Capítulo XVII
Pasaron alrededor de quince minutos desde que había informado a la policía, cuando llegaron ahí estaba él y a su lado John Barker, el nuevo detective.
-Durand, no creí verla tampoco.
-Lastimosamente así tuvo que ser, no esperaba ver algo tan desagradable.
-Compartimos el mismo disgusto.
-Para usted, el tenerme de frente es un honor —dije con todo divertido y algo de orgullo—
-Al contrario es, le presento al detective Barker —el rubio extendió su mano, así que la estreché—
-Un gusto, detective Durand.
-Barker, John Barker, el gusto es mío —dijo con un sonrisa—
-¿Qué hacía por acá Durand? —dijo el de mayor edad—
-Me encontraba investigando.
-¿Qué no le dije que debía ir a preparar la cena? —dijo burlón—
-Esa la hará su esposa —dije y me vio serio—
-¿Cómo se ha enterado de esto? —preguntó el rubio—
-Estoy investigando los asesinatos, necesitaba pistas —dije mientras entrábamos a la casa, donde ya habían colocado buena iluminación— así que vine a las casas de las víctimas y, me he encontrado con que esta puerta estaba forzada y aquella ventana —dije señalando— estaba quebrada, lo que significaba que intentaron entrar por fuerza. La puerta estaba colocada, así que sólo cometieron el crimen y se han largado, como las ratas que son.
-Vaya, usted es admirable —dijo el más joven—
-Nada de eso, ¿qué la hace pensar que la ventana no estaba quebrada desde antes?
-Que fue golpeada con esa roca —señalé al suelo—.
-Asombrosa
-¿Tú estás para investigar o para halagar al intento de detective? —dijo Adams—
-Ambas —soltó John, mientras caminaba por la casa, yo sólo le sonreí—
-Ahora, esto es lo desagradable. —Caminé en dirección a la habitación donde estaban los cuerpos— Comandante.
-¿Qué quiere? —dijo seco—
-Debería informarle a su esposa que haga menos cena, porque usted no comerá hoy —dije divertida—
-Idiota —susurró—
-No sabía que conocía un sinónimo de lo que usted es —dije y entré en la habitación—
Ahora que las luces iluminaban todo, la escena era más grotesca, dedos, órganos y sangre coagulada en toda la habitación. Adams salió del sitio y por lo que escuché, vomitaba en la cera, Barker, al igual que yo, observaba todo con detenimiento.
-Detective —dijo el forense—
-¿Sí? —dijimos al unísono—
-Cierto, olvidaba que ahora son dos.
-En realidad somos tres —dijo Williams entrando con altanería en la habitación—
-Bien sea quien sea que hizo esto, necesitaba ayuda —dijo el forense—, pero tiene que ser alguien con una mente completamente retorcida.
-¿Crees que no lo estamos notando? —dijo Williams—
-A lo que me refiero es que, estas personas estaban haciendo uso de estupefacientes o se encuentran en un peligroso estado de salud mental, tanto para quitarle los dedos a alguien y luego quemar su herida, y hacerles tragar partes de sus extremidades o de las otras víctimas—dijo el pelinegro—
-¿De qué mierda hablas? —dije—
-Al parecer, han abierto tórax para asegurarse que ingirieron completo uno o varios de los dedos. Debo revisar muy bien cada uno de los cuerpos, bueno, lo que queda de ellos.
-¿Algo más? A parte de lo físico —dijo Barker—
-Sólo eso —dijo señalando la pared—
En letras rojas, escrito con sangre que ya se encontraba seca, alguien había escrito:
Quizás cerca, tal vez lejos, pero siempre los estoy observando W D A B
Eran las iniciales de todos los que estábamos en esa habitación, menos del forense; Williams, Durand, Adams y Barker, sabía de nosotros. Inmediatamente salí del lugar, ahí estaba Adams, quien caminó decidido hacia mi sitio, yo observaba cada edificio, aquel sujeto nos estaba observando, lo sabía.
-¿Se ha acobardado la princesita? —dijo con burla Adams—
-No, sólo quería asegurarme que la otra princesa estuviera bien —dije divertida—
-Es usted una molestia, Durand.
-Lo mismo pienso de usted —sin dejar de observar cada lugar, pero no se veía nada, él se alejó ante mi comentario—
-¿Qué piensas Durand? —dijo Williams, apareciendo a mi lado—
-¿Desde cuándo ya no es el trato de usted? —dije—
-Desde que el idiota que está allá dentro tomó el puesto de detective.
-¿Cuál de los dos?
-Barker.
-No me parece un idiota.
-Seguro que no, los extranjeros se llevan muy bien.
-¿Cómo sabes tanto de él?
-Durand, yo investigo a cada detective que pisa mi ciudad, ¿a qué crees que se debe mi trabajo?
-Por eso los comentarios denigrantes hacia mí, ¿o me equivoco?
-Así es, —dijo ofreciéndome un cigarrillo, mientras él colocaba otro en su boca— ahora, ¿qué piensas?
-Ese maldito nos está observando o eso hacía mientras estábamos escuchando al forense.
-¿Por qué tan segura?
-Espera, ¿traes tu auto?
-Así es, está —fue interrumpido cuando se escuchó el grito de un oficial, seguido de él disparos, una ametralladora—
-¡Mierda! ¡ven! —lo tomé del brazo y corrimos en dirección opuesta de donde había venido el tiro—
-¡Qué carajos!
-¡Tú corre! —le dije—
Nos escondimos en entre algunos contenedores que estaban cerca, desde ahí pude ver cómo los oficiales salían en diferentes direcciones y pedían refuerzos, así como que circularan el área. Pero pude ver de dónde venían aquellos tiros que seguían amenazando a todos los oficiales, se trataba del que había sido francotirador, él sabía que vendríamos, él sabía que yo encontraría todo esto. ¿Cómo?
