Capítulo 31 | Parte 2.
Capítulo 31.
— Es una excelente noticia, Andy.
— Sería una excelente noticia si tu no fueras una interna y mi futura residente.
— No se preocupe, Doctor Wayne Milán. — Le robo un ansiado beso y él enarca las cejas. — Ya encontrarémos la manera.
Asiente más calmado y sonríe vagamente.
— Yo me encargaría de buscar la manera. Créeme...
— Te creo... — Rio abiertamente y sabe que es por su forma tan intensa de ser.
Pellizca mi nariz con cariño y ensancha su sonrisita de niño travieso.
— ¿Te burlas de tu mentor, superior, futuro jefe y director?
— Y si continúas sería una lista larguísima, de un tamaño parecido como lo que tienes entre medio de tus piernas.
Estalla en carcajadas, y como un niño mimado, esconde sus ojos en mi cuello. Siento como mi semidesnudo cuerpo sufre de un inquietante escalofrío al sentir cómo Adrián suspira profundamente y su cuerpo se relaja por completo. Es una sensación única, como si nuestras almas estuvieran conectadas de una manera celestial y especial.
Acaricio su cabello y poso un cálido beso sobre su cabeza, sintiéndome tan vulnerable y enamorada entre sus fibrosos brazos. Huelo su aroma, a gel mezclado con el suyo tan personal y glorioso. Me estremezco sobre su cuerpo, con ganas de que fuera más allá para que me incitara, pero no estaba ocurriendo. Se mantuvo contenido, lo cuál me gustaba, pero a la vez me hacía sentir una pizca de decepción.
— ¿Te sucede algo? — Me pregunta en un dulce susurro y siento que sonríe sobre la piel de mi cuello. Se tensa placenteramente bajo mi cuerpo.
— Uf... Muchas cosas me suceden. — Me sonrojo.
— Te gusta sentirte mía. — Besa mi cuello y mi piel se eriza al instante. — Me fascina que te sientas así. — Sus besos descienden hacia mis pechos, causándome cosquillas con su nariz y su barbilla.
En el acto, continúa sonriendo y pasea sus manos por mi desnuda espalda al escucharme gemir con deseo. Sujeto su cabello con dulzura y firmeza, incitándolo, para que continuara con sus deliciosos besos. Suelta varias carcajadas muy dulces sobre mi piel al notar mi intención.
— ¿Sonríes? — Gimo en un susurro. — Aún estoy muy disgustada contigo.
— Estoy muy concentrado en darte la disculpa que te mereces. — Muerde uno de mis pezones y luego me da un casto beso en la mejilla para levantarse conmigo entre sus brazos. — Pero primero quiero que comas algo. Llevas todo el día con el desayuno nada más.
— Come conmigo.
Asiente muy permisivo y lo abrazo con más reticencia al estar apoyada de su cuello.
[...]
Adrián se dirigió conmigo en brazos hacia la lujosa cocina de su apartamento, sin importarle que yo estuviera semidesnuda. Me coloca sobre la reluciente y larga encimera de mármol pulido para buscar en el refrigerador.
— ¿Qué te gustaría comer? — Me pregunta cuando se agacha para mirar lo que hay adentro del refrigerador, mostrándome su fantástico y prieto culo bajo la tela de su pantalón pijama de franela.
"Oh, sí... Sería buena idea..." Mi subconsciente y yo estamos de acuerdo.
Carraspeo y trago saliva.
— Cualquier cosa estará bien.
— "Cualquier cosa" no es comida, Aly. — Se remueve, concentrado en encontrar algo que a los dos nos guste comer.
— Estoy segura de que lo harás bien. — Enarco las cejas para mí misma y muerdo mi labio inferior levemente para contener una sonrisa.
Desde su posición, gira su cabeza y enarca las cejas. Sus ojos claros se mostraban luminosos y juguetones.
— Tengo una idea. Yo mismo cocinaré algo para los dos. — Vuelve a girarse y comienza a sacar productos e ingredientes del refrigerador y luego de la alacena.
No me importaría admirar su bonito culo todo el tiempo, pero estar semidesnuda y demasiado expuesta me resultaba un poco incómodo.
— Ya vuelvo. Me pondré un poco de ropa, ya que acabaste con mi pijama particular.
