Capítulo 13.
Admito que cuando escuché nuevamente su voz, me sobresalté un poco. No quería que él me viera llorar cómo una estúpida por una situación que no fue culpa mía. Respiré hondo una vez que se acercó bastante a mi. Colocó las manos en los bolsillos de su bata blanca al observarme con una extraña mirada que no había visto antes en él. Intenté recomponerme y actuar lo más consistente posible después de ver cómo esa mujer lo consolaba.
— Diga usted, Doctor Wayne. — Le dije en voz baja, aunque fría. Aún los celos me dominaban.
— Aly... — Se acercó lo suficiente, mirándome fijamente. Automáticamente, di varios pasos hacia atrás, alejándome de él. No quería volver a sentirme mal por alguna razón que a él no le guste ni entienda. — No, no me hagas esos gestos. Yo... Hablemos. Discúlpame, Aly.
— Tengo que practicar y trabajar. — Le dije muy resentida. Por más que me moría de ganas porque me tocara o abrazara, no sería yo quién se lo pediría en éste momento. Tenía miedo de volver a estropear las cosas aún más.
— No me hagas eso. — Me susurró con cierto desespero en su voz. Frunció el ceño y suspiró con frustración. — Ha sido error mío el cómo actué contigo. No habías visto en primera persona algún tipo de mis... — Mira levemente a nuestro alrededor. Sé que intentaba ser comedido, pero aún me sentía dolida. Mi pecho ardía y aún las ganas de llorar seguían latentes en mi. — Por favor, hablemos en privado.
—Eso intenté, pero usted...
—Fui un imbécil que se dejó llevar por un padecimiento. No quiero que lo entiendas, pero sí que me disculpes —comenzó a desesperarse al ver que yo no me movía ni transaba—. Ven a mi oficina. Ven conmigo y lo hablaremos con más calma —tragó saliva, aunque intentaba mostrarse seguro ante mí.
— Me sorprende que creas que yo no pueda con todo lo que eres tú. Tenemos cierta diferencia de edad, pero eso no significa que no sea madura para comprender tus crisis emocionales que dependen de tu estado anímico. — Le susurré tranquilamente y con tristeza. — Yo lo entiendo, Wayne. Entiendo que es difícil controlar y superar ciertas... cosas, pero no deberías pillarla conmigo, porque si estoy a tu lado es para apoyarte. — Sus ojos comenzaron a brillar al hablarle pacíficamente. — Y porque... — Aunque pensé decirle que aceptaría su estilo de relación, dudé. No era el momento oportuno, pero el hecho de que no lo haya visto en muchos días me hacía actuar cómo una tonta.
— La escucho, jovencita. — Insistió con seriedad. Estaba dedicándome toda su atención
— Creo que es mejor que hablemos en otro momento. No es el lugar ni el momento.
— Soy médico y tú lo serás. Eso significa que para ambos en éste hospital nunca será el momento, Aly. — Me dice tranquilamente y noté como su estado anímico estaba más controlado. — Te escucho... — Volvió a insistir con seriedad, mientras me fulminaba con sus ojos claros.
"Eras tú el que me dijo que tenías que trabajar y no podías recibirme." Luché mentalmente con mi subconsciente, porque mi corazón quería otra cosa distinta a rechazarlo, aunque él lo haya hecho por ese arranque de crisis emocional.
— Bueno... — Bajé la cabeza al comenzar a sentir rubor. — Yo pensé aceptar lo que me habías propuesto. Reflexioné mucho sobre ello, pero dado a que pude ver que Bárbara Bosch te entiende a la perfección, no creo que...
— Basta. — Interrumpió. — Ni siquiera fui yo quién la llamó. Lo sabes.
— Sí, pero ella puede brindart...
— ¿Por qué crees que estoy aquí, frente a ti? Carajo. — Susurró entre dientes. Sacó una de sus manos de uno de los bolsillos de su bata blanca y paseó los dedos por algunos de sus mechones castaños con cierto desespero.
