Capítulo 11 | Parte 2.
Capítulo 11.
Aunque no esperaba tensión en su cuerpo al abrazarlo, continué así, sólo por unos segundos. Lo había extrañado con todas mis fuerzas, y si en éste momento sus acciones no fueran extrañas, se hubiera dado cuenta de mi desesperación por un abrazo o un beso por su parte. En cambio, colocó sus manos en las mías que lo encerraban en un abrazo, pero las apartó con tranquilidad y se giró. Sus ojos claros tan llamativos me observan con suma seriedad. Todo él me ponía nerviosa, pero sus ojos eran mi jodida debilidad. Le sonreí con dulzura, pero en ningún momento me devolvió ningún gesto o expresión de agrado por verme. Él no parecía querer crear una conversación conmigo, y algo de esto me comenzó a aturdir.
—Andy, yo... —tragué saliva mientras mi corazón latía con rapidez. Mi vientre se agitó como un furioso mar tropical tormentoso—. Te extrañé, Wayne —lo abracé repentinamente, y aunque no me devolvió el abrazo, tampoco me rechazó.
Posé mi mejilla sobre su pecho al escuchar sus rápidos latidos. Su respiración comenzó a acelerarse, pero sin verlo venir, se apartó de mi lado con cuidado y me dio la espalda al tomar lo que buscaba entre sus cosas médicas.
— Tengo que trabajar. — Fue lo primero que me dijo, después de días sin vernos ni comunicarnos. — Usted debería estar haciendo lo mismo en sus prácticas, o al menos debería estar preparándose en éste momento.
—Espera, ¿qué? —sonreí sin entender su actitud—. No lo entiendo.
— Simple. — Tomó su bata blanca que reposaba sobre el mueble que me traía buenos recuerdos, aún sin girarse. — Yo soy su superior y usted una interna. Debe tener más cuidado en cómo se dirige a mi. Espero que ahora sí lo entienda. — Mi expresión era de incredulidad, pero no pude evitar reírme de forma socarrona por los nervios, y porque de alguna forma, sus palabras me hicieron sentir mal. Me acerqué a él nuevamente, ahora con mucho más cuidado que antes.
— ¿Te sucede algo? — Le pregunté estupefacta. Yo sabía perfectamente que estábamos en el trabajo, y que por el momento, ahora esto tenía que parecer verdaderamente ético, pero él no es así cuando se trata de estos temas en cuánto a nosotros, así que supuse que le sucedía algo más.
—¿Por qué tendría que sucederme algo? —comentó al comenzar a ponerse su bata blanca.
Luego se giró para enfrentarme. Sus ojos verdes me observaron fríamente, como si le diera igual el que yo viniera a saludarlo.
—Bueno, yo... —negué con los ojos como platos. Aún no podía creer la forma en la que se dirigía a mí—. Te eché de menos y pensé que tal vez tú...
— Ah, claro. — Se cruza de brazos. — Pensaste que yo lo haría. Lo entiendo. — Su mirada verde estaba puesta en mis ojos, sin parpadear ni una sola vez. Me estaba quedando sin palabras, y es que, no sabía que demonios decirle en el momento. — No tienes que hacerte la desentendida conmigo, Aly. No tienes que disimular al venir aquí y pretender que verdaderamente te importa el que yo haya venido.
—Andy, ¿de qué coño estás hablando? Claro que me importa que hayas vuelto. Yo... —suspiré un poco desesperada—. ¿Cuándo llegaste?
—¿Desde cuándo te importa? —espetó.
—Me importa, Adrián —subí el tono de voz—. Esperé tu regreso. Esperé el volver a vernos y hasta esperé que me llamaras.
Al escuchar mi última confesión, él rio con sarcasmo y miró hacia otra dirección que no era yo.
— Claro, Aly. Ya comprobé que me esperabas con mucho entusiasmo. — Él comenzó a caminar hacia el marco de la puerta que dividía su oficina de guardia del cuarto de descanso. Estaba realmente furioso, y yo no entendía el porqué.
—Espera, carajo —me interpuse rápidamente y suspiró con extremo fastidio.
Lo encaré tan cerca, que era la primera vez desde que llegó que nos mirábamos fijamente y a pocos centímetros. Me miró desde su altura con cierto desprecio.
—¿Por qué esos ojos me miran así? Conozco cada mirada tuya.
Su mandíbula se tensó, pero él prefirió continuar en silencio.
—¿Qué te hice? ¿Estás enojado conmigo?
Su mirada penetraba la mía sin piedad.
—Habla.
—Me pone furioso que creas que soy un pendejo, Alysha Nerea. Te conté parte de mi vida y te confié lo peor de mi persona, pero aun así continúas prefiriendo a Jesse.
—¿¡Te has vuelto loco!?
—Déjame terminar, jovencita —me regañó de mala gana—. Si lo que quieres es volver con él, dímelo, coño. Pero no intentes verme como un pendejo, porque eso no funcionará —su voz era casi un susurro, pero su molestia era más que evidente.
—¡Espera, espera, espera! —elevé mis manos, cerca de su duro pecho—. ¿¡Es por la llamada!? ¿¡Es por eso!? —casi se me cayó la mandíbula al suelo. Aunque me di cuenta de a qué se estaba refiriendo, no podía creer su actitud—. Déjame explicarte.
—No quiero que me expliques cómo carajo es que Jesse respondió tu teléfono, Aly —cerró los ojos levemente, intentando no perder los estribos.
«Maldita sea, él aún no sabía las razones. El imbécil de Jesse no le había dicho nada, pero al menos se lo diría yo».
—Hay una justa explicación para eso. Lo juro, Andy —lo observé con sinceridad.
