Capítulo VIII

*Un año atrás*

Al fin podría buscar a mi hijo, la última vez que lo vi aún tenía 5 años, fue justo tres meses antes de entrar a prisión, mi ex mujer nunca me visitó y las llamadas que realizaba desde el centro, no las contestaba. Fueron dos eos ocasiones en las que contestó, sin embargo, al darse cuenta que se trataba de mí, inmediatamente me comunicó con el pequeño, y estaba bien. No quería hablar con ella, era él quien me importaba, él y su voz.

Cualquiera pensaría que al salir iría inmediatamente a visitar a mi familia, pero ¿qué familia? Consideraba que ahora lo único que yo poseía era mi hijo, así que lo primero que yo hice fue buscar a mi abogado. Sabía donde buscarlo y tal como lo imaginé, él no había cambiado su lugar de trabajo, ahí estaba, con el traje impecable tal y como los trabajos sucios que tiempo atrás habíamos hecho juntos. Sonrió al verme libre.

—Por fin libre, Cayden —dijo estrechando mi mano y ofreciéndome asiento.

—Así es amigo, ya puedo regresar a las andadas.

—¿De qué hablas? ¿volverás a hacerlo?

—Claro, ¿por qué no?

—Hablas de ¿volver con ellos?

—No, amigo no te equivoques, esos idiotas me vendieron y se quedaron con cierta parte de mi dinero, no puedo volver.

—¿Entonces?

—Yo tengo mis planes, ya sabes.

—Bien, en cuanto no te metas de nuevo en problemas.

—Sabes que nunca me han atrapado, al menos antes de que esos traidores se dejaran seducir por unos cuantos billetes. Trabajando solo me irá mejor.

—En ese caso, acá tienes un socio —dijo mientras sonreía complacido ante lo que escuchaba.

—Por cierto, muchas gracias por tu trabajo, de no ser por todo lo que haces, aún estaría ahí dentro y quizás hasta me hubiera podrido en ese sitio.

—Ya sabes, de eso van los amigos, eres de las únicas amistades que me quedan desde muy joven y no pretendo perder a la única persona que hasta ahora me ha sido fiel.

—Lo mismo digo —solté mientras él servía licor en unas copas.

—Por cierto, acá tienes las llaves del apartamento —me extendió un juego de llaves y la copa—, ahí se encuentra la caja fuerte en la que está tu dinero, puedes contarlo por cualquier cosa.

—Gracias amigo —di un trago a mi bebida. Recordé que antes de ser arrestado, entregué un apartamento que no estaba a mi nombre, para que pudiera librarse de todo al momento de tomar mis pertenencias.

—¿Ahora qué harás?

—Iré a visitar a Andrew, tal vez Lineth me deje estar con él un rato.

—Seguramente lo hará y si no lo hace, ya sabes que aquí estaré. Por cierto, me enteré que está saliendo con alguien, aún no logro descifrar con quién.

—Bien por ella, aunque dudo que la toleren.

—Pobre diablo el que esté con ella.

Seguimos conversando durante unas horas hasta que decidí dejar su bufete. Brendan Chester, un abogado con un conocimiento ilimitado en las leyes y la forma en cómo manejarse en el lado oscuro a la vez, mi amigo de aventuras desde muy chicos, ambos crecimos en la misma ciudad, nuestras familias eran muy unidas, cuando nos independizamos lo hicimos juntos, todos veían un gran futuro en ambos, incluso grandes asociaciones. Él estudió leyes, yo me dediqué a la administración, la asociación que todos soñaban que tuviéramos, nunca se llevó a cabo, al menos no de la manera en la que ellos imaginaban.

Cuando tuve que huir por la situación del secuestro de Dubois, mi empresa quedó al mando de algún fulano que Chester se había encargado de nombrar, la cual no se vio afectada ante los hechos, él hizo que la empresa se viera lo menos implicada posible y, cosa que no era de extrañarse, sí funcionó. Todo este tiempo en prisión el imperio que había construido siguió trabajando, sin verse perjudicada en ninguno de los dos sentidos en que se manejaba.

Mis cuentas habían sido congeladas y perdí una muy buena cantidad de dinero, pero Brendan realizó ciertas acciones para que la mayor parte de mi dinero estuviera intacto, por lo que la fortuna que había obtenido no tuvo problema y, aparte de los honorarios que él mismo cobró por su labor y la pensión que se le pasaba a Andrew, mi dinero estaba seguro. La empresa dejaría que siguiera en manos del sujeto que ahora la estaba manejando, mientras yo me ocupaba de realizae algunas actividades que tenía pendiente y que también, nadie tratara la manera de perjudicarme o investigar la empresa y tal vez encontrar aquello que Brendan y yo hemos tratado de ocultar.