— ¿Quién te ha dicho que yo deseo que te vistas? Me darás la inspiración para que la comida quede exquisita y presentable. Tú sólo haz tu trabajo como colega de éste humilde cirujano y mantente así, mostrándome lo que es mío.
— Eres un ser muy perverso.
— Me gusta divertirme un poco.
— ¿Sabes cocinar? — Cubro mis pechos con un poco de rubor cuando se acerca a mí.
Sus ojos verdes brillan y se relame sus labios con sensualidad, pensando qué responder a mi simple pregunta. Asiente pensativo y frunce el ceño.
— Tal vez... — Sujeta mis manos y las aparta de mis pechos.
— ¿En serio?
— Me ofendes, jovencita. — Ríe e intenta simular una mueca de disgusto. — El hecho de que manejar un bisturí se me dé mejor, no significa que me vaya mal en la cocina.
— De hecho, también se me da muy bien.
— Estoy seguro de que sí, pero ahora mismo deseo que sólo seas mi preciosa vista panorámica. — Pellizca mi nariz con dulzura. — Apenas comienzo a disculparme contigo.
Cada momento que vivía a su lado era sumamente interesante. Siempre había una nueva aventura qué descubrir, a cada minuto y a cada segundo.
[...]
Adrián se movía con agilidad por toda su lujosa cocina. Preparaba los utensilios y los productos que utilizaría, mostrándose muy cómodo en cada momento.
Se concentró totalmente en preparar nuestra cena. Se había decidido por nuestra comida preferida, una simple y deliciosa pasta, pero está vez, con pollo y vegetales. Me impresionaba sobremanera cómo manejaba los ingredientes y el orden tan definido al cocinarlos. Era tan organizado para todo, que tuve que negar con una leve sonrisa al poner los ojos en blanco.
— Lamento hacerte cocinar, cuando podrías estar descansando.
— O haciéndote venir... — Comenta con naturalidad, siendo descarado.
— Sí, eso también...
Estoy segura de que mis mejillas están teñidas, porque las siento calientes. Sin embargo, él ríe abiertamente, divirtiéndose con la situación.
— Aly, sólo estoy bromeando. — Se encoge de hombros. — Me gusta joderte hasta la saciedad.
— Estás bromeando con algo que es muy cierto y real.
— Estás nerviosa con una realidad. Vaya...
[...]
Pasamos los minutos charlando y bromeando de forma inteligente, lo que me entretenía totalmente. Éste hombre cuando se siente cómodo y seguro de sí mismo, podía ser muy expresivo y directo en todos los aspectos.
Es decir, ¿cuándo ha sido tímido conmigo? Sí, cuando era un chico. Ahora es todo lo contrario.
— Supongo que no usas con frecuencia las cocinas de tus propiedades, cuando veo tu cara de principito llena de entusiasmo por esto.
— Supones bien. ¿Con qué tiempo, Aly?
Asiento al ver cómo vierte la pasta en los platos de cristales que él mismo había sacado de la alacena. Coloca el suyo sobre la encimera, justo a mi lado, mientras que sostiene el mío y pincha un trozo de mi comida con el tenedor.
— Pruébalo. Sé que sabe delicioso y exquisito, porque me deleité de tu cuerpo mientras la preparaba. — Acerca el tenedor, casi obligándome a abrir la boca como si fuera una niña pequeña.
Debo admitir que no sólo el olor me estaba abriendo el apetito, sino que el sabor era realmente delicioso. Lo degusto mientras sus ojos se profundizan en mis expresiones. Quería asegurarse de que me gustó a pesar de su seguridad al decírmelo.
— Andy, está delicioso. — Acepto con una sonrisa llena de amor. — Debo admitir que eres bueno en todo.
Baja la cabeza un poco y su sonrisa se tensa, reflejándo cierto desinterés por ese comentario. Vuelve a mirarme a los ojos y me entrega el plato.
— ¿Comemos? — Su pregunta es casi una orden.
[...]
Ambos estábamos disfrutando un poco, siendo las personas normales y comunes antes de volver a la realidad de nuestros puestos de trabajo y nuestras posiciones.
Adrián se había sentado sobre la encimera y junto a mí. Por primera vez, había dejado de ser tan protocolario y distante, comportándose como el amigo que una vez conocí.
— Cuéntame de tu futuro puesto como director del departamento de cirugía. — Le pido con tranquilidad y se muestra muy abierto.
