. — Me mira con sinceridad. — No me acostumbro a que... — Se encoge de hombros. — No estoy acostumbrado a estar con una mujer que tenga un gran intelecto médico. Me resulta incómodo y a la vez... gratificante.

— ¿Incómodo? — Lo miro de arriba hacia abajo, en alerta. Sabe perfectamente que no olvido lo que ha sucedido.

— Aly, yo... — Pasea su mano derecha por su lacio cabello levemente alborotado. — No estoy acostumbrado a estar con mujeres que tengan una capacidad intelectual alucinante. Y la razón de eso, es que es parte de mi control. Me hacía sentir seguro el poder utilizar mi inteligencia sobre otras mujeres, por conveniencia y mantener el control en todo. Con ello, siempre soy el que toma las decisiones, las iniciativas, las finalidades, y todo lo que realmente me dé la gana.

Su manera de decir cada detalle demuestra que está siendo completamente sincero.

— Contigo, hasta esos detalles que antes eran importantes para mí, ya no lo son. — Prosigue. — Cuando estuvimos en el bar, que lo hicimos en mi vehículo, te había dicho que no me mezclo con mujeres de mi profesión, y mucho menos con una interna como tú. No acostumbro a hacer éstas cosas. No me gusta.

— Jah... No puedo creer que empecemos otra vez con esto... — Bajo la mirada, reflexionando, e intentando comprender la mente de éste espécimen tan complejo. — ¿Y por qué carajo te metiste conmigo?

Presiona sus labios, conteniéndose de mi vocabulario tan expresivo y lleno de disgusto.

— Porque no puedo evitarlo. Te necesito. Desde que era un veinteañero siempre ha sido así. Qué vayas a experimentar la misma profesión que yo realizo, y que ese cerebro que tienes me enloquezca cuando tu lengua viperina hace de las suyas, no cambia lo que siempre he sentido hacia ti.

— Lamentablemente, tendrás que vivir con eso, Adrián.

— Lo sé. — Acepta tajante.

— Me gusta estudiar y tener muchos conocimientos. Me gusta superarme en cada ámbito de mi vida, pero más en la carrera de mis sueños.

— Nunca lo he puesto en duda.

Lo miro ojiplática. Realmente, está aceptando todo lo que le recalco. Lo único que me tranquiliza, es que al menos esté consciente y entienda que no siempre puede tener el control en todo, y menos cuando se trata de nosotros.

Él observa que me había quedado en silencio, pensativa con todo lo que me decía, por lo que no dudó en continuar hablándome de lo que él creía necesario.

— Responderé a todo lo que me preguntes, como lo estaba haciendo hace un rato. — Me dice con calma. — Prometo decirte lo que haga falta, pero, por favor, mantén la calma.

Niego, indignada. Pero antes de responderle, pensé si sería buena idea continuar escuchándolo.

Me observa con cuidado, dudando de mi permisividad. Entonces, sin verlo venir, acerca con extrema lentitud una de sus manos, ansioso de querer tocar una de mis mejillas.

Me alejo en un acto reflejo y lo miro con decisión.

— ¿Qué diablos crees que harás?

Abre levemente la boca, con temor y cierta sorpresa en su semblante. Sé aleja de mí, dándome el espacio que realmente estaba necesitando.

— Debí suponerlo... — Vocifera para sí mismo.

— ¿Suponer qué? — Lo vuelvo a mirar de arriba hacia abajo.

«Maldita sea, ¿por qué estaba siendo tan estúpida y continuaba mirándolo con deseo?». Mi subconsciente quería traicionarme.

Adrián evade mi pregunta y traga saliva.

— ¿Qué es lo último que recuerdas?

Achico mis ojos y pienso con calma.

— Vaya... Es una buena pregunta, porque justamente te diré lo que recuerdo y lo que tú me has hecho pasar.

Me mira con resignación. Sus gestos comienzan a notarse tormentosos. Suelta un suspiro con exasperación. La ansiedad comienza a reflejarse en sus claros ojos y en los movimientos de su cuerpo.

