Capítulo XX
Habíamos visitado varias centrales de policía en las últimas semanas, siendo trasladados, una y otra vez, sin tanto problema él y yo. Viajábamos durante las noches, en un auto que la academia nos había proporcionado, nos turnábamos para conducir, siempre era yo quien comenzaba el viaje y a la mitad del camino, él tomaba el puesto de copiloto.
Nuestra amistad surgió de la forma más inesperada posible, durante nuestra estadía en la academia, siempre nos encontrábamos en diferentes grupos. Él, un hombre reservado, participativo en los cursos que le generaban mayor interés, muy pocas veces iba acompañado de alguna persona. Yo, una persona solitaria, en todos los sentidos, compartíamos la parte de "ser reservados", cada uno a su manera, sin perder el toque único de cada uno.
Éramos pocas mujeres, realmente escasas, a las que nos habían permitido ingresar a la academia. Algunas, por el grado de fuerza que poseían, otras por el elevado intelecto que poseían, pero podría contarlas con los dedos de una mano. En mi caso, lo único que me faltaba era reforzar mi fuerza. Tiempo atrás mi padre me había mostrado algunas técnicas que me podrían servir, por ser alguien con una procedencia distinta a quienes eran mis compañeros en la escuela, la gente buscaba aprovecharse de mí, así que él se encargó de hacerme fuerte ante cualquier situación.
En una ocasión, nos encontrábamos en un entreno de tiro, accidentalmente una de las compañeras, cometió un pequeño error, de manera que se causó un gran caos en la sala, nuestro superior, un hombre de mediana edad, cabello azabache y regordete, comenzó a lanzar improperios y demás cosas denigrantes hacia ella, indicando que, "por eso las mujeres no deben estar aquí, tienen que quedarse en casa, atendiendo a sus padres, maridos o hermanos, no sirven nada más para arruinar todo". Yo siempre habia estado en contra de la inferioridad que los hombres habían dado a las mujeres.
Sin temor a recibir alguna sanción, me opuse ante la postura que aquel hombre había tomado. Me era intolerable. Al ver mi reacción ante sus palabras, el teniente caminó con decisión y clara furia hacia mí, fue entonces cuando él apareció, Henry Murphy, el tímido y reservado joven, de estatura superior a la promedio, castallo, tez clara y ojos color marrón, dependiendo a la otra compañera, incluso a mí.
Aquella tarde, los tres fuimos llamados a la oficina central de la academia, ahí se encontraba el jefe y director de la misma. Ella, para resolver el asunto de su error en la sala de tiros; nosotros, por la "evidente" falta de respeto, que habíamos tenido hacia nuestro superior. Fuimos sancionados, por lo que nos ordenaron dar 100 vueltas a los alrededores de nuestra casa de estudios, era enorme, pero sabíamos que podríamos lograrlo, mi compañero había insistido en que me disminuyeran al menos 50 de las vueltas, que él estaría dispuesto a hacerlas por mí, pero era claro que, no me permitiría mostrar débil ante aquellos hombres. Aseguré que, al igual que con cualquier hombre, yo podría realizar las 100 vueltas, sin inconveniente alguno.
Al día siguiente, eran las 3:00 am, cuando tomamos rumbo hacia las afueras de las instalaciones. Dispuestos a terminar aquel reto, antes que las trompetas anunciaran el inicio de un nuevo día en ese lugar. Sin darnos cuenta, acabamos. Nuestras conversaciones y encuentros amistosos, surgieron y fluyeron de la forma más natural.
Henry siempre supo que yo era capaz de defenderme ante cualquier comentario denigrante y de inferioridad, de cualquier hombre. Sin embargo, siempre que pudo, en nuestra estadía en la academia, trató de defenderme cuando era necesario y donde ambos sabíamos que por ser mujer, podría salir perdiendo.
Cuando se nos dio la oportunidad de iniciar nuestras prácticas en diferentes áreas de la policía y en las diferentes estaciones de las ciudades cercanas, siempre fuimos juntos y, por alguna razón, nadie nos negaba 3sa oportunidad. Todo era risa, diversión, análisis, seriedad y compañerismo, de acuerdo al momento.
Tiempo después, cuando ambos fuimos egresados de la academia, con honores y demás méritos. Luego de eso, ambos decidimos salir de Francia y viajamos a Reino Unido, con la intención de encontrar un lugar que nos permitiera desempeñarnos en las áreas que mejor manejábamos, así lo hicimos y aunque no vivíamos juntos, nos manteníamos en constante comunicación.
Para Henry había sido más sencillo encontrar un entorno laboral donde pudiera darse a conocer, por mi parte, todo había sido lo contrario, al ser mujer, extranjera y de raza negra, la gente comenzaba a dar críticas destructivas, comentarios vulgares y demasiado machistas. Aprendí a ignorarlos, como toda mi vida lo había hecho, no pude trabajar desde el principio en una comisaría o algo similar, tampoco ser la detective que tanto buscaba, no tuve más que... aceptar otros trabajos.
