96. Paternidad.
27 de agosto
Narra (TN)
Me desperté con una fuerte contracción que me obligó a llevarme las manos a mi endurecido abdomen. Tomé el reloj de muñeca de Paul de la mesita auxiliar y me levanté para acercarme lentamente a la ventana. Utilizando la débil luz de la luna, leí a la perfección que eran casi las once de la noche. ¿Sería que el bebé iba a nacer en la madrugada?
Miré a Paul, quien dormía apaciblemente en nuestra cama. Ambos nos habíamos quedado dormidos después de una complicada sesión de amor, y, por complicada me refería a mi enorme barriga. Me disponía a regresar a la cama junto a él, pero sentí otra contracción. Volví a mirar el reloj: quince minutos de diferencia.
Pensé en despertar a Paul, pero no quería preocuparlo. Podía estar en trabajo de parto, pero quizá no lo estaba.
Me abroché el reloj en la muñeca, tomé una bata para vestirme y bajé a la cocina a prepararme un té, de esa manera podría calmar el dolor. Poco después, escuché que alguien más bajaba: era Martha. La canina me observó un momento e inmediatamente se acercó a mí, bostezó y miró con atención a mi pancita.
— ¿Ocurre algo?—le pregunté.
Ella soltó un chillido y fruncí el ceño. Me acerqué a la estufa para poner le tetera, la canina junto a mí como de costumbre. Encendí la llama y mimé un poco a Martha, quien se mostraba feliz. Sentí otra contracción, que me hizo soltar un quejido, y la canina me miró con preocupación, antes de ladrar.
— ¡Sh!—le pedí, llevándome un dedo a los labios—. Despertarás a Mary y a Paul, Martha. No quiero preocuparlos.
Miré el reloj sólo para descubrir que habían sido cerca de doce minutos de diferencia con la otra contracción. Intenté ignorarla y me serví mi té, pero doce minutos más tarde tuve otra contracción más intensa. En seguida, tuve la sensación de que un hilito de agua me recorría los muslos. Ya no había dudas: el bebé estaba por nacer. Dejé el té en la mesa y subí a mi habitación. Mi esposo seguía en la misma posición de hacía un rato. Se veía tan sosegado, algo que muy pronto cambiaría. Tomé aire y me armé de valor para subir a la cama junto a él.
—Paulie...cariño...Paul...—lo moví suavemente con mis manos. Martha ladró y mi esposo se exaltó un poco.
— ¿Qué...qué ocurre, linda?—preguntó con voz somnolienta.
—Se rompió la fuente, Paulie.
—Nosotros no tenemos ninguna fuente, cariño—bostezó—. Debiste haberlo soñado. Volvamos a dormir, ¿te parece?
—No es ningún sueño—Martha comenzó a gruñir al ver que Paul no me hacía caso.
— ¿Qué le ocurre a Martha?—preguntó—. Dile que guarde silencio porque pretendo dormir.
— ¡James Paul McCartney, tu hijo está a punto de nacer!
— ¡¿Qué!?—mi esposo se sobresaltó y me miró con los ojos como platos—. ¿Se...se...rompió...la fuente?
Asentí.
— ¡Mierda!
Narra Paul
¡Se había roto la fuente! ¡Se había roto la fuente! ¡Se había roto la fuente! Comencé a temblar, ya venía el bebé. ¡Iba a ser padre! (TN) tuvo una contracción en ese momento y sentí todavía más nervios al verla sufrir. Me levanté deprisa y corrí al teléfono mientras ella se cambiaba. Marqué al hogar de los James.
— ¿Diga?
— ¡Aaron!—prácticamente grité—. ¡Ya viene el bebé! ¡A (TN) se le rompió la fuente! ¡Tiene contracciones!
—Calma, Paul—me pidió—. Todo va a estar bien. ¿Cuál fue la diferencia entre las dos últimas contracciones?
28 de agosto
¡No podía calmarme! Estaba muy nervioso porque mi hijo iba a nacer muy pronto. Corrí a preguntarle a mi esposa y volví al teléfono para contarle que habían sido ocho minutos.
—Tenemos tiempo todavía—dijo—. April y yo saldremos en un momento. Ella llegará a cuidar de Mary y yo los veré en el hospital, ¿de acuerdo?
— ¡Bien!
Colgué y corrí de vuelta a la habitación.
— ¿Lista?—le pregunté.
—Yo sí, pero tú... ¿piensas ir desnudo?
Bajé la viste y me topé con mis expuestas gónadas. Tomé lo primero que pude del armario y me vestí con rapidez. Apenas estuve listo, escuchamos que alguien llamaba a la puerta. Ayudé a mi esposa a bajar las escaleras y tomé la maleta que habíamos preparado para cuando llegara el momento.
(TN) le dio instrucciones a April mientras yo la ayudaba a subir al auto y lo encendía. Su mejor amiga nos deseó que todo marchara bien y emprendimos el trayecto de cinco minutos al Avenue Clinic. Mi esposa sufrió una intensa contracción en el camino, haciéndola gritar del dolor. Yo la ayudaba a realizar la respiración que nos mostraron en el curso, pero en el fondo me sentía culpable del dolor que estaba sintiendo.
—Me alegra que estén aquí—nos recibió Aaron mientras nos dirigíamos a una habitación para que mi esposa se pusiera una bata—. Ya está todo listo para recibir al bebé.
Mi esposa se puso una bata y se recostó en una camilla para que el doctor la revisara.
— ¿Quieres estar presente?—me preguntó Aaron—. Normalmente no se permite porque los padres no suelen estar acostumbrados...
