Capítulo 20 | Parte 1.
Capítulo 20.
—¿Gloria? —la llamo ruborizada—. ¿Qué sucede?
»¿Qué hacen aquí? —esta vez, me dirigí a ambos.
—Estuve llamándote hace un rato y... —detuvo sus palabrerías de sopetón—. Espera... ¿Recibiste mis llamadas?
«Mierda, ella era la que estaba llamando».
Damián me observaba con desesperación.
—Bueno, yo... Acabo de ver las llamadas —mentí—. Estaba en una intervención con el doctor Santiago y luego vine a... —miré a Damián con más curiosidad.
»¿Qué está pasando? ¿Y por qué los dos están aquí?
—Nere, es mi hora de salida. Ya mi turno culminó —me dijo Gloria con mucho énfasis.
Mi expresión continuaba reflejando confusión. Me sentía perdida y despistada.
—¿Creía que me engañaría, novata? Lo siento, pero esta vez yo necesito el favor más que usted —le dijo Damián en un tono lleno de exasperación.
—Pero ¿¡quién diablos se cree que es!? ¡Había quedado con Nere para que me llevara hoy a mi casa! —le recalcó.
«¡Carajo, lo había olvidado!».
—¡Cierto, Glory! Lo siento... —posé una mano en mi cabeza al recordarlo—. Había olvidado por completo que hoy tenía que llevarte a tu casa.
—¡Sí! —Gloria celebró.
—¿¡Qué!? ¡No! —el tono de voz de Damián se prolongó más desesperado—. Nere, necesito el favor mucho más urgente que la novata.
—De ninguna manera se subirá al mismo vehículo que yo, doctor diablo —Gloria se cruzó de brazos.
—¿Qué? Esperen... —me quedé perpleja—. ¿Eso quiere decir que también necesitas que yo te lleve a tu casa? —le pregunté a Damián, quien asintió con una expresión de desconcierto.
Tuve que contener una risa interna para que no se dieran cuenta de que comenzaba a divertirme con la situación de ambos.
—¡Nere, él puede llamar a una de sus acostadas para que le resuelva! ¡Hasta puede tomar un bus público! —Gloria miró su reloj de muñeca.
»De hecho, todavía los bus nocturnos están operando. Vaya...
—No, no. Usted cierre la boca, ¿sí? —Damián le susurró entre dientes.
»Nere, escucha... Mi turno terminó hace una hora y quince minutos. No tendré vehículo probablemente hasta el lunes. Tomaría la opción de ir en un bus nocturno, pero en el exterior hay una mujer que está esperándome en su vehículo.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —le pregunté en un tono jocoso.
Damián se exasperó aún más. Sus rizos marrones se movían con gracia.
—¡Qué es una loca psicópata! ¿¡Comprendes la situación!? ¡Me hostiga! Necesito este favor, Nere...
La verdad era que, de una forma u otra, le echaría una mano a mi compañero. A pesar de que era un gruñón arrogante, lo apreciaba.
—Está bien —les dije.
—¿Qué es lo que está bien? —preguntaron a la par.
—Los llevaré a los dos —sonreí.
—Nere, no me subiré a tu vehículo con este energúmeno.
—Gloria, podrás soportarlo. Yo no podría dejar tirado a uno de los dos. Sé que lo comprenderás, amiga —posé mi mano sobre su hombro con cariño.
Mi teléfono vibró. Cuando observé la pantalla, me di cuenta de que se trataba de mi hermano.
—Hola, Jim.
—¿Dónde estás, hermanita? —preguntó con curiosidad.
—Voy a salir del hospital. ¿Qué necesitas? —suspiré resignada.
—Nere, no siempre el hermano pequeño es el que necesita algo. Escucha, ¿tienes las llaves que te entregué hace unos días?
—Sí, ¿por qué?
Jimmy había conseguido una copia de las llaves de la casa de Jesse y me las entregó hace unos días. Según él, ordenó que hicieran varias copias más.
—Porque ya llegó el momento de ir por esas pruebas —me dijo muy decidido.
—¿¡Qué!? ¡No, Jimmy! ¡Eso es saquear una propiedad!