Luego de un tiempo, logre obtener trabajo en una comisaría de Sheffield, ahí me hice amiga del comandante y jefe de la estación, quien me había brindado su confianza y respeto desde el primer momento. Para ese entonces, Henry y yo, ya no manteníamos la comunicación que tiempo atrás teníamos, él se había mudado a Manchester por motivos de trabajo.
Cuando pude realizar mi traslado a Liverpool, visité a Henry en Manchester, incluso me ayudó en la mudanza, que... no era demasiada, pero lo hizo. En alguna ocasión, mis padres me visitaron antes de dejar Sheffield, aseguraban que Henry y yo teníamos un futuro prometedor, no sólo como colegas y amigos, sino como una pareja, pero... era algo que ambos sabíamos, no podía pasar.
Unas semanas más tarde de mi llegada a la ciudad, a mi correo llegó una carta, era Henry, informándome que pronto llegaría a Liverpool, como jefe y comandante de la estación de policías. Al momento de su llegada, me ofreció el puesto de detective, así fue como había terminado trabajando en la comisaría.
Tantos recuerdos habían inundado mi cabeza, de manera que al ver la hora, eran casi las tres de la mañana. Había recaudado ciertas pistas y, sabía que a la mañana siguiente vería al detective Edward, necesitaba preguntarle algunas cosas, en caso de que él no se hubiera dado cuenta.
Henry había ocultado el mensaje sobre la mención de algún detective más en el caso, lo que significaba que aquella persona que estaba detrás de esto, sabía que un nuevo detective llegaría a la ciudad, pero... ¿cómo? El detective Barker había llegado gracias al nombramiento de Adams, ¿podría ser que estuviera relacionado con el sujeto que estábamos buscando?
En la pared de la casa de Ashley, estaban escritas las cuatro iniciales de los detectives y Adams, así que conocía los nombres de todos y... en cada cadáver que ahí adentro se encontraba, había una nota dirigida hacia cada uno, menos para Adams, tampoco el otro órgano, el cual hasta el último momento, no había encontrado.
Siempre nos estaba vigilando, sabía que llegaríamos a la escena donde se encontró a Emily, que iríamos al "rescate" de las dos mujeres y sobre todo, sabía que yo llegaría a la casa de la familia Brown. ¿Cómo pudo saberlo? Alguien estaba vigilándome, no podía ser la persona que había cometido tanto acto deshumano, sino alguien más discreto y... que llevaba cierto tiempo estando cerca de mí.
Tenía que admitir, que siempre que iba por las calles de Liverpool, me sentía observada y a pesar de mis instintos de detective, eso mismo causaba que estuviera alerta a todo y fijándome en cada detalle de la ciudad, pero nunca lograba darme cuenta de nada, lo cual en ocasiones me provocaba irritación y molestia.
Él siempre sabía que llegaríamos, que encontraríamos todos los puntos en los que nos quería tener, por lo que sabía nuestra forma de trabajar, especialmente la mía. No era por alardear, sino, cada una de aquellas circunstancias, había sido yo quien recurría a los sitios, acompañada o no, por lo que debía conocerme.
Necesitaba viajar a Sheffield con la intención de solicitar una copia del listado de nombres de todas las personas que estuvieron relacionadas conmigo, por determinado caso y principalmente, para saber algo de Cayden Laurent, quien hasta ahora, parecía que había dejado de acecharme, incluso de mandar presentes.
Por ahora, había descartado en mayor probabilidad a Laurent de estar vinculado a este caso, pero no podía dejar pasar sus tantas advertencias, que... de alguna manera, eran similares al autor de los crímenes y no sólo eso, sino también los presentes que le habían sido entregados a Williams y sus socios, quienes no estaban involucrados en esta investigación, pero habían sido afectados. Entonces, ¿por qué vinculaba a Williams conmigo? Y, ¿por qué nuestro criminal actual también lo incluía a el y otros detectives?
Sin embargo, aunque Cayden tenía antecedentes de secuestro, este caso ya no se trataba sólo de secuestros, sino también asesinatos, a féminas y... tres hombres, incluyendo al que estaba fuera de la habitación.
Entre tanta cavilación, el tiempo siguió avanzando y faltaba poco para que llegaran las cinco de la mañana, en tres horas aproximadamente tendría una reunión con Edward así que debía descansar un poco. Y por la tarde o un poco antes, viajar con Jareth hacia Sheffield, para regresar al día siguiente.
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A partir de este momento, la historia irá tomando rumbos muy... interesantes, espero que sea de su agrado.
Quería contar un poco de la relación que habían tenido Henry y Maxine, para que se entendiera el porqué a ella le afectaba la pérdida de su amigo.
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