46. De vuelta a la rutina

Febrero 17

Narra (TN)

Todo había vuelto a la normalidad. Apenas hacía tres semanas y media que regresamos de Londres y ya tenía algunas sesiones fotográficas programadas. Cuando llegamos, Aaron se disculpó conmigo por no advertirme de todas las restricciones del puerperio. Además, me contó que Paul había declinado mi propuesta de tener relaciones sexuales porque estaba al tanto de lo que pasaba con mi cuerpo. Me sentí apenada, pero no me he atrevido a disculparme con mi novio por teléfono.

Mary ya tiene dos meses, así que creo que puedo volver a mi trabajo como fotógrafa sin tantas preocupaciones. Por otro lado, he estado haciendo ejercicio, gracias a lo cual mi cuerpo está volviendo a ser como antes de mi embarazo.

Paul me llama todos los días sin excepción alguna. También me ha hecho llegar un ramo de rosas enorme cada semana, acompañado de un juguete para nuestra hija. Me encanta que sea tan detallista, definitivamente ese hombre me enamora cada día más. También me hace llegar paquetes con pañales y otros artículos para el cuidado de Mary, además de dinero. McCartney dice que es parte de su responsabilidad como padre. Estaba alistando mi ropa para tomar un baño cuando sonó el teléfono. Podía asegurar que era Paul.

—Diga.

— ¿Cómo está la mujer más hermosa del mundo? —preguntó McCartney.

—Muy bien, Paulie —respondí—. Hablaste justo a tiempo, estaba a punto de tomar una ducha para ir a llevar a Mary al doctor.

— ¡¿Mi princesa está enferma?! —cuestionó alarmado—. No me dijiste nada de eso ayer, mi amor. ¡¿Qué le pasa a Mary!?

—No —musité, riendo un poco—. Mary es una niña muy sana, igual que su papá. Debo llevarla al médico porque tienen que vacunarla.

—Pero eso le va a doler... ¿por qué no le dices al médico que me ponga a mí la vacuna en lugar de a mi bebé? No quiero que nadie la haga llorar, ni siquiera un doctor.

—Sabes que eso no se puede, Paul —le dije—. Además, se trata de un conocido de Aaron, es un buen pediatra y trata muy bien a los niños. No es la primera vez que vacuna a Mary. Es por su bien, mi amor.

Paul suspiró.

—Sí, es por el bien de mi princesita —dijo con resignación—. Dile que sea muy valiente, que sólo se sentirá como un piquetito. Y dile que papá la ama con todo su corazón y ya se está desesperando por estar tan lejos de ella. —Hizo una pausa—. Llámame en cuanto regresen del médico, ¿de acuerdo?

—Claro que sí.

Terminé de bañar a mi hija y April se encargó de llevarnos al hospital. Mi mejor amiga no paró de hablar en todo el trayecto de su nueva colección de ropa y de cómo iba su relación con Aaron. Me contó que ya habían fijado fecha de boda: 20 de marzo. Me alegraba mucho por ellos, se veían muy entusiasmados por su próxima boda, el matrimonio e inclusive estaban pensado en encargar algún bebé. A veces me preguntaba cómo sería si Paul y yo hubiéramos ido paso por paso; a mi parecer los hijos vienen después del matrimonio, pero no me arrepentía de tener a Mary sin estar casada.

Al llegar al hospital, nos dirigimos al área de pediatría y no tardamos en encontrar al doctor Flynn, un hombre moreno claro de oscura cabellera. Como siempre, llevaba el estetoscopio al cuello y una enorme sonrisa en el rostro.

—Aquí está la pequeña Mary —dijo, acercándose a nosotras—. Creo que viene por sus vacunas de dos meses, ¿no es así?

—Así es, doctor —contesté.

Fuimos al consultorio de Flynn para que le aplicara las vacunas a mi hija. El procedimiento era bastante sencillo y rápido, Mary ni siquiera se inmutó un poco por los piquetes. Sonreí. Mi pequeña era una niña muy valiente. El doctor Flynn le hizo un chequeo rutinario a mi bebé y luego me dio las indicaciones por si mi hija llegase a presentar algún efecto secundario por las vacunas. Nos despedimos del doctor Flynn y salimos del consultorio.

— ¿Ya vacunaron a la pequeñita?

— ¡Aaron! —exclamó mi mejor amiga al mismo tiempo que se lanzaba a los brazos de su novio—. ¿Qué haces aquí? Pediatría no es tu área.