Al llegar pude verla a ella, con un vestido que cubría sus rodillas, color blanco y un escote en V, nada que no hubiera admirado en algún momento de mi vida. Ahora no sentía más que desprecio hacia aquella mujer, su sonrisa desapareció al notar mi presencia, un pequeño venía corriendo tras de ella, era él. Sus ojos almendrados se posaron en mí y una sonrisa que mostraba sus dientes fue el primer regalo que tuve en mucho tiempo por parte de él y de la vida.

—¡Papá! —gritó con su tierna voz de niño.

—¡Andrew, hijo mío! —lo alcé cuando lo tuve próximo a mí.

—Has vuelto —soltó con lágrimas en sus rosadas mejillas.

—Así es hijo, te he extrañado.

—Yo a ti papá —se bajó de mis brazos—, ven, te mostraré algo —tomó mi mano y me guió hacia el interior de la casa que algún día había sido mi hogar, ella sólo me observaba con desdén y yo correspondí con el mismo gesto.

Estuve jugando algunas horas con Andrew, hasta que Lineth arruinó el momento indicando que ella debía salir y tenía que llevar consigo a mi hijo. Prometí verlo en los próximos días, en cuanto su madre me lo permitiera, ella había obtenido la custodia de mi hijo, porque era la más apta para cuidarlo. No había objetado ante esa decisión, ya que Brendan y yo sabíamos que en el mundo que yo manejaba, no era lo más apto para un niño de cuatro años.

Antes de dirigirme hacia mi apartamento, fui a visitar la cafetería en la que un año antes había sido aprehendido, recordé lo que aquella detective me había mencionado cuando estaba tomando mi declaración, me había seguido durante un tiempo para poder encontrarme, cuando yo fingía no estar huyendo o escondiéndome de la policía. Ella me había visto en una de las cafeterías cercanas a la estación, así que antes de ir hacia mi morada, haría una pequeña parada.

Ese café que días antes había visitado, estaba un poco vacío ahora, me transporté a un año antes, cuando pisaba por la mañana aquel sitio, había examinado el área, pero no había nadie con algún atuendo de policía, ni similar a los detectives. Pero ahí estaba ella, una mujer de tez negra, su cabello caía sobre sus hombros, una blusa de botones, que dejaba ver el inicio de aquello tan característico en las mujeres, su vestimenta un poco fuera de lo normal a la que el resto de mujeres usaba en la ciudad, eso mismo la hacía resaltar entre el resro de personas del lugar. Su vista estaba fija en un libro, no logré distinguir de qué se trataba, una taza de café y un croissant, el cenicero tenía rastros de algún cigarrillo, que seguramente ella traía consigo y dejó de lado por los rótulos que se encontraban dentro, advirtiendo que no se podía fumar.

Fueron unos breves segundos, quizás menos de cinco, que su mirada profunda tuvo contacto con la mía, luego regresó a su lectura y yo ordené lo que en todas las cafeterías pedía, desde que la policía me buscaba. Tal vez fueron unos veinte minutos, los que sentado en la barra, esperé que el tiempo pasara, mientras leía el diario, ocultando mi atención hacia esa mujer. Misteriosa, atractiva y por su aspecto, muy inteligente.

No me había equivocado vaya que era inteligente, días más tarde me había encontrado en otro café, junto con un equipo de agentes para escoltarme a la estación. Tal vez la detective Durand, era una mujer distinta a todas, con cualidades interesantes y una mirada que te podía mostrar desde lo más lindo, hasta lo insoldable; una mujer inolvidable.

Pregunté por ella en ese lugar, era seguro que frecuentaba el sitio, por la inmediatez que poseía, dijeron que hacía un tiempo se había ausentado del café y no la volvieron a ver cerca del mismo. Una de las señoritas me hizo una paeasa antes de que me retirara.

Por si le sirve y porque veo que tiene un interés por la detective Durand, ella en una ocasión vino a despedirse de una chica que aquí trabajaba, aseguró que se mudaría, no supimos más.

La joven se retiró, y lo único que vino a mi mente, fue que la gente aquí siempre era tan confiada, por eso suelen aparecer muertos o con pérdidas materiales, dejarse llevar por las apariencias o supuestas intenciones que las personas tienen por los demás, les trae consecuencias grandes
.

Meses más tarde de ese día, me había mudado a Liverpool, Lineth aceptó que durante las vacaciones Andrew viajara conmigo para pasar esa temporada juntos y siempre que yo pudiera, lo visitaría. Mi empresa aparentemente estaba siendo dirigida por la persona que Brendan había designado en mi ausencia, pero detrás de él todo lo manejaba yo, de igual forma, en ambos mundos.

La había encontrado, vivía a unas cuantas calles del lugar en el que me había establecido y podía verla en su ir y venir. Ella aún no se percataba de mi presencia y estoy seguro, que ni lo imagina y tampoco tiene conocimiento sobre mi libertad.

*Presente*

Bastó un año o menos, para poner en práctica lo que había planeado durante el tiempo que estuve en prisión, tal vez era el momento en que Maxine Durand supiera de mí y tendría que hacérselo ver.

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