91. John+Yoko.
25 de marzo
Narra Paul
Llevábamos casi una semana en Estados Unidos, específicamente en Nueva York. Decidimos pasar nuestra luna de miel acá porque (TN) quería estar cerca de sus padres, y porque Mary quería ver a sus abuelos. En el fondo, yo quería ir a París, por el romanticismo que involucraba esa ciudad, pero deseaba complacer a mi esposa en todo.
Acariciaba la pequeña barriga de mi amada mientras le daba el primer beso del día. No sé qué me pasaba, pero desde que supe que mi esposa llevaba un bebé mío en su vientre, sentía una necesidad mayor de demostrarle cariño y protegerla; y al bebé también, por supuesto. Quizá era mi instinto paternal.
— ¿Qué tal durmió la mujer más hermosa de este universo?—le pregunté.
—Excelente, al lado del hombre más maravilloso de todos—contestó y sonreí—. ¿Crees que Mary ya haya despertado?
—No lo creo, sabes que nuestra princesa viene corriendo a nuestra recámara en cuanto se despierta. Espero que haya dormido bien en la cama, insistió mucho para que no le trajera una cuna.
—Verás que sí, nuestra nena está creciendo—me dijo mi esposa—. ¿Qué te parece si desayunamos algo?
—Suena maravilloso.
(TN) y yo nos levantamos para dirigirnos a la cocina. Desde hacía un par de semanas las náuseas de mi mujer habían desaparecido, y estábamos muy contentos por eso. (TN) se dedicó a sacar los ingredientes para preparar el desayuno mientras yo me dirigía a la sala de la suite, parecía que la televisión estaba encendida. Me llevé una gran sorpresa al encontrar a mi pequeña frente a la pantalla.
—Buenos días, princesa—la saludé con una sonrisa.
—Hola, papi—contestó ella—. Tío John está en la tele.
Fruncí el ceño y la tomé en mis brazos para sentarla en mi regazo, después de sentarme en el cómodo sofá. Presté atención al televisor. Era verdad. John y Yoko estaban recostados en una cama mientras los reporteros les hacían preguntas.
— ¡Amor!—llamé a mi esposa—. ¡John y Yoko están en la televisión!
— ¿Y qué están haciendo?—me preguntó.
—Parece que están en la cama—contesté riendo—, promoviendo la paz.
Narra John
Lo habíamos logrado en Gibraltar el 20 de marzo, tal y como Peter Brown nos había aconsejado. Yoko y yo por fin éramos marido y mujer. Elegimos Gibraltar porque era tranquilo, británico y agradable. Aunque habíamos intentado hacerlo en otros lugares antes. Me dispuse a casarme en el tren, así hubiéramos llegado a Francia casados, pero no quisieron. Tampoco tuvimos éxito en los cruceros. Intentamos en las embajadas, pero nos pedían tres semanas de residencia en Alemania o dos semanas en Francia.
Habíamos ido directamente a la oficina del consulado británico, donde nos casaron en una ceremonia de diez minutos. No hubo ningún problema porque Gibraltar era una colonia británica, y yo un ciudadano británico.
Ahora, Yoko y yo habíamos llegado a la suite presidencial del Hotel Hilton en Ámsterdam para pasar nuestra luna de miel. Nos recostamos en la cama de nuestra habitación y descubrimos que era muy cómoda, justo lo que necesitábamos para pasar una semana entera ahí. Habíamos decidido utilizar la publicidad de nuestro reciente matrimonio para promover la paz mundial.
—Afortunadamente los dos estamos de acuerdo—dijo mi esposa.
—Desafortunadamente, no siempre—Yoko rió y yo sonreí con felicidad.
—Pero finalmente...nos absorbe algo y nos olvidamos de nuestros desacuerdos. Afortunadamente, te conocí en el momento exacto.
—Desafortunadamente, es verdad—asentí, mirando al techo.
—Pero, al final, me pregunto qué sucederá.
