68. Nueva vida.
*Publicado originalmente el 7 de julio de 2016*
Septiembre 13
Narra (TN)
Caminaba por las calles de Liverpool. Era muy temprano, estaba totalmente nublado y la mujer del pronóstico del clima había dicho que llovería. Había quedado a las nueve de la mañana con una mujer que rentaba un departamento cerca de The Cavern Club. ¿Quién iba a decir que, después de tantos años viendo a The Beatles tocar ahí, me darían empleo? No era sencillo, especialmente después de que los chicos se hicieran famosos. Afortunadamente el dueño me reconoció y aceptó que tuviera el empleo.
Llegué al departamento justo a la hora acordada. A la mujer, que ya era algo mayor y cuyo cabello dejaba ver algunas canas, le tomó otros diez minutos llegar. De muy buena manera, me dio el recorrido por el pequeño departamento. No se parecía en nada a la enorme casa del 7 de Cavendish Avenue donde vivía con Paul, pero no estaba nada mal.
—Es algo pequeño, pero me parece que será suficiente para usted—me dijo con amabilidad—. Por la renta, no se preocupe, le prometo que no será mucho lo que pagará.
—Es usted muy amable—agradecí—. Me interesa mucho el departamento, conseguí un trabajo en The Caven y éste departamento es perfecto por la cercanía. Acepto su oferta, señora.
Le pagué la primera renta y ella me entregó las llaves del departamento. En cuanto se fue, me dejé caer en el mullido sillón. Era un poco incómodo, pero hubiera quedado en la ruina siguiendo en una habitación de hotel. El departamento contaba con teléfono, así que lo primero que quise hacer fue llamar a John. Sólo podía confiar en él, aunque tampoco le diría mucho. De todos modos mi hermano no podría hacer nada para cambiar las cosas, menos estando en España.
— ¿Diga?
— ¡Johnny Boy!
— ¡Hermanita! Paul me contó lo que le hiciste y, siendo su mejor amigo, debo decir que fue muy inesperado viniendo de ti, creí que lo amabas de verdad. Toda esa miel que derramaban, no creí que desapareciera tan pronto. Además, eso de...dejarle a Mary, ¿¡acaso estás loca?! Pobre McCa, apenas puede con su alma.
En lugar de sentirme en confianza con mi hermano, sentía que me estaba agrediendo con todas las cosas que decía. Ojalá alguien entendiera cómo me siento, si tan sólo pudieran regalarme unos segundos de su valioso tiempo para contarles cómo me siento, sabrían que no tiene sentido seguir reprochándome.
—John, yo...sólo quería avisarte que estoy bien. Quiero que se lo digas a Paul, no soy capaz de hablarle por teléfono. Sé que me pondría a llorar en cuanto él descolgara el teléfono.
— ¿A llorar?—preguntó con preocupación—. ¿Hermanita dónde estás? No debes estar sola, iré por ti.
—No te lo puedo decir, John—dije—. No quiero que me encuentren, te lo pido: no dejes que Paul comience a buscarme como un loco porque no me encontrará jamás. Necesito tiempo para pensar y, si algún día estoy lista, quizá me vuelvan a ver. Pero lo mejor que pueden hacer es continuar sus vidas sin mí, Paul puede buscar a otra chica para amar.
—Hermanita...no me gusta nada lo que dices.
—Cuídate, John—dije—. Te quiero mucho, hermano.
—Y yo a ti, hermanita. Le daré tu mensaje a Paul.
Colgué el teléfono y me sentí un poco aliviada. Sabía que Paul no vendría a buscarme, lo cual era mejor para todos. Él terminará olvidándome. O al menos eso esperaba.
Septiembre 19
Diez días aquí y todo me parecía extraño, supongo que me había acostumbrado demasiado a Londres como para volver a mi pueblo natal a la fuerza. Me queda claro que no había nacido ahí, pero así me gusta verlo: Liverpool es mi hogar. En un principio había pensado en ir a Japón o al sur de América, cualquier lugar remoto me parecía idóneo para que nunca me volvieran a ver; pero no me sentía capaz, así que terminé volviendo al famoso puerto.
Había estado evitando a Mimi, no quería tener que darle explicaciones de por qué dejé a Paul y por qué no le avisé a nadie a dónde iría. Afortunadamente, ninguna de sus amigas me había visto.
