Capítulo 20 | Parte 2.

Capítulo 20.

— Como te decía, Aly... — Intenta volver al tema. — Yo nunca te olvidé. No olvidé que fuiste mi única amiga, quién me aceptó cuando no era nadie, quién me sonreía con sinceridad a pesar de que mi vida fuera una mierda. Con sólo tener tu amistad mientras me regalabas sonrisas, me hizo respirar esperanzas cuando más bastardo me sentía. — Respira profundamente y pausado. — El hecho de que te haya superado en la cuestión del amor, no es significado para que no viva agradecido contigo... con tus gestos, con tu cariño.

Todo lo que me estaba diciendo me costaba demasiado asimilarlo. Y bien que me lo había buscado, por haberme enamorado de un ser tan complejo y contradictorio como él. Yo estaba adicta a todo su ser; sus ojos verdes, sus labios carnosos y finos con ese sabor mentolado que me envuelve en cada beso, su cabello tan sedoso... ¡Maldita sea! Todo de él me gusta, y que esté en ésta situación me pone las cosas difíciles.

— ¿Así que... lo que pretendes de todo esto, es que continuemos siendo amigos, pero con todos los derechos posibles que hemos experimentado? — Me arqueo un poco en el asiento para recomponer mi postura.

— En nuestro caso, que es especial... sí. Quiero que continuemos llevándonos bien, como hasta ahora. Quiero todos los derechos que estamos teniendo, y quiero ofrecerte más de lo que hemos tenido... sexual y mentalmente.

"¿Cómo se supone que comprenda eso? ¿Sexual y mentalmente? ¡Diablos! Esto, definitivamente, llegará muy lejos." Mi subconsciente estaba muy alterada, al igual que mi corazón.

— ¿A qué te refieres con "sexual y mentalmente"? — Le pregunto al negar con incredulidad. Estoy segura que las dudas se acentúan en mi rostro.

— Me gustaría que hagas todo lo que yo quiera y desee en la intimidad, en base a lo que mis necesidades me piden. Me gustaría que me obedecieras encantada. Si te parece...

Suelto una socarrona carcajada debido a la impresión que me causan sus palabras y mis nervios que llevan sensibles desde que todo esto comenzó entre nosotros. Por unos segundos, mi pulso era inestable, y esos nervios que experimentaba, me ponían en extrema tensión.

— ¿Esa es la condición? — Le pregunto al enfrentar su tentadora mirada.

— Sí.

— ¿Hay algo en el tema de las desviaciones sexuales que necesites hacer?

— Sí. — Ésta vez, susurra con cierta lujuria.

— A ver si entiendo bien, Wayne... Quieres que yo te obedezca y haga todo lo que tú pidas en la intimidad, de acuerdo a lo que sientas y surja de tus desviaciones... — Mientras asumo y repaso mentalmente eso, él se limita a asentir. — ¿Y cómo se supone que acepte eso, si ni siquiera sé lo que harás?

— Has llegado al punto...

Enarco las cejas, intentando llegar al fondo de todo.

— Quiero que lo vayas descubriendo. Me gustaría que sólo te limitaras a confiar en mí y en lo que me gustaría hacerte.

— Estás loco... — No pude contener mi comentario.

— Lo sé. Estoy consciente de eso, y de lo complejo que esto está resultando para ti.

Pocos minutos de silencio reinaron en el ambiente. Por más íntima y privada que sea ésta conversación para nosotros, él entendió que necesitaba reflexionar y asumir todo lo que me estaba diciendo. Ya iba descubriendo más sobre su vida privada.

— ¿Y cómo haremos esto? — Logré preguntar luego de esos tormentosos minutos de silencio.

Su rostro se iluminó por completo. Él sabía que yo no daría marcha atrás, no me rendiría tan fácil, y mucho menos después de todo lo que habíamos avanzado.

— Lo primero... ya lo estamos haciendo, tú preguntas y yo respondo. ¿Tienes más preguntas que necesiten respuestas claras?

"Evidente. Demasiadas..." Mi subconsciente estaba ansiosa y curiosa por saber mucho más, pero sólo me limitaré a preguntar lo que sea conveniente.

— Entonces... ¿Bárbara Bosch se limitaba a hacer todo lo que pedías?