— Hey... — Lo reñí en voz baja. — Baja las revoluciones, Wayne. Aún me siento mal y si no trabajas en calmar...
— Eso quiero, Alysha Nerea. — Espetó con firmeza. — Quiero calmarme. Por lo tanto, tienes que venir conmigo.
— No soy tu psicólogo o Bárbara.
— Tienes toda la razón. Eres jodidamente mejor que eso. — Me dice sin escrúpulos, sin dejar de mirarme fijamente. — Te juro que si no te tomas estos minutos para volver conmigo a mi oficina, entonces sí que me volveré loco. — Mi corazón latía fuertemente, pero me crucé de brazos, intentando cubrir ese efecto, cómo si pudiera verlo.
— ¿Qué es lo qué quieres ahora? — Pregunté con sinceridad.
— Recuperar mis abrazos. Recuperar mi aroma favorito. Sólo... quiero un poco de paz antes de volver a mis cirugías. — Aunque vi sinceridad en sus ojos, no podía evitar querer volver a su oficina junto a él. Cometió un error, pero estaba segura que posiblemente cometa muchos de ese tipo por sus TOC's. Así que intenté ser más condescendiente. Comencé a caminar y pasé por su lado, sin emitir ninguna palabra más en el momento. Luego, me giré para mirarlo y entendió que acepté. Cuando él me alcanzó, ambos íbamos cohibidos y en un silencio tedioso. Sólo se escuchaban nuestros pasos por el pulcro pasillo y pude percibir un tipo de tensión entre ambos. Una vez que estamos frente a la puerta de su oficina de guardia, él se adelanta para abrir la puerta, dejándome pasar primero. Al volver a entrar a su oficina, vuelvo a cruzarme de brazos, cómo si tuviera frío. Pero la realidad es que volvía a sentirme nerviosa, y aunque mi respiración era más pausada que antes, mi corazón no dejaba de latir fuertemente y mi vientre no dejaba de agitarme con sus extremas cosquillas. Al girarme para mirarlo directamente a los ojos, tragué saliva.
— Bien, ahora sí estamos sólos. — Le digo en voz baja, tímida, y un poco ruborizada.
— Acabo de hablar con Jesse. — Me dice sin más.
— Oh... — Sonreí muy socarrona. — Fantástico. ¿Por eso me buscaste? ¿Tuviste qué hablar con ese imbécil, para qué entendieras qué no estoy interesada en él?
— Aly.
— Has podido escucharlo a él, pero no a mi. Increíble...
— Aly, no es así. Y no fue por eso.
— Es tu amigo y lo entiendo, pero no tienes que gritarme así sólo porque él decidió acercarse para armar un teatro. No te pondré a escoger nunca, pero tienes que creer en mis hechos. — Sus ojos muestran sorpresa.
— ¿De verdad crees qué tú me pondrías a escoger? Crees que me dejarías pensándolo, ¿no es así? — Sonríe vagamente al hablarme con esa suave y dulce voz. Aunque yo sabía que él no me preferiría a mí primero que a su amigo, pero aún así, sentí dolorosas punzadas con sus respuestas que parecen ser sarcásticas.
— Sólo te digo que respeto ese espacio entre ustedes y...
— Eres tan ingenua. — Sonríe y muestra su perfecta dentadura al cruzar sus brazos.
— No, no soy ingenua. Yo puedo entenderte, y aunque él y tú sean mejores amigos, yo... — Achica sus ojos con curiosidad al ver que me detuve.
— Continúa.
— Yo te quiero. — Solté el aire que contenía. — Y cuando digo que te quiero, es porque lo hago con todas esas cosas que cargas. Con tus TOC's y desviaciones. Al parecer, o no lo quieres entender, o simplemente no te das cuenta. Pero tú prefieres echarme de tu lado sólo porque no me escuchas, gracias a esa mentecita tuya tan especial.
