Capítulo 10 | Parte 2.

Capítulo 10.

No podía negarlo, haber estado acompañada de Kenneth me estaba ayudando con la repentina distancia que tenía con Adrián. Lo gracioso de mi situación con mi escandaloso amigo era que, verdaderamente, me invitó a comer un postre de limón luego de terminar nuestras respectivas rondas. Fuimos a la cafetería y él pidió por ambos un postre de limón con galletas María. La verdad era que estaba delicioso, aunque él lo tomara como un chiste interno para ambos.

—Está riquísimo, en serio —afirmé al asentir con una sonrisa irónica y a la vez de satisfacción.

Estábamos en una mesa que se ubicaba en el centro de la cafetería, y ya que era un poco tarde, el ambiente a nuestro alrededor estaba pacífico.

— No más delicioso que el postre sumamente personal que te estás comiendo. — Enarca las cejas de manera exagerada y se mete la cuchara a la boca con diversión. Bajé un poco la cabeza, ruborizada y sonrojada. — Por Dios, nena... Mírate. — Yo sonrío ante su indiscreción. — Ya puedo ver lo enamorada que estás.

—¿Tanto se nota? —sentía mis mejillas calientes.

Por más que intentaba disimular la patética expresión en mi rostro, no estaba funcionando.

— La verdad es que si no me lo hubieses dicho, seguiría ajeno al tema. — Los ojos de mi compañero se tornan más compasivos. — Me alegra que hayas contado conmigo para confesarlo, reina.

—De todas maneras, no importa —mi voz se fue apagando. Solté la cuchara y coloqué ambas manos sobre la mesa al suspirar con cierta frustración—. Sentí este momento de debilidad y quería decirle a alguien de confianza, porque sino juro que explotaría.

— Mi reina, eso es normal cuando te enamoras. Y más si lo amas. — Colocó una de sus manos sobre las mías, para apacigüar la conversación. — ¿Por qué no se lo dices? — Preguntó con evidente preocupación y curiosidad. — Digo, por cómo te mira, y por lo que hasta el momento mis ojos y oídos biónicos conocen, ése hombre se muere por tus huesos.

— No de esa forma, no en la cuestión sentimental, Kenneth. — Le confesé. — Sé que él me quiere, y que siente un gran cariño por mi. Y estoy suponiendo que eso se debe a que tenemos en común un pasado en la infancia. — Me encogí de hombros. — No la pasó muy bien en aquel entonces, pero yo estuve presente de cierta manera. Siempre hubo ese extraño y complejo cariño entre ambos, aunque ya eso fue otra cosa. — Miré a mi compañero directamente a los ojos ahora que me había sincerado bastante. — La cuestión es que pienso que la razón por la que se lleva muy bien conmigo en el sexo es por eso, porque siente confianza y me conoce desde siempre. — Kenneth me escuchaba atentamente, y sé que lo estaba comprendiendo. — Además, es un hombre bastante complicado. Y cuando digo "complicado," me refiero a que él es la personificación exacta de esa palabra.

— Uf, tanta belleza y sensualidad no podían ser tan perfectas en un sólo hombre. — Asumió, como si fuera la cosa más seria del mundo. En ese instante, Gloria toma asiento junto a nosotros. Parecía disgustada y bastante enojada.

—Glory, ¿qué pasa? —le pregunté.

Kenneth y yo la observamos con atención.

—No me gusta lo que veo. Además, ¿por qué estás salpicada de agua? —comentó Kenneth.

— No es agua, es orina. — Nos informó a ambos. Kenneth detuvo la cuchara, antes de comerse otro trozo de su postre, pero como si fuera lo más normal del mundo, continuó comiéndoselo. La verdad es que ya estábamos tan acostumbrados a cualquier mugre o asqueroso fluido. Negué, sin entender que había sucedido con ella en las rondas que le asignaron.

—Supongo que un sexagenario te orinó, tropezaste con un orinal o se escapó alguien de una habitación con problemas urinarios —mencioné varias situaciones sin ningún tipo de sorpresa—. Ya me pasó una vez, así que no hay de qué avergonzarse —luego era yo la que se llevó un trozo de postre a la boca—. Y lo peor es que en aquel entonces comenzaba el internado. Lo más horrible fue que el doctor Del Valle y yo terminamos orinados.

— ¿Sí? Pues... el pobre al parecer siempre se bañará con orina. — Gloria se recuesta sobre el respaldar de la silla. Su tono era de puro desprecio. Casi me salpico la crema del postre por la risa que su comentario me causa.

—Amiga, ¿por qué dices locuras? —solté unas cuantas carcajadas, ajena al tema.

— Chicos... — Gloria parecía dudosa al hablar. — Tengo que confesar algo, porque ya no lo puedo aguantar más.

— Oh, genial. — Kenneth elevó las manos dramáticamente, como si hiciera reverencias al cielo. — "No se pierdan otro programa de... Kenneth Hall y las vivencias íntimas." — Comenzó a bromear por lo irónico del momento.