—Bueno, puede que esté aprendiendo algunas cosas para cuando tengamos a nuestros bebés —respondió él y le dio un beso en los labios. Después me miró a mí—. ¿Qué tal todo con Mary?

—Es igual de valiente que su padre —dije con orgullo—. Ni siquiera hizo alguna mueca por el piquete.

—Ya que mencionas a Paul...hablamos con él ayer en la tarde —dijo, abrazando a April con más fuerza—. Me aseguró que iba a estar aquí para nuestra boda.

— ¡¿Paul va a venir!? —pregunté con entusiasmo.

—Eres un arruina sorpresas, Aaron —lo reprendió April, antes de mirarme—. Paul dijo que quería darte la sorpresa, pero creo que el señor James lo ha arruinado.

—Es que el señor James no puede dejar de pensar en que pronto te convertirás en la señora James, por eso es pésimo guardando secretos —se escudó el médico.

Suspiré y miré a Mary con una sonrisa enorme. Paul había prometido que nos vería pronto, pero me encantaba tener una fecha definida para que eso pasara. Él estaría aquí un poco antes del día de la boda, por lo que, seguramente en un mes podría volver a probar mis labios favoritos.

Una enfermera llegó corriendo hasta donde Aaron se encontraba y le explicó que había llegado una mujer a punto de dar a luz que necesitaba un doctor urgentemente. James besó a su novia y se despidió de mi hija y de mí antes de ir a cumplir con su trabajo.

— ¿Qué opinas si me acompañas a mi casa de modas para mostrarte algo que diseñé recientemente? —sugirió mi mejor amiga.

—De acuerdo.

Al llegar a la casa de modas de April, todas las empleadas nos recibieron con alegría. Mi amiga debía ser muy buena jefa como para que todas la quisieran y admiraran. La diseñadora me tomó del brazo y me llevó directo a su oficina, la cual era bastante agradable y amplia. Tomó una carpeta que había en su escritorio y me la entregó. Abrí la carpeta y saqué el diseño con cuidado. Era un vestido de novia bellísimo.

— ¿Qué te parece?

—Es bellísimo, se nota que trabajaste muchísimo en él —confesé—. ¿Lo usarás para tu boda?

—Claro que sí —contestó—. No voy a permitir que el vestido de novia más hermoso que he diseñado lo use una desconocida.

Estuve con April en la casa de modas gran parte de la tarde. Cuando llegué a casa, papá me ayudó a darle un baño a Mary. Era necesario bañarla para prevenir una posible fiebre por la vacuna. Después de ponerle su pijama y darle de comer, mi angelito se quedó profundamente dormida. Yo me disponía a bajar para cenar con papá y Dylan cuando el teléfono comenzó a sonar. Miré el reloj: eran casi las diez de la noche. ¿Quién podría hablar a esta hora?

—Cariño, es una llamada para ti —me dijo mi padre.

Corrí hasta el teléfono y contesté.

—Diga.

—Hola, mi amor —saludó Paul con somnolencia en su voz—. Sólo quería saber qué tal les fue a ti y a mi princesa en el doctor. Te pedí que me llamaras, pero no lo hiciste y... estaba intranquilo, no podía dormir.

—Paul, perdón por no llamarte —me disculpe—. Todo salió excelente, Mary es una niña muy valiente, no lloró por los piquetes. Está un poquito irritable y le molesta cuando le tocan cerca de donde le aplicaron las vacunas, pero el doctor dijo que eso es normal. En estos momentos está descansando como un angelito, luego de haber tomado un baño y cenado.

—Está bien, preciosa —contestó mientras bostezaba—. Era todo lo que necesitaba saber. Me siento terriblemente impotente estando acá en Londres mientras ustedes están allá en Nueva York, las extraño muchísimo a las dos, y... daría lo que fuera por besar tus labios en este momento. Estoy haciendo todo lo posible por estar allá cuanto antes.

Paul volvió a bostezar y sonreí con timidez.

—Paulie...

— ¿Sí, preciosa?

—Ve a dormir —le pedí—, sé que son casi las tres de la mañana en Inglaterra. Podemos seguir hablando mañana.

—Está bien, mi amor —respondió antes de otro largo bostezo—. Nos veremos en el país de los sueños, te amo.

—Y yo a ti, Paul.

Ambos colgamos.

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