Capítulo I

*Maxine*

Luego de haber ahorrado para poder iniciar con mi propia oficina de investigación privada, me encontraba emocionada, sabía que este sería un largo camino, principalmente por la situación que se vive, las mujeres parece que aún no contamos con el suficiente poder, esto gracias a un patriarcado impuesto por los mismos hombres.

Cuando viajé de Francia a Inglaterra nunca creí que las cosas podrían ser de la manera en que se han dado hasta ahora, sin embargo agradezco el apoyo que he obtenido de algunas personas.

Era una mañana cubierta por nubes grises, por el tiempo que llevaba habitando en este lugar, sabía que era normal que se presentara un clima de este tipo. Y aunque en la mayoría de ocasiones solía llevar conmigo un paraguas, la otra noche mientras terminaba de darle los últimos retoques a la que serviría como mi oficina, había dejado uno guardado en el cuarto que designé como armario.

En el camino hacia el edificio de oficinas, donde se ubicaría mi lugar de trabajo, diferentes cosas rondaban  por mi mente, recordé cuando cerca de hace dos años ocho meses dejé en Marsella a mis padres, y decidí tomar rumbo a Reino Unido. Al principio mi padre no estaba de acuerdo, pero sabía que necesitaba demostrarle a todos que las mujeres también pueden sobresalir en las actividades que son consideradas específicas para los hombres.

Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de trabajar en las áreas a las que yo me dedicaba, también en otras que no eran acordes, pero necesitaba el dinero y encontrar formas de independizarme. Logré hacer unos cuantos amigos, los que me ayudaron a irme acercando poco a poco al deseo que recorría mi interior. De igual manera, me dieron su apoyo, indicándome que me recomendarían con sus amistades en caso de necesitar.

◇◇◇

El día estaba por acabar, y como sería el primer día de cualquier investigador, no había rastros de algún caso o un cliente que pudiera necesitar de mis servicios. Sin perder el entusiasmo a las 7:30pm, tomé rumbo hacia mi apartamento. A diferencia de mi recorrido por la mañana, en esta ocasión me encargue de observar a las personas que en mi entorno se encontraban.

Los días pasaron, incluso algunas semanas y en mi oficina todo estaba tal y como el primer día, en alguna ocasión habían llegado algunas personas confundiendo la dirección con otras oficinas, de alguna manera el entusiasmo iba disminuyendo, no en picada, pero sí lentamente.

Esa misma tarde Jareth, un antiguo compañero de trabajo, llegó contando diferentes noticias, entre ellas que andaban rumores sobre mi oficina de investigación, que al parecer estaba siendo desprestigiada por otro grupo de investigadores, y el motivo era, que la oficina era dirigida por una mujer de origen francés y africano.

Mi madre era de origen africana, cuando comenzó a vivir en Marsella, conoció a mi padre, quien frecuentaba el sitio donde ella trabajaba, y aunque habían existido una cantidad de diferencias entre la familia de mi padre y ella, al final habían decidido formar una familia, yo había corrido con el honor de heredar el tono de piel de mi madre.

Así que sumándole a mi tono de piel, mi origen y el ser mujer, parecía que todo esto era el toque perfecto para desprestigiar a otro colega, lo cual era muy poco ético de parte de aquel singular grupo de investigadores. Jareth me aseguró que intentaría ayudarme de la forma en que pudiera y que junto con otros amigos, nos haríamos cargo de arreglar esta situación.

Aunque la noche estaba por llegar, cuando Jareth se fue de mi oficina, tomé mi bolso y cerré, con paso seguro y dispuesta a resolver esta situación, me encaminé al edificio donde estaba ubicada la sociedad de aquellos investigadores. Cuando entré al edificio solicité información sobre su oficina y la señorita muy amable me la brindo.

Llegué a la oficina, ahí estaban, con los nudos de las corbatas sueltos y un vaso de whisky en la mano de cada uno. Las risas cesaron cuando notaron mi presencia, la tensión se hizo presente, pude percibirlo ante la rigidez que era obvia en sus mandíbulas. Inmediatamente uno de ellos, quien era evidente se hacía creer el líder de aquella sociedad, dirigió su paso hacia mí, y en son de burla, dándose la vuelta para ver a sus compañeros dijo:

   —Bueno señores, compórtense, acá tenemos a la señorita Durand —Aquel sujeto se giró para quedar frente a frente—. ¿En qué puedo ayudarle mademoiselle?

   —Buenas tardes, señor Williams, no es necesario que utilice un falso acento francés.

