32. La espera terminó.
Diciembre 17
Narra (TN)
Aaron acababa de llegar por mí. Me había pedido que lo acompañara a una fiesta, ya que April seguía ocupada con la nueva colección de ropa. Al principio me había negado, pero mi mejor amiga me insistió para que lo acompañara. Aaron y ella habían comenzado una relación formal a principios de mes. Sentí una contracción y me fue imposible soltar un quejido.
— ¿Qué ocurre, pequeña? —me preguntó Aaron.
—Tuve una contracción —le confesé—. Espérame un poco, ¿sí? Necesito ir al baño y también por un abrigo a mi habitación.
Él miró su reloj y me miró con una sonrisa para tranquilizarme.
—Por supuesto —respondió—. Aquí te espero.
Fui corriendo al baño. Ya había sentido contracciones antes, pero esta había sido un poco más fuerte. Me arreglé un poco frente al espejo, salí y subí a mi habitación. Abrí mi armario y vi mis abrigos. ¿Cuál sería el mejor? Me probé uno y otro, hasta que llegué al que Paul me regaló la primera vez que venimos a Estados Unidos. Claramente no lo abroché. Bajé y me encontré con James de nuevo.
— ¿Lista? —preguntó.
—Por supue...
Me llegó otra contracción, más fuerte que la anterior. Esta vez grité y Aaron miró de nuevo su reloj.
—Quince minutos —musitó y me miró a los ojos—. ¿Has tenido más contracciones?
—Sí —confesé—. Desde hace como dos horas comencé a sentirlas.
— ¿Y por qué no me habías dicho? —inquirió con molestia.
—Porque no quería arruinar la noche y... no es la primera vez que las siento en el embarazo, no es algo de qué preocuparse, tú mismo me lo dijiste. A veces pasa, duran un rato y luego todo en orden de nuevo.
— ¿Han sido frecuentes en estas dos horas? —preguntó ignorándome.
—Pues... sí, pero sólo estas últimas dos me han causado más dolor. ¿Significa algo? ¡¿Ya va a nacer!?
—Puede ser que sí, ya estás en tiempo —me dijo con una sonrisa—. Creo que mejor nos quedamos aquí, vamos a ver si desaparecen en un rato, ¿está bien?
Asentí. Sabía que la fiesta era importante para mi amigo, pero no podía arriesgarme a entrar en trabajo de parto ahí, aunque quizá mis contracciones ya eran parte del trabajo de parto.
Aaron dijo que pondría algo de música, fue hasta donde se encontraban los LP y puso A Hard Day's Night en el tocadiscos. La voz de mi hermano inundó la habitación y sonreí inconscientemente. No estaría mal hacer el viaje a Inglaterra, así Johnny podría conocer a mi nena. Me senté en uno de los sofás y James fue a sentarse en otro. Me miraba con mucha atención mientras disfrutábamos la música. A mitad de And I Love Her sentí otra contracción, me dolió más y duró más. Aaron miró su reloj, cerró los ojos y comenzó a mover su pie al compás de la música. Era desesperante verlo tan tranquilo cuando yo me retorcía de dolor con cada contracción.
— ¿Dónde está tu padre?
—Salió con Dylan para hacer las compras navideñas.
—Eso es conveniente —dijo—. Los hombres suelen volverse locos en este tipo de momentos. Esperemos que tarden un poco más.
— ¿Preparaste la maleta que te dije para cuando sea el momento?
—Claro —contesté—. Está junto a mi ropero.
Cuando el disco terminó, Aaron puso Help! Yo misma me había dado cuenta que las contracciones eran cada vez más frecuentes y más fuertes. I've Just Seen A Face comenzó y me llevé las manos al abdomen por el dolor que me ocasionó otra contracción, quería llorar: ya no podía con tanto. James se levantó de su asiento y se acercó a mí con rapidez.
— ¡Ya no puedo más con esto! —grité del dolor.
— ¿Son muy fuertes, cierto?
— ¡No, idiota, grito por gusto! —exclamé y recordé fugazmente a mi hermano.
Aaron sonrió levemente y negó con la cabeza. Comenzó Yesterday.
— ¿Me dejarías ver, pequeña? —preguntó mientras señalaba mi entrepierna.
Bueno, Aaron era médico, no tenía por qué preocuparme. Además, me estaba muriendo del dolor y... él ya me había visto desnuda antes. Asentí con la cabeza. James se puso de rodillas, subió un poco mi vestido, bajó mis calzoncillos y separó mis piernas. Observó con atención y sentí sus fríos dedos merodeando cerca de mi feminidad. Alzó la vista y me miró.
—Vamos al hospital —me dijo y se levantó a quitar la aguja del disco—. Llegó la hora de conocer otra de tus hermosas creaciones, McCartney.
Subí mis calzoncillos y Aaron me ayudó a levantarme. Él corrió a mi habitación por la maleta y luego nos dirigimos a la calle. No era sencillo caminar con las contracciones, por lo que tardamos en llegar al auto. Subimos. James condujo hasta el hospital. Al entrar, él pidió una camilla. Le obedecieron y me subieron en ella.
