Capítulo 21 | Parte 2.

Million Dollar Man - Lana del Rey


Capítulo 21.

— ¿¡Qué estás diciendo!? — Niego, mientras es lo único que puedo decir en el momento.  

Aún no me lo podía creer. Es imposible que me esté diciendo algo tan serio como eso.

— No me hagas repetirlo ni una jodida vez más. — Inquiere entre dientes, con un fastidio muy mal disimulado.

— Pero...

— ¿Pero qué? — Me interrumpe. — ¿Cómo ha podido suceder todo eso? — Se sienta junto a su escritorio y recuesta la espalda, atormentado. Su mirada tan impermeable me intimida. — Déjame hacerte un breve resumen de lo maravilloso que ha sido esa condición en mí. — Inhala profundamente antes de proseguir. — Ya sabes que las desviaciones se desarrollaron en mí al terminar la adolescencia, pero tú... seguías en mi jodida mente todo el tiempo y a todas horas. Estaba tan estúpidamente enamorado, que incluso llegué a pensar que me obsesionaría contigo y cometería errores de los que después quizá me hubiera arrepentido. Aún eras menor de edad cuando comencé a verte como mujer, pero mi gratitud y ese sentimiento de paz que me brindaba tu presencia seguía intacto.

— ¿Y ahora? — Vuelvo a sentarme al otro lado del escritorio sin despegar mis ojos de los suyos. Estaba estupefacta con esa aseveración por su parte.

— ¿Ahora? — Frunce el ceño y lo analiza como si fuera algo muy complicado. — Ahora tengo una jodida obsesión con todo lo que eres tú. Lo siento, pero es así. — Niega sin remedio. — El punto es... que quizá como me aferré a ti, a una ilusión, al desarrollarse la alorgasmia entre mis parafilias, la vinculé contigo. Y me conozco, Alysha... — Me advierte. — Sé que esa condición surgió en mí después de esos deseos reprimidos de no poder tenerte en esos momentos, pero no te culpo. Ni siquiera yo mismo sabía qué estaba ocurriendo conmigo en ese tiempo.

— ¿Y cómo te sientes ahora que has realizado esos deseos reprimidos que vinculaste con la alorgasmia? Yo no sé cómo se trata ese padecimiento...

— ¿Te refieres a las veces que hemos tenido sexo? — Lo analiza muy concentrado, intentando explicarse. — No querrás imaginar el sentimiento de adicción que tengo por ti. — Asume y asiente. Sus ojos se aclaran en señal de que ahora está más relajado. — Siempre tengo hambre de ti, de hacértelo una y otra vez hasta que pierdas el sentido totalmente. Siempre estoy pensado cómo complacerte. Me satisface llenarte de placer.

— Siempre me... complaces... — Carraspeo. — No me quejo de eso. — Me ruborizo, aún estupefacta por su confesión de hace unos minutos.

— Entonces, sólo intenta confiar en mí con esto. Jamás te he dañado físicamente o moralmente. De ninguna manera me atrevería a hacerte algo como eso, pero sí quiero que te doblegues a mis deseos y al placer que yo quiero causarte.

Ahora puedo comprender su forma tan peculiar de mirarme, su forma de actuar frente a mí, su manera de cuidarme y resguardarme para él.

Rasco mi cabeza, pensativa. Aunque todo esto me siga impresionando y me sienta llena de contradicciones, sabiendo lo que sé, no podría salir huyendo. Y ahora mucho menos después de descubrir que siempre ha pensado en mí... en todo éste tiempo. Con la nueva información que recibí por parte de él, entendí muchas cosas.

— En éste preciso momento estoy suponiendo que has decidido hablar conmigo sobre esto porque tienes la oportunidad de... hacer todas esas cosas con... conmigo. — Trago saliva.

