Capítulo V
*El presente*
◇◇◇
*Maxine*
Pedí prestado a Jareth su auto, estuve dando algunas vueltas por la ciudad, en busca de algo que estuviera fuera de lo normal, tenía más de un año de estar viviendo en Reino Unido, por lo que ya me había acostumbrado a ciertas cosas o situaciones que se presentaban.
Todo parecía muy normal, era tarde, aún debía ir a la casa de mi amigo para entregarle su vehículo y así lo hice.
—Creo que es buena idea que te vaya a dejar.
—No tienes que molestarte, puedo ir sola.
—Puedes, pero realmente es algo peligroso, más ahora que me has contado lo que crees, al parecer alguien anda detrás de ti.
—Podría ser, pero no creo que sea necesario, igual gracias.
—Nada de gracias, toma tu abrigo y vamos al auto, no dejaré que salgas por ahí sola.
Tomé mi abrigo y el bolso que me acompañaba, hablamos sobre distintas cosas, durante el camino mientras prestaba atención a lo que él decía, observaba con detenimiento cada una de las calles que pasábamos. No había nada diferente, tal vez un poco más solitarias que en otros momentos, pero nada que perturbara la tranquilidad que se vivía en ese lado de la ciudad.
—Mañana saldremos, ¿recuerdas a Cormac?
—¿Cormac?
—Cormac Archer. Bueno, saldremos con él, luego de dos meses ha regresado a la ciudad y por eso saldremos.
—Oh, sí, lo recuerdo.
—¿Irás con nosotros?
—No estoy segura, tengo trabajo.
—Maxine —dijo serio—, tu oficina de no ser por ti, estaría completamente vacía.
—Gracias por tus palabras, ¿qué pasa si llega algún cliente y no estoy?
—Cariño, saldremos de noche, no es necesario que dejes tu oficina durante el día. ¿Te apuntas?
—De acuerdo.
—Bien, en ese caso, paso por ti para que vengas a arreglarte y nos vamos al lugar que hemos acordado —dijo estacionando el auto frente al edificio donde estaba mi apartamento.
—Nos vemos, y gracias Jareth, linda noche.
—Igual para ti, Maxine. Descansa.
Desde que comencé con los planes para iniciar mi propio negocio, me había alejado de todas las amistades que había hecho desde que empecé a vivir en Reino Unido, a excepción de Jareth, con quien he compartido buenos momentos desde que nos conocimos en Sheffield.
Cormac, Emmet, Jareth, Isla, Margaret y yo fuimos grandes amigos durante los primeros meses de mi estancia en el país, luego cada uno tomó su rumbo y nos fuimos distanciando, el único que hasta entonces tenía un poco más de relación con todos, era Jareth. Y a pesar de haber tomado caminos diferentes, por ahora todos llevábamos un buen tiempo viviendo en Liverpool.
Durante ese tiempo de amistad, Cormac siempre se mostró distinto conmigo, tenía un comportamiento especial, en ocasiones salimos juntos, íbamos a cenar o incluso, hacíamos cortos viajes a pequeños pueblos o ciudades cercanas a la nuestra. En algún momento Jareth llegó a decirme que Cormac estaba interesado en mí, pero que debido a mi actitud tan distante con todos, él no se atrevía a proponerme nada más que su amistad.
Tal como el parpadeo de ojos, la noche se hizo corta, mientras desayunaba trataba de recordar a Cormac con mayor exactitud, un chico pelinegro, con una mandíbula muy bien definida, siempre traía una barba de varios días, pero bien cuidada. Sus ojos eran grises, dependiendo del día, se podían ver de un tono avellana, nariz respingada, de tez blanca. Era muy atractivo, al menos como yo lo recordaba.
La mañana pasó de forma muy normal, a tal punto que recordé las palabras de Jareth, "tu oficina de no ser por ti, estaría completamente vacía". Tenía cierto grado de razón, de no ser por el caso de Amelia, no hubiera visto nada de acción, ahora sólo quedaba la investigación para averiguar quién era el causante.
Luego de la hora de almuerzo por la puerta ingresó, aquella mujer con la que días antes había tenido contacto, con lágrimas en su rostro entró agitada a la oficina, inmediatamente le extendí un pequeño pañuelo, su ojo estaba morado, su pareja le había lastimado. Mientras esperaba que ella se tranquilizara examiné su ropa con la vista, de algunas partes estaba rasgada, dejando ver algunas parte de su blanca piel. Al tranquilizarse soltó:
—¿De verdad me puede ayudar?
—Claro, ¿por qué no?
—Usted no es de aquí, no estoy segura si puede trabajar estos casos siendo de otro lado.
—¿De qué hablas?
