Capítulo 14 | Parte 2.
Capítulo 14.
Aunque al principio todo salió mal, ahora no podía evitar sentirme un poco mejor y más aliviada al saber que Adrián y yo pudimos remediar su actitud del principio. No esperaba que fuera extremadamente abierto ni comunicativo conmigo en cuánto a sus crisis emocionales y a su pasado que aún no conocía del todo, pero sí esperaba que fuera condescendiente y comprensivo al tratarse de nosotros dos. Al menos, si él intentaba cuidar lo nuestro, me daría más seguridad en cuánto a él. Podría estar segura de que me quiere de alguna forma, y eso, era lo que me importaba de momento, aunque mis sentimientos sobre el profundo amor que siento por él no sea el mismo hacia mí.
Mis rondas habían transcurrido con normalidad y el residente que se había hecho cargo de nosotros me caía muy bien. Había escuchado que recibía órdenes específicas del director actual de cirugía o de Adrián, si es que éste primero no se encontraba disponible.
"Mierda. Tendría que estar más atenta, ya que, posiblemente, Adrián tenga sumo conocimiento de mis movimientos en éste hospital, y si era en su área, en éste piso, era más posible aún."
Me encontraba en el vestidor del piso de cirugía junto a Gloria. Mientras ella se cambiaba de ropa para volver a su hogar, yo aún me encontraba concentrada en lo que estaba haciendo en ese momento.
— Sí que te gusta la cirugía... — Me dice al quitarse la blusa de su uniforme de interna, para ponerse otra blusa con estampados de animales. — Es decir, lo comprendo. — Mientras ella continuaba hablando, yo sonreía y practicaba suturar con una banana. — Pero, ¿tienes qué practicar justo ahora? ¿Luego de terminar las rondas? Deberías descansar. — Ella sonríe, mientras yo sigo entretenida con la fruta, sentada en una banca al lado de los armarios.
— Sabes que soy exigente para éstas... cosas, para mis prácticas. Quiero hacer esto lo mejor que pueda. Quiero un buen criterio en cirugía.
— Claro. — Termina de ajustar su blusa con estampados de animales y procede a quitarse el pantalón, para ponerse unos jeans. — Ya sé de quién deseas tener un buen criterio. Y créeme, lo entiendo. Dios... Su presencia puede ser un poco intimidante. — Cuando mi compañera dijo ese comentario, no pude evitar achicar los ojos y sonreír muy socarrona. Ella tenía razón y yo sabía perfectamente lo que se siente. En ese preciso instante, Kenneth entra al vestidor. No sabía de dónde había salido, pero siempre era así, inesperado y muy espontáneo.
— ¿¡Y lo dices así!? ¿¡Un "poco intimidante"!? — Kenneth le comentó a Gloria, mientras yo continuaba escuchando. — ¡Casi infarto cuando me di cuenta qué estaba aquí! ¡Por el amor de Dios! ¡Creo qué me escuchó hablar de las nalgotas de mi futura cita, y en su rostro tan apetecible no se le vio ni una pizca de gracia! — Susurró entre dientes y pude ver el rubor en su rostro. — ¡Dios! ¡Creo qué moriré de la vergüenza! — Kenneth abrió una de las puertas del armario y tomó una mochila con sus cosas. Luego, cerró la puerta del armario y se recostó sobre ella con una mano en el pecho. — Hay que admitir que es intimidante, carajo. A cualquiera le palpita cuando ese bombón está cerca, madre de mi vida. — No pude evitar reírme. Los miré con curiosidad al detener la sutura en la banana.
— ¿De qué están hablando? No me digan que lo vieron... — Comenté con sarcasmo.
— No sólo eso, reina mía. — Kenneth se restregaba contra el armario, viviéndose el momento. — Llegó hasta aquí con ese porte tan... jodidamente celestial y con esa seriedad que lo caracteriza, sólo para saber dónde estabas.