—¡Es en serio! —exclamó Gloria.

—Y lo sabemos —remarcó Kenneth—. Es que al parecer tendré que abrir un consultorio psicológico o tal vez comenzar a vender pañuelos Kleenex.

Gloria nos observaba sin entender a qué nos referíamos.

—Está bien, suéltalo ya...

— Estoy enamorada de un imbécil. Me enamoré del energúmeno de Damián. — El trozo de postre que estaba a punto de comer se me cayó en la bandeja, por la situación, mi boca se quedó abierta.

— Ay, Dios... Esto se va ha descontrolar... — Kenneth abrió la boca dramáticamente.

—En serio que esto para mí está siendo una mierda —Gloria volvió a retomar.

—Te comprendo —le dije con ironía al llevarme nuevamente un trozo de postre a la boca.

—No, no lo comprenden —Gloria no estaba entendiendo nuestro sarcasmo—. ¿¡Cómo esto me puede estar pasando!? ¡Intenté evitar cualquier sentimentalismo a toda costa!

— ¿Sabes, amiga? — Sujeté el plato con la mitad de mi postre de limón y se lo pasé a ella. — Por más que intentemos evitar sentir amor por ciertas personas, no significa que funcionará.

—Gracias —Gloria se llevó un trozo de postre a la boca.

Aunque de momento su expresión de frustración me pareció chistosa, continué seria. Estábamos en la misma situación y la entendía perfectamente.

—Oye, ¿me dirás por qué estás salpicada de orina? —apoyé mis codos sobre la mesa.

Kenneth también se veía muy interesado.

— Sí, cuéntanos la nueva anécdota de tus rondas. — Kenneth insistió.

— No fue por mis rondas. — Gloria carraspeó. Su expresión se tornó avergonzada. — Mi dirigente y yo discutíamos como siempre, pero quiso venir a reclamarme el que yo quisiera darle una oportunidad a Omar. Yo sólo intento alejarme en ese aspecto de él, y más ahora que la tal Lily trabaja en este hospital. — De repente, recordé la vez que los vi entrar juntos al ascensor, aunque no los vi muy acaramelados que digamos. Este tema de ambos me resultaba extraño, pero Gloria prosiguió. — Le dije que eso a él no le importaba y que se ocupara de sus asuntos personales. Sé enfureció más aún y dijo que me estaba comportando como una cualquiera. — Kenneth y yo nos cubrimos la boca de manera dramática. — Todavía no tenían que llegar a la parte de sorprenderse, chicos.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó Kenneth al colocar una mano sobre su pecho de forma teatral.

— Bueno... — Sé encogió de hombros con timidez. — Me dio tanta rabia, y como en ese momento tenía en mis manos un urinal... se lo arrojé a la cara.

— ¡Santa madre! — Exclamó Kenneth.

—¡Estás demente, Glory! —cubrí mi rostro y comencé a reírme de tan solo imaginar la cara de Damián al ser empapado con orina.

— No más que tú, Nere. — Actúa una expresión de mujer ofendida. — Yo no me acuesto con mi futuro jefe.

— Cierto. — Le sonreí con extrema confianza. — Solamente te acostaste con el residente de alto rango que te dirige, pero no es nada. — Mi compañera puso los ojos en blanco y suspiró, rindiéndose a nuestro reto de oraciones.

—Creo que esto es casi un empate debido a lo que ambas sienten por ellos —Kenneth se cruzó de brazos, divirtiéndose con la situación.

—"¿Empate?" —Gloria me miró y luego a Kenneth, ajena a lo que hablábamos antes de que viniera hacia nosotros—. ¿De qué estás hablando? ¿Cómo que "empate"?

Kenneth y yo nos quedamos en silencio mientras esperábamos que Gloria cayera en la cuenta y sacara sus propias conclusiones. Fue entonces cuando sus ojos se engrandecieron, comprendiendo todo después de unos largos segundos de silencio.

—Nere... —sus ojos se dirigieron completamente hacia mi dirección. Ella había tomado una bocanada de aire antes de continuar—. No me digas que... —negó con la cabeza, sin poder creer lo que comenzaba a asumir—. ¿Te has enamorado del doctor Wayne Milán? —preguntó con la voz entrecortada.

— Es qué no entiendo cuál es la sorpresa, chicos. — Elevé mis manos, sin comprenderlo. — Pensé qué tenían una idea de lo que estaba ocurriendo entre él y yo. — Me encogí de hombros. — Ya saben... Siempre han conocido que tenemos acercamientos.

—Sabía que tenían sexo y que te gustaba, más no sabía que te habías enamorado de tu futuro jefe —Gloria abrió la boca sorprendida—. ¿Él lo sabe? ¿Sabe que estás enamorada de él? —cuando ella me preguntó aún con los ojos engrandecidos, Kenneth y yo intercambiamos miradas de dudas, pero tenía que decirle.