Asiente.

— ¿Sin preguntar o cuestionar?

Vuelve a asentir.

— ¿Sabe ella de tus TOC's y parafilias?

— No. Te había dicho que ella ni siquiera sabe de mis padecimientos.

— No lo... entiendo. — Susurré atónita.

— Sabe que tengo problemas de comportamientos y que mi personalidad es temperamental. Sabe que tengo ciertos gustos no comunes, pero no más allá de eso. No sabe por qué me comporto de una manera distinta fuera del trabajo... No sabe que son serios padecimientos de esa índole.

— Una vez me dijiste que tu madre estaba interesada en que Bárbara y tú tuvieran un casamiento, ¿me equivoco?

— Es cierto. Y como te dije, no estoy interesado en eso. Admito que puede que me haya aprovechado un poco de la situación, sólo para llevarla a mi terreno. A esto, a lo que a continuación de pido y pediré. Nunca había hablado tan abiertamente de mis trastornos y parafilias con alguien, sino es con mi psicólogo, el Doctor Roy Ferinachie. — Carraspea levemente. — Y ahora contigo, lo cuál sería mi excepción porque eres tú, pequeña.

"¿Y cómo se supone que me sienta al respecto con ese hecho? ¿Halagada?"

Todo esto era confuso para mí, pero en el mismo instante me surgió una pregunta y no dudé en soltarla.

— ¿Todavía sigues teniendo algo con ella, aún cuando tú y yo comenzamos a... intimar?

Primero, fue capaz de engrandecer sus claros ojos, para luego fruncir el ceño de su entrecejo con fastidio.

— No. — Fue contundente su respuesta. — Pensé que habíamos quedado claro con ese tema, de que ella no tiene que suponer un problema para ti y para mí.

Asiento, pero mi intranquilidad aún persiste. Adrián, obviamente, parece darse cuenta de por qué lo pregunto.

— Supongo que las dudas siguen rondando por tu cabeza por el repentino viaje que ella realizó a Miami para verme. — Asume cuidadosamente, aún con su ceño fruncido y pronunciado.

— Supe que esa mujer estaba en el auto contigo. — Le volví a recordar. — Por eso, aquella noche, cuando fuiste a verme y esperarme no quería verte.

Él suspira exasperado y pone los ojos en blanco. A pesar de lo engreído que se ve haciendo ese gesto, eran irresistibles cada uno de sus gestos tan pronunciados. No podía desviarme por su belleza tan natural, debía continuar cuestionándolo.

— Sé que me has dicho que ella también ha tenido una vida difícil, pero...

— Aly, no te mentiré. Sí... — Aceptó. — Estaba conmigo, pero era porque la iba a llevar de regreso al aeropuerto. Sé que a veces ella puede comportarse de forma irritante, pero...

— Irritante es poco para tu descripción. — Pongo los ojos en blanco y recuesto mi espalda sobre el respaldar del asiento al cruzar las piernas de forma automática.

Adrián abre la boca levemente ante mi acción e intenta mantenerse a raya. Su suave y profunda respiración la percibo mientras me da un involuntario repaso.

Lo sé, estoy siendo un poco egoísta al torturarlo un poco de ésta manera. Pero vamos... tenía mis razones. Cualquiera puede volverse egoísta cuando hablamos de esa mujer. Adrián frunce los labios y se recompone.

— Te juro que me estoy conteniendo con esa lengua viperina y ese delicioso cuerpo que posees. — Me comenta de manera mordaz. — Como te decía... — Carraspea con suavidad. — Sé que a veces puede ser irritante, pero estoy suponiendo que sólo será temporal, hasta que acepte que no estoy interesado y que ya no busco nada de ella.

— Jah, como si fuera así de simple. Lo dices como si fuera muy fácil esa cuestión.

— Lo es. — Se levanta de su asiento y rodea su escritorio, apoyándose del borde del mismo, mirándome desde su altura con sus impresionantes ojos. — Sin embargo, tú, mi contradicción favorita... Estás haciendo que ésta cuestión me resulte más difícil, y más cuando tienes el descaro de insinuarte con esas deliciosas piernas.