— Oh... por supuesto, jovencita. — Coloca su dedo índice sobre sus labios, ocultando una media sonrisa maliciosa. — Aunque debo admitir que iba a cometer una estupidez ignorándote desde el momento que volví a verte. Es un secreto que siempre iba a mantener, pero contigo en el trabajo a todas horas... sabrás que me lo pones difícil. Realmente no pensaba acercarme a ti después de haber vivido contigo una constante indiferencia sin intención, pero saber que Jesse podía lograr algo contigo... pudo más que mi sensatez. Eso sí que no lo permitiría ni lo permitiré.

— Yo tampoco permitiría que él vuelva a acercarse a mí de esa manera que piensas, Andy. — Le digo con seguridad. — Yo no podría cambiar lo que tengo contigo por él.

Alza la mirada, satisfecho, recuperando su control y su seguridad. Me mira con suficiencia al sentir que yo me encuentro más calmada.

— Entonces, ya ese punto no supondrá un problema. — Asume diligentemente.

¿Para qué negarlo? Claro que había dejado de ser un problema. El hecho de que fantasee conmigo... me llena. Aunque claro, no esperaba que esa persona fuera yo. Aún así, era muy inquietante para mí saber que soy una parte muy profunda y oscura de sus parafilias.

— No, ya no... — Afirmé sonrojada.

Ríe ante mi nuevo cambio de decisión. Me muerdo la lengua por el rubor, y por su risa tan encantadora que hace palpitar mi corazón desbocado.

— Irónico. — Bufa. — Había dado por sentado que tú, sabiendo eso, causaría que te retractaras más aún. Pero ya veo que te está agradando la idea de saber que eres la verdadera fantasía que tengo.

— Yo... — Bajo un poco la mirada. — Esto no me lo esperaba. — Admito. — ¿Sabes? Con esto me demuestras que sí la debes haber pasado mal en todo ese tiempo en éste aspecto. — Le digo con sinceridad al mirarlo con timidez. — Tener que vivir de pensamientos, ideando sobre algo que siempre has querido en tu vida...

— Ya está superado. — Reafirma. Su mirada demuestra que no quiere continuar hablando de ese tema. Está claro que le fastidia hablar de eso. — Ya estás aquí y eres mía. Sin querer, lo que llamas destino, me ha devuelto mi equilibrio... tú. Siento que ahora tengo todo lo que necesito a mi alrededor, porque me faltabas tú, y ahora lo tengo en mis manos. Sólo para mí.

Sus palabras me agradaban en lo absoluto.

— Sólo para ti, Andy....

— Ven. — Extiende su mano desde su asiento. Me mira encantado al agradarle lo que le he dicho.

Sin pensarlo tanto, me levanto del asiento y voy hacia él. Sus ojos me reciben de un color verde tan vivo y cándido. Con el rubor en mis mejillas encendidas, hace que me siente sobre sus piernas y me acurruca entre su torso bien tonificado y su duro pecho. Acaricia mi cabello con delicadeza y en silencio. Mi corazón late con fuerza. De momento, tenía tanto miedo de que pudiera escuchar esos latidos que dentro de mí estaban muy escandalosos. Su olor comenzó a envolverme y me hizo sentir totalmente en armonía.

Estar de ésta forma con él me hacía sentir y recordar lo maravilloso que me trataba cuando era una niña. A pesar de que ahora somos adultos y de que teníamos intimidad, esas acciones por mí no cambiaban en él.

Adrián traga saliva. Lo percibo al abrazarlo apoyada de su nuca. Le doy un beso en la mejilla y escondo mis ojos en su cuello. Desde mi posición, podía percibir sus insistentes latidos. Es extraño, pero sentía que él estaba en un manojo de contradicciones. Era como si él quisiera tenerme así, pero a la vez estaba tenso y preocupado de que me diera cuenta de lo que yo le causo.

Los minutos pasaron en silencio y sólo con esa acción tan sencilla por nuestra parte. Me quedaría sólo en éste espacio toda mi vida. Lo amo tanto que duele, pero es un dolor que a la vez te agrada sentir. A veces el amor es peligroso, y es el tipo de amor contradictorio que experimento por él.