Confiaba en ella de igual forma.

—Él sabe que me gusta y que estoy enamorada de él, pero no es solo un enamoramiento —al decirle, tragué hondo por el rubor—. Una cosa es que sepa que estoy enamorada y otra muy distinta es que sepa que lo amo profundamente.

— ¡Mierda, amiga! ¿¡Por qué no me lo habías dicho antes!? ¡Al menos te hubiera apoyado con éste sentimiento tan absurdo qué ambas sentimos! — Ella me reclamaba en susurros.

— Y aquí es dónde quedo yo excluido. — Kenneth vociferó dramáticamente al poner los ojos en blanco, suspirando al vivirse el momento.

—Porque hasta hace poco he podido aceptar mis sentimientos. Me ha costado muchísimo.

—Al menos tienes un pasado vinculado con él, Nere. Es más pasable que te hayas enamorado de él y que lo ames después de todo lo que me has contado —mi compañera trató de explicarse—. Quiero decir que... —suspiró pausadamente y prosiguió—: Lo comprendo. Toda esa cuestión de la atracción y de que se conocen desde chicos. Al menos yo lo encuentro comprensible. De algún modo, debes sentirte cómoda con él, porque lo conoces desde siempre, antes de que estuvieran en las posiciones de trabajo donde ahora mismo se encuentran.

«¿Me sentía cómoda por eso? ¡Claro que sí! De no ser por su barrera emocional, me sentiría más cómoda aún».

— Yo entiendo perfectamente que no es mero interés por lo que él es, amiga. — Gloria prosiguió. — Sé que no eres esa clase de persona, y sé que no necesitas estar detrás de su culo para trabajar y tener éxito, como lo has hecho hasta ahora. Sólo que me hubiera gustado que confiaras más en mi, en nosotros. — Miró a Kenneth, antes de volver a dirigirse a mi. — Puedo entender que lo ames, de verdad. Lo que sí quiero que entiendas tú es que será tu jefe. ¿Y en dónde crees? En la carrera que siempre has aspirado, en dónde has puesto tu empeño, desveladas, horas de sueño que cambiaste por horas de estudio. — Kenneth asentía al escuchar a Gloria con la misma atención que yo la escuchaba. — No es para hacer una comparación ni mucho menos, pero en este caso que tienes con el Doctor Wayne Milán es distinto a cuando estabas con el imbécil de Jesse. Piénsalo, en el octavo piso estará tu todo... Tus sueños profesionales y el hombre que amas vinculado a esos sueños. Así que, quiero que seas fuerte y que entiendas que si no eres correspondida a esos sentimientos que crees tú que él no tendrá hacia a ti, al menos demuestres que puedes ser una de las mejores en la residencia cuando te toque trabajar y aprender con él. — Asentí con más ánimos. Después de todo, necesitaba palabras que iluminaran mis pensamientos que, hasta ahora, me tenían bloqueada totalmente. Sin embargo, continué escuchándola con mucho más gusto al sentir que volvía a recobrar seguridad.

—Tienes razón, Glory —suspiré con cierto alivio—. Últimamente, he estado abrumada con ciertas cosas entre él y yo, pero tienes razón. Debo ser fuerte si quiero llevar ambas cosas bien.

Entonces, mentalmente decidí que aceptaría estar con él de la forma que él quería. Yo también estaba dispuesta a demostrarle lo que era capaz de hacer por él, tanto en el ámbito profesional cómo en el personal. Así mismo cómo él me dejó probar lo que era tenerlo, yo también lo dejaría probarme a su manera.

—¿Saben qué? —Kenneth aplaudió discretamente, con emoción—. Esta jodida conversación la debemos seguir con unos tragos. ¿Por qué no vamos el viernes al «Soul Angel»? Me enteré de que muchos internos irán a celebrar la mitad de cursos por las rondas. Ya saben, es cuestión de meses para que muchos de nosotros pasemos al siguiente nivel, que es la residencia. Y como en este hospital muchos se conocen, estoy segurísimo de que la pasaremos bien. ¿Qué dicen?

—¡Yo iré encantada! —espetó Gloria, antes de que yo pudiera articular aunque sea una palabra—. Es decir, ya le había sugerido a Nere para ir por unos tragos y habíamos quedado en que el fin de semana iríamos, pero ya que el viernes será interesante, allí estaremos —abrí la boca, a punto de poner un "pero"—. ¿Verdad, Nere? Me dijiste que sí deberíamos volver —sus ojos eran insistentes y esperanzadores—. Así despejamos la mente del trabajo, de los estudios, de las rondas, del doctor diablo y del doctor Wayne Milán.

—Yo...

—Nada de las perfectas dudas en palabras, mi reina —Kenneth se levantó del asiento al tomar su bandeja—. Ya habías dicho "sí" y yo quiero que vayas —su postura era muy peculiar y a la vez muy de portada de revista—. Las esperaré el viernes —le guiñó el ojo a Gloria y me sonrió para luego retirarse.

