84. Noticias navideñas.
25 de diciembre
Narra Paul
(TN) seguía dormida, así que aproveché para levantar su camisón y ver su abdomen. Se veía igual que siempre, pero confiaba en que algo hubiese cambiado. ¿Será que por fin logré poner un bebé dentro? Puse mi mano encima y comencé a acariciar, quería transmitirle mi afecto al posible bebé que había dentro.
—Buenos días, mi amor.
—Feliz Navidad, preciosa—le dije—. ¿No te molesta que te acaricie el vientre?
— ¿Por qué me molestaría?
—No lo sé, a algunas mujeres no les gusta—musité—. Jane no quiso que la tocara ni una sola vez cuando estuvo embarazada, ni siquiera porque el bebé era tan mío como suyo. —Hice una pausa—. Aunque, claro, tú no eres como esa zanahoria diabólica.
Ella se acercó a mis labios y depositó un dulce beso.
— ¿Qué opina de una sesión navideña de amor, futura esposa mía?
—Creo que...
Escuchamos unos pasitos y Mary subió a nuestra cama de un brinco, me quitó las cobijas y me obligó a levantarme para ir abajo, (TN) también quiso acompañarnos. Mis planes de hacerle el amor a mi prometida se esfumaron.
— ¡Santa vino!—exclamó con emoción al ver los regalos bajo el árbol, después corrió a donde había puesto un plato con un pedazo de pie y un vaso con leche—. ¡Se lo comió todo, mami!
—Abre tus regalos, princesa—la animó (TN), y nuestra pequeña asintió.
—Gracias por darle la idea, ese pie estaba delicioso, preciosa—le susurré al oído a (TN), quien me dio un codazo para que me callara.
— ¡Una muñeca, mami!—Mary se acercó a mostrarse a mi prometida—. ¡Y colores para dibujar! ¡Y una casita de princesas con corona!
(TN) y yo le habíamos comprado a Mary varias cosas para Navidad. Queríamos que creyera en Santa desde pequeñita, y a mí me fascinó la idea del pie porque estaba suculento; sólo esperaba no terminar con la barriga de Santa.
— ¿Crees que me vea bien si me dejo crecer la barba?
—Tal vez—contestó—. ¿Por qué lo preguntas? Te tomas muy en serio lo de Santa, ¿no lo crees?
—No es por eso—me defendí riendo.
Miré el reloj, eran casi las once de la mañana, y teníamos que ir por los resultados de (TN) a las doce y media.
—Deberíamos alistarnos para ir al médico, mi amor—le dije y ella asintió. Tomé a Mary en mis brazos y jugué al avioncito con ella—. ¿Te gustaría tener un hermanito?
Ella me miró sin entender. Sonreí tímidamente y la bajé, ya habría tiempo de explicarle después. Ojalá que no llegara a ser una niña celosa, como se había comportado cuando (TN) y yo sostuvimos a los hijos de Aaron y April en la boda de sus abuelos.
———————————
(TN) y yo estábamos sentados afuera del consultorio del doctor Rudolph Kramer, esperando a que la llamaran para que nos dieran los resultados. En unos minutos más sabríamos si (TN) estaba esperando a nuestro segundo bebé.
— ¡Señorita (TA)!
—Nuestro turno, preciosa—me levanté de prisa e hice ademán de ayudarla.
—Yo puedo levantarme.
— ¿Segura?—le pregunté con preocupación—. ¿No crees que podrías lastimar al bebé? Claro, en caso de que hubiera uno, yo supongo que lo hay.
Rodó los ojos, se levantó y tomó mi mano para dirigirnos al consultorio. Un doctor de unos cuarenta años nos recibió y nos invitó a tomar asiento. Sacó un sobre que tenía el nombre de mi prometida y lo abrió para ver el documento que estaba adentro. Luego de que lo leyera, se quitó las gafas y me miró; yo estaba nervioso, pero al mismo tiempo emocionado, como si estuviera a punto de ganar un concurso.
— ¿Ilusionado, señor McCartney?
—Bastante—admití sonriendo con nerviosismo.
