Capítulo 29 | Parte 2.

Magic - Coldplay

Capítulo 29. 

— Señorita, ¿está bien? — Frankie sale del vehículo y me pregunta un poco preocupado mientras me acerco. — ¿Conoce a esa persona? — Pregunta intrigado y con dudas.

— Eh... No. No la conozco. ¿La has visto alguna vez? — Le pregunto antes de entrar al vehículo, pero esquiva mi mirada de forma sigilosa y sólo niega, en silencio.

"Qué extraño..." Pensé al ver que el comportamiento del chófer de Adrián fue muy comedido en cuánto a mi pregunta.

Evidentemente no tenía que mentir, porque no tenía idea de quién podría ser, pero me lo estaba imaginando, y el presentimiento que sentía en cuánto a eso, no era nada bueno.

Dios, ¿qué voy hacer ahora? ¿Es qué la vida al lado de Adrián siempre tenía que ser complicada? No puedo decirle: "Mi Cura Prohibida, creo que acabo de ver a tu verdadera madre. ¿Y sabes qué? Resulta que es la señora que tú y yo catalogamos como una paciente desesperada."

No podía decirlo de esa manera, pero no quería mentirle. Necesito que siga abriéndose conmigo y confiando en mi cariño y en lo que tengo que ofrecerle.

[...]

Mis pensamientos vagaron por largos minutos, y eso hizo que no me diera cuenta que llevaba un buen rato esperándolo en el vehículo. Tal vez lo correcto sería decirle cuando lleguemos a su apartamento. Aún no sabía cómo reaccionaría si le decía lo que estaba creyendo.

Mierda. Ya conozco su temperamento y sus abrumantes actitudes. Sé que podría salir jodida por comentarle, pero necesitaba hacerlo. No me gustaría ocultarle nada. Sentiría que le estaría fallando, y no quiero que él piense que tiene que contenerse conmigo en esos temas.

Frankie se mantuvo en su lugar, en el asiento del conductor, mientras que yo estaba en los asientos de atrás, observando por la acristalada ventana de tintes oscuros, con la mirada perdida en ninguna dirección en específico.

Frankie vuelve a salir del vehículo cuando una silueta que ya me conozco de pies a cabeza se asoma por las puertas del hospital. Mi corazón lo reconoce al instante y ya mi vientre comenzaba a contraerse. En el fondo, sé que tiene poder sobre mi cuerpo y mis deseos.

"Como me jode saberlo..."

Suspiro pesadamente al darme cuenta que una de las puertas traseras se abre. Adrián entra con toda la calma y el control que lo caracteriza.

— Disculpa la demora. Cuando se presentan esas situaciones, no puedo evitar orientar, aconsejar, y calmar la desesperación de alguna manera.

— Lo entiendo. No te preocupes, y no tienes que disculparte por ser el médico cuando se requiere. Yo en tu lugar también haría lo mismo. — Lo calmo con tranquilidad.

Él asiente, de acuerdo con lo que he dicho, pero sus ojos son una tortura cuando me observa fijamente, sin temor ni timidez. Le gusta que yo me sienta vulnerable con su presencia, y sabe que lo estoy sintiendo.

"Carajo."

— Uf... ¿Qué tal si ya nos vamos a descansar? — Trago saliva y esquivo sus claros ojos para observar por la ventana de mi lugar.

— Claro... — Adrián susurra con tranquilidad.

Frankie moviliza el vehículo para dirigirnos hacia la carretera principal.

[...]

En casi todo el trayecto sentí mucho frío, pero no sólo por la calefacción tan baja del vehículo, sino porque estar al lado de Mi Cura Prohibida me tenía en constante tensión.

Continuaba observando el nocturno ambiente, oliendo su aroma que inundaba la parte trasera del vehículo. Presiono los ojos al contenerme. Tenía ganas de que me abrazada y besara. Me caliento las manos como puedo e intento esconderlas en las mangas de su bata médica que cubría mi cuerpo.

