100. No quiero perderte.
*Publicado originalmente el 9 de octubre de 2016*
29 de octubre
Narra Paul
Eran las cuatro de la mañana y sentía un desasosiego terrible en mi interior. (TN), mis bebés y Martha no habían vuelto, quería ser optimista, pero no podía evitar pensar lo peor. Debí haber ido tras ellas cuando pude, quizá ya era tarde. Me arrepentía de haberle pegado a mi esposa, juré que jamás haría con ella lo que John hacía con Cynthia.
Sentía que había perdido a mis amigos de toda la vida; y ahora estaba a punto de perder a mi esposa. Todo era como un mal chiste. Todas nuestras separaciones y reconciliaciones, nuestras hijas, nuestro ansiado matrimonio...se reducirían a una horrible palabra de ocho letras: divorcio. Llevé mi mano derecha a mi argolla de matrimonio y las lágrimas salieron.
— ¡No!—sollocé.
¡No quería el divorcio! ¡No quería perder lo que tanto trabajo y tiempo me había costado ganar! Era muy feliz siendo un hombre casado. Me negaba a aceptar la idea de volver a estar solo, más todavía porque ahora ya no tendría a nadie. Si (TN) se divorciaba de mí, quedaría igual que en esos momentos: en mitad de la nada, con una enorme granja para mí solo. ¿De qué servía todo lo anterior si nuestro final no fuese feliz?
Creí escuchar un ruido afuera de la casa y corrí para abrir la puerta, creyendo que mi familia estaba de vuelta. Suspiré hondo y hablé:
—Preciosa, te prometo que cambiaré si vuelves a mi lado...
No había nadie. Sólo había sido el viento. Mi estómago se revolvió. No comía nada desde el desayuno del día anterior, me sentía muy débil, pero no probaría bocado hasta estar con mi mujer de nuevo. Cerré la puerta y fui a sentarme al sillón, el cual encontré un poco más mullido que de costumbre. Mozart, el gatito que le regalé a mi esposa el día de nuestra boda, saltó a mi regazo y le hice unas cuantas caricias.
—Creí que tú también me habías abandonado.
——————————
Desperté bañado en sudor, habiendo tenido una terrible pesadilla: había golpeado a mi esposa y me había pedido el divorcio. Me desperecé un poco y me di cuenta que no estaba en mi habitación. Corrí a buscar a mi mujer para contarle sobre mi pesadilla, pero no la encontré por ninguna parte.
— ¡(TN)! ¡Mary! ¡Pauline!—la casa estaba vacía.
No había sido un sueño.
Estaba solo.
"¿Vas a perderla de nuevo?"—me preguntó mi conciencia—. "¡No seas tonto! Es la única mujer que de verdad vale la pena. Tienes que hacer algo."
—No la dejaré ir—dije con firmeza—. Es mi mujer, no se irá de mi lado.
Corrí al baño para tomar una ducha. Mientras me desvestía, fue inevitable mirarme al espejo. Con razón (TN) me había dejado: tenía un aspecto horrible.
—Nada que no se pueda arreglar—me dije a mí mismo.
Tomé la ducha más larga de mi vida y me arreglé la barba que había crecido. Pasé mi mano por mi mejilla y recordé las cachetadas que (TN) me había propinado. Me las tenía bien merecidas, fui yo quien no debió tocarla. Después de peinarme y ponerme esa loción que tanto le fascinaba a mi esposa, fui a ordenar un poco las cosas en la casa. Mi estómago no dejaba de pedir alimento, y tuve que ceder.
Después de desayunar, me encargué de asear mi habitación y salí a cortar algunas flores para mi esposa. Quería pedirle perdón, mostrarle que estaba dispuesto a seguir a su lado y ser el hombre más maravilloso para ella y nuestra familia.
—Una de la tarde—leí en mi reloj de muñeca.
Agaché la cabeza con decepción. Mi esposa era de esas mujeres que cumplen lo que dicen y que no le temen a nada. Me gustaba esa independencia, pero temía que eso la llevara a no volver nunca a mi lado.