— ¿Qué? — Casi se me cae la mandíbula en la banca dónde me encontraba sentada. Ambos asintieron y suspiraron a la vez.
— Te estaba buscando. — Me informó Gloria, ahora poniéndose sus zapatillas. — Parece que pensó que nosotros sabíamos dónde estabas, pero cómo suponíamos que estabas con él, no supimos que decirle. — Mi compañera se encogió de hombros y yo no salía de mi asombro.
"Entonces, sí me fue a buscar y dejó a esa mujer para arreglar las cosas conmigo." Mientras mi subconsciente se alimentaba de nuestro nuevo descubrimiento, no pude evitar morder mi labio inferior con suma felicidad.
— ¿Ves eso, Gloria? — Luego de unos segundos, me di cuenta que Kenneth me señalaba. — La expresión que tiene Nere ahora mismo, es justamente lo jodido de las palpitaciones que gente cómo yo sentimos al verlo.
— ¡Basta! — Solté un par de carcajadas. — Sólo me da un poco de gracia que haya venido hasta el vestidor de los nuevos para... Bueno, ya saben. No importa.
— Y claro que no importa cuando estás suturando la cáscara de esa enorme banana. — Kenneth enarca las cejas de manera natural. — ¿Así quieres qué pensemos sanamente, amiga? Primero, ése monumento viene hasta aquí con esa... — Vuelve a restregarse, pero al darse cuenta, se detiene. Carraspea y se calma. — Uf, déjame calmar los nervios míos que están de puntas. — Suspiró y prosiguió. — Él llegó hasta aquí, preguntó por ti de manera insistente y con curiosidad, para luego largarse. Pienso que fue junto a ti por la sonrisita tan pendeja que tienes. Y para añadir más a ésta conversación, suturas esa fruta muy entregada.
— Por la cáscara. — Me encogí de hombros. — No tienes que pensar mal, porque sabes que está pasando realmente. — Me reí. Ambos abrieron la boca con una expresión disimulada de indignación. — Además, las cáscaras de las bananas funcionan para practicar. Lo saben.
— Eres una maldita. — Me dice Kenneth y vi emoción en sus ojos. — ¿Y me lo restregas así en la cara? Te odio y te amo a la vez, ¿sabes? — Puse los ojos en blanco ante su comentario.
— Cambiando el tema... — Comencé a decir y dejé lo que estaba haciendo. — ¿A qué hora estarán en el Soul Angel?
— Al menos yo, después de las ocho de la noche. — Nos dijo Kenneth, pendiente de lo que pudiéramos decir.
— Yo les avisaré, chicos. Ahora dependo del auto de mi tía. — Gloria volvió a encoger sus hombros.
— ¿Y tu auto? — Pregunté.
— Otra vez está jodido. — Me dijo con lamentación. La entendía, yo también he pasado por eso, y es lo malo de tener cacharros, pero de alguna forma, teníamos que batallar con eso. — Estoy ansiosa de graduarme para poder trabajar a tiempo completo y comprar un auto más... adelantado.
— Creo que ambas estamos así. — La miro con sinceridad. — No importa, si quieres te recojo. No hay ningún problema con eso.
— Aquí el que no quiere problemas para que asistan soy yo, niñas. — Kenneth se contonea dramáticamente. — Yo las recogeré a ambas, para asegurarme de que irán y me acompañarán.
— ¿Estás... seguro? — Pregunté dudosa.
— ¡Claro! Gracias a mi jefa tengo un auto nuevo. Me lo obsequió cuando me aceptaron en medicina. Créanme, no hay ningún problema con eso. — Se estaba divirtiendo con la idea, pero aún no sabía si decirles que probablemente Adrián se presente.
— ¿Tú qué dices, Gloria? — Le pregunté directamente a ella.
— ¿¡Con Kenneth!? ¡Por supuesto!
— Bueno, está bien. Cómo sea, alguien tiene que beber menos y estar al pendiente.