—Quiero estar junto a (TN) en todo momento—el doctor asintió.
—Sólo quiero pedirte una cosa.
—Lo que sea.
—Si ocurren complicaciones y te pido que salgas de la sala, saldrás.
Tragué saliva y asentí. El doctor prosiguió a hacer su trabajo.
—Ocho centímetros de dilatación—James me miró sonriendo—, esto será más rápido de lo que fue con Mary. Tenemos que esperar un poco, pero podemos hacerlo en la sala de parto. Ni siquiera necesitaremos de anestesia.
Aaron me pidió que me pusiera una bata estéril, guantes, un gorro y una mascarilla de tela para cubrirme la nariz y la boca. El doctor se vistió de forma parecida a mí y me dijo que todo estaba listo. Miré al techo y le rogué a mi mamá que ayudara a mi esposa en el parto, no quería que hubiese complicaciones.
Me acerqué a (TN) y la tomé de la mano para darle seguridad mientras nos dirigíamos a la sala de partos. Ella respiraba entrecortadamente y yo me sentía temblar.
— ¡Ya quiero que salga, Paul!—me gritó mi esposa.
—Ya casi, preciosa, muy pronto.
Las contracciones eran cada vez más largas, frecuentes y dolorosas. (TN) se recostó en la camilla para que Aaron volviera a revisarla. Mi esposa me miró a mí y me indicó que me pusiera a su lado y le diera la mano, cosa que hice. Las enfermeras ya se encontraban trabajando en coordinación con Aaron. Pasaron varios minutos más para escuchar al doctor decir las palabras que (TN) tanto esperaba:
—La dilatación es idónea, es hora de pujar, pequeña.
Mi esposa obedeció, apretando muy fuerte mi mano. Mis nudillos comenzaron a tornarse blancos, pero no era importante en ese momento.
—Muy bien, respira un poco y vuelve a hacerlo.
Sin soltar a mi esposa, me acerqué para ver cómo la cabecita de mi bebé se hacía presente en el mismo lugar que yo solía introducir mi pene para hacerle el amor a mi esposa. ¿Cómo rayos (TN) había logrado algo así? Aaron dijo que el bebé estaba coronando. ¡Tenía el cabello oscuro como yo!
—Puja más, mi amor—animé a (TN)—. Nuestro bebé ya está aquí, vamos, tú puedes, preciosa.
Ella me hizo caso, soltando un grito de dolor. Mis nudillos ya estaban totalmente blancos por lo fuerte que me estaba apretando, pero parecía que mis nervios estaban desapareciendo.
—Ya viene, mi amor...
Me pareció muy rápido cómo salió la cabecita de mi bebé y en seguida el cuerpo, junto a mucho líquido ensangrentado. Había sido todo un espectáculo. Miré entre sus piernitas: teníamos otra hermosa princesita.
— ¡Una niña!—exclamó Aaron con alegría, antes de mirarme rápidamente—. ¿Te gustaría cortar el cordón umbilical?
Ni de chiste iba a arriesgarme a hacer algo mal.
—No, hazlo tú—el doctor lo hizo con agilidad y la bebé comenzó a llorar.
Miré a mi esposa, quien se veía fatigada. Traer a un bebé al mundo había sido agotador para ella, pero igual sonreía. Yo sentía que mis ojos estaban llenos de lágrimas, pero no querían salir. Le di un beso a mi esposa en la frente y prometí volver en un momento.
Me solté de su mano y fui hacia donde la enfermera estaba limpiado a mi bebé y haciéndole algunas otras cosas. Era muy pequeñita, no había considerado eso antes... ¿y si la rompía? La enfermera me miró y me ofreció cargarla.
La tomé con muchísimo cuidado y comencé a llorar. Su cabello era idéntico al mío y sus pequeñas cejas también; sus ojitos estaban cerrados. Tres kilos y ochocientos gramos. Era perfecta. La atraje hacia mi pecho y abrió un poco sus ojitos: podría jurar que también eran como los míos.
—Hola, princesita—le dije a mi hija, con la voz entrecortada—. Soy papi. Bienvenida a este mundo.
Me acerqué a mi mujer y coloqué a nuestra pequeña a su lado para que pudiera conocerla. Sonrió ampliamente y me miró a los ojos con dulzura.
— ¡Tenemos otra princesa, linda!
—Se parece a ti, Paulie—su voz era débil, pero alegre—. ¿Estás llorando porque no fue un niño? Sé lo mucho que deseabas un varón. De ser así, perdóname, Paul.
Negué con la cabeza.
—Estoy llorando por la felicidad que me has dado con esta pequeña princesa, mi amor—deposité un beso en los labios de mi esposa—. Mi segunda hija, la primera a la que he visto nacer. Apenas te recuperes, buscaremos el tercer bebé.
—Estás bromeando.
—Quiero todos los hijos posibles contigo.
Alguien aclaró su garganta y me separé de mi mujer para ver al médico con una sonrisa en el rostro.
— ¿Cuál va a ser el nombre de la pequeñita?—preguntó Aaron.
—Pauline—dijo mi esposa—. Como su papá.
—A mí me gustaba (TN), como su mamá—dije.
— ¿(TN) Pauline?—preguntó la enfermera.
— ¡Es perfecto!—exclamamos mi esposa y yo al unísono.
¡Ya nació! Sé que muchas querían niño, pero yo quería niña (y como es mi historia...de acuerdo, no).
Hoy aprendí cómo decir feliz cumpleaños en húngaro y estoy orgullosa de mí (a nadie le interesa :'v)
Boldog születésnapot!
A. McCartney
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top