— Recuerdo que me enamoré de ti con locura, al punto de que me dejó de importar mi situación pasada con Jesse, porque me estaba bebiendo los vientos por el hombre que realmente me ha gustado y cautivado. Tú... — Exhalo con esfuerzo el aire que contenía, intentando soportar cómo mi pecho se comprime una y otra vez. — Creía que todo sería mejor que antes. ¿Sabes por qué? Porque pensé que, en el fondo, continuabas siendo el chico humilde y tímido que estuvo a mi lado, el Andy que siempre conocí. — Siento un nudo en la garganta que me ahoga.

Él presiona sus labios con dificultad.

— Resulta que, ése niño, se ha convertido en un hombre manipulador y calculador. — Niego con tristeza. — Tan manipulador como para mentirme por largos meses.

— ¡No fue mi intención! — Intenta defenderse. — ¡Te he dicho que no lo he hecho adrede! ¡Maldita sea, lo juro!

— Entonces, ¿no eres manipulador? — Enarco las cejas. — ¿¡Quieres que te recuerde como vi la desesperación en los ojos de Amanda por ti!? ¿¡Es cierto lo que ha dicho ella!? ¿¡En serio has sido asi de controlador y frío?

— Prefiero que desayunes primero. — Susurra con dificultad y frialdad.

— Y yo prefiero que dejes tu firme y prieto culo aquí y me hables con la jodida verdad, sin omitir ni una mierda más al respecto. — Inquiero con determinación.

— Jodida lenguna viperina... — Se gira con molestia y murmura por lo bajo al darme la espalda, con la intención de esquivar mi mirada.

— ¡Estoy aquí! — Le aviso.

— ¡Mierda, Aly!

— ¿¡Tanto te cuesta decirme quién carajo eres en ciertos aspectos!?

— ¡Me cuesta aceptar que te vas a alejar de mí, coño! — Vuelve a girarse y me mira con fastidio.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. En el fondo, sé que después de todo esto me sentiré muy mal.

— ¿¡Y qué demonios pretendes, Adrián!? ¿¡Qué me quede aquí contigo como si nada hubiera sucedido!?

— ¡No... pretendo... eso! — Murmura entre dientes. — ¡Sólo intento que tu lengua viperina sea condescendiente por una jodida vez, para que intentes pensar y analizar la situación con la cabeza fría! ¡No he sido sincero desde el principio con esa estúpida situación, sí! ¡Me cegué al querer protegerte! ¡Pero te aseguro que mi intención no fue hacerte daño! ¡Por Dios, Aly!

Parecía realmente desesperado. Sus ojos estaban muy claros, lo que me da indicios de creer que sí está siendo sincero.

— ¿¡Sabes qué es lo que más me duele!?

— Yo... — Baja la cabeza con esfuerzo. — No quisiera saberlo... — Su voz se quiebra.

— ¡El hecho de que te hayas acostado con la que creí mi mejor amiga me duele, te lo aseguro! — Las lágrimas descienden por mi rostro de forma desesperanzadora. — Pero... ¡No es lo que me está jodiendo por dentro! ¡Lo que verdaderamente me duele aquí... — Presiono mi pecho con insistencia. — ¡Es que me hayas ocultado toda ésta situación! ¡Me duele que no hayas sido capaz de hablar con la verdad desde el principio! ¡Yo creí en ti! ¡Siempre fui sincera contigo, entregándome a ti con lo mejor de mí!

Él, decidido, se acerca a mí y sujeta mis mejillas con cierta brusquedad al posar su frente sobre la mía.

— Por favor... — Traga saliva. — No me... digas eso...

Sujeto sus muñecas y lloro desconsoladamente. Sus manos tiemblan sobre mis mejillas y bajo mis palmas.

— No llores, Aly... — Su respiración es agitada y su voz quebrada. Sé que está nervioso.

— ¿¡A caso sabes cómo se siente!? ¿¡Tienes una idea de lo estúpida que me siento!? — Cierro los ojos, aunque su rostro siga insistente sobre el mío. — ¡Ocultaste una verdad dolorosa! ¡Me ocultaste que Jesse me engañaba con Amanda!