— Estaba... enojado. No había sabido de ti y me sentía un poco agobiado. No estoy acostumbrado a eso, a la incertidumbre. Ya lo sabes. Cuando él respondió tu teléfono, me cegué al pensar lo peor. Y lo sé, no está bien. Pero estoy comenzando a aprender de... esto. Volveré a cometer errores, y es lo que temo. No me gusta cometer errores.
"Uf, y ya lo vamos viendo, Wayne. Casi olvido que es maniático para la perfección." Mi subconsciente me recuerda contundentemente que deberíamos hacer una jodida lista personal sobre sus manías para no olvidarlo.
— Yo sé que sí. — Le afirmé, y al parecer, él de repente se sintió mal. — Pero lo único que yo te pido, es que intentes ser abierto conmigo en ese aspecto. No puedes echarme de tu lado cada vez que sufras una crisis emocional de cualquier tipo. — Él me escuchaba atentamente, pero sus ojos se endulzaron cuando se dio cuenta que no renunciaría tan fácil a él. — ¿Cómo quieres que acepte tus peticiones sobre el sexo y el estilo de relación que quieres, sí eres tú mismo el que me rechaza?
— ¿Estás diciendo qué... aceptas? — Sus ojos destellan cierto alivio y felicidad, cómo si fuera un niño. Sé que intenta ignorar el que lo riña.
— Más que eso. — Confesé. — Estoy dispuesta a ser tuya de la manera más íntima que necesites, pero debes lidiar con el hecho de que tendrás que calmar tus temores y ese agobio de que quieres las cosas y punto.
— Me gusta querer y tener las cosas en el momento que más prefiera. — Me dice con suma naturalidad. Sus verdes ojos mostraban que para él, eso, no suponía un problema. — Soy fanático de la perfección si tengo el control. — Encoge los hombros levemente. — Me resulta gratificante si entiendo que con eso puedo darle seguridad a las cosas que realmente me importan. El hecho de que Jesse se te acerque con otros propósitos, me causa... estrés. — Asiente al reflexionarlo para sí mismo. — Sí, eso... Un tipo de estrés.
— Claro... — Enarqué las cejas con cierta expresión de curiosidad. — Entonces... No son celos, ¿verdad? — Insinué con una pizca de esperanza. Sus hermosos ojos me observaban con impresión al morderse el labio inferior. Con cierta firmeza, reajusta su postura. — No sé cómo se siente eso. Así que no. — Intenta mostrar seguridad.
— Bien. — Acepté con asimilación, y ahora más calmada, ya que volvíamos a hablar con más tranquilidad. — Bueno... — Rasqué mi nuca levemente, por la tensión que al menos yo sentía. — Estoy consciente que aceptaré ciertas medidas tuyas, si tú aceptas abrirte conmigo en lo que respecta. Yo te daré ese tipo de confianza tan íntima que deseas, pero sólo si yo obtengo lo mismo de ti. — Asiente lentamente al observar hacia otra dirección, perdido en sus pensamientos. Luego de varios segundos que me parecieron eternos, volvió a asentir.
— Hecho. — Ahora me observa con superioridad. — ¿Lo discutimos ahora? — Su pregunta fue más una aseveración, intentaba convencerme a su modo.
"Éste hombre es demasiado temperamental con sus estados anímicos. Tanta belleza compleja debe ser agotadora para ti, Nere." Estaba mentalizando con lo que tendría que lidiar, pero mi subconsciente está muy curiosa por estudiar su especial mentecita.
— Lo discutiremos en un mejor momento. — Le sonreí con más calma. Me acerqué para darle un leve abrazo y un beso en la mejilla, pero él frunció el ceño muy extrañado.
— ¿Cuando es un mejor momento? — Pregunta con cierto desdén.
— Cuando estés desocupado.
— Hoy lo estaré. — Sus ojos brillan con una pizca de diversión, pero recordé que había quedado con Gloria y Kenneth para ir al bar a celebrar lo que sea que me haya dicho Kenneth. Ni siquiera puedo recordarlo con exactitud al tener la mirada penetrante de Adrián puesta en mi.