Me quedé estupefacta. Abrí levemente la boca con los ojos como platos. Él me fulmina con la mirada. Percibí incomodidad en sus expresiones y movimientos por la tensión sexual que ambos sentíamos.

— Esto... Esto es una locura... — Vocifero en un susurro abrupto y entrecortado.

— Lo es. Pero deseo que te atrevas a disfrutar de las locuras conmigo. — Pasa una mano por los mechones de su castaño cabello. — Aly, quiero hacer esto contigo. Te mentiría si no te dijera que cuando mis parafilias se desarrollaron no pensaba en ti, porque sí lo hice y lo hago. Pienso en ti de esas formas que te parecen tan retorcidas.

Éste hombre no pensaba rendirse con esto. Su sinceridad me estaba llevando a su terreno. Espera... Yo ya estaba en su terreno desde que me di cuenta que es el amor de mi vida. Mi corazón quiere estallar de tantos cosquillosos latidos que me hacían sentir sus palabras y su mera presencia. La piel se me eriza y tengo que levantarme del asiento para darle la espalda. Maldita sea, me está matando lo que siento.

— ¿Y me lo dices así? — Ahogo la voz con un poco de frustración.

Sus manos se posan en mi cintura e intenta atraerme hacia su cuerpo, lo cuál logra, aún apoyado del borde de su escritorio. Cuando mi parte posterior está pegada a su parte anterior, él siente mis brazos cruzados, pero no le importó y asomó su apetecible rostro cerca de mi mejilla derecha. Las cosquillas en mi vientre me invadieron de inmediato.

— Te lo diré más claro aún, pequeña... — Su sensual susurro hace que la piel se me erice.

Su cálido aliento recorre la piel de mi hombro. Trago saliva instintivamente cuando sentí sus manos con mucho más firmeza sobre mi cintura.

— Desde que era un veinteañero he fantaseado con poseerte de maneras que no te puedes ni imaginar. — Su nariz se pasea por la piel de mi hombro. — No te imaginas la fuerza de voluntad que tuve para respetarte... para no tocarte.

Siento que mi respiración comienza a agitarse. Mi pecho sube y baja de forma automática, mientras sus deliciosas y expertas manos se pasean por mi vientre, ascendiendo hacia mis pechos.

— No pensé llegar a esto contigo, pero desde que nos volvimos a encontrar en el hospital, no he podido detenerme, Alysha. — Sus manos se deleitan de cómo mi vestido crema se adhiere a mi cuerpo al rozar mis pechos con descaro.

— ¿No... — Sus caricias no me dejan articular palabras correctamente. — ¿No te basta con el hecho de que serás mi jefe?

Besa mi hombro lentamente y tengo que cerrar los ojos con evidente deseo y frustración al recostar mi cabeza sobre su ancho hombro.

— Que yo pueda ser tu jefe y que seamos médicos, no cambiará el hecho de que seas mi pequeña. — Vuelve a acariciar mis pechos con sumo deleite.

Me muerdo el labio y él, prácticamente, me obliga a girar mi rostro en la posición que estábamos, para mirarlo a los ojos a través de la suave y poca luz tenue.

— Te gusta. — Asume al mirar mi expresión muy encantado. — Te fascina estar conmigo. Estos dulces ojos y ésta boquita me lo dice a gritos. — Él centra sus ojos en mi labio inferior al apreciar que me lo mordía con excitación. — ¿Quieres probar o prefieres continuar con lo que nos falta por discutir? — Su sensual voz comienza a incitarme. Sujeta mi mandíbula con un poco de presión y su mirada es insistente al penetrar la mía. Siento su erección hacer presión contra mis nalgas. — No tengo ningún problema con el orden. — Vuelve a decirme. — Pero estoy bastante interesado en darte una pequeña demostración de que todo esto no es tan malo como piensas. — Puedo sentir como se satisface con las caricias que me causa con sus grandes y deliciosas manos, como si no pudiera saciarse de mí y de mi cuerpo. Muerde mi labio inferior. — Sólo necesito tu aprobación... Tu permiso... — Intenta convencerme.

— Aún tengo sentido común en mi subconsciente. — Me resisto, alejándome un poco de él.

Lo observo más decida. Sé lo que pretende; intenta que ésta situación sea más sencilla para llevarme a su territorio. Aunque veo un poco de impresión en sus ojos, no puede evitar mostrarse con el porte de retador.