— Pequeña... — Me llama después de esos minutos tan atrayentes entre los dos.

— Mmm...

— Aún nos faltan algunas cosas por discutir... — Me advierte divertido. Sé que sonríe sobre mi cabeza al posar un beso en mi cabello.

— Ujum...

— ¿"Ujum"? — Me imita de forma bromista y me encierra con sus brazos entre su cuerpo.

"Dios... que continúe abrázadome así. Me está enriqueciendo de dulzura." Mi subconsciente está enamorada.

— No quiero salir de estos brazos. — Le digo vagamente, extasiada de comodidad.

— ¿No te importan los siguientes puntos?

— Sólo me importan en el aspecto de discusión, no en el aspecto de aceptar o no aceptarlo. — Me encojo de hombros entre sus brazos, pero continúa abrazándome calidamente. — Después de ese punto que me tenía tan intranquila, no creo que los restantes sean lo peor. Además, podemos discutirlo de ésta forma.

Ríe en susurros y me aprieta más en su abrazo, como si no quisiera soltarme nunca. Me remuevo con mis ojos escondidos en su cuello y noto que no hace ningún esfuerzo por apartarme. Le gusta. Sonrío mentalmente y más llena me siento.

— Aunque eres mía, necesito que sepas todos los detalles de mis padecimientos. Ya que todo esto a llegado más lejos de lo que pensé, yo necesito que estés consciente de cada punto.

Pongo los ojos en blanco bajo su cuello y me remuevo como una niña entre sus fibrosos brazos.

— Tú y tus...

— Manías. Lo sé... — Me interrumpe. — Y ya deja de poner los ojos en blanco como si yo no tuviera remedio. — Me da repetidos besos en mi cabeza.

Unos segundos más de silencio nos acompañaron, y luego, proseguí con el tema con más tranquilidad, sin separarme de él.

— Sobre la nictofilia... no me parece mal que te guste jugar en la oscuridad conmigo. — Reí bajito. Aún tenía mis ojos cerrados sobre la piel de su cuello.

— Aquella vez, en aquel comedor... yo no estaba jugando. — Me dice tajante.

Me separé un poco al mirarlo a los ojos. Me presiona contra su cuerpo. Siento como una corriente eléctrica y vibrante nos envuelve a ambos de una manera magnífica en la que podemos encajar.

— Actué totalmente descarado y en serio. — Vuelve a decirme con un brillo abrazador en esos ojos tan verdes y encantadores. — La necesidad de poseerte aquella vez surgió completamente en serio. — Vuelve a acomodarme en su duro pecho. Mi contacto lo hace sentir cómodo y a mí también al estar tocándolo de esta forma tan sencilla. — Lo cierto de aquella vez, es que quería verte y conversar. Fue un error de mi parte citarte a solas a ese oscuro comedor, pero en ese momento, no se me ocurrió nada mejor con medio personal del hospital en esa actividad benéfica. Además, yo necesitaba verte y saber que estabas bien. — Suspiró acongojado. — No fue mi intención que experimentaras eso sin estar consciente de por qué lo hice, pero rápidamente me di cuenta que lo estabas disfrutando...

Me ruborizo al instante al esconder mi rostro entre su abotonada camisa blanca y la chaqueta azul marino de su traje. Ríe dulcemente al ver que actúo como una niña pequeña entre sus brazos.

— Tranquila... — Acaricia mi espalda con delicadeza. — Fui yo quién lo ha disfrutado más, de la misma forma que también sucedió en las casetas de las duchas. Nunca me había sentido tan completo y afortunado con sólo tocarte, besarte, sentirte... Quizá eres muy joven para entender muchas cosas sobre mí, pero te puedo asegurar que me tienes cautivado, como siempre ha sido desde que conocí de tu existencia.

— Te creo... — Tragué hondo al afirmarlo con certeza, y más ahora que siente un tipo de fascinación hacia mí.

— Entonces, asumiré que no tendrás ningún problema con aceptar los últimos dos puntos de mis desviaciones...

