Capítulo XVIII

Antes de ir a casa, pasé por la oficina a recoger algunos informes, Jareth ya no estaba en el lugar, debía ir a dejarle su auto. Pensaba en qué podría decirle a Cormac, sin que este se molestara, pero seguro lo haría.

Decidí que dejaría mis cosas en casa y luego iría a dejarle el auto a Jareth, hasta luego me bañaría. Cuando llegué al edificio, Ruperth me vio con cara de desaprobación.

-Buenas noches, señorita.

-Buenas noches. —seguí caminando—

-Alguien la está esperando en su piso.

-¿Dentro?

-Creo que sí, alguien se encargó de abrirle. —dijo—

-¿Jareth?

-Así es.

Caminé con prisa, sabía que se trataba de ambos chicos. Cuando entré mi amigo me observó y luego reparó en la sangre sobre mí.

-¡Maxine! ¿Qué carajos te pasó?

-Larga historia.

-Creo que tenemos suficiente tiempo —dijo Cormac desde el sofá—

-Ustedes lo han de tener, yo debo bañarme y cambiarme, tengo que salir.

-¿A dónde vas? —dijo Jareth—

-Trabajo —dije caminando a mi habitación—

-¿Trabajo o algo más? —soltó con ironía el otro—

-Ustedes —los señalé a ambos— no son mis padres, no tengo que darles explicaciones y si tanto les molesta, pueden retirarse, acá están tus llaves, Jareth, gracias. —coloqué las llaves sobre la mesa de centro—

Mientras me bañaba se vinieron muchos recuerdos a mi mente, los cuatro cuerpos en condiciones espantosas, el sujeto que lloraba por la amenaza, la sangre tocando mi rostro y el de Williams.

-Maxine —dijeron al otro lado de la puerta—

-Vete.

-Soy yo, Jareth, ¿puedo quedarme?

-Si quieres.

-¿Te puedo ir a dejar?

-Si es para saber qué estoy haciendo, no es necesario.

-Maxine, ¿por qué estás así? Sabes que siempre me he preocupado por ti.

-Sólo espérame ahí afuera, dile a Cormac que lo veré otro día.

-Se ha ido.

-¿Se fue?

-Sí, dijo que esperaba en algún momento poder hablar contigo, que tal vez si lo secuestraban te interesarías en él.

-Idiota.

-Eso dije yo, te estaré esperando.

Al final, Jareth tenía razón, él siempre se había preocupado por mí y yo sólo estaba irritada ante todo lo que estaba pasando. Al salir de la ducha me vestí, tomé unos pantalones de vestir y una blusa formal, junto con una chaqueta de cuero.

-Vaya que mi amiga es muy sexy —dijo Jareth al verme—

-Cállate —reí—

-Es la verdad, cariño.

-Gracias, tú eres hermoso, ¿lo sabes?

-Claro, claro.

-Cuanta modestia.

-Ya sabes, lo normal.

-¿Estás listo?

-¿Para la mejor de las historias?

-Tengo miedo, pero me agrada esa cara —dijo entre risas—

Le conté a Jareth sobre algunas cosas que habían pasado durante la investigación, últimamente él se pasaba de lo sobreprotector, de manera que su cara de preocupación se hizo presente desde el primer momento. Después de ingerir una sopa que él había preparado me ofreció llevarme a la comisaría.

Al llegar, él me dijo que esperaría ahí dentro, así que entremos juntos.

-Uy, tu nuevo mejor amigo ya está aquí —dijo al ver al detective Williams en una de las sillas que estaban frente a la recepción—

-Calla, Jareth Wayne. —dije alejándome de él—

-Buenas noches, detective Durand—dijo el hombre—

-Buenas noches, detective Williams, ¿ha podido comer luego de la escena que presenciamos?

-Algo leve, para no preocupar a mi mujer. —dijo—

-Al menos lo hizo, creo que alguien —dije haciendo un movimiento con mi cabeza luego de ver al comandante aproximarse— no lo ha hecho.

-¿Qué hacen ustedes aquí?

-El trabajo que la policía no ha podido hacer —dijo Williams—

-Lárguense —gritó—

-Se debe a su falta de alimentos el genio que trae o ¿me equivoco? —dije—

-Usted ni debería estar aquí, si sigue metiéndose en nuestros asuntos haré que tenga prohibido poner un pie en el lugar —se acercó con furia a mí—

-Inténtelo —dije aproximándome a él—, veremos quién sale perdiendo.