— Aly, por favor... — Cierra los ojos mientras su frente sigue adherida sobre la mía con desespero.

— ¡Tú me has hecho mucho más daño que ellos dos juntos!

— ¡Yo no pensé que las cosas fueran a resultar de ésta manera! ¡Créeme!

— ¡No! ¡No puedo creerte después de toda ésta maldita mentira!

— Lamento que hayas tenido que descubrir quiénes verdaderamente son ellos, pero...

— ¡No! — Aparto sus manos de mis mejillas y me alejo bruscamente de él.

Veo temeridad en sus ojos. Una intranquilidad comienza a aflorarse en cada parte de su cuerpo, al igual que en el mío. Por alguna razón, siento como su estado emocional me afecta a mí. Sé que su cuerpo reacciona a cada estado emocional que también siento yo. Esa extraña y única conexión me atemoriza más aún. Sé que todo esto está mal, muy mal... Pero también sé que, en el fondo, hay una necesidad mucho más grande que nos quiere ganar.

Ésta vez, yo no lo permitiría...

— ¿¡Es que no lo puedes entender!? — Inquiero con dolor al secar una lágrima de mi mejilla. — ¡Jesse me dejó de importar hace mucho, aunque me duele saber quién es realmente Amanda y lo que ha hecho en complicidad con él y... contigo! ¡Sé que es pasado, como dices! — Siento que mi estado vuelve a descomponerse del todo. — ¡Pero lo más que me duele es que tú estés tan involucrado en todo esto! ¡Me duele demasiado que me hayas ocultado cada mierda de esto! ¡Cada detalle que era importante y necesario que yo supiera!

— Aly, yo... — Toca su revuelto y lacio cabello con desesperación, sin palabras que puedan remediar lo que ha sucedido.

Se gira, dándome la espalda y acercándose al lujoso tocador para apoyar sus manos sobre el mismo.

— Fui una tonta al pensar que yo sería diferente para ti. — Prosigo, desahogando cada resentimiento de mi parte. — Ahora entiendo tu comportamiento tan comedido hacia los sentimientos. Ahora entiendo porqué decidiste mostrarme aquellos documentos y estudios psicológicos. Sin mencionar el acuerdo al cuál quisiste llegar conmigo para ejercer todo lo que esos documentos describían de tus necesidades.

— Bas... — Su voz se quiebra profundamente. — Basta...

— Me has usado a tu conveniencia.

— ¡Te he protegido a mi conveniencia! — Ruge con dolor.

— ¿¡Por qué me trajiste a tu casa, Adrián!? — Me levanto del borde de la cama y me giro, dándole la espalda a su figura derrotada. A pesar de todo, me duele profundamente verlo así y no quería bajar la guardia con él. — Supongo que piensas que no debiste hacerlo, ¿verdad? ¡No debiste traerme aquí, porque esto no es parte de lo que tú acostumbras a hacer!

— ¡Basta, carajo! — Le da un puñetazo al tocador.

— ¡No te preocupes! — Insisto. — ¡Supongo que por el desespero de no perder tu calculado control lo has hecho! ¡Pero yo corregiré tu error! ¡Me iré de aquí lo antes posible!

Se tensa mucho peor. Algo no está bien en él, y parece querer controlarse. Achico los ojos al observar su figura. Parecía exageradamente angustiado.

— Me duele lo que harás... — Dice después de una pausa, sin mirarme tan siquiera.

— ¡A mi me duele lo que tu gran mentira nos ha causado a ambos!

— ¿¡Podrías dejar de retarme!? ¡Me estás lastimando fuertemente con tus palabras!

— ¡Y tú ya me has lastimado el corazón!

— ¡Me estás jodiendo, Aly!

— ¡Me has hecho daño!

Sin esperarlo, empuja los artículos y los artefactos que se encontraban sobre el tocador, marchándose hecho una furia y sin mirarme a la cara. Las suelas de sus carísimos zapatos se escuchaban a lo lejos. Realmente, se había largado a pasos muy decididos.