— Ése no seré yo, querida. Espero que eso quede entre Gloria o mi futura cita. — Kenneth sonríe.
— Espera, ¿tienes un "amiguito"? — Pregunté sorprendida. Él asintió un poco reflexivo.
— Sí... Algo así... — Respondió pensativo. — Cómo sea, chicas... Ya está todo listo y planeado. Yo las recogeré, a Gloria primero, porque es la que sabe la dirección de dónde vives y por primera vez aprenderé para hacerte futuras visitas. Luego, nos iremos felices y punto. — Para Kenneth, todo era muy sencillo y vivía al máximo.
"Después se atreve a decir que soy yo la que vive al máximo."
— Está bien. — Sonreí y suspiré.
— Nere, es una actividad de internos y es costumbre con nosotros los nuevos. Además, siempre se aparecen residentes y puedes invitar a quién quieras. Prometo que la pasaremos muy bien. — Aplaude levemente y realiza pequeños saltitos. Aunque le sonreí, no pude evitar pensar en que tendría que intentar convencer a Adrián de que lo mejor sería vernos mañana. Lo cierto es que no estaba segura si él se sentirá cómodo cerca de mis amigos y de mí. No tenía idea de cómo él podía actuar o de lo que sería capaz de hacer cerca de ellos, y aunque mis amigos conozcan que de alguna manera él y yo tenemos algo, no significaba que la discreción la echemos hacia un lado. No por mis amigos, sino por las demás personas a nuestro alrededor. Pero bueno, eso ya era otro problema y ya vería cómo se lo diría.
La noche había caído. Aún terminaba de vestirme y arreglarme. Mi mamá, cómo siempre, arreglaba mi cabello con una tenaza para crearle voluminosas ondas a mi cabello. Yo tenía un vestido sencillo color crema. Era corto, a unos centímetros más arriba de mis rodillas. Decidí vestirme con algo cómodo y que se vea para la ocasión. De todas formas, iría a un bar.
— Aún no me puedo creer que estés teniendo algo con Andy, cariño. — Me dice mi madre con una sonrisa pícara de sus labios. — No, mejor dicho... Aún no puedo creer que él es el Doctor Wayne Milán. ¿Quién diría qué Andy sería mi cirujano? — Suspiré con cierto aire de alivio, ya que, de cierta manera, me sentía cómoda con mi madre. Mis padres sabían lo necesario y esto me resultaba más cómodo que antes, por el hecho de que ahora podía decirle las cosas sin tener que ocultar lo necesario.
— Puedo imaginarlo, mamá. — Acomodo los flequillos de mi frente, mientras ella se encargaba de mis mechones. — Pero si lo estás mencionando porque saldré ésta noche, te aviso que no es él quién me recogerá. Saldré con los chicos del hospital, con mis amigos.
— Entiendo... — Me dijo al bajar la voz con una pizca de decepción. — Pero vendrá alguna vez a visitarnos, ¿verdad? — Ella preguntó más esperanzada. La verdad es que no había pensado en eso, y por ende, me sorprendí un poco.
— No... No lo sé, mamá. — Tartamudeo un poco. — Digo, supongo que para ustedes es muy rápido todo esto. ¿No? — La miré a través del espejo.
— Por favor, cariño. Es Andy. Lo conocemos desde que era un muchachito. Al menos, lo conozco más que tu padre, y te puedo asegurar que sigue siendo el mismo muchacho con un corazón enorme.
— ¿Tú... crees? — Parpadeo varias veces al preguntarle. Sé que mis ojos brillan.
— Eso es lo que me ha demostrado mucho antes de saber lo de ustedes. Atiende a sus pacientes de una manera tan especial, que es difícil no quererle. Además, te mira de esa única forma que dice tantas cosas. — Volvió a sonreír, ésta vez, con dulzura.
"No era la primera persona que me decía lo de su mirada hacia mí."