   —¿Qué desea? —Noté su irritación con mi presencia en aquel lugar—. Estamos un poco ocupados, así que si pudiera decirme en qué le podríamos ayudar, agradecería que se diera prisa.

   —Sólo venía de paso, puedo notar lo ocupados que estén.

   —Menos mal, el día que desee que le ayudemos a desalojar la oficina que está rentando, con gusto le ayudaremos. Y si llegara a necesitar un trabajo, estoy seguro que la señora Brown estaría dispuesta a que cuidara de sus pequeños.

   —Lamento decirle señor Williams, que si hablamos de desalojo, es posible que sean ustedes quien abandonen su oficina. Y de trabajo, si algún día necesita mi asesoramiento, con gusto le atenderé y no me molesto en darle mi dirección, porque sé bien que tanto usted, como los demás colegas —dije dirigiendo mi mirada a los demás sujetos— están al tanto de cómo estoy llevando mi vida.

   —Parece que los franceses tienen un alto grado de gracia señorita Durand.

   —Tal vez, pero no supera el alto nivel de envidia y falta de ética, de algunos ingleses —No generalizaría, me había encontrado con personas de descendencia inglesa de muy buena educación, así que sólo hablaría por ellos.

   —Fue un gusto tenerla por acá —dijo dejando claro que mi presencia le estaba molestando.

   —Sin lugar a dudas, para ustedes ha sido un gusto.

Al decir esto me retiré de la oficina, logré escuchar algunos refunfuños cuando me di la vuelta. Durante la mayor parte de mi vida, a pesar de haber crecido en un lugar donde no solían mostrar distinción hacía mi persona por ser descendiente africana, había aprendido a enfrentarme a los diferentes obstáculos que conlleva la discriminación racial que se vivía y no sólo por cuestión de raza, sino por ser mujer, una mujer con metas y anhelos, que se creen absurdos ante los ojos de un sociedad que se deja regir por el mando de hombres.

◇◇◇

Una semana más tarde, a mi oficina llegó una joven mujer, que rondaba los 25 años, lucía un cuerpo muy bien desarrollado pero esta iba extremadamente cubierto, desde su cuello, hasta los tobillos. Lo cual me hacía pensar que por su vestimenta y el leve temblor que sus manos poseían, e incluso una mirada perdida que temía ser encontrada, era una mujer que vivía con su pareja, el cual le propinaba una buena dosis de violencia psicológica y física.

   —Pasa adelante, Maxine Durand, ¿en qué puedo ayudarte? —dije extendiendo mi mano hacia ella y la silla—. Toma asiento.

   —Tal vez sea una error que esté aquí —dijo cuando estaba por sentarse, le tomé del brazo desde el otro lado de mi escritorio—, lo mejor será que me retire. Gracias.

   —Espera, ¿sucede algo? ¿te han seguido? O ¿a qué le temes? —Sabía que la última pregunta no era la correcta, porque aquella mujer no le temía a algo, le temía a alguien.

   —No creo que sea conveniente que hable de eso, fue un error venir hasta acá.

   —Si se trata de delatar a alguien y encontrar un culpable de alguna situación en la que se infrinja violencia, no estás en un mal lugar. ¿Qué sucede? ¿cómo te llamas? —Logré que tomara asiento nuevamente, y le brindé una taza de té para que sus nervios disminuyeran.

   —Soy Jane, pero por favor no diga que estuve aquí.

   —Un gusto Jane, no tendría que decirle a nadie que estuviste acá, a menos que tengamos que recurrir a las autoridades en caso de que necesitemos la prisión. —Vi cómo se comenzaba a poner nerviosa, así que lo solté— ¿Te están golpeando, Jane? ¿es tu pareja?

   —Así es señorita —las lágrimas comenzaron a brotar por sus ojos—, llevó más de un año soportando el maltrato de mi pareja, sé que tengo que irme, pero en verdad tengo miedo.

Comencé a explicarle la forma en la que llevaríamos este caso, no era precisamente mi especialidad, pero fueron las palabras de esa mujer las que me hicieron ver que en verdad ella necesitaba de mí.

Eres la única mujer que puede ayudarme, he ido a otros lados y al ser hombres se ríen de mí o señalan que yo he tenido la culpa, por favor, ayúdame.

Más tarde el golpe de una puerta y algunos gritos de desesperación, enojo y decepción llegaron al piso donde se ubicaba mi oficina. Con mucha precaución, me asomé a la puerta, era una mujer quien pegando gritos y volteando a ver hacia atrás se dirigía a mi puerta.

Ingresé y con mucha serenidad esperé a que los gritos cesaran, lo cual sucedió cuando la mujer se posó frente a mi puerta.

   —Necesito su ayuda.

