42. La carta que nunca escribiste.

Narra (TN)

Jamás había visto así a Paul. Tal vez debería escucharlo, quizá todo esto era un completo error. Le pedí a April que cuidara de Mary, ella la tomó en brazos y yo salí corriendo detrás del bajista. ¿De verdad lo había hecho llorar? Había dicho que me amaba.

Observé cómo subía a toda prisa a su carro, yo corrí lo más rápido que pude para impedir que se fuera, podía ser muy peligroso si manejaba en ese estado. Gracias al cielo, llegué a tiempo.

—Paul...

Él bajó de su auto y me abrazó con fuerza. Lucía destrozado, daba mucha lástima verlo así. ¿Yo había causado esto?

—Perdóname, perdóname, perdóname —chilló—. Yo no amo a Jane, te amo a ti. Lo que pasó fue un error, yo estaba ebrio, tú y yo habíamos discutido e intenté controlar mis problemas con alcohol. Fue una de las peores decisiones de mi vida. Cuando te perdí, intenté recuperarte, necesitaba hablar contigo...recordarte diariamente lo hermosa que eres y lo mucho que te amo. —Hizo una breve pausa y fijó sus tristes ojos en los míos—. Ahora te he perdido, ese será mi castigo por siempre, jamás seré feliz de nuevo. El padre de tu hija debe ser el hombre más afortunado del mundo por tener un vínculo tan fuerte contigo que yo jamás podré tener, fui un estúpido. Fui el peor estúpido al serte infiel, pero no podré estar en paz hasta tener tu perdón, (TN). Perdóname, por favor.

¿El padre de mi hija? ¿Por qué hablaba de sí mismo en tercera persona y como si fuera alguien diferente a él? Mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, me ponía mal ver así al amor de mi vida. Parecía que el Paul que escribió la carta y el que estaba frente a mí eran dos personas completamente distintas.

— ¿Por qué me dices todo esto si en tu carta me pedías que abortara? —McCartney dejó de llorar por un segundo y se separó de mí.

— ¿Cuál carta? —cuestionó.

—Te mandé una carta para decirte que estaba esperando un bebé tuyo —le dije, dejando escapar algunas lágrimas—. Después, recibí otra carta en la que me decías que tú amabas únicamente a Jane, que ni siquiera un bebé podría terminar con su amor; me pedías que abortara, incluso me enviaste dinero para hacerlo.

—No sé de cuáles cartas me estás hablando, (TN) —me dijo—, pero te aseguro que yo jamás escribiría algo así. —Agachó la cabeza y luego me miró. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas—. Mary es mi hija, ¿verdad? ¡Dime que no abortaste!

—No lo hice, Paul —musité, llorando—. No me atreví a hacerlo, no podía asesinar al único bebé que tendría con el amor de mi vida.

Ambos nos dirigimos una sonrisa débil antes de que McCartney limpiara mis lágrimas y se acercara a mi rostro para posicionar sus labios sobre los míos. Él esperó a ver mi reacción y, cuando advirtió que yo no oponía resistencia, aprisionó nuestros labios en un cálido y sincero beso. No era un beso lleno de deseo y pasión sino uno reconfortante, de esos que mejoran el ánimo de cualquiera. Me gustaban mucho los besos de Paul porque siempre lograba transmitirte lo que sentía con ellos. Era muy bueno besando. Al estar tan cerca de sus labios, descubrí que ahora tenía una cicatriz, pero entendía que no era el mejor momento para sacar a relucir el tema.

—Te amo, (TN) —musitó con la voz un poco ronca cuando separamos nuestros labios.

—Y yo a ti.

— ¿Entonces no te he perdido? —cuestionó con esperanza mientras limpiaba las lágrimas de mi rostro, yo negué—. ¿Me darás una segunda oportunidad?

Asentí y él volvió a abrazarme, permitiendo que su inconfundible olor impregnara mi nariz por unos instantes. Una corriente de aire, provocó que me estremeciera un poco. El bajista se separó de mí y me miró muy preocupado.

—No quiero que tengas frío, preciosa —me dijo y se quitó su saco de inmediato para cubrirme.

—Gracias, Paul —musité—, pero... ¿y tú?

—Prefiero ser yo quien muera de frío, y no tú —sonrió un poco y miró la entrada del registro—. Supongo que debemos volver.

Entonces reaccioné. Mi maquillaje debió haberse estropeado con mis lágrimas, casi podía asegurar que lucía como un mapache. ¿Qué diría la gente cuando viera mi aspecto?

—Paul...

— ¿Qué ocurre?

— ¿Luzco como un mapache? —McCartney rió por lo bajo—. Sólo necesito que contestes a mi pregunta, mi maquillaje debió haberse arruinado.