—Ni modo... —hice pucheros, aún sin haber dado una respuesta concreta.

No tenía muchas ganas de ir, pero ya que era viernes y tenía la noche libre al igual que los demás internos, debía permitirme la oportunidad de salir.

—Anímate, Nere. Prometo que se nos ocurrirá alguna grandiosa idea para pasarla bien y divertirnos un poco —Gloria se notaba un poco más animada al ver que me estaba dejando llevar por la situación y el momento de desesperación por no saber de Adrián.

—Supongo... —me encogí de hombros y sonreí levemente.

Ella se levantó del asiento y volvió a darse cuenta de que su ropa, literalmente, estaba hecha un asco.

—Te acompaño —me reí cuando yo también me levanté de la silla, ya que ambas habíamos terminado nuestros turnos y no me quedaba más que ir por mis cosas que había dejado en el vestidor de los internos.

Hablamos de temas triviales cuando tomamos el ascensor, pero una vez que este se detuvo en el piso de los internos, nos dirigimos hacia los vestidores. Mientras Gloria fue a cambiarse, tomé mi pequeña mochila y saqué mi teléfono. Sinceramente, había esperado algún tipo de llamada o mensaje por parte de Adrián, pero aún no había señales. Suspiré con cierta frustración y recelo.

— ¿Dónde estarás, Andy? ¿Es qué el hecho de qué estemos lejos te resulta fácil? — Susurré para mí misma al ver nuestra última conversación por mensajes de texto. Mi corazón martillaba con cierta frialdad, recordándome que ésta era mi situación actual en cuánto al amor. Presioné el botón para salir de los mensajes de texto, lista para volver a guardar el teléfono, pero mi corazón se desespera al recordar y fijarme en la pulsera que brillaba en mi muñeca.

🔹

A pesar de extrañar a Adrián, decidí continuar con mantenerme tranquila, aunque en mi interior sintiera preocupación y algo de nostalgia. No era que estaría lejos por siempre, pero si había algo que me preocupaba en lo absoluto, era el hecho de no saber si realmente le importaba o estaba sintiendo nuestra distancia en estos momentos. Probablemente, él ni siquiera sentía ese vacío y la extraña nostalgia que sentía yo.

Suspiré profundamente al apagar el motor de mi vehículo.

«No quería pensar de manera negativa hasta que por lo menos volviéramos a vernos. Quizá me estaba haciendo ideas equivocadas y sí le importaba esto de cierta manera. Además, él me lo había dicho en sus palabras».

Al sujetar mi mochila y salir del auto, me dirijo hacia mi hogar, lista para recuperar horas de sueño. Escucho y percibo que un auto se acerca hacia la dirección que yo me encontraba. Por unos instantes, no le presté atención, puesto que no esperaba ningún tipo de visita. Pero entonces, lo vi. El BMW azul de Jesse se detiene bruscamente, muy cerca de mi y de mi auto. No me dio tiempo de asumir lo que estaba ocurriendo, porque él salió de su auto hecho una furia al tirar fuertemente la puerta del conductor con el motor aún encendido. Se dirige hacia mi, decidido, dispuesto a enfrentarme nuevamente. Tragué hondo al darme cuenta que sus expresiones no parecían conocer el control de la actitud que estaba reflejando.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté antes de que se acercara por completo, reajustando la mochila sobre mi hombro.

—Es obvio, ¿no? —me comentó con mala actitud—. Por si lo habías olvidado, mis padres siguen siendo tus vecinos y también vengo a visitarlos.

—Sabes a qué me refiero. La última vez que hablamos volví a decirte claramente que todo se había acabado entre nosotros.

— Esa es la razón. — Frunce el ceño, furioso. — ¿Crees qué soy un estúpido? Tú no me conoces bien, Nere. — Al decir eso, mi enojo comenzó a surgir, porque recordé las cosas que Adrián me había contado sobre él. — ¿Crees qué las cosas pueden terminar así sin más? ¿Alejándote de mi vida? ¿Usando la excusa de qué te he engañado con otra mujer para entonces tú querer hacer lo qué te de la gana?

— ¿¡Qué!? — Exclamé incrédula, sin poder creer lo que estaba diciendo. Jesse comenzó a pasarse ambas manos por su cabello, desesperado y muy enojado. Parecía estar conteniéndose. — No me vengas a hablar a mi sobre querer hacer lo que me da la gana cuando tú has sido el injusto, Jesse. Es cierto que se me presentaron oportunidades antes de que acabara nuestra supuesta relación que tanto valorabas. — Moví los dedos entre comillas. — Intenté hacer lo correcto, por ti y por mí. Pero aquí el caballero... — Lo señalé como si él fuera una reverencia. — Ya se encontraba haciendo de las suya. ¿Y sabes qué? Te pido que no lo niegues ni una puta vez más, porque tú tampoco me conoces del todo, y cuando te digo que aún existe la prueba, es porque es la maldita verdad. — Solté toda la rabia que seguía aumentando. El no saber de Adrián me ayudó a aumentar el coraje para seguir diciéndole las jodidas verdades, y aunque Jesse parecía sorprendido, continuaba firme con su enojo. — No entiendo cuál es tu maldita actitud de enojo. Fuiste tú el que comenzó a engañarme primero. — Traga hondo y vuelve a fruncir el ceño.

