14

Marc tenía rotos: un húmero, un cúbito y un radio y el fémur del lado contrario a éstos, y también tenía varias contusiones costales. Su médula espinal estaba bien. En el quirófano, los traumatólogos hicieron lo pertinente para solucionar las fracturas, los cirujanos generales le extrajeron el bazo por el riesgo de ruptura, y después lo enviaron a la UCI.

Efectivamente, no tardaron en llegar ejércitos de periodistas sedientos de información actualizada a los que hubo que apaciguar con mucha mano izquierda.

No tardaron tampoco en llegar sus padres desde Barcelona, su ex mujer y varios amigos y compañeros. Los traumatólogos y los intensivistas hablaron con ellos y los tranquilizaron: Marc ya estaba fuera de peligro pero aún no podían pasar a verlo. Tal vez al día siguiente lo trasladaran ya a la hospitalización normal y sería posible visitarlo.

Irene tuvo que decidir: o se ponía el pijama y su amiga Ana la colaba en la UCI o tendría que entrar a ver a Marc cuando estuviese rodeado por toda su familia.

Eligió colarse en la UCI con el pijama verde. Por suerte, Marc no había necesitado que lo intubaran y lo había visto esa misma mañana charlando con un enfermero.

—Marc... —susurró ella mientras le acariciaba el hombro al mismo tiempo—. Marc... —dijo dulcemente.

Éste entreabrió los ojos y lo primero que pensó fue que estaba muerto. Aunque para estar muerto, le dolía todo y se sentía terriblemente exhausto. Pero esos ojos verdes...

—Marc... —susurraba ella, mirándolo con devoción.

—Doctora... No me llamaste —alcanzó él a decir.

A Irene se le llenaron los ojos de lágrimas y Marc esbozó una sonrisa tenue.

—Si te digo que mi hermana pequeña tiró el móvil al acuario y perdí tu número, ¿me creerás?

—Si me prometes que no voy a volver a perderte, sí, te creeré —respondió él desde la camilla, mirándola hipnotizado, como si estuviese viendo un ángel.

—Quise ir al congreso a buscarte... Pero no me atreví —susurró ella reprimiendo algunas lágrimas que luchaban por abrirse paso hacia sus mejillas.

—Chsss... Tranquila... Supongo que todo lo que descubriste sobre mí te intimidó, ¿verdad?

—Sí, mentiría si no te dijera que me sentí insignificante al lado de todas las cosas importantes que hay en tu vida —dijo Irene, manifestando por primera vez en voz alta aquel sentimiento que se había apoderado de ella en el mismo momento en el que vio a Marc por primera vez en el telediario.

—Pues te equivocas, te he echado mucho de menos... No sabes cuántas veces deseé que alguien tuviese un infarto cerca de mí para que aparecieras tú como aquel día...

Entonces Irene esbozó una sonrisa y dejó escapar una suave carcajada.

—Qué salvaje eres, Marc... —dijo ella en tono cariñoso.

—¿Sabes qué? —preguntó él mirándola con infinita ternura.

—Qué... —respondió Irene.

—Que es muy probable que me enamorase de ti en Tenerife y que todavía no lo haya superado.

—Es probable que yo también —dijo ella.

—Dame un beso —pidió Marc.

Irene enrojeció y miró a ambos lados. Sabía que tras ella estaba el control de enfermería y que como alguien la pillase dándole un beso a un paciente podrían echarle una buena bronca.

—No puedo hacer eso aquí... Me matarían... —susurró Irene en el oído de Marc.

—Entonces te lo daré yo —susurró él.

Estiró el brazo que no tenía ningún hueso roto y atrajo hacia sí la cabecita pelirroja hasta depositar un suave y tierno beso en los labios rosas de Irene.

—¿Quieres salir conmigo? —preguntó él después con una sonrisa pícara.

Ella lo miró a los ojos y a los labios y recordó fugazmente algunos momentos concretos que había vivido con Marc hacía un par de meses. Tuvo clara la respuesta.

—Sí... Claro que quiero... Pero.

—¿Pero?

—Pero como tengas la intención de legalizar en cannabis te juro que no te votaré —advirtió ella fingiendo seriedad lo mejor que pudo.

Marc empezó a reírse.

—No me hagas reír pelirroja, que me duelen las costillas —susurró él.

—Descansa, Marc... Vendré a verte mañana —dijo ella.

—Eh... Irene... —la llamó él antes de que se fuera.

La doctora lo miró, expectante.

—Dime.

—¿Tienes un bolígrafo a mano?

—Sí.

—Pues haz el favor de apuntarme tu número de teléfono en la palma de la mano. 

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