—Dicen que por no ser de aquí, ni haber estudiado acá, no puede desempeñar su labor en este país.
—He sido tenido varios reconocimientos por diferentes escuelas, mi preparación la tuve en una escuela que me permite trabajar en lugares fuera de mi país, de igual forma, cada uno de los méritos de los que he sido acreedora me han permitido extender mi trabajo. Y tengo el permiso de laborar aquí. —Decidí dejar de lado eso y comenzar con lo que realmente importaba— ¿Por qué lo ha hecho?
—Le dije que me separaría de él, me amenazó que si seguía diciendo eso, a la siguiente no serían sólo golpes, sino terminaría como la mujer de la otra noche, pero que no correría con la misma suerte que ella. —¿La otra noche?
—¿Qué mujer?
—Ayer encontraron a una mujer a medio morir entre los contenedores de la calle donde vivo, unos vecinos salieron a auxiliarla.
—Ten —dije extendiendo un pequeño botiquín con el que contaba—, ¿me podrías decir dónde vives?
—¿Irá a verlo? Si va él me matará —dijo entre lágrimas—
—No, iré a buscar a la mujer, pero primero arreglaremos tu situación.
—Yo le puedo decir donde está ella —tomó la compostura—. Seguramente ella vive la misma situación que yo, lo menos que puedo hacer es ayudarla.
—Me agrada tu pensamiento Jane, a partir de ahora, irás registrando cada una de las cosas que él te ha hecho en el último mes, por favor, necesito que me relates cada cosa, y mi me permites, sacarle algunas fotografías a tus golpes y heridas, cualquier otra cosa que él haga o te haya hecho, por favor tienes que decirla.
Le había dado una mudada de ropa, su cuerpo resaltaba más, estaba segura que si su esposo la veía de esa forma, le golpearía más, así que le presté mi abrigo, era largo, no notaría mucho.
No estaba de acuerdo con que ella ocultara su belleza por lo que su pareja pensara, pero no quería que se arriesgara nuevamente. Insistió con llegar al siguiente día con la ropa limpia, no lo acepté, podía quedársela. Pero tenía que empezar a actuar con lo que sería la denuncia por abuso.
Un poco antes de las cuatro de la tarde se retiró, habiéndome entregado la dirección donde podría encontrar a la mujer de la que me había hablado.
Jareth llegaría por mí a las 5:30pm, así que tenía más de una hora para regresar, la dirección no estaba muy lejos, cerré la oficina y tomé un taxi, mi especialidad no eran casos de ese tipo, en realidad tendrían que ir a la comisaría, pero sería difícil convencerlos aún con pruebas en mano. Sin embargo, sabía que había alguien que podría ayudarme.
Al llegar pude notar que se trataba de un lugar que simulaba ser algo como un albergue, no era grande, pero sí tenía a varias personas en su techo.
Hablé con el encargado y pregunté por la mujer que había llegado malherida en las últimas 24 horas. Al parecer se tomaban muy en serio la seguridad de las personas, ya que al principio preguntaron si no venía por parte de las personas que le habían causado esos daños, lo cual me parecía ilógico, pues cualquier otra personas simplemente podría mentir ante este cuestionamiento. Estando ahí, surgió mi duda de porqué Jane no recurría a este lugar, cuando su esposo le maltrataba, lo anoté en mi libreta, como recordatorio para preguntarle.
Me llevaron hasta donde estaba la mujer, era una castaña, de tez blanca, no tanto como Jane, su mirada estaba perdida, los golpes en su rostro de alguna manera la hacían irreconocible, su brazo estaba vendado y con la otra mano sostenía su costado —le había fracturado alguna costilla de seguro—, estaba muy herida.
—Hola, soy la detective Durand, ¿podemos hablar?
—Si vienes de parte de esos idiotas, lárgate —dijo de forma agresiva.
—No, vengo por mi cuenta, me he enterado de tu situación de la otra noche.
—¿Qué te han dicho? —preguntó con los ojos vidriosos.
—¿Puede dejarnos a solas? —dije viendo al señor que me había acompañado.
—Cualquier cosa, ya sabes qué hacer Emily —dijo dirigiéndose a la chica, Emily ella asintió.
—¿Qué fue lo que pasó?
—¿Qué no ya sabías lo que me ocurrió?
—Sé lo que comenta la gente, pero quiero tu versión.
—¿Por qué viene?
—Quiero ayudar.
—Tal vez no sea la mejor decisión —dijo viendo hacia otro lado.
—¿Por qué?
—Los tipos que me han hecho me amenazaron, no debo hablar. Intentaron entrar aquí, pero no los han dejado, sé que lo lograrán en algún momento y terminarán el trabajo.