Aunque las lágrimas continúan descendiendo por mis mejillas, insisto en secarlas inútilmente con mis manos para buscar mi bolso con mis cosas. Efectivamente, Adrián había dejado el mismo sobre una de las mesas de noche de su cama.

Su repentino comportamiento y su acción me había hecho entender que me estaba dejando ir. Al menos, eso creía...

Llamo a Jimmy de inmediato, intentando respirar profundamente para calmar mi bajo llanto.

— ¡Estoy ansioso de verte, Nere! — Mi hermano responde sin saludar.

— Hola, Jim... — Mi voz es casi un susurro. — Te daré la dirección exacta de dónde tienes que recogerme.

— Espera... ¿Qué te sucede, Nere?

— Yo... — Miro hacia la puerta por dónde Adrián se había marchado. — Nada, Jim. ¿Puedes recogerme en la casa de Adrián? Se localiza muy cerca de su consultorio. Te enviare la dirección exacta para GPS.

— Está bien... — No se escucha convencido al aceptar.

*****

Había salido hacia el exterior dónde Adrián había estado cuando hablaba por teléfono con su padre. Es increíble como una habitación tan lujosa como ésta podía ofrecerte admirar el mar a poca distancia. Era simplemente impresionante.

Mis manos estaban apoyadas sobre la columna del lujoso balcón de la habitación. Bajé la mirada mientras recibo el viento costanero del mar. Tenía muchas cosas que asimilar, y muchas cosas que pensar respecto a todo lo que había sucedido en cuestión de minutos.

Tener que distanciarme de él era sencillamente doloroso para mí, pero no podía permitir que volviera a adueñarse de mi mente y de mi cuerpo sin mirar toda ésta situación por mi misma. Tenía que enfrentar ciertas situaciones y ciertos temas directamente con Amanda. También quería decirle todas las malditas verdades a Jesse en su propia cara, aunque con Amanda probablemente haría lo mismo.

Suspiro pesadamente y niego para mí misma. Me sentía desganada y desvanecida. En tan sólo cuestión de segundos mi felicidad se había ido por la borda.

Todo lo que Adrián me había dicho tenía sentido, y al final, aceptó que fue un error de su parte no haberse sincerado conmigo antes. Pero no podía ir corriendo dónde él como si nada de esto fuera una situación difícil de asimilar.

Primero, encontraría más razones para seguir en esto con Adrián, y por las palabras que abogaba por él mismo, no serían. Buscaría la manera de enfrentarme con las personas que habían comenzado por cortar cualquier tipo de posibilidad pasada en cuánto a mí con Adrián. Buscaría el por qué, y luego, pensaría con más detenimiento si Mi Cura Prohibida y yo somos el uno para el otro.

— Señorita Doménech... — Una voz familiar llama mi atención desde el otro lado de la habitación.

La señora Margarita trae una bandeja con el desayuno. Entra a la habitación de Adrián con mucho cuidado y respeto.

— Señora Margarita, discúlpeme, por favor, pero no me apetece desayunar. — Tartamudeo. — Yo... Yo...

— Lo sé, señorita Doménech. El Doctor me ha dicho que ya usted estaba por irse.

Escuchar que él lo estaba asimilado rompía mi alma en dos, pero era lo correcto.

— Me he tomado el atrevimiento de haberle preparado esto. — Eleva un poco la bandeja, hasta que se acerca a las puertas acristaladas y sale al balcón, colocando la bandeja en una mesa acristalada junto a dos sillas acojinadas.

— Me preocupó saber cómo usted llegó hace un rato, así que un buen desayuno no le vendría mal para recobrar energías, señorita. ¿Qué dice? — Me sonríe vagamente y con cierta esperanza de que yo aceptara.

Miro mis descalzos pies, sin poder tan siquiera mostrarle una mirada animada y digna. Sabe que la estoy pasando mal. Sujeta mi mano e intenta apacigüar mi obvia intranquilidad. Es la segunda vez que la veo y me ha tratado muy bien.

— Vamos... — Me guía levemente hacia el asiento junto a la mesa acristalada. — Inténtelo aunque sea, y yo me quedaré más tranquila, por favor.