Pero claro que él estaba asumiendo y suponiendo bien, puesto que realmente esos dos puntos en cuánto a sus parafilias, no me afectaron, si nos referimos a la nictofilia que lo acompasa con la oscuridad y a la albutofilia que lo asocia con el agua. Aun así, no me suponía ningún tipo de problema, pero sí tenía muchísima curiosidad por saber y ver cómo se adentraba en esas desviaciones hacia mí.

Ésta situación que encontraba tan compleja había tomado otro rumbo, porque ahora uno de mis menores problemas eran sus trastornos y desviaciones. ¿Y el mayor de mis problemas en cuánto a él? Sentir un profundo amor que él no parecía querer corresponder abiertamente. Decidí no pensar tanto en ese tema cuando estábamos avanzando de manera exitosa en lo personal.

— No tendré ningún problema con aceptar todo eso. — Le digo tranquilamente al suspirar llena de paz. Su distinguible y delicado aroma me transmite una felicidad absoluta. — Estoy bastante satisfecha con lo discutido en esos términos, y ahora mucho más después de lo que me has confesado.

Mi Cura Prohibida sujeta mis mejillas y me mira a los ojos.

— Te quiero tanto, y mucho más que antes. — Vulevo a decirle. — Seguiré contigo en esto, también porque no quiero perder tu cariño hacia mí nuevamente, o al menos lo que queda de...

Sin esperarlo, estampa sus labios sobre los míos y me besa con dulzura y pasión. Mis labios bailan al compás de los suyos. Sus preciosas manos son más insistentes sobre mis mejillas al sujetarlas. Mantengo mis manos sobre su nuca y comenzamos a respirar entrecortadamente, por el evidente deseo que ambos sentíamos desde que ésta conversación comenzó. Sin despegar mis labios de los suyos, me acomodo mucho mejor sobre sus piernas, de manera que me posiciono hacia el frente. Su dureza entre mis piernas me hace reaccionar más pasional y excitada. Éste delicioso espécimen al parecer no le importaba el descanso en el sexo, y francamente, a mí me estaba dejando de importar sentirme insaciable con él.

Se levanta conmigo, cargándome entre sus brazos para sentarme con firmeza sobre su escritorio. Muerde repetidas veces y con delicadeza mi quijada, conduciendo un camino de besos y mordidas hacia mi cuello y la piel que mi vestido no cubría. Sujeta mi pierna derecha y tira de ella para hacerme sentir su dureza.

Al sentir su apremiante erección entre mis piernas, muerdo mi labio al mirarlo con deseo. Eso, le hace perder la cabeza, y sin yo esperarlo, rasga mi vestido, de manera que los pedazos rotos caen sobre mis caderas, dejando al descubierto mi sujetador del mismo color del vestido. Sus sensuales besos se plasmaban sobre la piel de mi vientre, alrededor de mi ombligo. Asciende nuevamente hacia la dirección de mis pechos, y sin quitarme el sujetador, lo baja solo un poco, realzándo mis pechos para el disfrute de su boca con más facilidad.

— Es... delicioso que te dejes llevar por mí... — Lame mis pechos y tira de uno de mis pezones con sus dientes, jugando con mi placer. — Pero más delicioso es saber que me aceptas como soy y aún sigas aquí... — Su aliento reina por cada poro de mi piel, en dónde plasma besos y mordidas.

Gimo gustosamente a su dulce contacto de besos. Mi vientre se contrae con fuerza, y entre cada uno de esos besos, mi pecho sube y baja por la excitación.

Adrián se aprovecha de mi estado para rozar su nariz desde mi vientre hasta mis pechos. En todo el proceso, quita como puede lo que queda de mi vestido crema, dejándome expuesta con la ropa interior. Me mira con una ladeada sonrisa y mi rubor en las mejillas es mucho más evidente para sus ojos.

— Tan dulce y tan valiente, mi niña bonita. — Me dice al mirarme con superioridad y alzar la mirada sobre mí de forma controladora. Pasea sus expertas manos por mi vientre y mis caderas. — No creas que me olvidaré de tu descaro en el bar hace un rato. — Con firmeza, baja su cremallera entre mis piernas, decidido.