—Afortunadamente, no lo sabemos.
—Afortunadamente, estoy enamorada de ti—sonreí todavía más al escuchar esas hermosas palabras salir de los labios de mi mujer.
—Desafortunadamente, yo también estoy enamorado de ti.
Los reporteros entraron a nuestra habitación corriendo, quizá creyendo que se trataba de algo erótico y que Yoko y yo íbamos a tener relaciones sexuales delante de ellos; pero sólo éramos dos personas hablando de paz.
—Aunque le ganes a la clase gobernante usando su propio juego, yo no creo en el juego. La manera de Gandhi es la única. Es pacífica, pasiva y positiva o como sea que la llamen ahora.
— ¿No hay una manera mejor de pregonar la paz que estar en la cama y comer tres comidas?—preguntó un reportero.
—Es una época diferente—me apresuré a contestar—. Se trata de artimañas y arte de vender. Si eso lo logra, entonces lo haces. Ya sea que protestes por las condiciones de vida, las condiciones laborales o las condiciones del mundo.
Habíamos colocado por toda la habitación carteles donde invitábamos a la gente a dejar crecer su cabello y a unirse al Bagism; además de mis geniales dibujos de Yoko y yo.
El teléfono de la suite comenzó a sonar y fui a contestar. Era la recepcionista, diciendo que tenía una llamada urgente desde Estados Unidos, pero no me quiso decir de quién se trataba. Decidí contestarla, de cualquier manera.
— ¿Diga?
—Felicitaciones por tu boda, Johnny—era hermanita—. Sé que esto era lo que más deseabas, y estoy feliz porque lo has conseguido. Su encamada está en todos los noticieros.
—Gracias.
—Paul y yo también estamos muy entusiasmados con nuestra luna de miel, incluso Mary está disfrutando de la estancia con sus abuelos...
—Tengo que irme.
—Espera, Paul quiere hablar contigo.
—Ojalá yo quisiera lo mismo—colgué.
Sentía un nudo en la garganta al haberla tratado así, me sentía como un imbécil, un cobarde, pero ya había tomado una decisión. Yoko era mi vida ahora, y no haría que hermanita tuviera que escoger entre Paul y yo. Ella amaba a McCartney casi tanto como yo amo a Yoko, y eso era lo más importante.
Al lado de Yoko, hacer cualquier cosa valía la pena, incluso meternos en una bolsa. La gente no nos comprendía, pero eso pasaba porque no estaban a nuestro nivel de inteligencia.
— ¿Por qué la bolsa?—preguntó un reportero.
—Creemos que representa la comunicación total—respondí—. Significa que nosotros o cualquiera puede comunicarse sin que uno se confunda por el color de la piel o el largo del cabello o...
— ¿Qué tan largo es el tuyo?—preguntó otra voz.
— ¡Tienes que adivinar!—mi mujer y yo sonreímos—. No es importante. Lo que digo es por qué estamos aquí. Sólo decimos que le den una oportunidad a la paz. Si sólo logramos que alguien se ría, seremos los payasos del mundo porque creemos que las cosas están un poco serias ahora.
Narra (TN)
—Yo también quiero hablarle a tío John, mami—me pidió Mary—. ¿Sí?
Paul la tomó en sus brazos y le hizo cosquillas mientras yo colocaba de nuevo el teléfono en su lugar. Me quedé pasmada. John jamás había sido tan cortante conmigo por teléfono. Creí que después de nuestra gran conversación del otro día, las cosas iban a cambiar, pero me equivoqué.
—Calma, preciosa—me susurró Paul, sabiendo lo que había pasado—. No te pongas triste, podría hacerle mal al bebé. ¿Qué opinas de dar un paseo para despejarnos un poco? A Mary le va a encantar.
— ¡Sí! ¡Cental Pak!
—Nuestra princesa ya decidió—mi esposo sonrió—. ¡Vamos, linda!
Sonreí.
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