— Entonces, estás aceptando que has conocido a otro tipo, ¿verdad? — Percibí que presionó los puños al hablar entre dientes. — No me digas que la mujer tan digna que querías aparentar hasta el día de la boda, ahora se comporta como una completa descarada. Si es así, déjame decirte que eres una estúpida. — Me acerqué mucho más a él. Sentía la rabia por todos los poros de mi piel.

— Aquí el único estúpido eres tú, Jesse. Fuiste estúpido al no respetar o intentar ser consciente de que al menos había algo entre nosotros, pero decidiste continuar siendo un miserable cómo hombre. ¿Pensaste que podrías engañarme todo el tiempo que tú quisieras? — Lo miré fríamente, sin parpadear ni una sola vez al continuar escupiendo mi defensa en palabras venenosas. — ¿Por qué en vez de hacerme perder el tiempo, no vas en busca de alguna de tus ofrecidas? — Mis palabras comenzaron a desesperarlo de una forma que yo no estaba comprendiendo. — Entiende que desde hace un buen tiempo no hay nada entre nosotros, y mucho menos desde que decidiste engañarme a tu antojo, cuando aún yo me moría por verte. — Me alejé un poco al darle la espalda. — Dejemos esto así. Tampoco he sido la más santa o perfecta en ese aspecto, pero te puedo asegurar que intenté remediarlo, porque pensé que esto valía la pena. Cuando supe de tus jugadas mande todo al carajo. — Comencé a caminar, pero Jesse se interpuso.

— Nere, yo... — Se detuvo al hablar. Intentaba buscar algún remedio para ambos, pero es que ya mi remedio tenía nombre y apellido. — Sí, tienes razón. — Aceptó sin más, y aunque ya lo sabía, no dejaba de sorprenderme la manera en la que intentaba arreglar esta mierda. — Me he acostado con... otras, pero estoy arrepentido. — Sonreí con incredulidad, fríamente, y cómo si el que lo dijera no me sorprendiera para nada. — De verdad que estoy arrepentido, Nere. Yo no esperé que cambiaras tan de repente conmigo, ni siquiera me diste la oportunidad de intentar reparar esto.

—Jesse...

—Lo he hecho mal, muy mal —interrumpió—. No he contado contigo para nada, pero te juro que siempre has sido distinta para mí.

—¿Acostándote con otras?

— Eso no tiene nada que ver. Para mi eres diferente, la única que tiene mi corazón de verdad. — Intentó acercarse mucho más, mientras yo daba varios pasos hacia atrás.

—Es la estupidez más grande que he escuchado. Una persona no puede amar a la otra mientras está consciente de que en secreto o no le está haciendo daño —puse mi mano sobre su hombro y le sonreí con gratitud—. Pero sí que te agradezco el que me hayas hecho toda la porquería que sólo tú sabes, porque eso me ha hecho darme cuenta de que hay muchísimas cosas que sí valen la pena —me giré, dispuesta a irme.

El hecho de que actualmente supiera con más exactitud las porquerías de Jesse, me hacía estar mucho más segura en cuanto a mis decisiones.

"¿Cómo pude ser tan estúpida para preferir a Jesse antes qué a Adrián? ¿Cómo pude ser tan tonta para no escoger desde un principio a Adrián?" Mi subconsciente y yo sabíamos que eso jamás a Adrián se le olvidaría, y a mí me dolerá siempre ese hecho.

Había dejado a Jesse varios metros atrás, pero me olvidé de su existencia cuando escuché que mi teléfono comenzó a sonar. La emoción emanó en mi sistema y lo único que quise fue responder.

Con las manos temblorosas, saqué el artefacto del bolsillo de mi uniforme azul y miré la pantalla. Era un número que no estaba en mi lista de contactos y, aunque no sabía con exactitud quién podría ser, ya me estaba haciendo una idea.

De repente, sentí un fuerte apretón en el brazo. Jesse me había detenido una vez más, pero esta vez mucho más furioso que antes.

— ¡No me des la puta espalda cuando estemos hablando, Nere! — Incrustó sus dedos con mucha más presión en la piel de mi brazo. — ¿¡Es él!? ¿¡Es la persona por la cuál me cambiaste!?

—¡Jesse! ¡Suéltame, coño! —intenté zafarme de su agarre, pero más daño me hacía al presionar su mano mucho más fuerte—. ¡Me estás lastimando! ¡Basta!