Pensé en mis princesas y me sentí todavía peor. Algunos de mis conocidos que se habían divorciado veían con poca frecuencia a sus hijos porque éstos últimos tenían que vivir con la madre; yo no quería que mis princesas estuviesen lejos de mí, mucho menos que vieran a otro hombre como su "nuevo papá". Odiaría a aquel que se atreviera a tomar mi lugar junto a (TN). Me llevé las manos a la cara y escuché que abrieron la puerta.
— ¡Papi!
El corazón me dio un vuelto y sentí ganas de llorar. Extendí mis brazos y abracé a mi hija con fuerza. Su cabello despedía ese adorable olor a bebé que no sabía lo mucho que me gustaba.
—Te extrañé, princesa.
— ¿Tuviste frío en la noche, papi?
—Un poquito—besé su frente varias veces, no pude impedir que una lágrima se deslizara por mi mejilla—, necesitaba que mami, tu hermana y tú estuvieran conmigo.
—No llores, papi—mi pequeña limpió mi lágrima con su manita y me dedicó una hermosa sonrisa—. No quiero que estés triste.
— ¿Dónde está mami, cariño?
Alcé la vista. Ahí estaba ella, hermosa como siempre, con mi bebé en sus brazos. Sus ojos estaban hinchados y ligeramente rojos, sabía que era mi culpa. Lo que más me dolió fue que, a pesar de que le había pegado y de la poca atención que había dirigido a ella y a mi familia, me sonrió sinceramente. Solté a Mary y me dirigí a ella.
—Perdóname—le dije—. Sé que a ellas no las puedo perder como hijas, pero a ti sí como esposa. Preciosa, no quiero perderte. Eres lo más especial que tengo, yo...estoy dispuesto a cambiar, a tomar mi papel como líder de esta familia y a llevar este barco por buen camino.
—Paul...
—Sé que fui un tonto, no, eso queda corto, fui ni la mitad de hombre al pegarte. Estoy muy arrepentido. Podré dejar de ser un Beatle, pero no quiero dejar de ser tu compañero de vida. Anoche me di cuenta lo bien que se siente llevar una argolla de matrimonio en el dedo, principalmente porque es lo que evidencia mi alianza con la persona que más amo.
—Paul...
—Con esto quiero decir que no estoy dispuesto a divorciarme, voy a hacer hasta lo imposible para hacerte cambiar de opinión. Tú y yo estamos destinados a estar juntos por siempre, somos almas gemelas y...
Ella me calló con un beso, y no pude contener mis lágrimas. Puse mis manos en su cintura y la atraje hacia mí. Disfruté muchísimo ese beso, no sólo porque era el primero que nos dábamos en varios días sino porque en él me decía que me perdonaba. Me separé de mi esposa cuando la pequeña Pauline comenzó a poner sus manitas en mi cara. Sonreí ampliamente y la tomé en mis brazos.
—También te extrañé a ti, princesita—besé su mejilla y luego volví a ver a mi mujer—. No tienes ni la menor idea de lo solitario que me sentí esta noche, preciosa. Aunque...sé que me lo tenía bien merecido. —Recordé el asunto del divorcio y mi sonrisa desapareció—. Volviendo a tu petición de divorcio...
—No quiero divorciarme, Paul—mi corazón comenzó a latir con rapidez—. Sólo fue un impulso para hacerte reaccionar.
—Funcionó—dije, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Y dicen que la reconciliación es la mejor parte—susurró seductoramente—. ¿Crees que esta noche podamos romper la racha de 61 días que llevamos?
—Dalo por hecho, mi hermosa señora McCartney.
¿Qué podría decir? ¡Se reconciliaron y estoy feliz por ello! <3
Por otro lado, Annika regresó a Bremen hace casi una semana y la extraño :c
[Soy la más pequeña de estatura :')]
También he estado muy ocupada con la escuela y, no conforme con eso, ¡ahora también tengo clases de alemán! ¿Alguna de ustedes habla otro idioma además de español? Yo hablo inglés y un poco de alemán xD
¡Bonita semana!
A. McCartney
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