Tomé una ducha y me vestí para ir al trabajo. Llegué a The Cavern y vi que ya se encontraba una gran fila de jóvenes esperando pacientemente hasta que llegara su turno para entrar. Pasé al lado de todos ellos y entré al edificio. Bajé las escaleras e ingresé sin demora. Ronald me miró, alzando una ceja, y negó con la cabeza.
—Llegas tarde, (TA), pero bueno, ya que llegas—dijo—. Hay que llevar estas cervezas a la mesa del fondo. Son tres hombres y una chica, es la primera ronda que piden, no hay peligro.
—De acuerdo—tomé las cervezas y las llevé a donde Ron me había indicado—. Aquí están sus cervezas.
—Muchas gracias, linda—dijo uno de los hombres.
No contesté, sólo me giré y comencé a caminar hacia la barra otra vez. Ron seguía preparando más bebidas para los clientes. La banda que tocaría esa noche estaba instalando sus instrumentos en el escenario, sonreí, recordando cuando eran los chicos quienes estaban ahí, ansiosos por tener una gran noche de diversión.
Seguían llegando más y más clientes, deseosos de tener algo para beber; y yo tenía que atenderlos, llevándoles las cervezas. Me gustaba tener algo en qué entretenerme porque así no pensaba en Paul y Mary todo el tiempo, pero incluso con tanto trabajo, pensaba en ellos de vez en cuando. Debía ser bastante obvio para los demás que algo me pasaba, pero desconocían la causa.
— ¿En qué tanto piensas?—me preguntó Ron, después de haber llevado un par de rondas más a otras mesas—. Te ves extraña, como si no fueras tú misma. ¿Hay algo que quieras contarme? ¿Sobre un desamor, acaso?
—No...no exactamente—contesté—. Hace diez días me fui de la casa, para buscar una nueva vida. Creyendo que sería lo mejor para todos, pero...no sé, extraño a mi familia.
— ¡Oh!—exclamó, como si comprendiera lo que acababa de decir—. Pues...no sé qué decir, supongo que tus padres también te extrañan, ¿no crees?
—Vivía con mi novio y mi hija.
—No sabía que fueras madre—dijo con una sonrisa ladeada—, creía que eras una mujer amargada por no tener amor en su vida. Te estaba buscando algunos prospectos, a decir verdad, pero pensaba consultarte cuál te convencía más. Podría conseguirte a cualquier chico, ¡incluso un Beatle!
Estaba a punto de contestarle cuando una muchacha con cabellos castaños y ojos como la noche se acercó a la barra.
—Me preguntaba si podrían llevarnos tres cervezas Newcastle a la mesa de allá—la muchacha nos señaló una mesa donde se encontraban otras dos muchachas sentadas.
—Claro, en un momento—contestó Ron, poniéndose a servir las cervezas—. ¿Y bien? ¿Qué opinas de tener a un Beatle?
—Estás loco—rodé los ojos—. No quiero a ningún hombre en mi vida, mucho menos a un Beatle.
— ¿Por qué?—puso las cervezas en la charola para que yo me las llevara.
—Porque John Lennon es mi hermano y Paul McCartney el padre de mi hija—dije, antes de alejarme con la charola de cervezas.
Creí que Ron seguiría con nuestra conversación en cuanto regresara a la barra, pero no fue así. El trabajo nos tuvo demasiado ocupados, había visto muy lleno el lugar, pero ese día estaba todavía más lleno, el grupo que estaba tocando era realmente bueno. La gente se volvió loca cuando tocaron un par de canciones de The Beatles.
Al terminar la jornada, Ron se ofreció a acompañarme a casa. En el camino, continuamos con la conversación.
—Así que tú eres la "misteriosa chica" que se rumora abandonó a McCartney, a mi esposa le encantará saberlo, está obsesionada con el tema—notó que me incomodé ante el comentario y decidió cambiar un poco de tema—. Y ya que eres la hermana de Lennon, tengo un mensaje para ti.
— ¿De verdad?—él asintió.
—La tía de John, Mimi, fue hoy al Cavern— ¿Mimi ahí? Ron debía estar bromeando—. Me preguntó por ti, quería saber si te había visto, le confesé que una chica con las características que me daba trabajaba ahí y ella me pidió que te dijera que fueras a verla, que te extraña mucho.
Sonreí, pero en el fondo estaba llorando. También extrañaba a Mimi, quería ir a su casa corriendo y quedarme a vivir con ella; pero no podía ser débil y correr a sus brazos. Así jamás podría conseguir una nueva vida.
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