— Te he dicho que soy y seré tuya, pero eso no quiere decir que no quiera escuchar todo lo que sea preciso. — Estiro mi mano, ofreciéndole sentarse en su lugar.

Él se limita a aceptar mi sencilla petición sin remedio alguno y yo hago lo mismo al sentarme. De repente, era necesario que me sintiera segura de mí misma, para que entendiera que estoy decidida a llegar mucho más lejos en éste asunto. Adrián analizaba mi actitud. Sospecho que le chocó que me resistiera a sus encantos seductores, y aunque me muera por ser suya una y otra vez, también tengo que insistir al ponerle las cosas difíciles, no siempre puede estar impuesto a ganarlas todas.

— Aunque me distraes todo el tiempo con tu dulzura y tu inteligencia, sabes que estoy más que dispuesto a responder todas las dudas que tengas y hagan falta por aclarar. Yo mismo he estudiado mis padecimientos y condiciones. — Sus palabras eran cuidadosas.

Ciertamente, tenía algunas dudas investigativas. No obstante, yo sabía perfectamente que habrán situaciones que tendré que emprender junto a él, para comprender de lo que está hablando con exactitud.

Sin embargo, aún en ésta situación, y con las dudas que tenía con ciertos detalles al respecto, le demostraría que he estudiado por largas horas sobre estos temas.

— Sé que hay parafilias que la sociedad identifica o las cataloga como delitos, pero también hay otras que no se catalogan como delito o anomalía. — Al comprobar que Adrián asentía, consciente de que me seguía en ésta conversación, continué prolongando mis nuevos conocimientos. — Aunque desde el punto de vista psicoanalítico, las parafilias las catalogan como perversiones...

— Exactamente. — Acepta muy tajante. — Pero te puedo asegurar que las parafilias que experimento no influyen de alguna manera en algún delito.

— Es por eso que recalco estos conocimientos que he adquirido, porque sé que no afecta de esa manera. Esto es cuestión totalmente personal, que me involucra sólo a mí, porque tenemos sexo y un tipo de amistad que ambos apreciamos.

Adrián me observa satisfecho. Una pizca de orgullo se reflejaba en sus ojos.

— Como siempre que hablamos, me sorprendes... — Acepta diligentemente. — ¿Qué más, jovencita? — Su mirada es impasible.

— Debido a que ambos estamos de acuerdo y conscientes en lo antes mencionado, comprendo que tienes un deseo incontrolable de realizar actos de algunas de tus parafilias conmigo.

— Así es. Y no sólo "algunas." — Corrige. — Quiero realizar cada una de ellas contigo.

Por primera vez, Adrián muestra un tipo de rubor en su rostro. Baja su mirada, como si le avergonzara esa confesión. Sin embargo, yo también sentía rubor, pero por muy extraño que pareciera, un sentir parecido a la ternura se apoderó de mí al ver ese hermoso rostro que me había recordado al tímido y humilde Andy.

Repasando mentalmente sus desviaciones sexuales... no creo que sean tan grave algunas de las que experimenta. Sólo había una de sus desviaciones que me inquietaba sobremanera.

Lo miré con dulzura y paciencia. Luego, automáticamente, rebusqué en mi bolso una lista que yo había escrito a mano en un papel para guiarme en cualquier caso. Mi Cura Prohibida sonríe y se sorprende sin contenerse.

— ¿Has traído en tu bolso una enciclopedia de psiquiatría clínica? — Suelta algunas carcajadas.

"Ahora tengo de vuelta a mi niño relajado."

— A diferencia de algunas mujeres, no nada más lleno mi bolso de maquillaje y basura que sí tengo. También llevo notas para mis estudios en medicina, pero he tenido que hacer una para ti y esa mentecita tan especial que tienes.

— ¿Y qué crees que harás, mi futura Doctora Doménech? ¿Curarme? ¿Hacerme cambiar de parecer cómo lo han intentado en otras ocasiones? — Aunque sonríe socarrón, sé que lo pregunta en serio. Intenta ponerme a prueba.

— No... No pienso hacer nada de lo que tus preguntas retóricas remarcan. — Lo miro profundamente y veo que él traga saliva, mirándome con mucha impresión. — Pienso e intento encajar contigo y con lo que necesitas de mí.