— ¿Qué tal mañana? — Pregunté muy curiosa y mordí mi labio inferior con cierto rubor.
— Hoy. — Insiste con superioridad. — Ni siquiera imaginas cómo me fue en los días tan jodidos de ese viaje al saber que estabas lejos de mi.
"Agh, mierda. Nere, éste hombre te está calando hasta la médula."
— Hoy había quedado en asistir al Soul Angel con los chicos. — No tuve más remedio que decirle la razón por la que yo insistía en vernos luego. De repente, el parecía pensativo y rozó sus dedos por su barbilla.
"¡Qué dejé de hacerlo, por favor! ¡Me encanta que haga esa manía!"
— Ya entiendo. — Vuelve a decirme y me mira con curiosidad. — Vas a una de las típicas actividades extra-hospitalarias fuera de aquí. — Sonríe con cierta gracia.
— Eh... Sí. — Afirmé y le bajé la mirada. — Creo que es algo así como una celebración de los internos por... — Dejé de hablar, aún con el corazón acelerado cuando él se acercó un poco más a mi, a centímetros. Posó su dedo pulgar en mi barbilla y elevó mi rostro para que lo mirara fijamente.
— Número uno, cuando me vayas a informar o decir algo que se requiera o yo quiera, lo haces mirándome a los ojos. ¿Estamos? — Me advirtió en un dulce susurro.
— Ujum... — Tragué saliva, mientras miraba con dulzura la profundidad de sus ojos. Él acercó sus labios a los mío, a punto de rozarlos.
— Sabes que tus "Ujum" no me convencen.
— Está bien, Andy. — Cerré los ojos, mientras las jodidas cosquillas no se apiadaban de mi vientre, de mi pecho, y de un lugar mucho más íntimo.
— Eso está mucho mejor. ¿Hay algo más qué me quieras decir respecto a lo qué ya sé de Jesse? — Aunque continuabamos con nuestra extrema e íntima cercanía, él me escrutaba con su mirada. En ese instante, pensé en los acontecimientos que había tenido con Jesse. Pero, ¿qué sucedería si le digo lo de la marca en mi brazo? No quiero empeorar las cosas, pero si íbamos a hacer esto juntos, tenía que empezar bien. Así que intenté comenzar con calma.
— Mi teléfono no funciona. Jesse lo destruyó el día que llamaste. Tuvimos una fuerte discusión y...
— Lo sé. — Frunce sus labios con cierto fastidio, cerca de los míos. — Es un cabrón, pero te juro que te lo compensaré. — Cuando él habló de compensación, no supe a qué se refería específicamente.
— ¿Compensación? — Fruncí el ceño, y juro que si no me besaba, me iba a encarar de su cuello y tomaría la jodida iniciativa. — No necesito compensación de ningún tipo, Andy. De verdad, eso no importa. Lo que a mi verdaderamente me interesa es que mi superior y yo estemos bien. — Le sonreí con dulzura y él me devolvió una leve sonrisa.
— ¿Y eso de estar bien, podríamos sellarlo con ésta boquita que tan desquiciado me tiene? — Su sonrisa se ensancha y nuestras narices se rozan. Cerré los ojos, llena de frustración, ansiosa de un beso. Él, obviamente, se dio cuenta. Sé estaba divirtiendo con nuestra conversación que ya sé convertiría en besos y caricias. — ¿Qué le sucede a mi pequeña? — Sus ojos claros se tornaron inocentes, y entonces, no esperé ni un segundo más. Estampé mis labios junto a los suyos, mientras él me devuelve el beso casi en una sonrisa triunfadora. Apoyo mis manos de su cuello y continúo besando sus deliciosos labios. Su sabor mentolado se envuelve con mis suspiros de desespero.