Lo miro a los ojos con dulzura y con un deseo incontrolable que se había desatado entre los dos. Rueda mis bragas y se introduce en mi interior con insistencia, deseoso, cándido de una excitación imparable.

Gimo al instante por esa sensación que apenas comienzo a conocer entre sus brazos, pero que ya reconozco como algo íntimo y muy familiar entre nosotros.

Él sujeta uno de mis muslos con dureza, mientras posa su otra mano sobre mi cabeza y mis cabellos convertidos en una maraña de pelos entre sus dedos. Mientras me penetra con fuerza, tira de mi cabello al comerme la boca a besos. El placer y el dolor se acoplan y se convierten en una cruda sensación inquebrantable.

Gruñe entre cada aliento que me roba con sus besos, callando mis gemidos. Me apoyo con más fuerza de su nuca y nos miramos a los ojos, perdidos, ansiosos, y listo para terminar otro asalto bastante considerable.

Mis insistentes ojos le pedían más, y con sólo ese gesto, no dudó en ser más contundente al penetrarme. Entraba y salía a un antojado ritmo abrazador y chispeante, haciendo que el escritorio se moviera con rudeza. Mis gritos inundan su antigüo y rústico despacho, causando que él sonría triunfador de esa forma tan suya y sensual.

— Eso es, bebé... — Gruñe con suma excitación, aún con una sonrisa ladeada. — Quiero que te vengas sin ningún tipo de pudor...

Sus palabras alimentaban mis deseos a un punto irreversible. Estaba perdida y extasiada con cada embestida. Cuando el potente clímax estaba a punto de reinar en mi cuerpo, automáticamente posé mi frente sobre su ancho hombro. Aún así, no me permitió permanecer con mi rostro escondido en esa parte de su duro y tonificado cuerpo. Tira de mi cabello con fuerza, obligándome a mirarlo a los ojos, pegando su frente sobre la mía.

— Andy... — Gimo, ruborizada, perdida de placer.

— Quiero verte a los ojos cuando yo... te haga... venir. — Gime desesperado. — Dios... que bien se siente joderte a mi antojo. Necesito todo de ti...

Mi vista comienza a nublarse. Un mareo acompañado de un clímax liberador hacen con mi cuerpo lo que les place. Era una mezcla alucinante lo que Mi Cura Prohibida me hacía sentir.

Cuando estallo en un orgasmo liberador y doloroso, lo hago apoyada de su cuello y rodeada por sus fibrosos brazos que en ningún momento me soltaron. Mi respiración era ridículamente nula mientras mis ojos cansados observaban los suyos más vivos y verdes, llenos de placer.

Adrián me sonríe dulce y maliciosamente. Acerca su sensual boca al lóbulo de mi oreja, mordiéndose el labio inferior, sintiendo su agitada respiración. Aún mi cuerpo temblaba nervioso y extasiado de placer entre sus brazos.

— Túmbate un poco... — Me ordena en un susurro.

Aunque no llego a comprender del todo su orden, lo intento y recuesto mi cuerpo semidesnudo sobre su escritorio.

— Así, bebé... — Me guía con su mano, hasta sujetar mi nuca, logrando que sólo la mitad de mi espalda se adhiera a su escritorio. Comencé a entender lo que haría.

Adrián sale de mi interior y se masturba ágilmente sobre mi vientre y mi ombligo. Observo con cierto encanto cómo su mano asciende y desciende sobre su duro y ancho miembro. Trago saliva, con los ojos un poco engrandecidos.

Sujeta firmemente mi nuca, entregado al placer de mirarme y masturbarse con descaro. Sus perversos ojos me observan con un tipo de fascinación indescriptible, y sin poder evitarlo, asoma sus labios muy cerca de los míos, para robarme un crudo beso lleno de necesidad por mi sabor.