— Ya veremos, mamá. — Me encogí de hombros. — Nada de eso es sencillo, pero al menos creo que lo intento. — Asentí para mí misma con seriedad. Ella me observaba con detenimiento a través del espejo. Mientras mi madre terminaba de arreglar mi cabello, decidí permanecer en silencio. Pero sin esperarlo, afirmó algo inesperado.
— Lo amas. Yo lo sé. — Me giré y la miré con sorpresa, pero ella presionó levemente mis hombros para volver mi vista hacia el frente.
— Mamá, ¿de dónde sacas eso? ¿Por qué lo dices cómo si fuera así? Yo...
— Porque es así, Aly. ¿Qué creías? Soy tu madre. Aunque ya seas mayorcita y ambas tengamos cierta privacidad en ese aspecto de nuestras vidas, te conozco cómo la palma de mi mano, hija. — Bajé la mirada y suspiré rendida, sin afirmar nada. Evidentemente es imposible que una madre no intuya a la perfección. — Aly, es la primera vez que sales de tu zona de confort y veo que estás arriesgandote un poco más en las situaciones de éste tipo. Quiero decir, ¿por qué te enamorarías de otro hombre aún sin haber terminado con Jesse? ¿Conociéndote yo, cómo eres de juiciosa? — Niega con la cabeza y posa sus manos sobre mis hombros. — Lo amas, cariño. Y espero que en algún momento nos sentemos a charlar, porque de alguna manera, lo aprecio y estoy muy agradecida con él. — Pensé sincerarme y decirle a ella sobre su nulo interés por una relación seria, pero lo dejé pasar. Sonreí y posé mi mano sobre una de sus manos.
— ¡Quiero ver a mi princesa genia! — Mi padre se asoma en el marco de la puerta, mostrando diversión en sus ojos. Yo me levanto de la silla y doy una vuelta, modelándole. — ¡Estás preciosa! ¡Sencilla y natural!
— Gracias, papá. — Le sonrío y voy por uno de mis calzados. Mientras comienzo a ponerme mis converse blancas, mis padres se abrazan y me miran de manera cómplice.
— Casi lo olvido, cariño. — Dice mi madre. — Será mejor que te lleves mi teléfono ésta noche. Ya que el tuyo no funciona, podrías usarlo para algún caso de emergencia. No quiero que andes descomunicada, y mucho menos después de lo que Jesse hizo. Ésta vez, debes ser más precavida.
Sí, le había contado a mis padres lo que sucedió con Jesse, y eso incluía lo de mi marca en el brazo. Esperaba que poco a poco se borrara, porque no quería traerle ningún tipo de disgusto a Adrián. Aunque, debo admitir que mi padre se enfureció y estuvo a punto de ir a darle una visita. Mi madre y yo tuvimos que calmarlo por largos minutos, hasta que logramos convencerlo de que no cometiera ninguna locura. Sé que su instinto de padre lo había llevado a ese estado, pero vamos, Jesse es abogado y sabe jugar sucio en éstas cuestiones.
— Está bien, mamá. — Acepté, para que ambos se quedaran tranquilos. — No sé preocupen. Estaré bien, y en cualquier caso de necesitarlos, los llamaré. — En sus rostros vi el alivio, y era evidente. Apesar de que ya soy mayor de edad, no dejan de preocuparse.
Al pasar los minutos, tocaron la puerta de nuestro hogar. Mis padres fueron a recibir a Gloria, mientras yo terminaba mis últimos toques en cuánto al maquillaje. Me miré en el espejo por última vez al ponerme el bolso que cruzaba desde mi hombro derecho hasta mi cintura. Tenía que admitirlo, me sentía nerviosa. Las probabilidades de ver a Adrián ésta noche eran casi oficiales. De cierta manera, quería sentirme preparada. Ya había aceptado tener un tipo de relación con él que todavía desconocía, pero cómo lo amo, haré esto contar de poder estar a su lado.