—¡Nere, no robarás nada! ¡Solo buscarás pruebas! ¿¡No era lo que querías!? ¡Para eso conseguí las malditas llaves!
—¿Cómo sabes que hoy es el momento idóneo, Jimmy?
—Es viernes. Quizá aún no se encuentre en su casa. ¿No te ha llamado?
Me chocaba saber que mi propio hermano podía intuir mejor que yo las situaciones en ese aspecto.
—No está en su casa, Jimmy —le confirmé con decepción.
Gloria me observaba con curiosidad, mientras que Damián daba vueltas en círculos, esperando que terminara mi llamada.
—¿Entonces? ¡Nere, no podemos perder más tiempo! ¡Estoy ayudándote en esto! —Jimmy insistió.
—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Lo haré! Pero debo llevar a unos amigos a sus casas. Tuvieron problemas con...
—¿Qué? ¡No! ¿Y si no hay mejor oportunidad que esta? ¿Estás segura de que podrás llegar a tiempo?
—Eso espero, Jim. Te llamaré. Adiós —colgué la llamada.
🔹
—¡Sube de una vez, Damián! —le grité desde la ventanilla de mi vehículo y puse los ojos en blanco—. ¡No he visto a ninguna mujer espía! ¡Sube al jodido vehículo! ¡Tengo prisa!
Damián miraba hacia todos los lados posibles del exterior desde la puerta principal del hospital. Luego decidió avanzar para subir a mi carro.
—Como invitado consumidor por una necesidad, pensé que al menos iría en el asiento del copiloto —masculló con arrogancia mientras colocó sus cosas en el asiento de atrás para sentarse.
—Nada de eso, doctor diablo. Yo pedí encarecidamente el favor primero que usted —le dijo Gloria desde el asiento del copiloto.
—Sí, sí... Como diga, novata —Damián mostró expresiones llenas de sarcasmo mientras se recostaba sobre el asiento.
Mi cuerpo estaba en el vehículo, pero mi mente divagaba hacia las dudas que quisiera comprobar con mis propios ojos.
«Tenía que hacerlo».
Manejé con precaución, analizando si lo que dijo Jimmy valía la pena. No quería invadir una propiedad que no era mía, pero quería esas pruebas.
Detuve mi carro en un semáforo mientras continué analizando.
«¿Cuánto tiempo habré desperdiciado? ¿Cuánto tiempo me habrá estado engañando? ¿Cuánto tiempo Adrián conocía que me veían la cara de estúpida?».
De tan solo pensar que Adrián lo sabía desde un inicio, hizo que mi disgusto y mi enojo empeoraran. Saber que esos ojos claros que me distraían todo el tiempo habían visto más que yo, me frustraba.
Presioné el volante fuertemente con ambas manos. Al detenerme en otro semáforo, miré a través del retrovisor hacia la parte posterior de mi carro.
Damián se había quedado dormido...
—Glory, ¿de casualidad sabes si el doctor Del Valle trabaja mañana? —le pregunté en un susurro mientras continuaba mirando por el retrovisor.
«Al parecer, Damián es de los que se rinde fácilmente en el sueño. No tendría que darse cuenta», pensé.
—Creo que no. Estuvo fastidiando y quejándose tanto que creo que mencionó algo sobre eso —Gloria se giró para observarlo—. Parece tierno el energúmeno cuando duerme. Pensar que es tan despectivo con esa cara de mimado...
—Parece profundamente dormido. Quizá tengamos tiempo —susurré.
—¿Tiempo para qué? —me preguntó en un tono bajito.
«Tenía que hacerlo. Era la única oportunidad que se me presentaba en el momento».
—Iremos a la casa de Jesse —le confesé mientras conducía con más rapidez.
Gloria se sorprendió por la nueva y rotunda decisión que me traía entre manos.
🔹
Mi carro se encontraba en una calle antes de donde se ubicaba la casa de Jesse. Apagué las luces de este y lo estacioné muy cerca de un arbusto donde no alumbraban las farolas.
—Nere, ¿estás segura de esto? ¿Cómo sabes que no vendrá? —me susurró Gloria.