Adrián continúa observándome con suma impresión. Él intentaba simular que mis palabras eran sólo eso, meras palabras. Pero yo sabía la realidad de todo esto. No lo obligaría a amarme y a cambiar de parecer si él no está dispuesto.

Nunca ha funcionado ni funcionará el querer presionar a una persona con el propósito de hacerla cambiar. La realidad, es que las situaciones así de complejas y profundas conllevan un proceso dónde la persona tiene que ceder por su parte, porque así lo quiere y no porque sienta presión de alguna forma.

— ¿Qué? — Achico mis ojos y esbozo una vaga y media sonrisa. — ¿Pensaste que vendría con ese arcaico pensamiento de: "Lo puedo cambiar"? No, Adrián... Estoy consciente de la situación, y por la única razón que continúo sentada aquí, frente a ti, es porque estoy interesada en llegar a un acoplamiento en el que tú te sientas cómodo junto a mí en ese aspecto de tu vida.

— Brillante como de costumbre, jovencita... — Susurra comedido, aunque sentí su voz ahogada por la sorpresa.

Leo la lista que había escrito a mano, ya que ésta conversación había llegado lejos. Y como todo esto había rebasado la definición de "lejos," como una chica enamorada y dispuesta a actuar por amor, observo la lista con el título con el cuál la había nombrado.

Mi Cura Prohibida

TOC's:

* Trastorno de intolerancia a la incertidumbre.

* Trastorno de perfeccionismo irrelevante.

* Trastorno de organización compulsiva.

* Trastorno de repetición constante.

Lo miro enseguida.

— No tendré ningún problema con tus TOC's. Puedo sobrellevarlos de la mejor manera posible. Admito que tienes unos cambios de temperamentos que me abruman, pero nada que no pueda soportar.

— ¿Anotaste mis...

— Sí, y también tus perversiones mentales. — Lo interrumpo y él enarca las cejas por la manera en que lo he dicho.

"Está bien... acepto que tal vez lo he hecho adrede." Mi subconsciente ríe burlona.

Con un poco de más modestia y seriedad, esquivo su mirada para mirar la lista.

— ¿Intolerancia a la incertidumbre? Sólo espero que comprendas, tú más que nadie, que estudio y practico una formación que conlleva tiempo. A veces estoy muy ocupada intentando dar lo mejor de mí. Supongo que debes saberlo...

— Estoy consciente. — Acepta tajante.

— Bien, entonces, fuera de eso, no tengo ningún problema en darte mi tiempo, como hasta ahora lo he hecho. Ya comprobé tu mal humor si no me reporto. — Le digo entre dientes.

— Fue la primera vez que me sentí tan impotente, por eso mi mal humor aquella vez. No sentía la certeza y la seguridad por nuestra incomunicación, pero lo tendré en cuenta.

Asiento y prosigo.

— ¿Tienes un trastorno por realizar las cosas a la perfección? No me parece un problema, excepto en nuestra área de trabajo. — Enarco las cejas al continuar leyendo. — Presiento que mi jefe será muy exigente. — Ironizo en un susurro que él escucha.

— A veces él puede ser muy irritante y estricto, pero déjeme decirle que estoy muy seguro que lo hace para el bien de los estudiantes.

— Claro. — Ignoro un poco su sarcasmo. — Tampoco tengo ningún problema con tu impulsividad y obsesión con la organización. — Me encojo de hombros. — Eres médico, y en cuánto a tus ámbitos laborales, tampoco está nada mal. — Intenté ser positiva, remarcando esa condición para algo bueno en su vida.

Aún así, nada de él le convencía en lo absoluto. Adrián analiza mis palabras de psicología inversa en base al tema de su obsesión con la organización.

— Nunca lo había analizado desde ese punto de vista. — Asiente, pensativo.

Yo no le veía el problema, puesto que a pesar de todo, y como dice mi abuela: "La organización es armonía." Aunque claro... yo tampoco llegaba a esos extremos, y en innumerables ocasiones vivía mi vida cotidiana despreocupada de ese tipo de temas. De hecho, no había tenido que preocuparme por ninguna de estas cosas hasta estos momentos que vivo de cerca con sus manías y actitudes. Aún así, me parecía increíble su forma tan interesante de él ser.