Él se da cuenta de mis acciones y se arquea en su lugar. Siento que comienza a intranquilizarse, pero no soy capaz de mirarlo a los ojos. Tenía miedo. En cualquier momento se podría dar cuenta que lo amo. Ya no encontraba maneras de disimular lo que siento.

— ¿Tienes frío? — Me pregunta en un ronco y dulce susurro.

Me ruborizo y bajo la cabeza, evitando sus ojos.

— Sólo un poco, pero no es nada. Ya estamos llegando.

— Aún faltan como 20 minutos. Ven... — Se desabrocha el cinturón de seguridad y extiende su mano para que la sujete.

Nuestro contacto lo pone en alerta al sentir mi piel helada.

— No me gusta que me mientas. — Me riñe al instante.

Sin esperarlo, sujeta mi costado y mis caderas para sentarme sobre sus piernas. Acurruca mi cabeza bajo su cuello, sintiendo su cálido pecho y su suave camisa de vestir azul cielo. Intenta cubrirme un poco más con sus brazos y con la misma tela de su bata médica.

— Debes estar agotada. — Besa mi cabeza y mi cabello. — Tranquila... Andy te cuida, mi niña.

Lo abrazó con dulzura y me estremezco. Mi alma se sobrecarga de energía y pasión. Necesito éste aroma y estos brazos todo el jodido tiempo.

Frankie se queda en silencio mientras había encendido el reproductor de música. Puedo imaginar que debe estar igual o más sorprendido que hace un rato. La mayoría de las personas que conocían a Adrián bastante bien, se quedaban absolutamente conmocionadas por su forma tan extrovertida de mostrarse conmigo.

"Tal vez no lo conozcan tan bien como yo..." Pensé fugazmente.

Aparto un poco mi cabeza de su pecho y me atrevo a mirarlo a los ojos a través de la oscuridad que inundaba el interior del vehículo. Ese hermoso verde tan claro resaltaba con ansias cuando me devolvió la mirada.

Trago saliva cuando me doy cuenta que tiene la intención de besarme. Cierro los ojos con timidez y siento como sus finos y cálidos labios se posan sobre los míos con ternura y dulzura, mientras la canción de "Magic" de "Coldplay" comenzó a reinar en el frío silencio del vehículo.

Cuando sus labios se despegaron de los míos con delicadeza, me quedé embelesada en sus ojos. En ellos, veía que estaba sintiendo lo mismo que yo. Plenitud, paz, armonía.

En silencio, posa su dedo pulgar sobre mis labios y los roza con finura y calidez. Podría dejarme llevar todo el tiempo por él si se trataba de estar así. 

Él traga saliva y presiona sus labios al pasar su lengua por ellos. Estaba sediento de más besos, pero se contenía porque no estábamos sólos.

— No sabes lo bien que se siente tener lo más que has deseado en toda la vida. — Susurra sólo para mí. — Siento que lo tengo todo, y eso me hace sentir satisfecho y complacido. — Toca mi frente con sus labios, cuidándome como una niña pequeña. —  Eres la única mujer que balancea mi oscuro ángel, quién calma mi inestable temperamento y mi mal humor.

Remuevo mi rostro sobre su suave camisa y su pecho, con ganas de quedarme con él todo el tiempo.

— ¿Sabes? Es una pena que ya mañana me vaya. — Revertí el comentario que me había dicho, estando de acuerdo con él en que yo también comenzaba a sentir una extraña nostalgia. — Recuerdo lo bien que se sentía estar a tu lado. — Le confieso. — Ahora siento esa misma sensación, como cuando éramos unos chicos.

Siento como su corazón late con agitación. Se arquea deliberadamente mientras sigue sosteniéndome con protección.

— Sí. Yo también siento lo mismo. — Me presiona en su regazo, dándome un calor tan protector y alentador. — Creo que mucho mejor que antes.

