Capítulo 38 | Parte 1.

Capítulo 38.

Podía sentir tensión en ambos, pero el comportamiento de Gloria no me convencía en lo absoluto. Decidí ayudarla a salir de la situación.

—Glory, date prisa. Debo hablarte de algo que te gustará —improvisé.

Miré a Damián de reojo y parecía interesado en lo que estaba a punto de decirle a ella. Su expresión de frustración mostraba curiosidad.

—S-Sí, dime —logró articular.

De verdad que la incómoda situación la estaba afectando. Ni yo misma me creía lo que escuché. Sentía una rabia ajena por mi amiga. Sin embargo, no podía permitirme sentirme impotente con lo que sucedía entre ellos.

De repente, se me había ocurrido una idea. Sabía que a uno de los internos le gustaba Gloria y casi siempre estaba con ella en las rondas.

—¡Nuestro compañero preguntó por ti! —espeté con una emoción bien actuada—. Quedó muy encantado con aquello... —le susurré, con la intención de que Damián me escuchara—. Y, adivina...

Gloria al caer en cuenta de lo que hacía, también me ayudó a actuar.

- Aquí no, Nere. - Dijo al taparme la boca bastante teatral.

Damián se cruzó de brazos y parecía dispuesto a saber la información que yo acababa de inventar.

- ¿Quiere qué? - Preguntó fastidiado. - Espero que tenga que ver con las rondas, porque ustedes saben que aquí no estamos para jueguitos.

—Espero que sea una broma de muy mal gusto, doctor diablo —solté—. De tu bonita boca no cuenta la frase: "no estamos para jueguitos".

Sus ojos parecían más profundos al mirar a Gloria. Noté cómo se tensó y luego resopló.

—Tenemos que darnos prisa o llegaremos tarde —agregó muy cortante y nos dio la espalda, marchándose.

Gloria me dedicó una mirada de agradecimiento, mientras que también comenzamos a dirigirnos hacia el bus. Una vez que llegamos y nos acomodamos en los respectivos asientos, comencé a mirar a través de la ventanilla. Tenía tantas cosas en mi cabeza y no sabía cómo reordenar todos mis pensamientos. Era consciente de que ya volvería a casa y de que todo sería diferente cuando se trataba de Adrián y de mí. Al menos eso creía.

«Pero ¿a quién engañaba?».

Desde que volví a encontrarme con Adrián después de tanto tiempo, me sentía diferente. De hecho, sentía ansias por volver a casa, pero a la vez no quería regresar a la dura realidad.

¿Qué pasará cuando Jesse se entere que quiero terminar con él? ¿Cómo podrán ser las cosas desde ese momento en adelante con Adrián?

A pesar de que terminaría con Jesse, parecía seguir siendo imposible verme con Andy de la forma que lo hacemos. Eso no quitaba que Jesse fuera su mejor amigo y que no fuera mi futuro jefe e hijo de mi director.

Me resultaba molesto que eso fuera así. Últimamente, sentía la extraña necesidad de estar cerca de él.

Gloria tocó mi hombro cálidamente, como si supiera en qué o quién estaba pensando. La miré con una sonrisa que apenas podía mostrarle.

—¿Estás bien? —su expresión denotaba cierta preocupación.

Asentí, esquivando su mirada.

«Maldita sea, deseaba con todas mis fuerzas a Adrián».

Al llegar al hospital, todos comenzamos a salir del bus. Para mi sorpresa, el ambiente hospitalario parecía muy tranquilo. No había mucho movimiento matutino en la entrada de la sala de emergencias y el helipuerto no parecía operar en el día.

Gloria y Kenneth estaban a mi lado. Se mostraron más aliviados al ver que probablemente sería un día tranquilo en el hospital.

- Qué extraño. Todo está muy tranquilo el día de hoy. - Les dije a ambos. - Esto me anima más. Saldremos temprano y nos dará tiempo de llegar a la fiesta.

—No parecías muy entusiasmada en asistir —comentó Kenneth, alzando una ceja—. ¿Será que algo o alguien cambió tu parecer?

Reí y golpeé su hombro con suavidad.

—Bueno, pues, hoy estoy muy entusiasmada —sonreí.

«Mierda, no había respondido el mensaje de Adrián».

Estaba a punto de sacar el teléfono de mi mochila, pero Damián y Gloria seguían captando mi atención. Estaba preocupada por ella.

—No se hagan ilusiones, internos —Damián gruñó, presentándose delante de nosotros—. Los de mi grupo, necesito reunirlos unos minutos.

Damián habló de manera generalizada, pero no despegaba sus ojos de mi amiga. Parecía cómo sí algo no lo dejara estar en paz.

