Capítulo XXIV
*Maxine*
Al llegar a Sheffield comimos algo y nos dirigimos a la estación de policías, esa donde había iniciado mis trabajos como miembro de una fuerza policial.
Algunos oficiales me reconocieron, otros eran nuevos o bueno, para mí lo eran. Llegué a la recepción y ahí había un joven con anteojos y aspecto nada deportivo.
- Buenas tardes.
- Buenas tardes señorita, ¿en qué le puedo servir? -dijo amablemente-
- Quiero hablar con el jefe de la estación.
- ¿Tiene cita previa?
- No, pero podría indicarle mi nombre, él sabrá de quién se trata.
- ¿Me permite su identificación? -dijo serio y dudoso-
- Detective Durand, -le extendí mi identificación y mi placa- Maxine Durand.
- ¿Usted? ¿Detective? -dijo observando cada detalle de mí-
- ¿Tiene algún problema?
- Es mujer -dijo con desdén-
- ¿Disculpe?
- Es mujer, seguro no es detective y viene a acostarse con el jefe -dijo-
- El que sea mujer no me impide ser detective.
- Acá no hay mujeres detectives, ellas se quedan en casa, usted ha de ser una ramera.
- ¿Eres idiota? -dije tratando de reducir la furia que me estaba provocado-
- ¡No me falte el respeto! -gritó- ¡no sólo viene llenado de mentiras el lugar, sino también faltando el respeto!
- ¡Usted me ofendió primero! -exclamé- si vamos a andar con jueguitos de quién ofende a quién. Tenga por seguro que saldrá perdiendo, porque sus palabras sin gracia, a mí me importan una mierda, mientras que a usted créame que le puedo hacer pasar el peor rato de su existencia.
- A ver, inténtelo, prostituta barata -otros oficiales, que al parecer no me conocían se acercaban pero no hacían nada-
- ¿Aquí? ¿Frente a sus compañeros de trabajo?
- No creo que una puta negra sea capaz de dejarme en mal. -dijo con superiorida-
- Perfecto, esta puta negra, sabe con tan sólo verlo que, hoy no se ha bañado, seguramente porque vive en una de las zonas donde el agua es escasa y, no dudo que le haya cedido su lugar a su esposa, quien... por la ausencia de su sortija, puedo asumir que busca poder engañarla, pero ¿adivine qué? Por los preservativos que guarda en su cajón -señalé el que estaba abierto- sé que sus aventuras suelen ser de una noche, para alguien tan sin gracia como usted, me es sorprendente cómo puede conseguir que una mujer se le acerque, si es que lo consigue, lo digo porque puede notar que la caja está intacta y ya lleva tiempo en su escritorio., ¡ah! Y, le recomiendo que se aleje o hable con su mujer, porque le engaña, porque... seguro que si usted no trae sortija y ha quebrado el vidrio de su foto con ella -indiqué con el índice-, hay algo oculto detrás de eso.
- Cállese -dijo nervioso y enojado-
- Trabaja en esta área porque es incapaz de mantenerse en una condición física necesaria para poder estar con el resto del equipo, allá afuera. Y no, no es por enfermedad, su tarjeta de salud dice que está en perfecto estado -señalé la billetera que estaba abierta-
- ¡Ya no hablé!
- ¿Me deja pasar?
- ¿Qué sucede aquí? -un hombre de mediana edad salió por una de las oficinas-
- ¡Esta prostituta ha venido a ofenderme e insinuarse con el jefe! -dijo con odio el hombre-
- ¿Prostituta? ¿Dónde? -dijo el señor-
- ¡Esta! -soltó el de anteojos señalándome a mí-
- ¡Maxine! -gritó con alegría el hombre-
- ¡Charles! -exclamé y me acerqué-
- Cuánto tiempo ha pasado -me abrazó-
- Un par de años. -dije soltándome de su agarre-
- Un poco más de dos, si somos exactos. Vete de aquí -le dijo al flaco- y háblale con más respeto a tus superiores, ella es la detective Durand, antigua compañera de trabajo de los muchachos, nuestra mejor detective hasta ahora -dijo satisfecho-, lastimosamente todos ustedes bola de inútiles -se dirigió a los demás- no tuvieron ¡el honor de trabajar a su lado!
- ¿Una mujer? ¿Mejor que nosotros? -al parecer el sujeto tendría problema-
- Definitivamente, y comienza a guardar tus cosas en una caja, que mañana te asignaremos a otro puesto, no quiero gente que reciba con superioridad a las autoridades, personal o ciudadanos que puedan entrar a este lugar.