—Lamento decepcionarlo...
Mi sonrisa se desvaneció. ¿A qué se refería con decepcionarme? ¿(TN) no estaba embarazada? ¡Rayos! Ese doctor se merecía un premio por saber crear tensión en un momento tan importante. Quería un bebé. Ahora sí debía hacerme los estudios de fertilidad, algo allá abajo no está funcionando bien.
— ¿Mi prometida no está embarazada?
—Porque no es una ilusión sino algo real—terminó el doctor.
Abrí mucho los ojos por la sorpresa, miré a mi futura esposa y la besé una y otra vez. Nos dijo que (TN) apenas tenía un mes de embarazo y, que si todo salía de acuerdo a lo esperado, nuestro bebé nacería en agosto del próximo año. Puse mucha atención a todos los cuidados que debíamos tener y también sobre cuándo sería nuestra próxima cita.
— ¿Podemos tener relaciones sexuales?—pregunté, (TN) me escudriñó con la mirada—. Lo pregunto porque...no quiero lastimar a mi bebé. Si usted me dice que le puedo hacer daño, sin duda alguna el bebé es mi prioridad, y optaría por la abstinencia.
El doctor sonrió tímidamente y asintió con la cabeza.
—Me alegra que haga esa pregunta, señor McCartney—me dijo—. Siendo honestos, no hay ningún problema para que ustedes no gocen de su vida sexual durante el embarazo. El bebé estará bien. Con lo que se debe tener mucho cuidado es con el sexo oral, nada de soplar dentro de la vagina.
—No soplar, lo tengo claro—contesté.
— ¿Alguna otra duda?
— ¿Por qué me tardé tanto en embarazar a mi chica? Lo intentamos muchas veces, prácticamente diario.
—Existen muchas situaciones que pudieron afectar la calidad de sus espermatozoides, señor McCartney. Quizá se debió a posibles temporadas de estrés o ansiedad que usted pudo vivir—asentí—. Pudo haber sido también por algún problema psicológico, o simplemente falta de suerte.
—Entiendo—sonreí—. Muchas gracias.
—Bueno, eso sería todo de mi parte—dijo el doctor—. Nos veremos en dos meses para asignarles una matrona.
—Gracias, doctor—le estrechamos la mano al médico y salimos del consultorio.
La sonrisa de mi rostro no había desaparecido. ¡Iba a ser papá por segunda vez! (TN) me tomó de la mano y fuimos a casa. Yo quería llegar y contarle a todo el mundo que tendríamos un nuevo bebé.
—Paul...
— ¿Qué ocurre, preciosa?—le pregunté, con la mirada fija en el camino.
— ¿Qué haremos si pierdo este bebé también?
—Eso no pasará—le aseguré—. Yo voy a cuidar muy bien de ustedes, no tengas miedo. En ocho meses tendremos un nuevo bebé en los brazos, confía en mí. Estamos en el mismo barco, linda.
Estacioné el auto en la cochera. Mary, junto a Maggie y Martha, nos recibió con los brazos abiertos. La tomé y jugué al avioncito con ella mientras mi prometida entraba a la casa. Mi princesa y yo no tardamos mucho en seguirla.
— ¡Vas a tener un hermanito!—prácticamente le grité con alegría—. En unos meses, la cigüeña nos va a traer otro bebé. Mami, tú y yo lo vamos a querer y a cuidar mucho, ¿de acuerdo?
—Muchas felicidades por el bebé que vendrá—nos dijo Maggie—. Estoy segura que ese pequeñito o pequeñita será muy feliz en este hogar.
—Muchas gracias, Maggie—respondí.
—Estamos muy entusiasmados—dijo (TN) con esa sonrisa hermosa—. ¿Quieren un té? Yo sí, iré a poner la tetera.
—No, mi amor—le dije—. No quiero que la mamá de mis hijos se fatigue, yo iré a poner la tetera y te serviré tu té. Es lo menos que puedo hacer por ti, preciosa.
¿Qué nombres les gustarían para el bebé?
A. McCartney
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