—No estoy segura de esto, pero prometo que saldré rápido. Además... ¡Carajo, Glory! Se supone que si soy la novia no debería ser una maldita intervención en su casa. Si llega de momento me inventaré cualquier excusa.
—Bueno, está bien, pero no tardes, ¿sí? Recuerda con quien andamos —me avisó entre dientes y volvió a observar a Damián—. Vigilaré desde aquí como pueda.
—Bien... —abrí la puerta sigilosamente.
—Ah, Nere... —mi compañera sujetó mi mano—. Pase lo que pase, estaré para apoyarte. Además de ser compañeras en el internado, eres una gran amiga con la que he podido contar —apretó mi mano con calidez.
—Gracias, Glory —le devolví el gesto de mano y decidí proseguir.
Cuando salí del vehículo terminé de cubrir mi cabeza con un abrigo que Damián traía junto a sus cosas.
Coloqué mis manos en los bolsillos del abrigo que había cerrado hasta mi cuello. Comencé a caminar sigilosamente y con rapidez.
«No podía entrar por la puerta principal como si nada en altas horas de la noche y arriesgarme a que alguien me viera. Maldita sea, Jimmy», pensé nerviosa al presionar los labios.
Me ubiqué cerca de un arbusto, a unos metros de la casa de Jesse. Estaba todo apagado y a oscuras. Rebusqué en los bolsillos del abrigo que me quedaba extremadamente grande. Jimmy me había entregado tres llaves para puertas distintas.
Caminé muy deprisa hacia una puerta en rejas que se ubicaba en la parte posterior de la casa. Comencé a probar la primera llave y efectivamente se abrió.
«Mierda, mierda... ¿De verdad estoy haciendo esto?», comienzo a pensar que me estaba pareciendo a la psicópata que supuestamente hostigaba a Damián.
Cuando me acerqué a la puerta posterior que se dirigía hacia el interior de la casa, volví a probar con las dos llaves restantes.
«La primera no era», supuse que era la llave de la puerta principal.
Al utilizar la que sobró, efectivamente se abrió.
Entré y cerré con suavidad detrás de mí. Me encontré con una inmensa oscuridad. Solo los reflejos de las farolas de la calle alumbraban un poco el interior, haciéndolo un poco visible.
Subí las escaleras hacia la segunda planta y busqué la puerta donde se ubicaba el pequeño despacho de Jesse. Cuando giré la perilla, me di cuenta de que estaba cerrada.
—No, no —mascullé—. ¡Mierda, tiene que abrir!
Me dirigí hacia su habitación al caminar por un largo pasillo. La puerta de esta se encontraba media abierta. Al entrar, comencé a buscar la llave del despacho en algunos de sus cajones.
«¿Dónde podría estar?», pensé de repente.
Cuando abrí el cajón de ropa interior y rebusqué vi una pequeña llave, pero al instante escuché que alguien abrió una puerta.
«¿¡Llegó Jesse!? ¡No puede ser!»
Busqué de inmediato donde podría ocultarme, pero lo primero que se me ocurrió fue esconderme bajo la cama.
Al cabo de unos cuantos minutos, escuché como los pasos se dirigieron hacia el despacho. Instantáneamente, trató de abrir la puerta, pero de igual forma no pudo.
—¿¡Dónde estará!? ¿¡Dónde!? —susurró una voz que pareció jovial.
«¡Mierda, se dirigía hacia acá!», asumí al presionar mis labios bajo la cama.
Cuando observé sus pasos, reconocí el calzado de inmediato.
—¿Dónde carajo está? —volvió a susurrar una voz que ya se me hacía familiar.
—¿¡Jimmy, qué haces aquí!? —le pregunto sorprendida mientras salgo de mi escondite.
—¡Mierda! ¡Carajo! —posó una mano sobre su pecho—. ¡Qué susto me has dado! ¡Pensé que no te atreverías a venir, así que vine a hacerlo por ti!
—¡Tú me has asustado! ¡Pensé que era Jesse!
—Vamos, no podemos perder tiempo —sujetó mi mano—. Esa maldita puerta está cerrada —señaló la puerta del pasillo—. ¿Encontraste algo? ¿Una prueba quizá?
—Sí, encontré la llave del despacho. Está en ese cajón —le señalé donde se encontraba.
