Capítulo 35 | Parte 2.
Capítulo 35.
Cuando al fin Adrián se retiró y me dio el espacio que de momento no hubiera querido, puesto que lo estaba disfrutando, sequé mi cuerpo con la toalla que me había entregado.
Francamente, me sentía más que relajada físicamente, a pesar de que siempre sufro una constante tensión a su lado. Ahora era distinto, porque mi relajación se debe a su extraña acción de haberme bañando, más eso no quitaba que mi excitación por él se esfumara, porque sentía que mis hormonas estaban alborotadas por su presencia tan elegante y exquisita.
Me dirijo hacia su habitación con la toalla enrollada en mi cuerpo, con el cabello mojado y escurrido. Cuando me acerco a su enorme cama, me percato que la ropa estaba preparada sobre la misma como él había dicho.
De reojo, observo a mi alrededor para quitarme la toalla y vestirme. Sin embargo, algo no estaba bien. Adrián había dicho que dejó mi ropa lista, pero aquí estaba yo, deduciendo el por qué faltaba mi ropa interior. Sólo había un vestido sencillo y sin mangas. Su corto podría ceñirse mucho más arriba de mis rodillas, adhiriéndose sobre mis nalgas y mis muslos. Evidentemente, esto es intencional por su parte.
"Vamos, Nere... Sé valiente." Me alenté en mi subconsciente.
Me dispongo a ponerme el vestido sin sujetador y sin bragas. Estaba claro para mí que sus demonios me tenían atrapada con sumo gusto bajo sus pedidos. Miré la etiqueta del precio, el cuál era ridículamente inaudito, pero decidí ignorar ese detalle.
Una vez que el vestido se ciñe con facilidad sobre mi cuerpo, soy capaz de observarme en el espejo de la puerta corrediza del armario que Adrián había preparado sin mi consentimiento.
Parpadeo repetidas veces al girarme y observarme una y otra vez, comprobando que todo esté en su lugar a pesar de lo corto que es el vestido. Es como si me transformara en la chica atrevida para él.
De cierta manera, me estaban gustando sus planes. Mi fascinación para seguir seduciendo a mi futuro director iba incrementando de forma impredecible.
Me doy cuenta que también había preparado mis calzados; unas bajas sandalias que iban sujetadas en los tobillos. Me rio por lo bajo, porque sé que pretende no alarmarme con sus planes, pero yo quería llegar más lejos. Quería que pensara en mí toda la semana que se aproxima.
Entré al escandaloso armario y al observar varios calzados, me decidí por unos tacones blancos. No eran muy altos, pero tampoco muy bajos. Eran lo suficientemente buenos para resaltar mis piernas, uno de los puntos débiles de Adrián.
Minutos después, cepillé mi cabello al utilizar crema, creando ondas voluminosas y dejándolo suelto, reinando en mis hombros y en la mayor parte de mi espalda. Luego, me maquillé de manera recatada y sencilla; lineador negro para resaltar la forma de mis grandes ojos, rimel, un poco de sombra plateada, y labios de brillo sin color.
«Al fin estaba lista para seducirlo», pensé con una sonrisa traviesa.
Al guardar mi teléfono y algunas cosas en mi bolso, voy hacia la puerta corrediza de la entrada del apartamento para dirigirme hacia el rústico despacho.
Adrián hablaba por teléfono mientras observaba unos documentos con suma atención. Estaba concentrado, sentado junto a su escritorio. Su postura reflejaba profesionalidad al igual que su tono de voz que a mí me parecía demasiado sensual.
— Estuve analizando el caso, y creo que debemos intentar realizar la primera cirugía para su condición. — Me mira de soslayo, intentando evitar que mi presencia sea una distracción.
Como no lo logra, vuelvo a captar su atención con más persistencia al ver que me estaba dando un descarado repaso.
— Sería un buen comienzo para nuestra paciente, Doctor. — Probablemente, hablaba con algún colega. — Sería conveniente para ella, y también para mi expediente laboral. — Guarda los documentos y recuesta su espalda sobre el respaldo de su asiento, mirando mis piernas con detenimiento. — No se preocupe. He practicado y he estudiado arduamente para realizar una cirugía de tal magnitud. Ya lo hablaremos en la próxima reunión médica. Ahora debo dejarlo. Qué tenga buen día. — Cuelga.
Sus verdes ojos se muestran ansiosos al enarcar las cejas. Su mirada reta la mía mientras relame sus labios.
— ¿Todavía piensas que pareces una niña buena? ¿Una estudiante de medicina? — Bromea con un serio semblante abrazador.
— ¿Piensas que las señoritas como yo, que vivimos entre libros, no podemos ser sensuales? — Muerdo mi labio inferior y me siento de forma descarada en el borde lateral de su escritorio, causando que los bordados de mi corto vestido se eleven más sobre mis muslos.
Él intenta disimular su sorpresa. Traga saliva y alza la mirada con superioridad desde su asiento tan prodigioso.
— No, Aly... — Su ronca y aterciopelada voz me eriza la piel. — No pienso eso. Pienso en cómo se vería tu linda boca sobre mi dureza y en cómo esos dulces ojos me observarían con ansias mientras estás arrodillada entre mis piernas.