— Te extrañé, Andy. Te extrañé demasiado. — Le confesaba entre cada leve pausa. — Dios... Te necesito... — Al decirle esas palabras, abrió sus ojos claros y las chispas destellaban en ellos. — Sólo pensaba en estos hermosos ojos, en el sabor de los besos tuyos... — Mis manos fueron hasta sus mejillas. Acaricié su rostro y su pulcra barbilla entre cada beso, pero él me devolvió el mismo desespero que yo sentía por él. Sus labios se presionaron mucho más en los míos, incitándome a abrir la boca para comernos. Nuestras lenguas comenzaron a jugar con desespero y nuestras respiraciones eran nulas. Sin esperarlo, él sujetó mis caderas y me elevó hacia su cuerpo, de manera que me hizo apoyar mis piernas en su cintura, aún sin dejar de comernos a besos. Sentí cuando comenzó a caminar conmigo en brazos hacia el cuarto de descanso.
— Aly... — Le costó despegar su boca para hablarme. — Yo... — Traga saliva, pero me mira fijamente. — Yo... — Sentía que iba a decirme lo que tanto me encantaría escuchar, pero se resistía de cualquier palabra.
— ¿Qué? — Lo miré con insistencia, ansiosa. — ¿Qué, Andy? — Acaricié su rostro dulcemente, temblando por los nervios.
— Te... Te necesito. — Volvió a besarme con más insistencia al gruñir en un bajo y sensual susurro. Él me sentó sobre la camilla que siempre se ubicaba en el mismo lugar, aprisonándome con su cuerpo. — Te quiero. — Me susurró y su boca se dirigió hacia mi cuello, el cuál besaba con dulzura y desesperación. Me apoyé mucho más de su cuello al sentir como sus labios besaban mi piel e inhalaba mi aroma. Sujetó con más firmeza mis piernas, mientras hacía presión con su entrepierna. Su juego de besos continuaba, de un lado a otro, de mi cuello hacia mi mejilla y viceversa. Gimo en un susurro y vuelve a besar mi cuello con fervor, ansioso por esconder sus ojos en él. — Discúlpame, bebé. — Susurró en la piel de mi cuello y acaricié con dulzura los mechones de su cabello. — Discúlpame, por favor. Te necesito. — Su boca se dirigió hacia el lóbulo de mi oreja. — Me tienes jodidamente loco y hechizado. — Besó mi mejilla y me acurrucó mucho más a su cuerpo. Entonces, fue cuando me di cuenta que Bárbara Bosch nos estaba observando desde el marco de la puerta. Su mirada describía el desagrado de la imágen que ella estaba observando. Y aunque sentí un poco de impresión, acurruqué mi barbilla sobre el hombro de Mi Cura Prohibida y la miré fijamente al continuar acariciando su cabello con amor. Él no se daba cuenta, porque estaba muy ocupado embriagandose de mi aroma y de mi piel.
— Yo también te necesito. — Volví a afirmar al subir sólo un poco mi tono de voz, con la intención de que ella lo escuchara. — Soy tuya. — Le dije con dulzura, y sé que apesar de que Bárbara está observando el espectáculo, mis ojos demostraban que estaba extasiada de los besos y caricias de Mi Cura Prohibida.
— Mía. — Sujetó mis mejillas y me hizo mirarlo a sus ojos llenos de deseo. — Dímelo, bebé. Necesito volver a escucharte decirlo. — Mi corazón latía con fuerzas, pero aún así, tuve el valor para mirar de reojo hacia la puerta que se dirigía a la oficina de guardia, pero Bárbara ya no estaba. Todos mis sentidos volvieron a estar en alerta con Adrián.