Williams me observaba y luego lo que estaba ocurriendo.
-¿Traes protección? —dijo serio—
-Sí —le dije— ¿tú?
-También, ¿qué tienes en mente?
-¿Cómo lo sabes?
-Somos detectives, Durand.
-Bueno, pero no creí que nos tuviéramos que conocer tan bien. —solté—
-Ya ves. —dijo él viendo hacia los oficiales—
-Sígueme, haremos algo.
Teníamos la ventaja que esas calles contaban con demasiados callejones, lo que nos permitía desaparecer de un lado y luego estar en otro. Logramos llegar al edificio del que provenían los tiros, eran apartamentos los que ahí había.
-¿Cómo carajos sabremos qué piso es? ¡Son cinco! —dijo en susurro—
-Por eso razoné mi plan antes, Williams, al parecer no lo sabes todo.
-Como digas —soltó—
Llegamos al cuarto piso, ahí se en uno de esos apartamentos se encontraba el idiota ese. Pero había alguien custodiando uno de ellos, si eran ellos, nos reconocerían, sabían que estábamos en el caso.
-Iré yo —dijo Williams—
-¿Estás loco?
-Seguramente —y se alejó de mí—
El tipo que estaba en la puerta al verlo se alteró y comenzó a correr en dirección opuesta a mi colega, pero este le apuntó y dejó ir un disparo, el hombre cayó al suelo y suplicaba que no le hiciéramos daño. Williams lo alcanzó y lo esposó para traerlo hacia la habitación, abrimos la puerta de una patada.
Ambos nos vimos ante la sorpresa que teníamos ante nosotros, el idiota había fabricado algún tipo de artefacto, permitiendo que al terminar una de las ametralladoras, la otra siguiera. Frente a nosotros se encontraban cuatro de esas apuntando todas a la misma dirección.
-¡Vámonos! —grité—
Williams salió tras de mí, sin soltar al hombre que lo único que hacía era llorar y suplicar piedad. Estábamos por comenzar a bajar de ese piso, cuando una pequeña explosión tuvo lugar en la habitación que minutos antes habíamos pisado nosotros.
Los disparos cesaron y cuando estuvimos afuera del edificio, los bomberos ya se acercaban a unas calles. Williams comenzó a interrogar al hombre.
-Yo no sé nada —decía sin dejar de llorar—, me han amenazado que si no cuidaba esa puerta y tocaba ese botón, matarían a mi familia.
-Otra amenaza ¿Quién dijo eso?
-Un hombre, no sé quién era.
-¿No te dijo su nombre? —dijo mi colega—
-No, pero traía consigo un bastón —dijo tratando de calmarse—
-¿Qué más te dijo? —pregunté, sabiendo que se trataba de la misma persona de los secuestros—
-Dijo que sabía que alguien vendría, que debía huir —volvió a llorar—
-¿Quién?
-¡Alguien! No lo... —nuestros rostros y ropa se llenaron de sangre—
-¡Corre, Durand! —dijo Williams—
Habían comenzado a disparar en nuestra dirección, pero no podíamos ubicar el lugar del que provenían, logramos escapar. Las luces de las patrullas llenaban el lugar, la noche había atrapado las calles de la ciudad, sangre y algunos oficiales se encontraban heridos, algunas patrullas y ambulancias rodeaban la casa de Ashley Brown, los bomberos estaban verificando que el edificio donde había sido a explosión, todo estuviera en orden.
Adams caminaba molesto en nuestra dirección, Williams se paró antes de que este llegara.
-¡Ustedes dónde demonios estaban! —gritó—
-Te calmas, porque en primer lugar, no somos tus subordinados para que te creas con el derecho de hablarnos de ese modo. —soltó mi colega—
-¡Tú! —dijo señalándome—
-¡Ya! —gritó Williams—
-Tranquilo —dije al detective mientras me movia de donde estaba—, yo sé defenderme, gracias. ¿Qué carajos quieres Frank Adams?
-¡Por tu culpa hay un hombre muerto!
-¿Eres idiota? ¡El tipo igual iba a morir! ¡Lo dejaron cuidando la puta habitación! ¿Te das cuenta? Esa que explotó, hubiéramos llegado o no con Williams, ¡Él hubiera muerto!
-Estúpido —masculló Edward—
Molesto se retiró del lugar, ya era noche, todo estaba oscuro, los oficiales comenzaban a retirarse, se acordonó el área, de manera que nadie podría estar cerca de aquellas escenas.
-¡Mierda! —comencé a caminar—
-¿Qué sucede? —dijo Williams—
-¡El auto de Jareth!
-Joder, ¡el mío!
Corrimos en dirección a donde estaban los autos, gracias al cielo estaban en perfecto estado, al parecer no habían apuntado a ningún vehículo, solamente a la casa. El alivio llegó a mí y pude notarlo en el rostro de mi acompañante mi acompañante, ¡Cormac! No puede ser, debe estar en casa.
-Debo irme. —dije caminando al auto—
-¿Pasa algo?
-Tenía algo que hacer, y —observé mi reloj— es tarde.
-Vaya, tienes un reloj —dijo—
-Es necesario, Williams.
-Así es —dijo levantando su mano izquierda—
-¡Detectives! —gritó otra voz y ambos giramos en dirección a esta—
-Los veo en dos horas en la morgue —dijo el forense, mientras se alejaba—
-Nos vemos más tarde, Durand —dijo—
-Hasta más tarde, Williams —dije—
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