-Durand, usted no me conoce, no sabe de lo que soy capaz.

-¿A escuchado eso, Williams? ¿Han escuchado eso todos ustedes? —alcé la voz— al parecer al comandante Adams, una mujer le hace sacar ese lado que no ha dejado ver. —dije recorriendo la pequeña habitación— Siga amenazándome Adams, veremos quién pierde.

-Debería estar en su casa, lavando la ropa, los platos o todas estupideces que hacen las mujeres.

-¿Llama estupideces a lo que su esposa hace por usted? Bueno, ella no se vería obligada a hacer las supuestas estupideces, si usted no causara tanto desastre —dije—

-Déjenos, Adams. Mi colega y yo no estamos causándole problemas, ha sido usted quien ha venido aquí a armar un escándalo.

-¿Usted está del lado de las mujeres? ¿será usted uno de esos raros que tienen gustos extraños? ¡Oh! Le gustan los hombres, es eso, ¿no? —dijo con burla—

-No comparto sus mismos gustos, comandante. —soltó Williams— Y no apoyo directamente a las mujeres, pero sin ellas su camisa, la mía y la de cualquier hombre en esta habitación, sería como aquella hoja —señaló un cesto de basura—. Y hay que admitir, que la detective Durand, posee un buen talento —vaya, eso me sorprendió—

-Idiotas, ¡Todos sigan trabajando! —dijo al ver que todos observaban la escena— y ustedes, lo mejor es que se vayan.

-No se irán —dijo el oficial que estaba a cargo del teléfono—, pueden ingresar —se dirigió a nosotros—

-Con su permiso, comandante Adams —dijo con diversión Williams—

-Estúpido —susurré—

La morgue se ubicaba en la parte trasera de la estación de policías, sin embargo, por la hora en la que nos encontrábamos, no teníamos más opción que entrar por el frente, el forense encabezaba la caminata, de noche, la comisaría era fría, más cuando se trataba de ir en dirección a ese sitio donde estaban los diferentes cadáveres.

La impresión que llevamos antes de entrar a aquel sitio, fue ver al detective Barker ahí, quien muy amablemente nos saludó, aunque Edward no se sentía nada cómodo con este cerca, logró reducir la tensión que se había formado al instante.

El forense abrió el cerrojo que se encontraba con llave, ahí dio paso a una parte de la morgue que, durante el tiempo que estuve visitándolo anteriormente, no había conocido, era oscuro y la temperatura era muy baja, más de lo que acostumbraba. Pasamos varias puertas que estaban cerradas, sin saber por dónde caminábamos, el forense iba primero, seguido de él, el rubio; yo y Williams.

Bajamos unas cuantas escaleras de metal, el sonido se expandía durante todo el sitio. Luego de varios minutos, llegamos al lugar donde se realizaban las autopsias, cuatro mesas metálicas, en cada una lo que quedaba de cada cuerpo que habíamos encontrado unas horas atrás.

-Bien, los he citado a ustedes, porque mientras examinaba, sin tanto detalle, encontré varias cosas curiosas en los cuerpos.

-¿De qué se trata? —dijo Edward—

-Les pedí dos horas para poder examinar los cuerpos, no he terminado y en parte, también por eso solicité su presencia, detective Durand —asentí—, pude notar que los hígados de las víctimas había una ligera incisión, así que al revisar, pude darme cuenta que estas no habían sido realizadas con la intención de observar el interior del mismo, sino —hizo una pausa— se trataba de un lugar donde pudieran ocultar ciertas cosas.

-¿Qué tan grande es la incisión? —dijo el rubio—

-Cinco centímetros, pero la profundidad, podría decir que casi llega al otro extremo del órgano.

-¿Qué había dentro? —dije—

-Tres notas, una en cada uno. —dijo tomando tres bolsas donde había guardado los papeles que estaban un manchados de sangre.

-¿Puedo? —dijo Williams, extendiendo su mano—

-¿Puedo adivinar? —inquirí— se trata de una nota para cada uno, ¿no es así? —mis colegas me observaron y luego al forense, quien sólo asintió—

-Cuatro víctimas, tres menores de sexo femenino y un adulto, que parecía, era el padre de la víctima de hace unos días. El otro hígado, no está, no lo encontramos en la escena.