— ¡No te soltaré hasta qué me lo digas! — Su voz parecía comedida, pero dura. Mientras mantenía la fuerte presión en mi brazo, el teléfono continuaba sonando en mi otra mano. — ¿¡De verdad estás siendo tan estúpida cómo para acostarte con otra persona que no sea yo!? — Susurró con indignación.

—¡Suéltame! ¡Me estás lastimando! ¡Te estás pasando! —chillé más molesta, desesperada por la fuerte presión que pronto se marcaría en mi piel si no me soltaba de una maldita vez.

— ¡Estás siendo una cualquiera! ¡Ni tú ni nadie me pueden cambiar cómo si yo fuera una cosa cualquiera! — Respiraba con dificultad. — Estás mal, Nere. Conmigo no se juega. — Al amenazarme y mantener la presión en mi brazo, con su mano desocupada me quitó el teléfono.

— Hola. — Respondió de mala gana. — Hola. — Jesse me observaba con detenimiento, pero al parecer, nadie respondía al otro lado del teléfono. Al cabo de pocos segundos, Jesse no tenía respuesta, pero la llamada continuaba en línea. — Sé que me estás escuchando.

—¡Jesse! ¡Basta, carajo! —me liberé de su agarre gracias a que estaba concentrado en la llamada.

Intenté quitarle el teléfono, pero él se alejó un poco de mi alcance.

— Sé que estás ahí. Sea quién sea, responda. — Él perdió completamente los estribos al darse cuenta que no le responderían. Tragué hondo, y sólo pude pensar en Adrián. Me sentía desesperada por saber de él, y Jesse estaba siendo un jodido estorbo que aumentaba mi frustración. Mis ojos comenzaron a llenarse de agua, intentando que me devolviera el teléfono. Pero en vez de eso, lo tiró fuertemente contra el suelo de la calle.

— ¿¡Qué carajo te pasa, Jesse!? ¿¡Te has vuelto loco!? — Su respiración era entrecortada, y aunque su enojo emanaba en él, eso no evitó la sorpresa en sus ojos con su propia y estúpida acción. — ¡Eres un cabrón! ¿¡Como te atreves a destruir mi teléfono!? ¡A excepción de ti, no nada más lo uso para mis fines personales! ¡Maldita sea! — Las lágrimas comenzaron a salir automáticamente. Me dispuse a recoger el teléfono que ahora yacía destruido en el suelo. Recogí los fragmentos rotos, mientras Jesse seguía observando mi tonta desesperación. Sentía que mi corazón se encogía al saber que Adrián intentó comunicarse conmigo y ni siquiera fui capaz de defenderlo en una tonta llamada. Una vez que tenía los pedazos en mis manos, lo miré con furia. Admito que me dieron unas jodidas ganas de lanzarle los fragmentos, pero tenía que intentar repararlo, y mi naturaleza me impedía herir a un ser humano.

— Yo... — Negó con la cabeza, estupefacto. Aún se veía el asombro en su rostro. — Mira a lo que tú me llevas, Nere. No juegues conmigo.

—¡Vete a la mierda de una vez! ¡No quiero verte! ¿¡Lo entiendes!? —presioné mis dientes con rabia—. ¡Aléjate de mí! —le grité con furia y me alejé de él lo más que pude.

Al abrir la puerta de mi hogar con rapidez, entré más que nerviosa. Sentía la sangre hervir por mis venas. La frustración de no haberle podido responder a Adrián me estaba afectando. Aún temblorosa y con el latente dolor en mi brazo, intenté secar mis lágrimas. No quería parecer disgustada, mucho menos quería preocupar a mis padres.

Al parecer ambos estaban en su habitación viendo televisión o sabrá el Altísimo qué otras cosas. Entonces, aproveché el momento para pasar desapercibida. Caminé rápido y sigilosamente hacia mi habitación, y al cerrar la puerta a mis espaldas, me dispuse a intentar reparar el teléfono. Aunque era imposible, mi desesperación me impedía caer en la cuenta de que, verdaderamente, el artefacto estaba jodido. No funcionaría de ninguna forma.

"Perfecto, Nere. Ahora tendrás que esperar para cobrar tu próximo sueldo mensual de la beca para comprarte otro teléfono nuevo." Mientras mi subconsciente intentaba hacerme comprender que no había forma de repararlo, me recosté en la cama.

Comencé a inhalar y exhalar pausadamente para calmarme. Tampoco quería que las mierdas de Jesse me afectarán de esta manera. Maldita sea, no entiendo cómo pudo actuar de esa forma tan violenta. Ahora sí que estaba verdaderamente incomunicada, y no sólo con Adrián, sino con el hospital en general, y con mis seres queridos de necesitarme en algún caso. Tendría que inventar alguna excusa a mis padres sobre mi teléfono, para no preocuparlos. Y para eso, tendría que pedirle a Jimmy su teléfono prestado para comunicarme con el hospital. Ya vería cómo me las arreglaría. Definitivamente, la actitud de Jesse me había dejado los pelos de punta. Todo eso de su "yo maduro" no era más que una apariencia, porque aunque ya era un hombre, continuaba comportándose cómo el chico inmaduro y desconsiderado.