Asiento a gusto y vuelvo a mirarlo a los ojos.

— A veces pienso que siempre estuvimos destinado a estar juntos. Sé que cometí un grave error al fijarme en la persona incorrecta. Soy un ser humano y no pretendo esconder ese hecho, pero gracias a ese error, ahora puedo valorar lo que verdaderamente es importante. — Acaricio su pulcra mejilla con una dulzura electrizante. — Estoy agradecida contigo, Andy.

— ¿Por qué? — Pregunta al achicar sus ojos claros, acariciando mi labio inferior con su pulgar.

— Porque fuiste insistente para seducirme, para hacerme tuya... Estoy muy agradecida de que hayas sido tú el primer hombre con quién verdaderamente he estado en muchos aspectos. No me arrepiento de haberte conocido.

— Yo tampoco. — Acepta al tragar saliva. — Ahora que te tengo y eres sólo mía, sé que no podría imaginar mi vida sin haberte conocido.

Lo está diciendo muy en serio, lo que causa que me tome con más comodidad la posibilidad de confesarle lo que siento por él. Lo miro pensativa.

— Yo... tengo miedo, porque jamás había sentido tanta necesidad por alguien. — Le confieso en un susurro y él se tensa de inmediato.

— Sí... Lo entiendo perfectamente. — Se remueve un poco incómodo. — Lo vivo cada día de mi vida.

— Pero no tienes que esforzarte en evadir lo que tú sientes como una dependencia, porque yo también siento la misma sensación que tú. Yo... estoy sintiendo las cosas que tú también experimentas y no quiero que te sientas sólo en esto.

— ¿Qué sientes? — Su mirada se profundiza con curiosidad.

— Siento que haría lo que fuera, y lo que estuviera a mi alcance, sólo para pasar las horas contigo. Quiero estar todo el maldito tiempo entre tus brazos, Adrián.

Me presiona mucho más contra su cuerpo y acerca sus labios al lóbulo de mi oreja mientras la oscuridad cubría nuestros rostros con cierto aire de discreción.

— ¿Quieres matarme de deseo justo ahora? — Me susurra al oído. — No tienes idea de cuánto te deseo y de todo lo que te haré. Me encargaré de que nunca jamás me saques de tu mente. Nadie, pero nadie... podrá saborearte y disfrutarte como lo hago yo. ¿Lo entiendes? Dime que lo entiendes...

Mi corazón martillea fuertemente y respiro con cierta dificultad al escuchar su dulce, ronca, y aterciopelada voz susurrarme al oído, haciéndome sentir cosquillas en la mejilla que se dirigían con fuerza hasta la parte baja de mi vientre.

— Lo entiendo... — Afirmo en voz baja al cerrar mis ojos con sumo placer.

Él sonríe sobre mi mejilla.

— Tengo muchos planes para ti... — Besa mi mejilla y muerde mi quijada con discreción.

— ¿Cómo qué? — Sonrío, aún con mis ojos cerrados.

Siento que muerde su labio inferior sobre mi mejilla y su sonrisa se ensancha aún más sobre mi piel.

— Tu curiosidad no quiere conocer límites.

— No quiero que los límites me interesen contigo. — Sonrío y él roza su nariz con la mía.

— ¿Me estás incitando, jovencita?

— Lo estoy retando, Doctor Wayne.

Abro los ojos al darme cuenta que se queda en silencio. Me doy cuenta que me mira con curiosidad, comprobando que hablo en serio. Sus ojos se muestran ilusionados, pero muy cuidadosos con mis palabras.

— Entonces, debo asumir que ya te sientes más cómoda junto a mí. — Dice mordaz.

— Confío totalmente en ti. — Le digo al mirarlo a sus ojos.

Él asiente.

— Ya lo comprobaremos. — Es lo único que me dice al respecto, dejándome con la duda.