Me siento, dejándome llevar por ella al mirarla de soslayo. Al parecer, intenta ayudarme y cooperar con su jefe como puede. Es evidente que lo aprecian muchísimo en ésta casa.

La señora Margarita no dice nada al respecto de nosotros. Es como si intuyera que hay algún vínculo fuerte entre ambos. Recuerdo que me había dicho que ella no estaba acostumbrada a realizar órdenes cuando se trataba de mujeres particulares, y con esto, me sigue demostrando que es cierto, puesto que me trataba como si fuera una muñeca de cristal.

Miro el plato; avena con canela, trozos de queso, frutas, jugo de naranja. Todo hubiera sido tan apetecible para mí en otro momento, pero no ahora. Sujeto el tenedor para pinchar un trozo de fruta, con la intención de que se retirara más calmada.

*****

La ama de llaves de Adrián recogía lo que él había tirado hace un rato. No se había vuelto a presentar ante mi presencia. Pero, en el fondo, yo sabía porqué lo estaba haciendo. Sé que le debe costar controlar su humor y su inestable temperamento, pero hoy no me dejaría llevar por sus serias condiciones, porque también sentía que debía tener mi espacio, así que lo agradecía.

— Señorita... — La señora Margarita se acerca a mí con un gesto de tristeza y cierta decepción al ver que mi desayuno continuaba casi intacto. — Tiene que cuidar de su salud.

Irónico que ésta maravillosa mujer me lo diga a mí, que estudio para velar por la salud de las personas.

— Tiene razón. — Le dedico una vaga sonrisa, sin ganas. — Prometo que me repondré. No se preocupe.

Asiente con decepción y asimilación.

— ¿Y Adrián? — No puedo evitar preguntar con cierta curiosidad.

— Está en su despacho. — Me dice con sinceridad, aunque baja la voz un poco.

— ¿También tiene un desp... — Me abstengo de preguntar algo que para mí ya debería ser evidente.

Su ama de llaves asiente, aún sin haberlo dicho por completo

— Cuando está molesto se encierra en su despacho. — Mira a nuestro alrededor y luego vuelve a hablarme en voz baja. — Es un buen hombre, señorita. Es sólo que no había encontrado a una mujer que lo ponga en cintura.

Parpadeo repetidas veces y bajo la cabeza, derrotada con todo lo que él implica.

— Tampoco creo ser yo esa mujer, créame...

— Difiero, señorita. — Sujeta la bandeja con mi desayuno casi entero. — No es muy usual su manera de comportarse con usted. — Niega, como si no pudiera creer que yo estuviera en su habitación aún. — Perdone mi intromisión y que le comente todo esto. Es que... todos en la mansión estamos fascinados con que al fin traiga una novia a la casa.

— ¿¡Qué!? ¡Yo no...

— No se preocupe. Entiendo la discreción que intentan llevar a cabo, pero es increíble que él lo haya confirmado. — Sonríe con cierta ilusión y hace un gesto de cabeza para marcharse.

— ¿En dónde exactamente se encuentra su despacho? — Quise evadir el tema de manera educada y calmada.

"Éste hombre no tiene ningún límite en cuánto a lo posesivo..." Pensé al presionar mis labios.

*****

Jimmy me había llamado nuevamente para avisarme que estaba cerca y que la dirección no era complicada. Decidí alistarme para marcharme lo antes posible. No quería que las cosas empeoraran más de lo que ya están. Ya con mi bolso y calzando mis tacones, salgo de la habitación de Adrián con timidez, observando todo a mi alrededor. Realmente, cada rincón de ésta casa era sumamente impresionante.

Continué directamente hacia lo largo del pasillo, el cuál era decorado con cuadros rústicos y seguramente de precios exorbitantes. El piso era en mármol, reluciente y brillante.

Mis tacones repiqueteaban sobre el suelo, hasta que me detuve delante de una puerta de doble ala en madera caoba, como la señora Margarita me había dicho. Suspiro profundamente antes de acceder al despacho de la casa.