Evidentemente, se siente cómodo con los temas profesionales y laborales.
— Es el puesto que siempre he soñado desde que comencé a ejercer como cirujano. Cuando terminé mi residencia en la escuela médica de Harvard, rápidamente tuve una plaza en el Puerto Rico General.
— Andy, tendrías un puesto dónde te dé la gana.
— Cierto. — Asiente al fruncir el ceño. — Decidí trabajar en el Puerto Rico General porque mi padre también está allí. Él y Jaime, el director actual del departamento de cirugía, son muy buenos amigos. También estudiaron juntos cuando eran internos. Al menos, eso tengo entendido. — Se encoge de hombros. — Mi padre le habló sobre mis habilidades en mi carrera como cirujano, y desde entonces, el Doctor Jaime Bacheeles siempre me tuvo en cuenta. Fue mi mentor por un par de años, y cuando me di cuenta de que tendría la oportunidad de conseguir un cargo como ese, persistí y trabajé más duro.
— No lo pongo en duda. — Le digo, antes de llevarme un bocado a la boca. — Eres una persona muy persistente, y es por eso que el éxito profesional siempre está a tu favor.
— Tú también eres muy persistente, y podría decir que también eres muy insistente. Así que estoy seguro de que alcanzarás el éxito que te has propuesto. — Achica sus claros ojos al perder su mirada en ningún punto en específico, sujetando el tenedor mientras se mostraba pensativo y nostálgico. — Yo sé perfectamente que algún día estaremos nivelados profesionalmente, quizá hasta competitivamente. — Suspira profundamente y sonríe para sí mismo. — Creo que eso podría ser muy divertido. Quién sabe...
— No lo sé. — Me encojo de hombros. — Eres muy mandón y estricto en ese aspecto. Tal vez para ti será muy divertido, pero para mí será todo un reto.
— Tengo un difícil carácter, pero eso no significa que no te apoye en el camino. — Me mira fijamente al girar su rostro. Sus ojos se profundizan sobre los míos, diciéndome muchas cosas sin tan siquiera decir una palabra.
Estaba a punto de llevarme otro despreocupado bocado a la boca, ya que la conversación era amena y desinteresada, pero me quedo tan embelesada en sus preciosos ojos y un trozo de pasta cae sobre mi pecho.
— Ay, carajo... — Vocifero. — Tal vez ya es momento de que me cubra.
Tengo la intención de limpiarme con rapidez, pero él sujeta mi mano. Su semblante es más serio y su mirada se dirige hacia el trozo de pasta sobre mi pecho. Deja su plato a un lado de nosotros y se pone en pie, acercando su boca de forma directa y voraz hacia el trozo de pasta, recogiéndolo con su lengua al saborear el pedazo junto a mi piel.
Abro la boca automáticamente por la impresión y por la electricidad que activa cada nervio de mi sistema, poniéndome más sensible y vulnerable.
— Andy... — Intento traerlo de vuelta a la realidad, pero prefiere lamer mi piel, dirigiendo su lengua hacia mi cuello, el cuál muerde con suavidad y dulzura.
Él gime con ansias, sin querer contenerse más. Sujeta mis caderas y me acerca mucho más a su cuerpo, apartando su rostro de mi cuello y acercando su boca a la mía.
Me besa con lentitud y pasión, succionando mis labios con un ardiente placer por su parte. Su respiración cada vez es más nula y agitada sobre mi boca, causando que me ocurra lo mismo.
— Andy, ¿qué estás haciendo? — Le pregunto con una ahogada sonrisa entre cada beso.
— Terminando de disculparme contigo. — Se enloquece de mi sabor con extrema excitación, causando que su boca se dirija con insistencia hacia mis pechos, mordiéndo y lamiéndo mis pezones vorazmente.
Cierro los ojos al abrir la boca por el éxtasis placentero que él me hacía sentir con cada beso y caricia. Enredo mis dedos en su castaño y lacio cabello, permitiéndole deleitarse de mi semidesnudo cuerpo.
— Siempre quise saber cómo se sentía tener tu cuerpo a mi disposición. — Gruñe con deseo al explorar la parte baja de mis pechos, paseándo su nariz. — Siempre deseé probar el sabor de tu piel... — Gime entre cada beso sobre mi piel al confesarme cada sentir sobre mí.