Realmente yo estaba dispuesta a disfrutar de la sexualidad con él, ya sea haciendo el amor o teniendo sexo pervertido de la forma que él quisiera en base a sus parafilias. Me sentía completamente suya, y sus trastornos no tenían que ser un problema o un obstáculo para mí si ambos estábamos de acuerdo con ésta extraña relación que tenemos.

[...]

Cuando el vehículo se detuvo frente al edificio de Mi Cura Prohibida, Frankie se giró hacia nosotros.

— Doctor, antes de que entre al edificio, necesito hablar con usted. — Sus palabras eran claras y contenidas.

Sentía que lo hacía debido a que yo estaba presente. El presentimiento comenzó a emanar en mi interior al pensar en lo que Frankie hablaría con él... Sobre la misteriosa señora.

— Qué sea mañana, Frank. Necesito descansar lo más pronto posible.

"Sí, claro. Como no..." Mi subconsciente estaba más que ansiosa de subir con él al apartamento. Y yo también...

— Es... importante. No le tomará más que un par de minutos. — Su chófer le recalca al mirarlo directamente.

"¿Qué demonios ocurre con estos dos?" Pensé al instante con cierta incomodidad.

Adrián me mira con tranquilidad y besa la palma de mi mano para sacarme con lentitud de su regazo.

— Está bien. — Acepta con cierto fastidio y sale del vehículo para abrirme la puerta.

Frankie hace lo mismo, esperando junto a la puerta del conductor. Adrián y yo nos acercamos a la puerta trasera del edificio mientras él saca las llaves del bolsillo de su pantalón para abrirla.

— Iré en unos minutos. Quiero que te duches y te pongas cómoda. Ordenaré que nos traigan algo de comer. ¿De acuerdo?

Tan mandón como siempre. Lo cierto es que intentaba poner de mi parte para mantenerlo a raya y con un humor considerable.

— De acuerdo. — Pongo los ojos en blanco al darle la espalda para entrar al edificio.

Adrián exhala lentamente el aire que estaba contendiendo. Realmente quiere que le haga caso en todo. Dios...

— Adoro que me obedezcas al menos una vez de tres. — Palmea mi culo a través de la tela de su bata médica. — Anda, señorita...

Sonrío al seguir mi camino sin darle la cara. Sé que está sonriendo como un niño bueno.

[...]

Me había duchado placenteramente en el lujoso baño y me había secado con calma mientras había decidido ponerme una de las tantas camisa de vestir de Adrián, específicamente una suave y de seda color blanca. Me hacía sentir cómoda y a la vez suya.

Me estiro vagamente al sentarme en la enorme cama para cepillar mi abundante cabello lacio y ondulado. Luego, verifico los mensajes que había recibido a mi nuevo iPhone. Algunos mensajes eran de mi hermano Jimmy, contándome cómo le estaba yendo con la enfermera Holán. Kenneth tampoco podía faltar, aconsejándome que tenía que ser una interna descarada con el futuro director de cirugía. Amanda también me había dejado un mensaje, avisándome que pasaría por la casa de mis padres la próxima semana, lo que me parecía perfecto porque así hablaríamos de todo lo que haga falta.

Escucho cómo la hueca pared se desliza hacia el lado y Adrián entra al apartamento con una sombría y seria expresión. Comienza a quitar el nudo de su corbata con fastidio para tirarla hacia ningún lado en específico.

— ¿Qué haces? — Me levanto con una dulce sonrisa. — No quiero que te estreses por el desorden.

Me impresiono en mi interior al darme cuenta que ya estaba acostumbrándome a todo de él. Recojo su corbata y se aleja de mí al comenzar a desvestirse por completo, dejándo la ropa tirada por dónde quiera al dirigirse hacia el baño.

— Andy... — Lo llamo, pero me ignora por completo y tira la puerta de un fuerte portazo. — ¡Andy! — Subo mi tono de voz.

— Vete a la cama. — Lo escucho ordenarme.

— ¿¡Qué!? ¿Y la cena para nosotros?