— Mi niña... — Gime sobre mis labios. — Eres tan deliciosa... — Sentía cómo sus labios le hacían cosquillas a los míos. Sus ojos se acentuaban tan vivos y destellantes.

Con timidez, acaricio con mi temblorosa mano su pulcra barbilla y su mejilla, sintiendo entre mis dedos su barba de dos días. Me quedo en silencio, satisfecha, esperando su dulce liberación en néctar.

— Me voy a venir... — Me avisa perdido, con su boca sobre la mía.

Adrián derrama y libera el caliente líquido sobre mi vientre al gemir de puro placer en voz baja. Su boca se mantiene entre abierta sobre la mía mientras continúo acariciando su rostro con dulzura.

Con la misma timidez de antes, le beso el labio inferior, trayéndolo de vuelta a la realidad. Respira con suma dificultad, intentando apacigüar su excitado temperamento. Con dulzura, roza mi nariz con la suya y plasma un cálido beso sobre mi barbilla.

Nos miramos conscientes, y él se limita a arreglar ese intrépido silencio con una sonrisa traviesa mientras sus impresionantes ojos me queman de rubor.

Escucho uno de sus teléfonos sonar. No importa la hora, siempre podía suceder en cualquier momento, pero ya me iba acostumbrando a la vida de los médicos, a una tan liada como la suya.

Se aparta unos centímetros de mí para reajustar el pantalón de su traje azul marino y cerrar su cremallera. Al buscar el teléfono en uno de los bolsillos de su chaqueta, mira la pantalla al fruncir el ceño bastante curioso por el nombre que se presentaba en la llamada.

— Es del hospital. — Me avisa al ver mi expresión llena de curiosidad, ya él sabía lo ávida que yo podía ser.

Sólo asiento y espero pacientemente.

— Doctor Wayne. — Responde comedido y un poco cortante, atento a lo que podían decirle al otro lado del teléfono.

Mi Cura Prohibida se da cuenta de mi intención para levantarme de su escritorio, pero me detiene al posar su mano sobre mis pechos expuestos. Aún así, continúa escuchando. Increíblemente tiene el descaro de atender ambas situaciones a la vez. Pongo los ojos en blanco al cruzarme de brazos. Me guiña el ojo.

— ¿Cuánto a transcurrido desde que lo ingresaron? — Pregunta intrigado, frunciendo su entrecejo.

Me pongo en alerta al instante.

— ¿Estado actual? — Vuelve a preguntar. Se acerca a mí y me da un beso silencioso en la mejilla. — Garret, es mi fin de semana libre. — Pone los ojos en blanco, y sin darse cuenta, comienza a reajustar su corbata negra, en señal de que tenía que ir al hospital.

Intento volver a levantarme y me presiona contra el escritorio, absorbiendo mi aroma al plasmar besos y mordidas por mi hombro y mi cuello. Intento detenerlo, realmente curiosa e intranquila por lo que le están diciendo por teléfono, pero se lo está tomando con tanta normalidad que me inquieta.

— ¿Estás segura que el residente de turno no puede encargarse? — Continúa al teléfono y me asesina con la mirada al ver que intento frenarlo. — Deberían aprender a confiar más en él, Garret. — Bufa, rendido a lo que la enfermera le dice. — Y más ahora hubiera necesitado que confíen en él. — Activa el alta voz del teléfono y lo coloca sobre el escritorio para atenderme.

Si no fuera mi jefe, le diría que es un niño engreído. — La voz gruñona y cómica de la enfermera Garret inunda el lugar.

— Ya lo estás haciendo. — Le responde Adrián al sonreír en mi cuello.

Wayne, debe traer su bonito y blanquito culo al quirófano. No es una broma. El paciente no quiere que le extirpen la hernia si no es usted. Tiene que dejar de ser tan amable y dulce con los pacientes o le sucederá esto todos los días de su vida y... hoy está sucediendo. Es una persona mayor y no quiere que otro lo trate.

— Es una simple cirugía que puede realizar el residente...