» Maxine, querida, yo debo retirarme, tengo unos asuntos pendientes. Neill, ven para acá y atiende a esta fina dama. -se alejó por la puerta principal, despidiéndose con un ademán-
- Permítame -el hombre salió del cubículo donde se encontraba y se acercó a nosotros- ¿en qué necesita ayuda?
- Quiero hablar con el jefe de estación, con Louis Hamilton.
- Ahora mismo, ¿su nombre?
- Maxine, detective Maxine Durand.
- Bien.
El joven se alejó y se dirigió hasta una de las oficinas del fondo, ahí se encontraba el jefe, quien era mi amigo de hace algunos años, al igual que Charles.
La estación había tenido algunos cambios desde que me fui, se ve más amplia y los escritorios que están en la recepción se encuentran mejor ubicados. Jareth se había quedado afuera, pensando si nos quedaríamos o regresaríamos a Liverpool.
Unos minutos después el joven regresaba con un semblante entusiasmado.
- Puede pasar señorita, ¿la acompaño?
- Gracias, pero no es necesario.
- Bien, adelante.
Caminé en dirección a la oficina, di dos toques a la puerta y una voz grave indicó «Adelante», ingresé y ahí estaba, un señor de aproximadamente cincuenta años, su cabello negro estaba siendo opacado por el gris, fornido como siempre había sido y seguía igual de atractivo que algunos años atrás, cuando lo conocí en la academia.
- Maxine, cariño -dijo poniéndose de pie-
- Louis -asentí con la cabeza y él me abrazó cuando estuvo frente a mí-
- ¿Qué tal? Cuéntame cómo va la vida en Liverpool.
- Uh, un poco desastrosa.
- ¿De qué hablas?
- Asesinatos y secuestros sólo porque sí.
- ¿Trabajas en la policía?
- No, ya no. Había empezado un nuevo trabajo, Murphy, ¿lo recuerdas?
- Sí, cómo olvidar a ese muchacho, todos aquí hablaban de él y su relación contigo. -sonreí-
- Él me había dado la oportunidad de estar trabajando a su lado cuando pasó a ser comandate.
- ¿Y qué pasó? No me digas que te corrió .
- No, lastimosamente lo asesinaron en uno de los casos -sentí cómo algo en mí se desarmaba-
- ¡No puede ser! ¡el gran Henry Murphy! ¡ay! Cuánto lo lamento cariño -dijo apoyando su mano en mi hombro- ¿es por eso que vienes? ¿Quieres volver con nosotros? Podría arreglar lo de tu traslado.
- ¡No! -dije sin más-
- ¿Entonces? -la confusión era clara en su rostro-
- Quisiera saber sobre Cayden, Cayden Laurent.
- Oh, ese desgraciado.
- ¿Pasó algo?
- Bueno, -se puso de pie en dirección a su escritorio- el muy infeliz no tardó mucho en salir, he de decirte que Brendan, ese abogado es un... ¡as! Pero para trabajar en el otro lado, o quizás si nos equivocamos con Laurent.
- ¿Cómo?
- No tuvimos las pruebas suficientes, así que Laurent lleva un buen tiempo fuera de la cárcel.
- ¿Sabes dónde está?
- La última vez que lo vimos y se supo de él, visitaba a Brendan. Aunque hay rumores que se ha dio de Sheffield.
- ¿Crees que haya ido a Liverpool?
- A menos que en vez de odiarte, se haya enamorado y te haya seguido, podría existir la posibilidad -mi mente abrió paso a muchas ideas-
- Hmmm...
- ¿Por qué? ¿Crees que esté allá?
- Lo he visto, dos veces.
- ¿Y te ha hablado?
- No, pero con los secuestros.
- ¡Claro! Es el hombre del secuestros de Dubois. Pero, no creo que sea tan idiota de ir al mismo sitio que tú tienes en tus manos.
- ¿No lo crees?
- No, Cayden Laurent sabe pensar muy bien lo que hace, sino su empresa no sería todo un éxito, y mira que es un maldito y un criminal.
- Ya veo...
- ¿Qué más necesitas? Cuéntame, por qué tus sospechas.
Comencé a relatarle mis hipótesis, él afirmó algunas, mientras que otras las descartó. Antes de retirarme, Louis me dejó su número de oficina en caso de cualquier apoyo que necesitara, de igual forma me entregó el de Charles, no quise mencionar nada sobre mi nulo contacto con esos medios.
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