— La señora Margarita traerá algo para ti. No te preocupes. — Sus ecos al otro lado de la puerta me inquietan.

¿¡Qué no me preocupe!? A mí lo que  verdaderamente me preocupa es su cambio de humor y que no quiera comer conmigo.

— Abre la puerta. — Inquiero.

— Vete a la cama, Aly.

— Adrián, Abre la puerta.

— Hablo completamente en serio... — Me advierte entre dientes.

— Yo también. ¿Qué sucede?

— Vete... a... la... cama.

— No me moveré de ésta puerta hasta que salgas.

Silencio es lo único que recibo por su parte. Me alarmo totalmente y trago hondo al volver a tocar la puerta. Sé que está así por lo que creo, pero necesito cerciorarme para buscar alguna manera de manejarlo.

— Wayne... — Insisto. — Abre la puerta. Vamos... No jodas el momento. Todo ha ido bien entre nosotros.

— Eso intento. No joder el momento.

— Entonces, hazme caso. — Intento no perder los estribos

— ¡No quiero joder las cosas contigo, Alysha Nerea! ¡Vete a la cama!

— No tienes que hacerlo. Sólo abre y déjame ayudarte con esa mentecita tan especial. ¿Sí? — Muerdo mi labio inferior con nerviosismo.

— ¿¡No me has escuchado!? ¡No voy a joder las cosas contigo y... — Hace silencio por unos segundos. Estaba nervioso y enojado. — No me conoces todavía. Estamos sólos y mi humor ahora mismo es una mierda. ¡Déjame tranquilo y haz lo que te he dicho!

— ¡No haré un carajo hasta que salgas!

— ¡Aly!

— ¿¡Aly!? — Pierdo la paciencia. — ¡Aly dormirá en el sofá ésta noche! ¡Asúmelo! — Espeto con tristeza.

— ¡De ningúna manera!

Lo dejo hablando sólo y voy directo hacia la cama para tomar una almohada y una de las sábanas. Justo cuando me iba a mudar hacia el sofá que se ubica en la misma habitación, escucho que abre la puerta del baño y se dirige hacia mí con una toalla enrollada en su cintura. Su ceño estaba fruncido al igual que sus cejas. Sus ojos denotaban un verde oscuro, lo que me hacía entender que estaba verdaderamente molesto, disgustado, atormentado, o excitado. Las tonalidades de sus verdes ya me las conocía en lo absoluto.

— ¡No harás ninguna mierda que has dicho! ¡Dormirás en mi cama, bajo mis sábanas, y junto a mí!

— ¡No iba a hacerlo de todas formas! — Le confieso mi pequeña mentira blanca, ya que mi intención era que abriera la puerta del baño.

Me acerco a él y se tensa totalmente. Respira con agitación y sé que está absolutamente molesto por alguna razón.

— ¿¡Cuál es el problema!? — Pregunto al cruzarme de brazos.

— ¡Qué no me estás obedeciendo cómo quisiera que lo hicieras por una jodida vez!

— ¡El verdadero problema, Wayne! — Recalco al mirarlo a los ojos.

Se gira y me da la espalda al intentar evadir mis ojos.

— ¡No quiero que esa señora vuelva acercarse a ti! ¿¡Entendido!? — Susurra entre dientes con desprecio y frialdad.

Mierda. Lo sabía. Sabía que algo no iba a salir bien en ese aspecto.

— Así que Frankie te lo dijo... — Me acerco un poco y me mira de reojo, más tenso de lo normal. — Sé que la conoces. Para mí no es casualidad que haya aparecido tres veces en una noche, y más en el hospital.

— Sólo no vuelvas a dirigirle la palabra.

— Andy, ¿¡por qué hablas así!? ¡Tú no eres así! Además... — Me quedo en silencio al reflexionar si debería decirle lo que estoy pensando.