Adrián desciende hacia mi vientre, tirándo de mis piernas y acomodándome con agilidad sobre el borde de la encimera. Inclina su cabeza de forma contundente e insistente para besar mi sexo sobre la fina tela de mis blancas bragas. Inmediatamente, es capaz de rodar mi diminuta ropa interior para plasmar electrizantes besos sobre la sensible piel de mi vagina.
Me arqueo de forma automática y desesperante por su acción tan repentina. Gimo con extrema sorpresa cuando sus besos comenzaron a ser más voraces y hambrientos.
Sin darme cuenta, y por el desespero de mi excitación, escondo ambas manos sobre su cabello, disfrutando el placer que me estaba causando.
Me quita las bragas por completo, haciéndolas descender por mis piernas al morder y besar uno de mis muslos. Comienza a desesperarme de placer al tocar con veracidad mis pliegues con su lengua. Muerde y lame repetidas veces la sensible piel sobre la entrada de mi sexo.
Sujeto con más firmeza su cabello. Sabía que no se detendría, así que, mentalmente, me preparé para recibir un placer abrazador en esa parte de mi cuerpo.
Él sujeta mis piernas con vehemencia mientras sus besos y su aniquiladora lengua hacen con mi excitado cuerpo lo que les place. Me arrimo a su cabello y a su nuca con más insistencia, deseando que no se detuviera.
— Por Dios... — Gimo en un susurro quéjico cuando abre mis pliegues con sus largos dedos y comienza a mordelos con suavidad.
Gracias al frío y silencioso ambiente, puedo escuchar cómo su boca succiona de forma atrevida mi sexo, causando que mi excitación llegue a un nivel deseado por él.
— Me tienes adicta a todo esto... A ti... — Susurro, muerta de deseo.
— Sé lo buena que eres para venirte en mi boca. — Su descarado comentario era un sensual susurro.
Cuando su lengua comenzó a jugar con mi clítoris, mi vientre se elevaba y bajaba con extrema agitación. Él posó una de sus perfectas manos sobre mi abdomen, disfrutando de mi desesperada reacción mientras su boca me hacía estallar en gemidos ensordecedores.
— Me gusta enloquecerte de ésta manera...
— Por favor... — Ahogo un dulce gemido lleno de pura frustración. — No pares...
— Parar no es mi intención... — Siento que sonríe sobre la piel de mi sexo. — Torturarte un poco más sí lo es...
— Oh, por favor, Andy... — Como puedo, presiono un poco mis piernas sobre sus hombros y revuelvo aún más su cabello, para que continuara.
Ríe suave y sensualmente.
— Mi niña está muy receptiva y mojada... — Su lengua juega con mi apertura, lamiéndo y apartándola una y otra vez. Sus caricias en mi contraído vientre eran cosquillosas, jugando con mi desesperación como le place.
De repente, su boca se aparta de mi húmedo sexo, rozando sus labios por mi vejiga, mi vientre, mi ombligo, mis pechos. Al final, su boca termina sobre la mía, besándome de forma muy candente y absorbiendo mis frustrados suspiros.
Me mira a los ojos y alza su mirada con superioridad al sujetar mi cintura, abriendo mis piernas con más firmeza. A pesar de su seria expresión, el color verde de sus ojos denotaban deseo.
— Me gusta mirarte así, desnuda, excitada, frustrada de deseo. — Gruñe al posar sus labios sobre mi frente.
Siento como baja un poco la tela de su pantalón pijama de franela. Muerdo mi labio inferior fuertemente al sentir que roza su duro miembro sobre mi sexo.
— Tu cuerpo me vuelve loco... — Su miembro desciende y asciende sobre la sensible piel de mi vagina. — Tus deliciosas piernas son mi punto débil... — Presiona su miembro con descaro, sin la intención de introducirse en mi interior.
Gimo con insistencia al sentir que lograba que mi sexo reaccionara con más humedad.
— Adrián... — Cierro los ojos al formar una O en mi boca.
— Mereces que yo te haga esto... Mereces que te recuerde de ésta manera lo jodido que me tienes...
Me remuevo sobre su entrepierna, intentando ganarme una apremiante liberación.
— ¿Tienes idea de cuánto tiempo llevas jodiendo mi cabeza? — Gruñe sensualmente. — ¿Tienes idea de cuánto tiempo te pensé en otras mujeres?