—Si te sirve de consuelo —decía—, eres el mapache más bello que he visto en mi vida. —Fruncí el ceño—. Descuida, (TN), te ves muy bien. Confía en mí.

Tomó mi mano y comenzamos a caminar de regreso al registro. La ceremonia ya había terminado. Todos los presentes nos recibieron con una sonrisa. April observó la mano de Paul y la mía entrelazadas y se acercó a nosotros.

—Más te vale que ahora sí la trates como se merece, McCartney —le espetó—. Si decidió darte una segunda oportunidad, será mejor que sepas aprovecharla.

—Te prometo que así será, April —dijo Paul, dando un apretón a mi mano.

Narra Paul

No quería soltarla nunca, tenerla de la mano me brindaba seguridad. Un hombre de ojos grises se acercó con Mary en sus brazos. Me quedé en shock: ahora era padre, era el responsable de esa nenita hermosa. Ladeé un poco mi cabeza mientras pensaba: ¿y si no resultaba ser un buen padre? ¿Qué haría si algún día me reclama por no haber estado con su madre mientras ella se encontraba en el vientre?

—Soy Aaron James —se presentó el hombre que tenía a mi hija en sus brazos—. Me alegra que por fin hayan podido hablar (TN) y tú.

—Gracias, soy Paul McCartney, pero seguramente eso ya lo sabes —dije nerviosamente sin apartar la vista de la bebé—. Ahora... ¿me dejarías cargar a mi hija? Es que... siento que la necesito, recién me entero de su existencia y no puedo creerlo.

—Claro que sí —dijo el hombre y me entregó con cuidado a mi nueva bebé.

La tomé en mis brazos y me sentí el hombre más feliz del mundo. Me hubiera encantado estar ahí cuando (TN) se enteró que estaba embarazada, sentir las primeras pataditas de mi bebé, estar junto a su madre durante el parto; me queda claro que no puedo cambiar el pasado, pero puedo hacer muchísimo por el futuro. Quería llorar de emoción y alegría al contemplar a mi hija.

"¡Qué bien suena!" —pensé mientras depositaba un tierno y delicado beso en su pequeña frente—. "Mi hija, mi pequeña princesita".

Sus facciones eran muy finas, su cabello era del mismo color que el de (TN) y tenía las mismas avellanas que yo. Me puse a besar cada centímetro de su bella carita. Mary no pesaba casi nada, pero temía que se me pudiera caer. ¿De verdad (TN) y yo habíamos creado algo tan hermoso?

—Hola, princesita —le dije a mi bebé—. Soy tu papá. Perdón por no haber estado contigo y con tu mamá durante todo este tiempo, pero te juro que yo no sabía nada. Fui un tonto, pero ya no más, te prometo que cuidaré de ti y te amaré con toda mi alma, Mary.

Ella pareció sonreír momentáneamente, provocando que yo esbozara una sonrisa de oreja a oreja. Suspiré profundamente y miré al amor de mi vida.

— ¿Cuándo nació? —pregunté.

—El diecisiete de diciembre —contestó Aaron—. Un parto normal, cero complicaciones.

— ¿Cómo sabes todo eso? —cuestioné, un poco celoso.

—Aaron es doctor, Paul —me explicó (TN)—. Él se encargó de traer a Mary al mundo. April y él están comprometidos.

—Ya entiendo.

Aseguré entre mis brazos a mi pequeña y le sonreí: definitivamente valdría la pena renunciar a mi vida de mujeriego a cambio de la paternidad. Ella estuvo tranquila por unos momentos, y después se sumió en el llanto. La acuné un poco y se calló, pero igual se veía intranquila. Miré a (TN) en busca de ayuda, no sabía qué hacer.

—Debe tener hambre —dijo ella, acercándose a mí para tomar a Mary.

(TN) se descubrió el pecho y comenzó a alimentar a nuestra hambrienta bebé. Ni el más hermoso cuadro del mundo se comparaba con la escena que estaba presenciando. Pasé mi brazo por la espalda de mi amada para poder observar mejor a mi princesita mientras comía.

—Eso, princesita —dije con ternura—. Aliméntate bien de mami para que seas igual de sana y fuerte que ella.

En ese momento llegaron George y Pattie junto con Brian. Ya les habían entregado los documentos, así que ya era oficial su matrimonio. Miré a Mary y sonreí. Yo aún no me había casado, pero tenía una hija preciosa.

—Veo que el plan de Ringo dio resultado —comentó George.

— ¿Cuál plan? —pregunté.

—Ringo quería que ustedes volvieran a estar juntos —dijo—. Así que planeamos reunirlos para que resolvieran todo. La pequeña Mary no merecía crecer con sus padres separados por un simple malentendido.

Sonreí ampliamente. El baterista sí me había ayudado a recuperar a la mujer de mis sueños después de todo.

FIN











Mentira, aún le queda mucho a esto...

A. McCartney

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