   —Pasa adelante.

   —Es urgente, han secuestrado a mi hija de 14 años, y este inútil —dijo señalando al hombre que se encontraba desaliñado y exhausto—, pretende que solicite la ayuda del detective Williams, quien la otra vez que solicitamos su servicio, sólo causo que nos endeudáramos y no hizo nada por nosotros.

   —Coménteme, ¿cuándo fue la última vez que la vio?

   —Hoy por la mañana, salimos al centro, bueno —dijo rectificándose— salió con mi marido, pero no sé cuál hayas sido el motivo para que se descuidara tanto de mi pequeña.

   —¿Vio algo extraño a su alrededor? —dije dirigiéndome al hombre— ¿En qué momento se dio cuenta que su hija ya no estaba?

   —No pretendo que sea una mujer quien busque a mi hija. Si quieres tú quédate aquí —dijo a su mujer—, pero yo iré con Williams.

   —Señor —dije antes de que se fuera—, le recuerdo que aunque usted prefiera al detective Williams en este caso, debe responder todas las preguntas que yo le haga, porque también estaré realizando mi investigación. Y el hecho de que sea una mujer, no es motivo para que menosprecie mi trabajo, así que por favor, tomé asiento y conteste las preguntas.

De mala gana el hombre tomó asiento en la silla que estaba vacía, las preguntas salían sin dificultad, pero era el hombre quien al soltarlas lo hacía con desdén.

   —¿Cómo vestía su hija?
   —Un vestido color azul claro —contestó la madre—
   —¿Cómo fue que se dio cuenta que su hija ya no estaba?
   —Sólo voltee a ver y ya no estaba.
   —¿Cómo fue que la descuidó? Porque de seguro estaba haciendo algo o se distrajo para perder de vista a su hija.
   —Son cosas que no le importan —dijo levantándose—, estoy harto, ¿ya puedo irme?
   —Te sientas o te siento yo de un golpe —habló su esposa—, que no estaríamos aquí, de no ser por tu descuido.
   —Estaba por comprar algo. —Me puse de pie— Entonces voltee y ya no estaba, mi hija no es una niña inquieta, por lo que no creo que haya ido ella a cuenta propia hacia algún desconocido.
   —¿No escuchó gritos?
   —No. —El hombre no dejaba de observar mis movimientos con asco— Por favor no se me acerque —dijo—, ni me toque.
   —Si nadie vio o escuchó nada, quiere decir que durmieron a su hija. —Ignoré lo que había dicho— ¿Qué fue lo que estaba viendo que robó tanto su atención? —Los nervios se notaban en su rostro.
   —Creo que fue todo, detective —dijo con repugnancia—
   —Soy yo quien decide cuántas preguntas debe contestar, señor.
   —Ya no hay nada más que decirle.
   —Esperen un momento, les prepararé un café e iremos a la escena del crimen.
   —Yo no quiero nada de sus asquerosas manos negras —dijo el hombre—
   —¡Compórtate! —exclamó su mujer—. ¿No te das cuenta que nos ayudará a encontrar a Amelia? Eres un idiota, Jacob.
   —Apúrese, que no tenemos todo el tiempo —dijo con desdén—
   —Yo lo preparo, no se preocupe detective. Gracias —se colocó a mi lado.

Había adoptado a lo largo de mi vida un alto grado de liderazgo y seguridad, por lo que no me era imponerme ante los demás, principalmente si se trataba de unas situación donde quisieran hacerme sentir inferior por ser mujer.

Jareth aquella noche había acordado ir por mí, de manera que a su llegada, le pedí  que fuéramos a la escena del crimen.  Ya era tarde y la noche estaba más oscura que de costumbre, por lo que era difícil observar con detenimiento, a pesar de llevar algunas linternas. Para nuestta desgracia, al ser un lugar excesivamente público, las personas que transitaban pudieron contaminar toda la escena durante el día y no sólo ellos, sino también la policía, quienes habían estado aquí horas antes.

Después de retirarnos y que los padres de la niña tomaran rumbo a su casa, con Jareth nos dirigimos a la estación de policía, necesitaba encontrar algún tipo de respuestas, pero al igual que yo, no habían obtenido mucho y las personas a quienes interrogaron, no vieron nada o al menos, eso decían. Estoy segura que más de alguna pista han de tener, pero su forma de hablar y las miradas que me hacían, notaba que era por mi aspecto que no me daban información.

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¡Hola! Esta es una historia que irá creciendo con el pasar del tiempo, espero terminarla antes de lo que tengo pensado, pero de igual forma, espero su apoyo.
Muchas gracias.

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