"Esto me costará. Mierda, lo sé."

Toco la puerta con inseguridad, aunque con el golpe haya mostrado firmeza. Nadie responde al otro lado de la puerta y vuelvo a tocarla con decisión. Me pongo nerviosa cuando me doy cuenta de que no quiere responderme en lo absoluto.

Antes de arrepentirme y volver a los brazos del hombre que amo para ser suya, abro la puerta con desdén. Mi corazón se acelera al verlo analizar unos documentos. Ni siquiera me miró de soslayo. Está disgustado por lo que haré.

Me acerco poco a poco, con cierta timidez. La tensión que se presenta entre ambos es totalmente abrumante.

— Jimmy ya está a punto de llegar hasta aquí. — Le aviso.

Silencio por su parte.

— Ya me recogerá. — Vuelvo a decirle.

Insiste en creer que no existo.

— Lo he llamado y...

Tira los documentos sobre su lujoso escritorio. Me mira a los ojos con fastidio y enojo.

— Entonces, no estás dispuesta a hablar de lo nuestro... — Asume con dificultad.

— Adrián, por favor... Sabes perfectamente que no es el momento para hablar de... nosotros.

— ¿No han sido mis explicaciones lo suficientemente buenas? — Su semblante es totalmente serio y resignado.

— Todavía hay muchas cosas que quisiera saber con más detalles.

— Te dije que estoy dispuesto a responder todo lo que haga falta, pero insistes en juzgarme sin precedentes.

— El punto es... que mis dudas no las aclararé del todo contigo.

Ríe con fastidio y esquiva mi mirada, como si le indignara lo que he dicho.

— Está claro que has dejado de confiar en mí, pero, aún así, soy yo quién tiene las respuestas, Aly.

— Tal vez, pero necesito enfrentar ciertas situaciones con Amanda y Jesse.

— ¿Qué? — Me fulmina con la mirada al achicar sus claros ojos. — No es buena idea, Alysha. Y no quiero que estés cerca de ellos. Te lo prohibo indeterminadamente.

— ¿Me lo prohíbes? — Lo encaro. — Te recuerdo que soy independiente y apta para tomar mis propias decisiones. — Le recalco. — Además, después de toda ésta mierda, tampoco quiero estar cerca de ellos, pero no me puedo quedar con esto.

A él no parecía importarle que le dijera a Jesse y Amanda todo lo que me había confesado, más sí le estaba importando el hecho de que me exponga ante sus presencias.

— Todo lo que te he dicho es la verdad. — Niega con frustración. — ¿Qué quieres comprobar? ¿Qué es cierto todo lo que he dicho? Sé que has dejado de confiar en mí, pero cada palabra que te he dicho es la verdad, aunque haya omitido ciertas cosas con anterioridad.

— Sé que no te costó más remedio que dejar de omitir la verdad, pero quiero comprobar con mis propios ojos el descaro de las dos basuras que han estado en mi vida.

— También han estado en la mía. Pero prefiero no exponerte ante ellos. No quiero que te hagan daño. Me importa un carajo si tampoco me quieres creer en cuánto a eso, pero no quiero que estés en peligro.

— A ver... ¿Y tú qué crees que pueden hacerme esos escorias de la vida? — Me cruzo de brazos y recobro una postura segura.

De manera automática, le da un repaso a mi cuerpo de abajo hacia arriba y se levanta con enojo, dándome la espalda.

— Ellos están desquiciados. – Dice sin remordimientos. — Especialmente Amanda, quién vive en una constante obsesión con mi persona.

— Irónico de quién menciona la palabra: "obsesión" hacia su persona. — Enarco las cejas con seriedad. — Sé lo que se siente, créeme.

— Me estás jodiendo mis cojones con esa lengua viperina.

— Aprende a lidiar con ella, Andy.

— Lo comenzaba a hacer, hasta ahora que decides dejárme. — Aunque está de espaldas, percibo que está tenso.

"¿Debería decirle que no lo estoy dejando del todo?"

Aún así, necesitaba tiempo para reordenar toda ésta basura que se ha presentado.