Me di cuenta que el último TOC de la lista ya lo había presenciado dos veces, y tuve la oportunidad de poder calmarlo en la segunda ocasión que sucedió.

— Aún me cuesta intentar tratar con el trastorno de repetición, pero lo voy comprendiendo. El único problema que surge desde mi perspectiva, es que... te cuesta volver a la realidad. Más bien, a mí me cuesta traerte a la realidad. — Corrijo. — Pero admito que ésta noche me ha hecho muy feliz que hayas puesto de tu parte en ese aspecto.

Sus ojos brillan y se arquea en su asiento. Se muerde su labio inferior con cierta y risueña expresión. Sospecho que al morder su delicioso labio, lo hace para contener una sonrisita de niño bueno. Me enloquece.

— A mí me ha hecho muy feliz que me hayas enfrentado. Me has hecho sentir tan reconfortado. — Baja su mirada y frunce sus cejas. — Pero yo sí debo admitir que ese hecho me sorprende aún. Toda tú me sorprendes, mi jovencita impredecible.

¿Impredecible? Quizá así sea. Desde que volví a verlo por primera vez en el hospital después de años sin saber de él, puedo decirme a mí misma que he actuado de forma impredecible. Habían pasado meses y meses, pero, ahora que lo pienso, mi forma de ser en cuánto a las situaciones, las había modificado sin darme cuenta. Había aprendido a vivir enamorada de alguien que está completamente lleno de contradicciones. Y, para acabar de completar, estaba sobrellevando mejor de lo que pensaba todo esto.

Vuelvo a mirar la lista. Ésta vez, con más cuidado por lo que estaba a punto de decirle.

Mi Cura Prohibida

Desviaciones:

* Hipnofilia
* Nudomania
* Crurofilia
* Somnofilia
* Alorgasmia
* Dacryfilia
* Nictofilia
* Albutofilia

Trastornos fóbicos:

* Soterofobia
* Agrofobia
* Filofobia

Ni siquiera tenía que volver a escribir lo que significaba cada una de esas palabras, puesto que ya me lo había aprendido de memoria. Decidí discutir cada una de esas palabras en el mismo orden que las había escrito, de la misma forma en la que él me había mostrado sus documentos aquella vez.

— No tengo ningún problema con que quieras contemplar cómo duermo. Si eso te llena de alguna forma... está bien. — Le informo al tener mis ojos puestos en la lista de pocas palabras, que siguen siendo igual de complicadas como su definición. — Igual si te produce excitación mi desnudez junto a la tuya propia. — Lo miro. — Me dijiste aquella vez que lo que te interesa de éste punto, es el poder contemplar que ambos estemos desnudos y que puedas percibirlo en el momento que quieras tú. ¿No?

Sonríe al morderse su labio inferior, y luego asiente, como un niño bien portado.

— Puedo intentarlo... — Le digo con sinceridad al enarcar las cejas cuando lo miro.

Está disfrutando de cómo manejo ésta situación. Sólo intento que se relaje y coopere con la causa.

"Sí, como no... Con la causa. Como si yo no le fuera a sacar provecho a ésta situación intentando disfrutar un poco más de él."

Miro la lista, y él siguiente punto me relaja un poco.

— Así que tienes una fascinación por contemplar y acariciar las piernas de tu pareja sexual... — Sonrío un poco ruborizada, y encantada también.

— ¿Por qué negar lo que es evidente? — Ensancha su sonrisa al recostar su espalda en el asiento. — Toda tú eres hermosa, pero, definitivamente, a ti te agrada provocarme con ese punto débil que tengo por ti.

Vuelvo al tema, sumergiéndome en ésta locura sin precedentes y antes de que vuelva a distraerme.

Al mirar la palabra "Somnofilia" recuerdo lo que significa. "Le produce estimulación y excitación el poder acariciar y realizar sexo oral cuando su pareja sexual está dormida." Mierda, nada más de pensarlo me ruborizo de manera contradictoria.

— Sobre la somnofilia... — Tartamudeo un poco. — No sé cómo es que... Bueno... — Me hago la imbécil, pero él me mira impasible y serio. — No sé cómo funciona ese punto para ti.