-¿Qué dicen las notas? —dijo Barker—

-Léanlo ustedes mismos —nos extendió una a cada uno—, cada una trae un mensaje distinto, pero todas llevan al mismo punto.

Tomé la mía, la leí sabiendo que podía encontrar cualquier tipo de locura aquí.

Es la muerte un escape, una salida que no nos genera costo alguno, puedes encontrarla, sin tanto buscarla y llegarás a ella, sin tanto problema. Maxine Durand, una señorita de descendencia africana y francesa, hermosa en su mayor esplendor, dura, intensa, difícil de domar, pero al final todas caen, cariño. No eres más que una mujer, como todas, tus puntos débiles son los mismos que todas, no me has encontrado o tal vez ya tienes sospechas, aunque realmente lo dudo, eres buena, pero nosotros somos mejores, nos venciste una vez, pero eso acabó.

Tú y tu equipo de investigadores, no son lo mejor que hay nuestra ciudad, nosotros somos los mejores y por eso aún no nos encuentran, les advierto, aléjense. Si no lo hacen tengan por seguro que sus secretos más oscuros y los que más les puede afectar, serán revelados y dañados.

Este tipo sabía de mí, tenía muchas cosas a su favor, él me conocía o conocía lo que decían de mí, pero me ha generado más dudas, indica que les he vencido una vez, son varios —Cayden— inmediatamente borré eso, él había sido sólo uno, a menos que se haya aliado con alguien más. Debía ir a Sheffield, antes de descartarlo por completo.

Mis colegas habían palidecido ante lo que leyeron, pedí autorización para fotografiar aquella evidencia. El forense sólo añadió:

-Tengan cuidado detectives, sé que cada uno trabaja por su lado, pero acá hablan de los tres como equipo, así que cuídense.

-¿Y el otro hígado? —soltó el rubio—

-No lo encontramos, estamos buscándolo aún. Al tener noticias les informaremos.

-¿Qué hay de los cuerpos? —dije—

-Imposible poder intentar reconstruirlos.

-¿Eso es todo? —preguntó Williams—

-Sí, si han tomado toda la información que deseaban, es todo.

El forense nos llevó por el mismo sitio por el que habíamos llegado. Cuando estuvimos en la recepción de la comisaría, vi a Jareth entretenido conversando con uno de los oficiales que se encontraban ahí, con un ambiente divertido, mi amigo siempre era tan sociable.

-Otro loco más —dijo el Jhon—

-¿Disculpa? —dije—

-Ese que está ahí —señaló a Jareth—

-Ese loco —dije molesta— es mi amigo. Buenas noches.

-¡Maxine! —exclamó Williams—

-¿Hm?

-Odio a ese tipo —dijo—, ¿trabajamos juntos?

-No suelo trabajar con compañeros.

-¿Y qué dices de él? —volteo a ver a Jareth—

-Es distinto.

-¿Aceptas?

-Bien, nos reuniremos mañana temprano, es muy tarde ya.

-Te busco en tu oficina, Durand. —dijo saliendo por la puerta que estaba frente a nosotros—

-¡Jareth! —grité—

-¡Voy! —dijo entre risas—

Salí y vi como Williams se iba en su auto, necesitaba tenerlo de cerca, llevaba una desventaja al ser mujer y él podría ayudarme en algunas cosas, con ese idiota de Adams. Así que, tal vez no sería tan mala idea trabajar juntos.

Fumaba un cigarrillo cuando Jareth me alcanzó fuera de su auto.

-Divertida la conversación, ¿no? —dije—

-Ni te imaginas —rió—

-Bien —tiré el cigarro y lo pise—

-Debo hablar contigo —dijo serio y subió al auto—

El camino a casa fue muy interesante, sin embargo, Jareth se veía nervioso y ansioso por llegar a casa, había decidido quedarse conmigo esta noche, mientras arreglaba algunos papeles del caso. Mañana luego de trabajar con Williams y que mi amigo saliera de su trabajo, iríamos a Sheffield, así que aclararíamos dudas o nos enrollaríamos en más problemas.

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