Jimmy buscó y tomó la llave.
—Nere, deja todo como estaba.
—No he tocado prácticamente nada, Jim —le dije entre dientes mientras dejé la puerta como estaba.
Cuando mi hermano abrió la puerta del despacho comenzamos a rebuscar en cada rincón.
—No sé si esto esté bien —busqué en los cajones de su escritorio.
—¿¡Y qué importa!? Creo que se merece cualquier cosa peor que buscar pruebas en su casa. Lo que él hizo y hace no está bien —Jimmy también rebuscó junto a mí.
Mientras él continuó con la búsqueda de pruebas, me quedé observando las diminutas fotografías en una pequeña estantería. Había varias de Jesse con sus padres y demás familiares. Incluso, había una de él con su mejor amigo; Adrián.
Podía admirar lo jóvenes que eran en la fotografía. Jesse le daba una calada a su cigarrillo y usaba una camiseta playera, mientras que su mejor amigo estaba recostado y tomando el sol con unos lentes que parecían modernos en aquel entonces. Adrián parecía relajado mientras leía un libro.
Por alguna extraña razón, me quedé más tiempo de lo debido observando al joven Adrián Wayne con fascinación.
—Nere, encontré algo —me avisó Jimmy al sacarme de mi ensoñación.
Se alejó del área donde había estado rebuscando para que yo revisara. Su expresión no reflejaba sorpresa.
Cuando decidí buscar en un pequeño cajón donde había bolígrafos y documentos, encontré la prueba.
—¿Es lo que creo que es? —mi expresión denotó sorpresa, asco y decepción.
—Ya habrá tiempo para discutirlo. Agarra la jodida tanga y vámonos.
—Jim, ¡qué asco! ¿¡Estás loco!? —le dije con exasperación, mientras que él puso los ojos en blanco.
Era estudiante de medicina y estaba lista para trabajar con los casos más asquerosos, pero ver una tanga en el cajón del escritorio de mi imbécil novio me asqueaba y me indignaba.
—Toma... —mi hermano sacó del bolsillo de sus jeans una pequeña bolsa de plástico.
—Mierda, Jimmy. Sí que viniste preparado.
—Te sorprendería saber todo lo que hacía en la escuela, pero tenemos que irnos.
—Pero ¿cómo tú llegaste aquí? —le pregunté.
—Un amigo me trajo en su carro y me dejó en la calle posterior de esta casa. Ya te dije, te sorprenderías de las cosas que he podido hacer. Ven... —sujetó mi mano, listos para salir del despacho—. ¿Dónde dejaste tu carro?
—Justo a una calle de aquí —le informé.
—Bien.
De repente, escuchamos el motor de un vehículo. Mi hermano y yo nos quedamos petrificados de momento, pero este recobró la compostura y se dirigió hacia la pequeña ventana del despacho.
—¡No puede ser! ¡No puede ser! Nere, hay dos vehículos... ¡Tenemos que irnos o hacer algo!
—¿¡Qué!? —chillé en voz baja.
Jimmy observó nuestro alrededor desesperado.
—Ven... —volvió a sujetar mi mano con ímpetu y salimos del despacho.
Jimmy cerró la puerta sigilosamente, pero en el preciso instante escuchamos cómo las llaves hacían su trabajo al abrir la puerta principal de la primera planta.
—Escóndete bajo la cama —susurró Jimmy.
Nuevamente, ambos salimos disparados hacia la habitación de Jesse y nos escondimos bajo la enorme cama. Mi hermano continuaba sujetando la bolsa de plástico que contenía la tanga. Realizó señas para que me mantuviera en silencio.
En el momento que dos personas más accedieron al interior de la casa, se escucharon pasos acompañados de voces masculinas.
—Amigo, sabes que puedes contar conmigo siempre —comentó Jesse a lo lejos—. Ya ves... Dejé aquel importante asuntito para atenderte.
—Lo sé, Jesse. Pero es importante. De hecho, se trata sobre esos asuntos.
—Andy, si querías que te consiguiera un culo nuevo solo tenías que llamarme o dejarme un mensaje. Aunque no sé porque acudes a mí. No necesitaste más de mi ayuda luego de que te convirtieras en médico. ¡Las mujeres te llueven como el dinero!