Estaba asustada y me expresaba peor que los hombres cuando están furiosos. Era la primera vez que estaba en un hospital para tener un bebé. Aaron me tomó la mano para tranquilizarme y me explicó qué iba a pasar a continuación. Me llevaron a una habitación, me pidieron que me pusiera una bata, cosa que hice, y me dijeron que me recostara en la cama que había. Una enfermera me enseñó cómo respirar para que no me doliera tanto.
— ¿Dónde está el doctor? —le preguntó Aaron a la enfermera.
—Está ocupado en el quirófano.
— ¿Y alguno disponible?
—No, no lo creo, la mayoría está de vacaciones, doctor James —musitó la enfermera—. El doctor Collins dijo que vendría en cuanto le fuera posible, no creo que tarde mucho.
— ¡Ya no soporto! —chillé, ocasionando que James me mirara con preocupación.
—Vuelvo en un momento —dijo Aaron y salió de la sala deprisa.
Regresó con su bata puesta.
—Yo me haré cargo de traer al mundo a este bebé —le dijo a la enfermera.
La mujer me colocó una especie de suero y luego James le pidió que pusiera algo que no entendí para acelerar el proceso y que yo no sufriera tanto. También me colocaron otra cosa para medir los latidos de mi bebé.
—Ya casi, pequeña —me dijo—. No tengas miedo, no voy a dejar que te pase nada ni a ti ni al bebé. Será rápido, lo prometo.
James volvió a revisarme. Las contracciones casi no me daban tiempo de respirar. La peor de todas las que había sentido se hizo presente y repentinamente me di cuenta que un hilo de líquido estaba escurriendo entre mis piernas. Miré a Aaron con nerviosismo.
—Se acaba de romper el saco amniótico —le dijo a la enfermera—. Tiene siete centímetros de dilatación, falta un poco. ¿Dónde está el anestesista? No quiero que le duela.
¡Es lo mejor que he escuchado en mi vida! Un hombre llegó y me puso anestesia, ahora debíamos esperar para que hiciera efecto; alrededor de veinte minutos después, otras enfermeras llegaron para llevarme en una camilla a la sala de parto. Una vez ahí, me ayudaron a acostarme en otra cama y me pidieron que separara mis piernas. Las contracciones seguían siendo muy frecuentes, pero gracias a la anestesia sentía un poco menos el dolor. Aaron se acercó nuevamente a mí, llevaba puesta una bata estéril, guantes, un gorro y una mascarilla de tela para cubrirse la nariz y la boca. Me revisó y volvió a mirarme.
—Está coronando, (TN).
— ¿Y eso qué significa?
—Que ya está aquí —respondió—. Sólo tienes que pujar.
Hice lo que me pidió y comencé a sentir que algo enorme salía de mí. ¡Dios! ¡¿Cómo puede algo tan grande estar saliendo de mí!? Fijé mi mirada entre mis piernas, pero mi barriga me impedía ver completamente. Mi cuerpo sabía que debía pujar, y en eso, y la respiración, era en lo único en que podía concentrarse. Cada vez que pujaba, soltaba un grito o un chillido.
—Puja un poco más, pequeña —me dijo James—. Aquí viene.
Obedecí. No pasó nada, seguía sintiendo que algo gigante estaba saliendo de mí. Mi respiración era entrecortada.
— ¡Aaaaah!
—Hazlo otra vez —me pidió.
Después de pujar, supuse que había salido la cabeza del bebé. Intenté volver a pujar inmediatamente, pero no tenía muchas fuerzas.
—De nuevo, (TN). Ya casi, ya casi.
—No puedo...
—Sí puedes, vamos. Ya está aquí, pequeña. Estoy sosteniendo su cabecita.
Respiré un poco. Hice lo que Aaron me pidió, con lo último que tenía de fuerzas, y el bebé salió por completo. Segundos después escuché un llanto. Suspiré aliviada. Aaron había cortado el cordón umbilical y le entregó el bebé a una enfermera, quien supuse la llevaría a limpiar. Luego sentí que James, ayudado por otra enfermera, retiraba algo más de mi interior. El doctor se acercó a mí, todavía usando los guantes ensangrentados.
—Felicidades, (TN). Es una nena preciosa como tú —me dijo James, dándome un beso en la frente—. La llevaron a limpiar y a revisión, pero mi experiencia me dice que está sana.
Sonreí débilmente. Aaron volvió a alejarse, pero no tardó mucho en volver, esta vez con guantes limpios y mi bebé en brazos.
—Hola, mami —dijo fingiendo la voz, como si mi bebé estuviese hablando—. ¿Cómo me voy a llamar?
La puso a mi lado y supe que todo el dolor que había pasado hacía unos minutos valió la pena. Esbocé una sonrisa débil, me sentía muy cansada. Tenía sus ojitos cerrados y respiraba lentamente. Era hermosa y perfecta, igual que el amor que Paul y yo nos teníamos cuando fue concebida.
—Te amo, Mary Annelisse.
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