— Justamente como lo dice la descripción de los documentos que te mostré. Así es como lo he experimentado. — Frunce el ceño de manera engreída. — Pero no te hagas la pendeja... Sé que lo sabes.

Me muerdo el labio, conteniendo las ganas de retarlo una vez más.

— Es un poco... Ya sabes... — Mis mejillas arden por el rubor que debo reflejar en mi rostro.

— Estoy muy interesado en que también lo aceptes de buena manera, como has hecho con los puntos anteriores. — Su mirada es retadora al colocar una pierna sobre la otra elegantemente.

— Ya lo... veo... — Lo miro atónita por su obvia atención hacia ese punto.

— Acepta. — Espeta al reflejar curiosidad en su mirada.

— ¿Y si me quiero tomar unos segundos más para pensarlo?

— Segundos desperdiciados.

— Segundos decisivos, Doctor Wayne...

Frunce los labios con cierto temor y se remueve en su asiento.

— Quiero que digas "Sí." Quiero que me des luz verde.

— Y yo quiero esos hermosos ojos verdes que defino como luz. — Juego con mis palabras y él abre su sensual boca levemente, un poco impresionado por mis palabras.

— Siempre están puestos en ti. — Susurra al tragar saliva discretamente. — Son tuyos.

— Míos, Ojitos Bonitos. — Me muerdo el labio para contener una sonrisa.

— ¿Qué te parece si dejas de joderme por unos segundos más y al fin aceptas?

— Bien.

— ¿Bien? — Enarca las cejas, aún con sus sensuales labios entre abiertos.

— Lo intentaré. — Recalco.

— Lo disfrutarás.

— Persuasivo.

— Sí que lo soy. — Asiente triunfador.

Niego con un gesto de cabeza y avanzo al siguiente punto, el cuál me sigue afectando y dejando sin palabras. Presiono mis labios con cierta dificultad. Adrián se da cuenta de mi repentina incomodidad. Inteligentemente, y antes de que yo pudiera articular palabra o diferir en las mismas, se adelanta a interrumpirme.

— El próximo punto puedes olvidarlo. — Me dice con la voz un poco más ronca. — Puedes dar por hecho de que eso ya no tiene importancia en cuánto a ti. — Su mirada se profundiza al decirlo.

— Aún no sabes por cuál punto me dirijo.

— Sí que lo sé. No me lleves la contraria. — Inquiere. — No tienes que preocuparte por el tema de la alorgasmia.

— Pero... ¿Cómo no me voy a preocupar? De ninguna manera me voy a someter por voluntad propia y simular que está bien el que yo actúe como otra persona que no soy, y mucho menos sabiendo que pensabas en otra.

— Aly...

— Lo siento. No estoy dispuesta a ceder.

— Alysha, no tienes que...

— Es que no lo haré.

Sonríe irónico y cambia su vista a otra dirección, pensativo. Algo le está causando gracia de ese punto, y está claro que a mí me abruma y me jode.

Qué me acepte tal cuál soy o no podré seguir adelante con todo esto. Puedo ceder en muchas de sus condiciones, pero en definitiva, en éste punto, no será así.

— Si tan sólo me hubieras dejado explicarte desde la primera vez que te dije todo esto, no estarías pensando lo que no es ni entiendes...

— Tengo mis límites... — Lo miro incrédula con los ojos como platos.

— No deberías.

— Sí que debo. — Vuelvo a retarlo.

Ríe en susurros y esquiva mi mirada. Le exasperaba y fastidiaba no poder mantenerme contenida.

— ¿Quieres saber la verdad de esa condición? — Se levanta del asiento y me da la espalda.

— Por supuesto. — Admito, pero dentro de mí la inseguridad quería resaltar.

Se arquea un poco incómodo. Mi estómago quería revolcarse por el disgusto que estaba a punto de recibir por su nueva información.

— Se lo he pedido a las mujeres con quién he estado. A todas y cada una de ellas...

Mi corazón se rompe ante esa confesión.

— ¿Tenías a otra persona en mente mientras... ya sabes?

— Sí.

— ¿Siempre has pensado en esa persona?

— Sí.

— O sea, que... ¿Siempre ha sido así?

— Siempre.