«¡Mierda, era Adrián! ¡Maldita sea, ni siquiera habían transcurrido más de dos horas desde que nos volvimos a besar! ¿¡Qué hacía aquí tan tarde!?».
Jamás había notado que el comportamiento de Jesse era diferente conmigo, y solo conmigo.
—Respecto a las mujeres... —Adrián se escuchaba dudoso.
—¿Un trago, Andy? —Jesse lo interrumpió.
—¿Quién carajo es Andy? —me preguntó Jimmy en un susurro.
Coloqué mi dedo índice sobre mis labios como señal para que mantuviese la boca cerrada.
—Jesse, sabes que aunque tengas a Alysha, de igual forma, no cambiarás la vida que hemos llevado por una gran temporada —Adrián parecía absorto en el tema.
—Andy, amigo... Las mujeres que se presentan no se comparan con mi chica, ¿entiendes? Solo son para pasar el rato. Nere es mi chica, la verdadera.
—Estás siendo un cabrón egoísta. ¿Qué pasará con...
—Eso no se menciona, Andy —Jesse masculla entre dientes, interrumpiéndolo—. Amigo, carajo... ¿¡Qué sucede últimamente contigo!?
—Nada, pero creo que Alysha no tiene culpa de tus jugadas, Jesse.
—¿Estás enamorado o algo así? ¿Desde cuándo te interesa ese tipo de moralidad?
«No sabías lo que te esperaba, Jesse Montenegro».
No necesitaba escuchar más para saber sobre el tipo de basura con el que desperdicié tiempo de mi vida.
—Nere, ¿¡qué haces!? —me preguntó Jimmy en un susurro lleno de sorpresa por mis nuevas acciones.
—Tienes que salir de aquí, Jimmy. Llévate la prueba y dirígete hacia mi carro. Está ubicado a una calle de aquí, como te había dicho.
—¿Qué? ¿Qué harás? —susurró.
—Inventaré una excusa. Créeme, no querrás verlo —insistí.
Ambos salimos de nuestro escondite.
—Escucha, ellos están en el comedor. La puerta posterior está muy lejos de allí. Tienes una cómoda oportunidad para salir.
—Nere, pero...
De repente, escuchamos pasos y nos percatamos de que alguien subía las escaleras para dirigirse hacia la habitación de Jesse.
—¡Bajo la cama! ¡Bajo la cama, Jimmy! —le susurré nerviosa para que se escondiera nuevamente.
Lo único que se me ocurrió fue quitarme casi toda la ropa y mostrarme en tanga y sujetador, ambas piezas eran de color azul turquesa.
Rápidamente, me recosté sobre la cama. Escuché cómo los pasos se acercaban mucho más.
«Nere, respira... Le dirás a Jesse que lo esperabas en la cama cómo si fuese una sorpresa».
Cuando la puerta se abrió me encontré con el hombre de ojos claros, quien me miró atónito. Sus facciones masculinas y angelicales bien remarcadas parecían un poema mal escrito.
Rápidamente, me cubrí con las manos como pude, pero fue casi imposible. Adrián y yo nos mirábamos con extrema sorpresa.
—¡No le digas que estoy aquí, por favor! —le pedí en un susurro—. ¡Ayúdame, Adrián! Por favor...
Su mirada se tornó furiosa. No parecía querer contenerse. Presionó sus puños y suspiró con dificultad. Sin embargo, fue capaz de cerrar la puerta para dejarme sola.
Y, entonces, lo escuché...
—Jesse, olvida el jodido efectivo. Vámonos de una vez y paga con mi tarjeta —su tono fue cortante y ensordecedor.
—¿Seguro? —le preguntó a lo lejos.
—Sí.
—Está bien, Andy. Además, un par de dólares no te harán menos rico.
—Ya lárgate. Yo cierro y apago todo. Te veré en el «Louren Galed Pub» —le dijo Adrián, mientras escuchaba cómo él se alejaba y apagaba las luces.
—Jimmy, debes salir de aquí lo más pronto posible —le dije mientras llevé mi ropa hasta el armario para que no pudiera verme.