—¿De qué hablas? ¿fueron varios?
—Lo que me sucedió no fue un maltrato por parte de mi pareja, no la tengo. Yo me encontraba de camino a casa, me dedico a bailar, de repente de un vehículo unos hombres descendieron —la chica tenía buen léxico para vivir de esa manera—, ellos insinuaron cosas, querían que me subiera al auto, me negué, querían pagarme para pasar la noche con cada uno de ellos.
—¿Recuerdas sus rostros?
—Todo estaba oscuro, no podría asegurar ninguno.
—Sigue.
—Entonces al resistirme, comenzaron a golpearme, la calle por donde estábamos era muy solitaria, me subieron a fuerzas al auto, ahí dentro dos de ellos —hizo una pausa y comenzó a sollozar— abusaron de mí —malditos—, después, como si lo supieran o me hubieran seguido tiempo atrás, me dejaron en la calle donde vivo, en uno de los callejones, antes de irse —las lágrimas ya salían una tras otra— me golpearon y dijeron muchas cosas, entre ellas algo como que irían por mí, que ahora sólo querían saber qué tan buena estaba, pero que necesitaban de mí, viva o muerta, pero necesitaban de mí.
—¿Has pensado en ir a la policía?
—Ellos no hacen nada, no por mujeres como yo.
—¿Cómo tú?
—Sí, tampoco lo harían por ti, por ser de raza negra —dijo de lo más normal, sabía hasta cierto punto que tenía la razón—, ya sabes no eres de acá y seguramente les darías asco.
—¿A qué te refieres? —ignoré el resto.
—Si no eres de clase fina o tienes un buen trabajo, si tu piel no es blanca, ellos no harán nada por ti, fingirán que sí, pero no es cierto, siempre es lo mismo con estas autoridades.
—Bueno, haremos algo, en los siguientes días iré vendré de nuevo, quiero saber si estarás aquí y cómo sigues, ¿has ido a un hospital?
—No, ellos tienen una enfermera, me ha curado hasta donde puede.
—¿Te quedarás?
—A menos de que me maten los tipos, creo que sí, aunque llegará el momento en que deba regresar a trabajar.
—Mañana regresaré, y en cuanto puedas, irás conmigo a la estación de policías.
—No estoy segura oficial —dijo tratando de recordar mi nombre.
—Durand, detective Durand.
—Bueno, eso.
—Vendré, pero necesito que cooperes —dije levantándome y yendo a la puerta—, por favor.
—Tenga cuidado oficial, sé que esos tipos no son buena cosa, no es necesario que se meta en mis asuntos, se expondrá y lo que menos quiero es que alguien resulte dañado por andar metiendo sus narices en cosas mías
.
Era la segunda vez en una semana que alguien a quien encontraba en peligro me advertía sobre tener cuidado, toda esta situación estaba muy extraña, hacía que mi mente trabajara de más y sacara conclusiones tal vez un poco exageradas, si seguían así las cosas, podría pensar que todos estaban en complot contra mí, para que abandone este sitio y mi trabajo.
Sólo asentí y salí por la puerta, en el pasillo estaba aquel hombre que me había acompañado hasta la habitación, así lo hizo hasta la salida. Agradeció que viniera a verla, indicando que nunca nadie venía a ese lugar, mucho menos alguien que pudiera ayudar a los que ahí se albergaban.
Quizás nadie los visitaba porque nunca hablaban sobre el lugar, ese que servía como refugio cuando algo malo pasaba. Creo que si encontrara un lugar en el que me protegieran de la vida que llevo acá afuera, tampoco hablaría de él, a menos que se encuentre en la misma necesidad que yo.
Al parecer, estos hombres estuvieron vigilando a Emily, pero ¿por qué? ¿acaso estará metida en problemas? Son cosas que debo preguntarle mañana, por ahora no podía hacer mucho, se notaba el esfuerzo que realizaba cada que contestaba una pregunta.
Mis pasos eran lentos, pensaba en todo lo que debía hacer con la pareja de Jane, qué o cómo actuaríamos ante la policía, para que hagan valer los derechos de Emily, quien tenía demasiada razón. La sociedad es un asco, reducen el nivel y valor de la mujer, por el sencillo hecho de serlo, nos discriminan y denigran a nosotros los de raza negra, sólo por nuestro tono de piel.
Cuando vine a vivir aquí, temía que las cosas se salieran del cauce que yo misma había creado, pero la ayuda de él me sirvió de mucho, claro que no quitaba las miradas de asco, rechazo y superioridad, pero al menos no tenía que escuchar tantos insultos o comentarios ofensivos, como en otros lugares había ocurrido.
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