Adrián tuvo razón cuando me dijo una vez que las personas crecían, pero que no siempre maduraban lo suficiente. Y ese era el caso de Jesse.

🔹

Un par de días habían transcurrido y el viernes ya había llegado. Emocionalmente estaba entre una mezcla de angustia y asimilación. Mis ánimos estaban por los suelos, y podría decirse que hasta desganada me sentía. ¿Es qué así son los síntomas del verdadero amor cuando no lo tienes a tu lado? Creo que me estaba resultando más fácil resolver casos clínicos que resolver mis problemas amorosos.

Ya estaba asumiendo que era cierto lo que la gente decía, sobre que la vida de un médico nunca era común. Ya estaba comenzando a vivirlo.

Por suerte, pude crear una excusa fidedigna para mis padres en cuánto a mi teléfono. Les había dicho que entre los casos que había tenido en emergencias, se me había caído fuertemente. No tuve mucho problema con la cuestión de la excusa, pero sí tuve que ocultar la marca que tenía en mi brazo izquierdo. En él se notaba con claridad los dedos que Jesse me había incrustado en la piel. Así que había decidido usar uno de mis tantos abrigos, ésta vez, uno color blanco.

Tomaba el ascensor con mis compañeros; Damián, Gloria y Kenneth, ya que iríamos hacia el piso de cirugía general a cambiarnos y prepararnos para presenciar una cirugía que sería realizada por el director actual del departamento y por uno de sus residentes.

— Nere. — Damián llama mi atención con rotundidad, luego de haberles contado sin mucho detalle el porqué seguía incomunicada. — Ahora mismo, hablando como una persona más y no cómo un médico, yo le hubiera partido la cara. Eso sí que es una falta de respeto en lo absoluto. Si hubiese sucedido delante de mi, créeme, ese parásito ya estuviera en camilla, y yo no sería el médico que lo atendería. — Aunque él parecía disgustado con la situación, sus palabras eran firmes y comedidas.

—Lo sé, pero sólo intento que las cosas no sigan saliéndose de control. Ya suficiente tengo con el hecho de que él y ya tu sabes quien, sean mejores amigos —le dije en voz baja y coloqué una mano sobre su hombro con cariño.

El ascensor abrió sus puertas. Mis compañeros y yo entramos.

— Nere, aunque el Doctor Sexy Jode Hormonas y tú tengan una extraña... manera de llevarse, no creo que a él le guste lo que haya sucedido, y mucho menos cuando vea la marca que traes. — Kenneth se le fue la lengua, pero cuando se dio cuenta de que había hablado más de lo que pensaba, cubrió su boca con impresión e hizo un silencio rotundo. Yo les había dicho a él y a Gloria sobre la marca al contarles lo sucedido.

—Kenneth —aunque Gloria se había mostrado compasiva y en silencio en casi todo el trayecto desde el ascensor hasta el piso de cirugía, no pudo evitar reñir a nuestro compañero con cariño, pero era más que evidente que al doctor Del Valle no se le escapaba nada.

— ¿Qué? ¿Marca? — Me miró con más preocupación de lo normal, parecía indignado. Damián buscaba desesperadamente con sus ojos lo que Kenneth había mencionado, y debo admitir que al igual que Gloria y Kenneth, me sorprendí con su extrema preocupación. Frunció el ceño. — ¿Por eso tienes ese ridículo abrigo blanco de ovejitas? — Todos hicimos silencio.

— Damián, no es nada. Lo que sucedió fue debido a la discusión que tuvimos. Ya sabes... — Me encogí de hombros. Él estaba tan preocupado y lo único que yo quería hacer es restarle importancia para no exceder esto más.

— Dale gracias a Dios que ahora mismo estoy liado, porque si veo la mierda que te hizo, juro que iría a matar a esa sabandija en este momento. — Me abraza con desespero. — No vuelvas a dejar que te ponga ni un asqueroso dedo encima, Nere. — Su voz se va apagando, pero al otro lado veo a mis dos amigos petrificados. Y con ciertas dudas a cómo yo debía reaccionar, le devolví un cariñoso abrazo al palmear con suavidad su espalda. Entonces, el ascensor abrió sus puertas en el piso de los internos, y Damián me soltó con rapidez, sin volver a mirarnos. Cuando el ascensor volvió a cerrar sus puertas para continuar su trayecto hacia el piso de cirugía, continuabamos impresionados con las repentinas acciones de Damián. Achiqué mis ojos a nada en específico y volví a dirigirme a mis amigos.

—¿Ustedes saben qué es lo que le sucede? —pregunté conmocionada.