Mi hermano salió disparado hacia la puerta trasera.
«Bien, era hora de vestirse y salir de aquí», pensé al intentar vestirme sin éxito.
La puerta se abrió de forma contundente.
—¿Qué haces aquí? ¿No te habías ido? —pregunté.
—No. ¿Qué haces tú aquí? ¿Por qué estás vestida así? —los ojos claros de Adrián me fulminaron con fastidio.
—Estaba siendo inteligente —lo reté con la mirada—. Si me disculpas, ¿crees que podrías salir de esta habitación? Necesito vestirme.
—No —su tono se tornó firme—. ¿Ser "inteligente" es encontrarte vestida de esta forma en la cama de Jesse?
—Adrián, tengo mis razones. Además, inventaría una excu...
—Cierra la boca, Aly.
—¿Qué? —chillé.
—No escucharé ni una jodida palabra más —se cruzó de brazos—. Ponte la ropa. Ya.
—¿Quién te crees para hablarme así? Vete, quizá con un poco de privacidad puede que me la ponga sin problemas.
—No me iré a ningún lado hasta que te pongas la maldita ropa, Aly. Hablo completamente en serio.
—Eres la persona menos indicada para darme órdenes. ¿No es así, Andy? Cuéntame, ¿qué tal tu maravillosa amistad con Jesse? Debe ser interesante el hecho de que se asistan a la hora de conseguir mujeres.
—Aly.
—Si me disculpas, me largo de aquí —intenté pasar por su lado para abrir la puerta.
Adrián sujetó mi mano y tiró de esta, subiéndome sobre su hombro. Mis nalgas quedaron casi expuestas y mi cabello largo cayó en cascadas por su espalda.
—¿¡Qué carajo crees que haces!? ¡Suéltame! —le dije exasperada, tratando de bajarme de su hombro, mientras que él presionó con su perfecta mano mis muslos y parte de mi culo.
—¿¡Qué crees que haces tú!? —una leve palmada se incrusta en mis nalgas, colocándome con rudeza sobre la cama—. ¿¡Por qué me haces esto!?
Adrián posó sus manos en cada lado de mi rostro, apoyando los codos sobre la cama mientras me miraba con furia.
—¿Qué te he hecho para que me hagas esto? —bajó el tono de su voz, aunque continuaba gruñendo.
«¿Qué? ¿Creía que era para fastidiarlo?».
Ambos nos mirábamos fijamente.
—Te estaba explicando que...
—¿Qué me vas a explicar? ¿Cómo esperabas a Jesse casi desnuda?
—¡No! Además, no tengo que darte explicaciones de nada, Adrián. Aun así, trato de dártelas y estás siendo inconsciente.
—"Inconsciente" es lo que estabas haciendo, sabiendo que estoy loco por ti —sus ojos verdes me retaban sin precedentes—. Tendré que enseñarte exactamente con quien debes ser "inconsciente".
Adrián estampó un beso sobre mis labios que me costó rechazar.
Instantáneamente, le di una bofetada en la mejilla, pero él no se limitó y volvió a besarme con más vehemencia.
Esta vez, le di acceso a mi boca y nuestras lenguas comenzaron a jugar...
Adrián continuó recorriendo su camino lleno de besos hacia mis pechos y mi abdomen. Podía sentir cómo besaba y lamía mi piel, mientras que yo le acariciaba sus mechones.
Me atrajo hacia el borde de la cama sin dejar de besar mi piel. Estaba siendo seducida por el mejor amigo de Jesse en su propia habitación.
—Yo soy la única persona con la que puedes estar inconsciente, bebé —su dulce voz fue un ronco susurro.
Tiró de mis piernas, atrayéndolas hacia sus caderas, lo que causó que gimiera. Cuando estuve lista para recibir más de sus besos, detuvo sus apasionadas acciones y comenzó a vestirme con el uniforme azul.
—¿Qué? —bufé sorprendida.
—Yo lo haré, Aly —me advirtió al ayudarme a colocarme el uniforme—. ¿Creíste que se me iba a olvidar con facilidad?
Me levanté de la cama con exasperación.