— Soy tuya, Andy. — Sujeté la tela de su bata blanca en su cuello y volví a acercar su boca a la mía. — Sólo tuya, Doctor Wayne Milán. — Me mordí el labio inferior y en sus ojos vi que eso lo volvió más ansioso, más excitado. Pero entonces, su teléfono comenzó a dar los típicos toques de alarma, avisando que ya se tenía que presentar dónde sea que lo necesitaran. Eso explotó nuestra burbuja imaginaria, en dónde hace unos segundos, sólo estábamos él y yo. Adrián me sonrió y me dio un beso en la frente. Luego, me sujetó la cintura y me volvió a poner en pie, cómo si fuera una niña pequeña. Sus manos se dirigieron a los flequillos de mi frente y comenzó a peinarlos con sus largos dedos. Sé concentró tanto en que mi cabello volviera a la normalidad, y eso me regaló algunos maravillosos segundos, para admirar su bonito perfil y sus ojos que tanto amo. Acomodó ciertos de mis largos y ondulados mechones, colocándolos sobre mis hombros.
— Ya casi, bebé. — Me dice con seriedad y muy concentrado en lo que estaba haciendo.
— ¿Qué haces? — Reí con diversión y curiosidad por su acción.
— Cuidando y arreglando a mi pequeña. ¿Qué con eso? — Me dice tranquilamente.
— Exageras, Andy.
— Siempre soy exagerado. ¿Recuerdas? — Alisa mi arrugado abrigo blanco de ovejitas con cierta pizca de diversión en sus ojos. — Ya me irás entendiendo. — Me da un beso casto y rápido en los labios al mirarme fijamente. — Ya estás perfecta. Debo irme. El Director me procura y no sé las razones. Estoy casi seguro que es para que yo comience con las lecciones de ustedes la próxima semana, pero nunca se sabe. — Me guiña un ojo. — Portate bien en tus rondas y presta atención a tus lecciones. — Me advierte con diversión y yo abro la boca indignada.
— Claro, papi... — Bromeo con sarcasmo. Él sonríe muy pícaro y con un brillo lujurioso en sus ojos.
— Cuidado. — Coloca su dedo índice en mis labios y se muerde el labio inferior levemente antes de continuar. — Me estás provocando, y no precisamente en el tema paternal. Te haría gemir y gritar la palabra "papi," y te juro que jamás olvidarías mi nuevo término y significado sobre esa tonta palabra, pero lamentablemente tendremos que esperar, mi pequeña. — Sonríe con suficiencia y sujeta mi mano para dirigirnos hacia la oficina de guardia. Él plasma un beso sobre mi mano derecha, y luego, es el primero en salir de la oficina con su habitual porte profesional y cómo si nada le hubiera pasado o afectado. No pude evitar recordarle lo que habíamos hablado la última vez por mensajes de texto. Así que salí con cierta prisa, cómo una niña feliz a la cuál le regalan un dulce.
— Oye... — Lo llamé entre dientes y con una sonrisa que no pude disimular. Él sólo se giró y me observó atento. — ¿A qué te referías cuando dijiste "Considero que eres tan mía cómo mis técnicas quirúrgicas"? — Al preguntarle, él no salía de su asombro por mí extrema curiosidad con cada cosa que pudiera provenir de él, pero es que, yo no podía evitarlo. Sin él poder evitarlo ni disimularlo, su sonrisa se ensancha y muestra su perfecta dentadura tan alineada.
— Creo que me divertiré con las preguntas de usted en sus rondas. — Bromea con toda la intención y percibí que sus ojos brillaban con emoción. Yo continué ávida de su pronta respuesta, pero antes, se mordió el labio inferior, intentando controlar la sonrisa que yo le causo. — Te lo diré ésta noche.
— Usted prometió que cuando nos vieramos, me iba a decir. — Enarqué las cejas y sentí mis mejillas calientes.
— Cuánta razón, jovencita. — Su sonrisa continúa, aunque su postura de suficiencia demuestra que ésta seguro de sí mismo. Ha vuelto a recomponer su control. — Soy un hombre de palabra. Por esa razón, la veré ésta noche. — Me guiña un ojo antes de darme la espalda y seguir su camino. Yo achico los ojos al observarlo alejarse y mezclarse entre el personal del hospital. Sabía perfectamente que no aceptaría un "No," y tampoco un "Mañana." Pero en estos momentos, tampoco era ningún problema para mi, puesto que lo único que yo deseaba es estar a su lado.
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