Él gira un poco su rostro, mirándome por encima del hombro. Su espalda se elevaba y bajaba con dificultad, y sus músculos resaltaban de manera voluminosa.

— Además, ¿qué? — Me incita con fastidio para que continúe hablando.

— Además, creo que sé quién es esa mujer. Ella es tu ma...

— ¡Ella no es un carajo para mí! ¿¡Estamos!? — Se gira por completo y me fulmina con la mirada. — ¡Ella sólo me trajo al mundo y listo! ¡No tiene nada de importancia y no quiero que vuelva a acercarse a ti! ¡No tiene ningún derecho, y mucho menos le permitiré que venga a fastidiar lo mejor que me ha pasado en mi jodida vida!

— Andy...

Se aleja encabronado e intenta evadirme una vez más cuando se da cuenta que me está hablando con suma alteración.

— Voy a ducharme. — Presiona sus puños al contener sus gritos. — Ya deja de ser tan ávida de información por hoy.

— No pretendo martirizarte... Intento comprender tu situación... — Trago saliva al contener poco nerviosa y frustrada las ganas de llorar.

— ¡Bien! Ésta es mi situación... — Se gira con fastidio. — ¡Esa mujer me trajo a éste mundo y me dejó en el hogar de niños dónde pasé la peor infancia de mi vida, dónde me convertí en todo lo jodido que soy! ¿¡Qué quieres comprender!? ¿¡Qué mis trastornos tienen putas secuelas por culpa de su abandono!? ¿¡Qué la extrañé y la necesité muchísimo!? ¡No necesitas entenderme, porque yo comprendo mi situación! ¡Ella no puede querer a un bastardo como yo que arruinó su vida! ¡Listo!

— Andy, no di...

— ¡No la culpo! ¡Sus motivos tenía para haberlo hecho, pero que no venga con esa mierda de querer aparecer como los fantasmas para averigüar de mi vida, porque no se lo permitiré!

— Tal vez deberías pensar las cosas un poco mejor en cuánto a eso...

— ¿¡Tú quién eres para decirme lo que tengo que hacer en esa cuestión!? ¿¡Quién te crees que eres para hablarme sobre eso!? ¡Tú no eres la qué fuiste abandonada a su suerte en un hogar, tampoco fuiste tú la que vivió sin una figura materna o paterna, así que no vengas a decirme que yo debería pensar un poco mejor las cosas para darle un poco de consideración a una persona que no la tuvo por mí cuando decidió deshecharme de su vida como una basura!

Sus palabras me lastiman brutalmente, y aunque me sentía ofendida por lo hiriente que él estaba siendo, lo que más me dolía es el arranque de desprecio y dolor que sus ojos reflejan.

Bajo lentamente la cabeza y esquivo su defensiva mirada. Ésta vez, él había ganado con su inestable humor éste enfrentamiento, en el cúal mi intención sólo había sido ayudarlo a calmarse.

— Sólo quería...

— Sólo querías tranquilizarme con tu lástima, pero no la necesito, Aly.

Adrián me deja con las palabras en la boca al darme la espalda, siguiendo su camino hacia el baño. Escucho un fuerte portazo y sé que ha vuelto a encerrarse.

Es increíble cómo una persona con serias secuelas psicológicas puede encerrarse en sí mismo, en sus propios y destructivos pensamientos, quitándose mérito por haber tenido una desdichada niñez y juventud.

Me siento en el borde de la cama y suspiro con tristeza. A veces esto se me iba de las manos. Simplemente no tenía todas las formas y maneras de enfrentar a sus tormentosos demonios. Esto me puede más, y aunque una lágrima brota de mis ojos hacia mi pómulo, no me rendiría con él. A pesar de que lo amo, no puedo olvidarme que es mi amigo de toda la vida, el amigo que apesar de las circunstancias, siempre estuvo para mí y me protegió. Sé que desde un principio jamás le he puesto las cosas fáciles, pero ahora pienso distinto, y no me permitiría volver a dejarlo ir.

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