Kenneth negó con la cabeza, mientras que Gloria sólo bajó la cabeza, pensativa.

—No se preocupen, de verdad que estoy bien. Sé que me quieren al igual que yo a ustedes, pero juro que estoy bien. No entiendo esas caras —sonreí socarrona.

— Amiga... — Gloria rasca levemente su cabello, cómo si algo le inquietara. — No sé que le sucede con exactitud a Damián, pero puedo asegurarte que una de las razones por la cuál se está conteniendo es porque sabe que la tendrás liada con el Doctor Wayne Milán, y él sabe que ya tendrás suficiente con eso. Al menos, eso es lo que pienso. Digo... — Sé encogió de hombros con preocupación. — Por lo que hemos visto y nos has contado, el Doctor Wayne Milán no come cuentos.

—Pues, sí... —achiqué los ojos—. Es cierto, pero no tienen que poner esas caras. Aún no ha vuelto de donde sea que esté.

— Nere, ¿de qué estás hablando? — Preguntó Kenneth con sorpresa. Las puertas del ascensor se abrieron en el piso de cirugía. — Es imposible que no lo sepas. No lo entiendo, reina. — Los tres salimos del ascensor y nos detuvimos. Lo miré con atención. — Él ya está aquí. — Me observaba con dudas. — Gloria, Doctor DD, y yo, lo vimos llegar muy temprano. Parecía molesto y liado. Pensé que lo sabías. Por eso asumimos toda esta conversación con preocupación.

—¿Qué? —mis ojos se engrandecieron—. Yo... No, no lo sabía —les informé sorprendida y confundida—. ¿Están seguros? —mi corazón se aceleró al tragar saliva con disimulo.

—Oye... —Kenneth llamó mi atención con una dramática indignación, colocando su mano sobre su pecho, como si estuviera dolido por mi pregunta—. El hecho de que este hospital y nuestros superiores se queden con nuestros sueños y con nuestras horas de dormir, no significa que esté viendo visiones, mi reina —negó con la cabeza—. ¿Qué zombies parecemos como para que dudes? Estoy segurísimo de que era él —posó una mano sobre mi hombro y luego seguimos caminando—. Tengo que examinar mis ojos —murmuró para sí mismo—. Odiaría con mi vida las bolsas debajo de los ojos —hizo una mueca de disgusto, pero, rápidamente, se puso serio—. Sabes lo que deberías hacer. Si aún no lo has visto, podrías buscar una oportunidad para hablar a solas con él, y de paso, contarme los detalles —casi explotó de la emoción, pero la verdad era que yo tenía dudas.

«Desde que llegué al hospital, en ningún momento se había acercado a mí para hablarme o saludarme. Todo esto me resultaba extraño. Quizá no me extrañaba tanto como hubiera querido y se tomaba esto como si nada. Tendría que averigüarlo, porque no me podía quedar con esta incertidumbre que me carcomía».

Detuve mis pasos, causando que mis dos amigos se detuvieran.

—¿Qué? ¿Qué pasa, Nere? —Gloria preguntó, preocupada por mi nueva expresión de incertidumbre.

— Yo... — Miré la hora en mi reloj y me di cuenta que todavía faltaba un rato para que mis rondas comenzaran. — Los alcanzo en un ratito. Tengo que... — Mi desesperación y el hueco que se me formaba en el fondo de mi corazón, no me permitía emitir más palabras hacia mis amigos. Entonces, sin esperar ni un segundo más, salí disparada hacia la oficina de guardia de Adrián. Mi corazón ya no podía soportar más la distancia de ambos.

Una vez que me asomé frente a la puerta, observé que dentro estaba alumbrado. Ver que ya la luz estaba encendida en su oficina hizo que a mi sistema le diera un vuelco de alegría indescriptible.

Con una sonrisa más que evidente, abrí la puerta. Me asomé a su oficina y escuché una de las típicas canciones clásicas que siempre sonaba de fondo. Era cuando, verdaderamente, supe que él había regresado.

Al no verlo en la zona de la oficina, decidí dirigirme hacia el cuarto de descanso. Entonces, fue cuando lo vi. No tenía que verme en un espejo para saber que, posiblemente, mis ojos estaban brillando de emoción con la vista que tenía de él.

Adrián me daba la espalda, y parecía buscar entre sus cosas médicas. Vestía con uno de sus típicos uniformes negros, de esos que utilizaba cada vez que se iba de rondas. Percibí que él sabía que yo había entrado al cuarto de descanso, porque detuvo sus acciones, pero en ningún momento se molestó en girarse. Sonreí y me mordí el labio inferior con emoción. Quizá esté esperando que lo abrace. Y de repente, eso fue lo que se me ocurrió e hice. Lo abracé por la espalda y cerré mis ojos por unos segundos, disfrutando de su aroma y de su tonificado cuerpo. Sentí que se tensó, y aunque no me apartó, supe que algo en él no andaba bien.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top