— Le has dado la mayor importancia al hecho de que te omití mi pasado más las mierdas de Jesse y Amanda con la intención de protegerte. ¡Pero no le tomas atención al hecho de que te dije que estoy enamorado de ti y que me ha costado decírtelo!

— ¡Eso no hará que las cosas se resuelvan de hoy para mañana!

— ¡Lo sé! ¡Pero tampoco pienso soportar tu constante rechazo! — Aún dándome la espalda, se cruza de brazos. — ¡Sabes que necesito tenerte! ¡Estoy... utilizando todo mi control para contenerme, aunque no lo creas o pienses que exagere!

— ¡Sé que no exageras, pero...

— ¿¡Sabes por qué me contengo!? — Me interrumpe. — ¡Porque te quiero con cada parte jodida de mí! ¡Y porque a pesar de todo, y de mi difícil temperamento, intento respetar tu espacio debido a lo ocurrido! ¡Pero no voy a tolerar por mucho tiempo que me niegues todo de ti!

— Yo...

— ¡Nosotros no podemos estar así, Aly! — Vuelve a interrumpirme. — ¡Me hace daño verte así! ¡Y estoy seguro que el sentir es recíproco cuando se trata de mí!

Mi pecho arde y mi corazón late con insistencia mientras en mi vientre siento una oleada de cosquillas desesperantes. Él se gira para enfrentarme directamente. Pasea su perfecta mano por su frente al rozar algunos de sus lacios mechones, mirándome con rubor y desesperación. Suelta un suspiro profundo al tomar bocanadas de aire para hablar con más paciencia.

— Tú y yo no podemos estar así de enojados. No podemos estar separados. Nos necesitamos intensamente, y sabes que la necesidad que sentimos el uno por el otro no es normal. Ni siquiera lo que sentimos en el sexo es normal, pero sé que hacerte mía es lo mejor que siempre me pasa. Es lo mejor que hacer para hacerte llegar a las estrellas. — Toma una bocanada de aire y continúa. — Todo eso, es real. Todo lo que te he hecho y hemos vivido, es real. — Sus ojos se posan en los míos desde el otro lado del escritorio. — Tú me amas...

Abro la boca levemente y vuelvo a cerrarla, nerviosa. Parpadeo repetidas veces y me remuevo nerviosa.

— ¿De... dónde sacas esas tontas conclusiones? — Miento.

Bufa con fastidio y rodea el escritorio, acercándose a mí al apoyarse del borde del mismo y cruzarse de brazos mientras me escruta con sus ojazos.

— ¿Qué? — Me reta en tensión y nervioso. — ¿Ahora también me dirás que es una: "tonta conclusión"?

— Lo es. — Trago saliva con disimulo. — Qué esté enamorada de ti no significa que te ame, por Dios... — Bajo la mirada.

Él no deja de observarme ni un segundo. Siento como mi respiración se agita por las cosquillas que invaden y reinan en mi vientre. Posa su dedo pulgar sobre mi barbilla y eleva mi cabeza, haciendo que lo mirara a los ojos.

— Me resulta muy divertido que intentes mentir. No se te da bien eso.

— No soy una experta como tú.

Enarca las cejas, pero no está ofendido por lo que he dicho, sino por...

"Oh, mierda..."

— Entonces, estás aceptando que me amas.

Me ruborizo y tiemblo ante lo que asume sin precedentes.

— ¡No! — Vuelvo a negarme al darme cuenta. — ¡Claro que no te amo! — Bajo la mirada.

Mi teléfono comienza a sonar. Rápidamente, sé que es Jimmy. Pero Adrián seguía dispuesto a sacarme la verdad.

— Dímelo mirándome a los ojos y entonces te dejo ir. — Vuelve a elevar mi cabeza. — Dime que no me amas, Alysha Nerea. — Me rodea y me arrincona junto a su escritorio, su cuerpo quedándose a unos centímetros del mío. — Dime que lo que me dijiste anoche no es cierto, y puede que me haga el pendejo y te diga que te creo.

"Mierda, me escuchó."