«Pero ¿quién carajo lo mandaba a ser tan cruel?. Tendría que atenerse a las consecuencias y acciones de Gloria».

Dejé a mis amigos con el doctor Del Valle y los demás internos de su grupo, mientras que yo seguí adelante con el doctor Santiago y mi grupo.

🔹

Había sido un día pesado. No fue para nada cómo pensé. Hoy aprendí que cuando el día comienza muy monótono y tranquilo en un hospital, es porque las cosas apretarán al final del día. Vacunas, análisis de sangre, análisis de orina, CBC... Todo fue un lío hoy.

Por suerte, me encontraba tomando el ascensor con Gloria. Eran casi las 10:00 de la noche y ambas nos habíamos perdido el comienzo de la fiesta.

«Carajo, ya deseaba asistir».

El grupo del doctor Del Valle había terminado el trabajo correspondiente hacía bastante rato, pero Gloria decidió quedarse conmigo y acompañarme en el otro turno de viaje que realizaría el bus para mi grupo.

—Gracias por quedarte —le agradecí, mientras que el ascensor descendía hasta el primer piso del hospital—. Te hubieras ido primero, así no te habrías perdido la mitad de la fiesta.

—No, está bien —sonrió sin ganas—. No estaba de ganas para volver a tomar el bus con el doctor diablo.

De momento, no sabía qué decir. Tampoco sabía definir bien lo que ambos tenían. Irónicamente, parecido a mi caso con Adrián.

—Glory, sobre lo de esta mañana...

—No te preocupes, Nere. No tienes que torturarte para decirme lo que has visto o escuchaste —me interrumpió—. Yo misma los vi. Además, no dejaron nada a la privacidad.

Casi me quedé boquiabierta.

- ¿Lo... lo viste? - Tragué hondo. - ¿¡Lo viste en plena acción con la tal Lily esa!?

- ¿Así se llama? - Preguntó secamente, pero más bien, parecía sarcasmo.

Yo seguía incrédula con la información.

—¿Cómo carajo los viste, Glory? —le pregunté intranquila—. No tienes por qué torturarte así. ¿Cómo pudiste verlos?

- Nere, eso es lo de menos. Sólo espero pasar una noche tranquila. Realmente, no sé que me pasó por la cabeza cuando pensé que dentro de esa capa de ogro, era un buen hombre.

Los aprecio a ambos, pero si tenía que darle la razón a alguien, sería a mi amiga. Tengo que decirle que la apoyaré en esto y que no podría juzgarla jamás. La quiero mucho y sé cuánto duele no ser correspondido como a veces una persona espera.

—Glory, yo...

Sentí mi teléfono vibrar en el interior de mi mochila. Le sonreí, con la intención de que me diera unos segundos. Al sacar el artefacto y mirar la pantalla, me di cuenta de que era un nuevo mensaje:

[¿Dónde estás? ¿Por qué no has llegado, Aly?
Dr. AWM]

«Carajo, con tanto trabajo en el día, no le había respondido».

Abrí la bandeja de mensajes, dispuesta a responderle, cuando escuché unos gritos que provenían de un ascensor que abrió sus puertas.

- ¡Ayudenlo, por favor! ¡Está muy mal! - Gritó en inglés una mujer.

Gloria y yo nos alertamos de inmediato. Guardé mi teléfono en uno de los bolsillos de mi mochila y ambas corrimos hacia la señora que parecía tener unos cuarenta a cincuenta años.

- ¿¡Señora, qué sucede!? - Preguntó Gloria en un inglés bastante fluído.

- ¡Es... es... es mi esposo! - Pudo articular. - ¡Comenzó a sentirse mal y decidí traerlo al hospital! ¡Por favor, tienen que hacer algo! ¡Está muy mal! ¡Por favor, señorita!

Mi corazón comenzó a latir más fuerte, porque los nervios querían vencerme. Todo porque era la primera vez que esto me tocaba a mí, sin un residente o un superior a mi lado. Carajo, no soy médico aún.

—¡Nere, céntrate! —exclamó Gloria, trayéndome de vuelta a la realidad—. ¡Vamos!

La señora iba delante de nosotras con rapidez, pero Gloria y yo la seguimos.

- ¡Llama a un emergenciólogo o lo que sea! ¡Acaban de traer a alguien! - Grité en un perfecto inglés a la secretaria de la recepción principal del hospital, mientras nos dirigimos al exterior.

Busqué con mis ojos al paciente, pero no lo veía cerca.

—¿¡Dónde está!? —pregunté desesperada.

—¡En el vehículo, pero no podía cargarlo hasta acá!

Corrimos hacia el estacionamiento, hasta que logramos localizar el vehículo. No podía creer lo que veía, ya que no era lo que esperaba.

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