— Debo irme. — Intenta esquivarme, pero vuelvo a interponerme. — Alysha, tengo que trabajar. Déjame en paz. — Espetó. — ¿No ves qué estoy jodidamente encabronado?
— ¿Estás... celoso? — Formulé la pregunta de lo que pensé en el momento, por su extraño rechazo y comportamiento.
— Claro que no. — Esquivó mi mirada. — ¿Cómo puedes pensar eso? — Su voz fue cortante. Eso volvió a doler en mi pecho, pero decidí seguir ignorando sus frías actitudes.
— Porque no me estás dejando explicarte. No estás confiando en mi. ¿Sabes? No es justo, porque apesar de todo, estoy confiando en ti.
—Respondió la jodida llamada de tu teléfono. ¿Cómo quieres que me exprese? ¿Con alegría? —mostró firmeza en su postura.
Su mirada mostraba chispas destellantes y eso sólo sucedía cuando se emocionaba o cuando se enojaba. Claramente, estaba más que enojado.
—Estoy encabronado —volvió a repetir.
—Ya lo vamos descubriendo, Wayne —le dije estupefacta—. Al parecer odias que tu ego sea ofendido de cualquier forma, pero juro que no es lo que quiero ni deseo.
— Aly. — Me advirtió de forma cortante. — Te dije que no me gusta que estés cerca de él. No quiero que ponga sus manos en lo que tanto me ha costado tener para mi. Lo que es mío, es porque me lo he ganado con creces.
—Mira, Adrián... —le hablé con más firmeza al ver que él no pensaba ceder—. Entiendo que desde tu punto de vista se haya visto horrible el que él respondiera el teléfono, pero no es ninguna de las opciones que tu mentecita especial está pensando. Calma esa actitud tan mandona y escúchame claramente.
Frunció el ceño con frustración. Definitivamente, su orgullo quería poder más que yo. Iba a continuar hablando, pero me detuve cuando comenzó a vociferar en susurros.
— No debo perder la razón... No debo perder la razón... No debo perder la razón... — Repetía la misma frase al darme la espalda y caminar lejos de mi, ya que yo no lo dejaba pasar. Comencé a sentirme mal al caer en cuenta que él estaba a punto de experimentar uno de sus trastornos. Estuvo así casi un minuto, sin verme a la cara. Bajé la cabeza cuando mi corazón comenzó a martillarme fuertemente el pecho. — Aly... — Me llamó más sereno, luego de unos largos segundos. — Tengo que trabajar y estar concentrado. Esto no me está ayudando y no estás colaborando.
—Pero yo...
—Necesito que te vayas —me dijo entre dientes y fríamente. Luego suspiró con frustración—. No quiero que me veas en este estado, por favor.
Percibí que tragó hondo.
—Vete de una vez.
—Adrián, pero es que no tienes que sufrir de esa manera cuando yo no...
— ¡Qué te vayas, carajo! — Su fuerte petición fue un puñal para mi pecho. Nunca me había hablado tan frío y cortante, y mucho menos me había gritado de esta manera. Mi impresión hizo que los ojos se me comenzaran a llenar de agua. Nada de esto estaba saliendo cómo yo lo esperaba. No obstante, escucho que la puerta de la oficina de guardia se abre y alguien se dirige hacia nuestra dirección.
— Adrián, el director intenta locali... — La enfermera Bosch se detiene con su información al ver que Adrián no estaba bien. Él continuaba vociferando la misma frase una y otra vez con cierto desespero, parecía que estaba a punto de estallar de furia. Con el corazón dolido, doy unos pasos hacia atrás, temblando por los nervios y por el rubor de la culpabilidad que estaba emanando de mi. Bárbara me observa por unos segundos con desprecio, pero luego se dirige hacia él. — Shh... Vamos, Adrián... Relájate. — Ella comienza a acariciar su espalda, cómo si comprendiera su comportamiento más que cualquier otra persona. Mientras ella intenta continuar alentándolo con esas simples caricias en su espalda, me mira con malicia. Entonces, rodea a Adrián y lo abraza delante de mi. Me observa por encima de su hombro, cómo si fuera una triunfadora.
"No lo toques, maldita sea." Mi subconsciente y yo entramos en crisis de celos y frustración. Ambas odiabamos que las manos de Bárbara fueran las que consolaran a Adrián en ese estado.
— Niña... — Bárbara llamó mi atención, simulando una voz pacífica, pero sé que estaba contenta de que esto me estuviera pasando con él. — Vete. Yo me encargo de él. — Aunque insistía, la ignoré por unos segundos, esperaba que Adrián hiciera o dijera lo contrario, pero cómo una estúpida, albergué esperanzas que no surgieron, porque él continuaba intentanto calmarse. — Hablo en serio, niña. Vete. — Y casi sin poder contener ni un segundo más mis lágrimas, salí con prisa de allí. Tenía la respiración jodidamente entrecortada, ahogaba las ganas de llorar hacia la parte más profunda de mi sistema. Me estaba aguantando la frustración de todo esto que no me esperaba, sólo porque tenía rondas en el piso de cirugía. Una vez que estuve en el pasillo que en ese momento se encontraba bastante despejado, aproveché para entrar al primer baño que me encontré en el camino. Y entonces, sin más, solté todo el aire que estuve conteniendo, acompañado de un muy bajo llanto. Me apoyé un poco de uno de los lavabos, mientras observaba en el espejo mis lágrimas bajar. Aunque lloré casi en silencio por la frustración, no podía evitar sentirme estúpida. Me sentía estúpida porque yo no estaba manejando esto cómo era debido, y por estar llorando por algo que no fue culpa mía ni intencional.
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