— ¿Todas han aceptado eso?

— Todas.

— ¿Sabían en quién pensabas?

— Sólo dos de ellas... A las demás sólo les decía la verdad, sobre que además de aceptar todo lo que yo les hiciera y quisiera, era pensando en otra persona. Siempre he sido sincero en eso.

— ¿Aceptaban que las llamaras por otro nombre en la intimidad? — La mandíbula casi se me cae sobre su escritorio.

— Sí.

— Si acepto esto... ¿me llamarías por el nombre que has llamado a todas? — Niego en desaprobación, sintiendo arcadas.

— Está claro que sí.

— ¿Y pretendes que así ocurra conmigo? — Bufo un poco inquieta.

— No pretendo eso.

— ¡Ay, por favor! ¡Me acabas de decir que sí pensabas en alguien más! Qué jodida locura...

Sé gira bruscamente y me asesina con la mirada, ahora con un color verde más oscuro. Estaba disgustado.

— ¿Qué? — Lo reto una vez más. — ¿No es verdad? ¿Además de que tú quieres que acepte y lleve todo esto de buena manera, también tengo que simular ser alguien que no soy yo?

Cierra los ojos y los presiona, intentando apacigüar su exasperación.

— Deja de concluir sobre eso al respecto. — Susurra de forma dominante. — No estás dentro de mí para saber qué pienso o siento sobre eso.

— Tienes razón. — Me levanto del asiento un poco molesta. — Y al parecer, es cierto lo que habías dicho antes cuando estuvimos aquí... Es algo muy serio para ti éste punto. — Me cruzo de brazos. — Pero ya que tu intención es que yo acepte todas éstas locuras, incluyendo éste punto, al menos tengo derecho de saber en quién coño tú pretendías que yo simulara ser.

— ¿"Pretendías"? — Enfatiza. — ¿Estás retractándote?

— Éste punto para mí es humillante, Wayne.

— No sabes lo que estás diciendo. De verdad que no.

— Oh, pues... claro que sí sé. Y al menos debes brindarme esa información. Es decir, no sabía que siempre habías tenido en tus pensamientos a otra persona cuando realizabas... bueno, lo que hacías. Aún no entiendo por qué estás tan firme con eso de que siempre has pensado en mí cuando hemos tenido sexo.

— Eso tiene una expli...

— No me vengas con eso ahora, Wayne.

— ¡Maldita sea! — Vocifera desesperado al pisar firme y pasar su mano derecha por su sedoso cabello.

Me quedo helada y callada al ver que estaba muy molesto e impasible. Sinceramente, intento llevar esto de la mejor manera, pero yo también tenía sentimientos importantes por él. Y el hecho de que pensara en otra persona causaba que la sangre me hirviera.

— ¿Terminaste? — Me pregunta en un frío susurro. Me fulmina con la mirada, bastante inquieto y nervioso.

Asiento, pero permanezco en silencio.

— Te he dicho que no tienes que preocuparte por éste punto. Realmente no tienes que preocuparte por ésta parte de mí, y es algo que quería discutir la última vez que estuvimos aquí, porque quién debería estar preocupado sobre éste punto soy yo. — Espeta tajante, aún mostrándose impasible.

— ¿Qué quieres decir? ¿Por qué?

— Porque en quién yo pensaba y pienso... la tengo frente a mis ojos. — Confiesa.

Su actitud cambia a una más discreta y comedida. Me mira sin ningún tipo de expresión desde el otro lado de su escritorio.

Mi corazón martillaba brutalmente y sentí como una ola de impresión me cubría de pies a cabeza. Cada uno de los fuertes latidos de mi corazón reinaban y retumbaban en mi cuerpo. Trago saliva y aún con la lista en mi mano, toco mi frente y siento que si no me repongo de inmediato, me caeré.

— Así es. — Vuelve a afirmar fríamente, fastidiado, y como si ese hecho le molestara.

Niego repetidas veces y paso ambas manos inútilmente por mis flequillos. No encontraba palabras para articular o tan siquiera intentar pronunciar.

— ¿Tu lengua viperina seguirá luciéndose y resaltando ésta noche... o considerarás de una jodida vez que te lo voy a hacer como yo quiera y cuando yo quiera?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top