Simplemente, sus palabras y el torturante contacto de su miembro sobre mi vagina me tenía totalmente extasiada y embelesada.
— ¿Tienes idea de lo frustrante que ha sido para mí no saciar mis jodidas perversiones contigo? ¿Con mi fantasía hecha realidad? — Sus palabras son contundentes al introducir sólo el principio de su miembro para torturarme.
Mis terminaciones nerviosas se tensan por completo, jodiendo mi interior en lo absoluto. Adrián tira de mi cabello y adhiere su frente con la mía.
— Mírame cuando te hablo, coño. — Su tono es autoritario, pero a la vez muy sensual.
Soy capaz de mirar sus ojos verdes con una dulce y vaga mirada al ofrecerle mi mandíbula y mi barbilla. Quiero su boca en todo momento y en cada parte de mi cuerpo. Sabe lo que quiero y besa mi mandíbula fugazmente al tirar nuevamente de mi largo cabello.
— Quiero que seas obediente cada vez que me plazca estar dentro de ti. — Aparta su miembro de mi apertura, causándome cosquillas al rozarlo sobre la húmeda y rosada piel de mi sexo.
La frustración que me provoca está llegando al límite y tengo que apoyar mi frente de su hombro. Estallaría en cualquier momento sin tan siquiera tenerlo en mi interior.
— Hazme tuya... — Gimo frustrada. — Por favor...
— Pero si eres mía... — Susurra burlón.
— Sí...
— ¿De quién eres? — Insiste al mirarme con sus claros ojos mientras su miembro juega con mi clítoris.
Me quedo en silencio por el jodido placer que estaba recibiendo de esa manera.
— ¿De... quién... eres? — Sus hermosos ojos se muestran tentadores y retadores sobre los míos.
Trago saliva y él acerca su boca al lóbulo de mi oreja.
— ¿Quieres tenerlo dentro de ti? — Pregunta con una maliciosa sonrisa sobre la piel de mi mejilla.
— Sí...
— Sólo tienes que pedirlo...
— Yo...
Mi cabello se convierte en una maraña de pelos sobre sus dedos envueltos en un puño. Roza sus labios sobre los míos y me habla sobre los mismos.
— Obedéceme. Tú, qué...
— Qui... Quiero tenerlo dentro de mí... — Gimo ruborizada sobre su boca entreabierta, él mirándome con sus extasiados ojos.
— ¿De quién coño eres? — Insiste con la voz agitada y ahogada en un ardiente susurro.
Me penetra con intensidad, haciéndome gemir por la sorpresa y el contacto. Se queda inmóvil dentro de mí y se deleita de mi frustrada expresión.
— Tuya. Tuya, por Dios...
Sonríe socarrón y con sensualidad, engreído y la vez muy dispuesto de complacerme. Mueve sus caderas para apreciar mi desesperada afirmación. Su miembro entra y sale en un ritmo constante y controlado.
— Me gusta que la nena de Andy lo tenga en cuenta...
Él muerde su labio inferior al intentar controlar los involuntarios gemidos que se escapaban de su boca. Sus estocadas aumentaban febrilmente a un ritmo abrazador, acaparando el potente ardor que sentía en mi vientre.
Mis muslos chocan contra sus caderas. Su duro abdomen se adhiere una y otra vez sobre la piel de mi parte baja abdominal, aumentando el placer que me estaba quemando por dentro.
[...]
Mientras los minutos pasaban, nuestro ritmo se acompasó, creando una complicidad placentera y lujuriosa entre ambos. En cualquier momento estallaría con cada embate por su parte.
Sentía como los escalofríos se apoderaban de mi desesperado cuerpo. Coloqué mis manos sobre el borde de la encimera, apoyándome con vehemencia y asimilando mi destino.
Adrián tira de mi cabello y posa su nariz bajo mi barbilla. Empuja una, dos, tres veces. Mientras más aumentaban sus embestidas, mis gritos salían sin ningúna discreción, olvidándome entre sus brazos la chica buena que siempre he sido.
Él sonrió placenteramente al sentir que yo estaba a punto de estallar en un ansiado clímax. Su sonrisa se posó entre mi barbilla y mi mandibula, indicándome con un beso que podía liberal mi excitación sobre su miembro.
Mi cuerpo comenzó a temblar brutalmente, y un extasiado poder de placer se apoderó de mi nula respiración y de mi borrosa visión.