Es una simple cirugía que no será realizada si usted no se presenta al hospital, joven.

— Odio cuando me trata así. — Gruñe entre dientes y en un susurro cerca de mi oreja.

"En cambio, tú siempre me dices jovencita, Wayne." Mi subconsciente y yo estamos a favor de la enfermera Garret.

Y no se queje, Doctor Wayne. Ser de alta posición en el Puerto Rico General tiene sus desventajas, y al parecer, a usted se le olvidó que una de ellas es que su blanquito culo siempre estará en movimiento. — La enfermera Garret sabía cómo tratar a su jefe, y yo estaba más que encantada.

Sonrío ante sus palabras telefónicas y Adrián detuvo sus insaciables besos.

— Mil veces carajo... — Se quejó al cerrar sus ojos con cierto fastidio.

Sí, sí... Diga lo que quiera en el camino... — Garret vuelve a ser insistente. — Como sea... Sabe que no le tomará mucho tiempo. No entiendo por qué ésta madrugada la toma tan a pecho. Bueno, me hago una idea, pero lo necesitamos aquí. Al menos para que observe la intervención...

— Iré. — Cuelga rápidamente y guarda el teléfono hospitalario en el bolsillo de su chaqueta.

— Es algo que para nada me sorprende. — Le digo al mostrar una sonrisa, asimilada de su deber. — Te acompañaré.

Me mira de arriba hacia abajo al ver que me bajo de su escritorio. Su diversión era evidente.

— Tú no irás a ningún lado. — Sonríe con satisfacción. — Corrección... Sí irás a un lugar... a la cama.

— ¿Qué? No. Iré también.

— Oh... no, jovencita. Usted se irá a la cama mientras yo veo que puedo hacer en el trabajo.

— No me dejarás aquí mientras irás a salvar la madrugada...

— Calculo que no tardaré más de lo que prevee una extirpación de hernia. — Encoge sus hombros y se acerca a mí. Se agacha un poco y me carga entre sus brazos de sopetón.

— Qué jodida manía, Wayne. — Me quejo entre dientes.

Me lleva en brazos hacia una de las estanterías laterales y saca un libro, abriendo automáticamente y de forma horizontal la pared. Al entrar en el apartamento junto a él, me pone en pie.

— Quédate aquí. Regresaré en un par de horas. Ya que eres tan ávida y curiosa, podrás descubrir y darte cuenta que aquí no te faltará absolutamente nada.

Me cruzo de brazos al fruncir el ceño.

— Alysha, tus horas de practicas no vuelven a reanudar hasta el lunes. Así que hoy sólo te olvidas que eres una interna e intenta creer que en estos días serás mi princesa.

— Te volverás a salir con la tuya.

— De hecho, quedamos en un empate. — Me acerca a su cuerpo y me besa en la frente. — Deberías comer algo.

— Ya veré que hago...

— Comer, ducharte, descansar. Así de simple. ¿Crees que puedas obedecer un poco?

Asiento.

— Precisamente en ese orden, Aly. Hablo en serio.

Le doy la espalda, ignorando sus manías. Lo de tomar una ducha me había llamado la atención, pero de repente, siento una nalgada. Me giro a la vez que siento un poco de ardor.

— Pero que... — Me quedo sin palabras al ver que le causa gracia. — Eres un cabrón...

— Oh, esa lengua viperina... — Se acerca y vuelve a subirme a sus brazos para tirarme a la cama.

— Andy, basta. — Le riño con una sonrisa.

Coloca mis manos sobre mi cabeza y me estampa besos por todas partes, aún con el olor a sexo en mi piel.

— Obedece. — Me susurra al oído con una sonrisa y se levanta al recomponer su postura. — Buenas noches, mi pequeña. — Es capaz de marcharse y volver a sacar su teléfono para teclear en el.

En ese mismo momento, sonreí plena y llena de satisfacción, tanto físicamente como sentimentalmente. Quizá tenga un poco de esperanza en cuánto al amor que sienta por él. Sí...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top