Aunque me ruborizo, no dejo de mirar sus ojos.
— Pienso en cómo yo te doblaría un sinnúmero de veces sobre éste escritorio para hacerte gritar como tanto me gusta.
— Eres un ser explícito.
— Estoy siendo sincero.
— Tu sinceridad es explícita y descarada.
— Preguntáste lo que pienso. — Se muerde el labio y sus ojos brillan. — Aunque fue de manera retórica.
El ojiverde se levanta de su asiento con seguridad, acercándose y denteniéndose, observando mi cuerpo con superioridad. Luego, sus ojos claros se posan sobre los míos, controlando mi respiración y los mínimos gestos de mi cuerpo.
Coloca sus manos sobre mi cintura, elevando la tela de mi corto vestido, comprobando si su intención había funcionado... "sin bragas."
Acaricia con sus dedos la entrada de mis pechos, comprobando de igual forma que no tenía sujetador. Sin embargo, es capaz de agacharse desde sus posición, sujetando mi pierna derecha para acariciarla desde el tobillo hasta la rodilla, plásmando un lento y sensual beso con adoración cerca de mi pantorrilla. Me arqueo deliberadamente ante su gesto tan excitante.
— ¿Crees qué puedes jugar conmigo? — Susurra dulcemente al elevarse y acercar su boca a la mía.
Sé que se refiere a los toques sensuales que hice con mi aspecto.
— ¿Crees qué puedes aprovecharte de mis órdenes? — Tira de mi cabello y adhiere su frente sobre la mía.
Con la respiración entrecortada, acerco mi boca hacia la suya de manera repentina, pero se percata y tira de mi cabello com más firmeza. Posa su boca sobre mi mandíbula, sonriendo de manera engreída.
— Tu falta de respeto hacia mí tendrá sus deliciosas consecuencias.
Me aferro a su cabello al morder mi labio inferior, degustando sus locuras. Cierro los ojos, impregnándome de su exquisita fragancia.
— ¿Sería una falta de respeto decirte que te quiero? — Gimo gustosamente ante su acción imponente y controladora.
— Lo es...
— ¿Por qué? — Intento llevarlo hacia mi cuello. Quiero atraerlo y deleitarme de sus besos.
— Porque estás mintiendo. — Espeta tranquilamente.
Me mira a los ojos inquisitivamente.
— ¿Qué?
— Frankie nos está esperando. — Interrumpe inmediatamente. — Ven. — Me ofrece su mano, y con delicadeza, me ayuda a ponerme en pie para guiarme al exterior del edificio.
Cuando estamos descendiendo en el ascensor, me atrevo a cuestionarlo. ¿Cómo puede creer que miento en cuánto a mi sentir?
— Doctor Wayne, ¿cómo se atreve a contradecir mi querer por usted?
Pone los ojos en blanco y coloca ambas manos dentro de los bolsillos del pantalón de su elegante traje, mientras me observa con curiosidad y superioridad. Yo, en cambio, estaba con los brazos cruzados, a la defensiva.
— Ahora soy el "Doctor Wayne" y me tratas de "usted." Vaya...
— Estoy disgustada.
— Estás excitada.
— Eso también. — Niego al mirarlo. — Pero no te atrevas a decir que miento, porque sí te quiero.
Ríe vagamente y esquiva mi mirada por unos segundos, como si intentara analizarlo.
— No te detendrás con esa lengua viperina, ¿cierto?
— No, hasta que te retractes.
— Jovencita, ¿me está amenazando?
— No me moveré de aquí hasta que te retractes. — Inquiero con más firmeza.
— No me retractaré. — Espeta con frialdad y me reta con sus ojazos. — Todavía no me conoces bien o no quieres conocerme, porque sabes que si no mueves ese bonito culo, yo lo haré. — Me amenaza sin temeridad.
Abro la boca grandemente por su desfachatez.
— Te subiré en mi hombro sin pensarlo ni un sólo segundo, y sabes que no llevas nada bajo ese vestido, lo cuál haría que mi placer incremente considerablemente. Tú decides.
Frunzo el ceño al dejar la boca abierta con indignación. Recuesto mi espalda sobre la pared, en el otro lado del ascensor, con los brazos cruzados.
Cuando corto el contacto visual, intento pasar de imprevisto su penetrante mirada. Él no deja de hacerlo. No despega sus ojos de mí ni una sola vez. Entonces, no puedo evitar enfrentarlo nuevamente.
— ¿Qué? — Lo reto con la voz seca, pero su mirada se profundiza por completo y siento que algo en mi interior se paraliza.
— Yo también. — Dice sin más.
Achico los ojos y mi cuerpo emite una nerviosa alerta. Él se da cuenta que no entiendo a qué punto quiere llegar.
— Yo también, Aly. Como nunca...
Parpadeo muchísimas veces, porque no sabía si estaba haciendo alusión a lo que estaba pensando. Simplemente, él no podría haberme escuchado... ¿O sí?