— ¡Hija, te están esperando! — Escuché que mi padre gritó desde la entrada de la puerta principal. Cuando me apresuré en salir de mi habitación, veo la habitación de Jimmy iluminada por el hueco de la puerta. Cuando la abro completamente, me doy cuenta que vestía con unos jeans desgastados, calzaba sus clásicas converse, y aun estaba sin camisa.
— ¿También saldrás? — Entré a la habitación para darle un beso en la mejilla.
— Correcto, genia. — Sonríe muy pícaro. — Iré por Leslie. Por fin tendremos una cita verdadera y oficial. Espero que todo salga bien. Me gusta esa enfermera. — Enarca las cejas de manera bromista y yo pongo los ojos en blanco.
— Mucho cuidado, Jim.
— ¿¡Qué!? — Eleva las manos en rendición, con expresión de inocencia. — El cirujano y tú lo hacen, y yo no digo nada. Probablemente, de manera salvaje...
— ¡Jim! — Golpeo su hombro levemente y me sujeta de la cintura para darme un baboso beso en la mejilla. — ¡Detesto qué hagas eso!
— Lo sé. — Ríe despreocupado. — Oye, si Leslie y yo terminamos de cenar y todavía están en el Soul Angel, puede que vaya un rato con ustedes.
— ¿Cómo sabes qué...
— Hermanita, no olvides que ahora hablo con una enfermera del Puerto Rico General. — Se encoge de hombros. — Ahora estoy más al tanto de las interesantes actividades y grupos sociables de ustedes. — Vuelvo a poner los ojos en blanco y niego con la cabeza antes de marcharme.
— Ya tengo que irme. Espero que me cuentes como te fue, Jim.
— Lo haré. Yo espero que a ella y a mi nos dé el tiempo. Quiero ir al Soul Angel, porque no quiero que me lo cuentes. Ésta vez no.
— Cómo quieras... — Le hago señas con la mano y salgo de su habitación para dirigirme a la puerta principal de mi hogar. Gloria hablaba animadamente con mis padres, ya que ellos la conocen desde que entré a la escuela de medicina. Cuando ambas nos despedimos de mis padres y salimos a la calle, me percato que un auto está estacionado con el motor encendido frente a mi hogar, esperando por ambas. En ese momento, escucho que tocan la bocina del auto con mucho entusiasmo y de manera exagerada.
— ¡Chicas, no tengo todo el tiempo del mundo! — Kenneth saca la cabeza por la ventana de la puerta del copiloto. ¡Muevan esos lindos culos, nenas! ¡Ésta noche se bebe! Oh yeah, baby! — Mientras Kenneth continuaba hablando de forma indiscreta, río por sus típicos teatros.
— En estos momentos, le doy gracias al cielo que mis padres son bastante modernos en éste aspecto. — Le dije entre dientes a Gloria, mientras miré de reojo cómo mis padres nos veían marchar y reír de las tonterías de Kenneth.
— ¡Hola, señores Doménech! — Kenneth los saluda desde la distancia, y yo estoy apunto de morirme de la vergüenza. — ¡Los amo desde ya! ¡Gracias por prestarme a su hija! ¡Son los mejores! ¡Muy guapos qué son! — Giré mi cabeza para mirar a mis padres, y aunque vi curiosidad en sus ojos, no pudieron evitar reír por las locuras de Kenneth.
— Y esto sólo está empezando... — Comenta Gloria entre dientes. Una vez que llegamos al auto de nuestro alocado amigo, me doy cuenta que Gloria es la que conducirá. Automáticamente, subo al auto y me ubico en los asientos de atrás. Kenneth inspecciona su rostro en el espejo retrovisor, mientras Gloria se preparaba para conducir.
— ¿Lista, nena? — Kenneth me pregunta al azar una ceja a través del espejo. Le sonrío con diversión.
— Lista. — Afirmé, sabiendo que verdaderamente estaba lista para todo lo que aconteciera ésta noche. Al menos, eso creía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top