Mi inconsciencia casi absoluta se debía a que me había elevado a las estrellas. Él aprovecho mi estado de éxtasis placentero para agacharse e inclinar un poco su cabeza sobre mi sexo, chupando y lamiendo mi néctar en excitación, recibiendo los dolorosos y alentadores espasmos de mi abrazador orgasmo.
— ¿Sabes cuánto te quiero? — Susurra sobre la piel húmeda de mi sexo. — ¿De todo lo que significas para mí? — Su lengua subía y bajaba por toda mi apertura.
Mantengo los ojos cerrados, drogada de la cura que yo necesito de él. Acaricio su cabello con una de mis manos mientras que con la otra me apoyo del borde de la encimera.
Él asciende hacia mi rostro besa mi boca, incitándome a probar mi sabor que él disfrutaba a gusto. Acaricio su mejilla mientras siento que se masturba en mi entrepierna.
Se abruma por completo y esconde su rostro en mi cuello mientras su mano ascendía y descendía por su duro miembro contundentemente.
— Dios, mi nena... — Gime en un gruñido glutural y ahogado.
Mi cuerpo reacciona de inmediato y sujeto sus mejillas para que me mirara a los ojos. Él accede a mi acción al dejar de esconder sus ojos en mi cuello, mirándome con frustración, excitación, y pasión.
Adrián se derrama catárticamente sobre la piel de mi sexo y mi vientre, gimiendo con descaro, lo cuál me complace en absoluto. Entre nuestro poco aliento nos besamos con desespero, hambrientos de un deseo absoluto.
Mi corazón late con dureza y mi pecho arde mientras él besa mi labio inferior repetidas veces con cariño. Luego, los conduce hacia mi mejilla y mi mandíbula, plasmándolos con lentitud y pasión, calmando mi impresión y mi agitación por él. Al final, sus besos se posan sobre mi hombro, haciéndome cosquillas con los mechones de su frente.
[...]
Cuando estuvimos conscientes y de vuelta a la realidad, sujeta mis manos para besar cada palma con adoración en la misma posición sexual que nos encontrábamos.
— Dos cosas... — Comenta mientras sus ojos brillan con seriedad. — Necesito verte el próximo fin de semana. Quiero que vuelvas a ser mía.
Sonrío socarrona y con una chispa dulce.
— Pero si hace unos largos minutos atrás me dijiste que ya era tuya.
— Estás entendiendo el asunto. — Alza la mirada de forma creída y su color de ojos se acentúa como si fueran dos piedras preciosas. — Por lo tanto, la nena hace silencio mientras deja que papi termine de hablar. — Enarca las cejas de esa forma tan suya y me derrito.
Asentí muy coqueta, pero él mordió uno de mis pezones con diversión, ya que se sentía relajado y juguetón.
— No solamente quiero poseerte el próximo fin de semana, sino que necesito hablar contigo de ciertos temas muy importantes.
— ¿Qué? — Niego con una sonrisa juguetona y socarrona. — ¿Y por qué no puede ser ahora?
— Porque no voy a volver a joder el momento. No voy a volver a joder mentalmente nuestro primer fin de semanas juntos. Necesito que sigas así de complaciente conmigo. Mañana tengo algo en mente, algo que ideé para ti.
— ¿Se... Sexualmente?
Asiente tranquilamente
— Está bien, Andy.
— Es la segunda cosa que iba a decirte. — Me besa fugazmente en los labios.
Apoyo mis manos sobre su cuello y le devuelvo el beso con una sonrisa en mis labios.
— ¿Tan importante es? — Le comento con una pizca de curiosidad.
— Tan importante como para estar planteándome tenerte cerca de mí todo el tiempo. — Niega repetidas veces y frunce su pronunciado ceño, como si le costará analizarlo mentalmente. — No soportaré pasar toda la semana sin verte y sin tocarte. — Me acapara en un abrazo al sujetarme por el costado y esconder sus ojos en mi cuello. — Me conozco, Aly. No quiero que mi humor se desnivele por no sentirte mía. No quiero asistir a reuniones clínicas y convenciones médicas mientras doy vuelta en círculos, caminando de un lado a otro como un pendejo, pensando en ti. Recuerda que no sólo te quiero con todas mis fuerzas y ansias, sino que también eres la medicina de mis padecimientos fisiológicos y psicológicos.
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