Trago hondo y me muerdo el labio inferior, conteniéndome de su presencia y su aroma.

— No eres juicioso al intentar ganar tiempo acaparándome así. — Frunzo el ceño.

Aún sin él tocarme, a pesar de la muy indiscreta distancia de ambos, mi cuerpo reacciona y continúa temblando.

— Sólo quiero asegurarme de que esos ojos me están diciendo la verdad, aunque tu lengua viperina me lo esté negando. — Sus ojos se funden en los míos. — Tal vez así, con esa afirmación, pueda pasar ésta jodida semana más controlado, sabiendo que a pesar de todo me amas.

Me quedo en silencio, en shock, con miedo a responderle. No parecía asustado de mis posibles sentimientos, a pesar de que es capaz de sentir una fuerte fobia por ello.

Entonces, se me ocurrió preguntarle lo mismo, sin responderle tan siquiera.

— ¿Y tú... me amas? — Susurro casi sin voz.

Él no parpadea ni una vez, ni siquiera se remueve nervioso junto a mi cuerpo, pero sí percibo que sus ojos se profundizan y traga saliva. Segundos de un silencio torturante fueron acompañados de gestos contenidos y dudosos, hasta que fue acercando su boca a la mía, queriendo posar sus labios sobre los míos. Me quedo quieta al ver su intención, sin saber con seguridad su respuesta.

Cuando su nariz toca la mía y su boca está a unos milímetros de tocar mis labios, ambos cerramos los ojos con la respiración entrecortada.

— ¿Me amas? — Insisto con dificultad.

De repente, tocan la puerta del despacho y ambos nos alejamos al unísono de forma automática. Rasca su nuca levemente. Está tenso al igual que yo.

— Pase. — Espeta fríamente y su mayordomo se asoma.

— Doctor, hay un chico que está esperando a la señorita en la entrada de la casa.

— Lo sé.

— También estoy recibiendo muchas llamadas para usted. Dicen que no responde sus teléfonos.

Suspira con asimilación.

— ¿Algo más? — Susurra con frialdad.

— Sí. También he recibido una llamada de un tal Doctor Maldonado. Dice que necesita hablarle con proximidad sobre un caso que a él le interesa que usted trabaje.

— Iré enseguida. Gracias, Rubén.

Asiente educadamente y nos deja sólos.

Ninguno de los dos somos capaces de hablar o de mirarnos a los ojos después de un momento tan intenso.

Adrián se adelanta y se ubica frente a la puerta, colocándo las manos dentro de los bolsillos de su pantalón de traje azul marino. Baja la mirada, esperando que me acercara para acompañarme hasta la entrada de su casa.

Bajamos en silencio las escaleras en forma de espiral, hasta llegar a la primera planta.

"¿¡Por qué estamos tan nerviosos!? ¡Mierda!" Mi subconsciente quería que él dijera algo, pero él se contuvo.

— La veré mañana, jovencita — Me susurra al carraspear y abrir una de las alas de la puerta principal.

Suspira con desilusión y yo asiento con la cabeza baja.

— Hasta mañana, Doctor Wayne. — Me despido seca al mirarlo rápidamente, saliendo de su casa.

Es más que evidente que se esperaba que no le diera un beso. Mientras más me alejo hacia el vehículo de Jimmy, más se me revuelcan las entrañas. Mi corazón quería aferrarse a la continua presencia de Mi Cura Prohibida, mientras que mi cerebro necesitaba tiempo para asimilar todo esto.

Jimmy sale del vehículo con cierta preocupación. Achica los ojos cuando me acerco, examinándome. Luego, observa a Adrián, quién me observaba con resentimiento desde la entrada de su imperio.

Mi hermano me abraza y me da un beso en la frente para mirarme a los ojos.

— ¿Lista? — Me pregunta con calma y familiaridad.

Asiento en silencio con la mirada baja. Cuando me giro para rodear el vehículo de mi hermano, Adrián y yo intercambiamos miradas. ¿Qué tipo de miradas? Aún no sabía si prometedoras, esperanzadoras, alentadoras, o todos los antítesis de esas palabras.

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