"¡Mierda, mierda, mierda! ¡No puede ser cierto! ¿¡Estaba afirmando lo que creo!?"
— Tú... ¿qué? — Mis dudas se acentúan.
Sacude su cabeza y suelta un suspiro exasperado al pasar su mano por su sedoso cabello. Un húmedo mechón se asoma por su frente al remover su cabello con cierta intranquilidad.
— Aly, yo... — Se acerca casi por completo a mí, a sólo centímetros. Su altura cubre mi pequeño cuerpo como una presa acorralada. — Lo diré una sola vez, así que quiero que me mires a los ojos, porque no lo repetiré.
Inclino mi cabeza hacia arriba para encontrarme con sus claros ojos desde mi baja estatura. Trago saliva al ver que su rostro está a sólo milímetros del mío, mientras nuestras miradas se funden en una batalla de colores entre el verde de sus ojos y el café de los míos.
— Yo estoy enamorado de ti. — Confiesa con extrema dificultad, sin parpadear ni una sola vez.
Abro la boca para decir algo, pero vuelvo a cerrarla al intentar asimilar la confesión. Mentiría si no dijera que siento como si flotara sobre una nube.
— Tú... Tú... — Tartamudeo, sin encontrar las palabras adecuadas. — Tú... Tú...
— Habla. — Me ordena en un susurro. Está nervioso al igual que yo.
— ¿De... verdad? — Es lo único que se me ocurre decir.
— ¿Te parece que miento? — No parpadea ni una sola vez.
Trago saliva al perderme en sus ojos y luego en sus sensuales labios.
— Yo...
Presiona el botón que detiene el ascensor a mitad de llegada hacia la primera planta, sin dejar de mirarme.
— No has dicho eso. — Vuelvo a comentar. Estoy en negación.
— Me estás volviendo jodidamente loco. Claro que lo he dicho. — Sujeta mis manos y las presiona contra la pared. — Y también te he dicho que no lo repetiré, pero sí te besaré.
Estampa sus labios contra los míos con dureza y necesidad, saboreando mi boca y absorbiendo mi nerviosa respiración. No había dejado que me recuperara de la información cuando seguía comiéndome la boca vorazmente. Presiona mis manos contra la pared con más ímpetu.
A pesar de nuestro acto, lo sentía muy nervioso y bastante descontrolado. Despega su boca de la mía ferozmente al continuar aprisionándome. Pega su nariz sobre la mía mientras ambos respiramos con agitación y excitación.
Presiona el botón que había detenido el ascensor para que culminara de descender hacia nuestro destino.
— Por favor... — Le suplico al mantener mis ojos cerrado. Mi pecho sube y baja rápidamente. — Dímelo otra vez. Sólo... dímelo... — Dije con la voz vacilante.
Se contiene con dificultad al presionar su rostro contra el mío. Volvió a sujetar mis brazos, aunque intenté safarme sin éxito para apoyarme de su cuello. Adrián cierra los ojos y los presiona.
— Yo también lo estoy... Lo sabes... — Lo incito con ansias, acercando mi boca hacia la suya con dificultad. Mis labios tocan los suyos.
Gruñe desafiante al soltar mis manos y sujetar mi cintura, cargándome y pegándome con fuerza contra la pared, besándome con hambre, con frustración, con un agudo dolor que lograba traspasar mi alma. Soy capaz de devolverle el beso con la misma furia y como nunca me había atrevido a besarlo antes, jadeándo con locura sobre su boca.
— Estoy enamorado de tu olor, de tu pelo, de tus labios, de tus dulces ojos... — Continúa besándome sin parar.
Ya habíamos perdido el control.
— Estoy enamorado de cómo te vienes para mí y de cómo te vienes conmigo...
— Andy, yo te...
— Cada vez que me vengo dentro de ti, me enamoro mucho más como un pendejo. — Gruñe, loco de deseo, bajándo la cremallera de su pantalón como puede.
Me apoyo de su cuello y me estremezco sobre él. Ambos habíamos perdido la cabeza y el poco sentido común de nuestros deseos.
Luego de habernos olvidado del mundo, las puertas del ascensor se abren. Adrián intenta volver a pisar firme, aunque le cuesta. Cierra la cremallera de su pantalón al instante. Se da prisa cuando ambos escuchamos pasos que se aproximaban de manera imperiosa e insistente. El fuerte sonido de unos tacones repiqueteando nos desconcierta, cuando su insistencia por dirigirse hacia nuestra dirección era inminente.
— Señorita, no. — Reconozco la voz de Frankie, quién también se acercaba con prisa. — No puede entrar sin el cons...
Me quedo petrificada al ver a Amanda. Achico los ojos con extrañeza al verla justo cuando salimos del ascensor.
— ¿Amy? — Mi voz es escéptica. — ¿Qué haces aquí?
Amanda nos mira como si fuéramos dos seres extraños y de otro planeta. Me ruborizo al instante que Adrián rodea mi cintura con uno de sus fibrosos brazos, acercándome mucho más a su cuerpo. Su estado de excitación cambió a modo de protector, lo cuál me resultaba muy extraño.
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