—¡Eres un mandón de mierda!
—Vete —me ordenó, sin importarle mi enojo—. Yo arreglo todo en la habitación —me avisó al darme la espalda.
—Es que no me dejas terminar de explicártelo...
—Vete ya, Aly —masculló cortante.
Intenté permanecer un segundo más, pero él no hizo ningún gesto a mi favor.
«Maldita sea, me disgustaba totalmente que pensara mal. Era cierto que no era la mejor manera de encontrarnos luego de los besos que nos dimos hacía algunas horas atrás».
—Adrián...
—Mientras sigas con Jesse para ti soy el doctor Wayne —me interrumpió.
Con rabia, presioné mis puños y salí de la habitación llena de impotencia.
🔹
Jimmy conducía mi carro hacia la casa de Damián. Estaba en el asiento del copiloto, mientras que Damián y Gloria se ubicaban atrás.
—No puedo creer que se aprovecharan de mi sueño para hacer esta emboscada —comentó Damián muy indignado.
—No fue una emboscada —le respondió mi hermano—. Buscábamos pruebas de infidelidad de ese infeliz.
—Al menos no fue en vano —Damián suspiró con sarcasmo—. ¿Y dónde está la prueba entonces?
Como pudo, Jimmy sacó del bolsillo de sus jeans la pequeña bolsa de plástico con la tanga. Automáticamente, me la entregó.
Sin que Damián se lo esperara, las tiré hacia su rostro.
—Pero... ¿¡Qué demonios!? —abrió la boca con suma impresión—. ¡De verdad que ustedes están locos!
—Damián, loco está el imbécil de mi novio para que venga a engañarme de esta manera. Pero más loco es que el doctor Wayne Milán lo haya sabido primero que yo —le comenté indignada.
—¿El "doctor Wayne Milán"? ¿Cómo puede saberlo? —preguntó escéptico.
Gloria parecía molesta al mantenerse observando a través de la ventanilla. Al parecer, había discutido con Damián.
—El imbécil de mi novio y el doctor Wayne Milán son mejores amigos —confesé.
—¿Qué? —su tono de voz se tornó exasperado y sarcástico—. Lo que le faltaba a mi extraordinaria vida...
»Me subo al vehículo de una amiga por un inocente favor, pero termino dormido por unos cuantos minutos y me despierto varado cerca de la casa del parásito novio que te cargas, solo para conseguir una tanga que, probablemente, esté infectada de sífilis, gonorrea, o cualquier otra enfermedad venérea.
»Sin contar que el parásito resulta ser el mejor amigo de nada más y nada menos que del próximo director del departamento de cirugía. Y nosotros somos los involucrados de robar la maldita tanga de la amante del mejor amigo de ese próximo director. Sin olvidar que es el...
—Hijo del director de internos y residentes —Damián, Gloria y yo terminamos la frase juntos.
Mi compañero sacó una pequeña botella de agua entre sus cosas.
—¿Qué más podría faltar en esa enorme y jodida lista? —preguntó con sarcasmo.
—Sin contar que fui besada por un energúmeno... —comentó Gloria.
—¿¡Qué!? —Jimmy y yo nos quedamos perplejos al exclamar a la par.
Damián se ruborizó levemente, alzando la mirada de manera arrogante.
—No cerrabas la boca, novata —le dijo al intentar excusarse—. Me estaba aburriendo al estar varado en una calle desconocida y en un vehículo que no es mío.
«Todos teníamos alguna excusa».
—Wow... Definitivamente, quiero ser médico —comentó Jimmy para sí mismo.
—Al menos no debo sentirme tan mal, ¿verdad? —mi tono de voz fue patético.
Gloria puso los ojos en blanco, mientras que yo continué hablando con los tres.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Damián al tomar un sorbo de su agua.
—Porque el doctor Wayne y yo también nos besamos —le confesé entre dientes.
Damián espurrió el agua fuera de la ventanilla, mientras que Jimmy frenó instantáneamente. Mi hermano se quedó igual de sorprendido que mi compañero, pero Gloria suspiró derrotada por la larga noche.
El carro volvió a su ruta.
—Ser médico debe ser genial —Jimmy sonrió con ironía.
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