Para entonces, el árbol que la señora Didier plantó en el jardín, en medio de mi ventana y la de Suhail, ya era alto. Aunque no lo suficiente alto. Aún así, servía de puente. Porque cuando papá murió, Suhail, utilizando como apoyo el árbol, se acercó sigilosamente a mi ventana durante muchas noches y dejó ahí cupcakes. Sí, Cupcakes.

Vi eso como como su forma de agradecerme haberla ayudado cuando sus padres se divorciaron. Y eso no fue todo. Yo no quería salir de mi habitación. Extrañaba a papá y no quería ver a nadie... Sin embargo, Suhail encontró la manera de sacarme de allí poniendo a todo volumen música pop para chicas. Todavía lo hace cuando quiere que me calle. Para contraatacar, le pedí a mamá inscribirme en clases de guitarra y así fastidiar con mi ruido a la casa vecina. Pero con el tiempo eso fue positivo porque Eric y a Sam también se inscribieron y pudimos formar una banda. Nos hacíamos llamar "Los raptores", aunque nuestra música sonara igual o peor que nuestro nombre. 

Mamá nos sonrió a mí y a Sam. Ella nos llevaba y nos traía de los ensayos:

—¿Listos para irnos? —preguntó. 

Sam me esperaba afuera, pero a Eric lo teníamos que pasar a recoger a su casa.

—Hace rato —respondí, molesto. Quería irme lo antes posible.

—¿No vas a saludar a Suhail? —me preguntó mamá, señalando la casa vecina.

Tenía esa cara de "No seas maleducado, Max". 

—No —sentencié. 

—Max...

Ese cuento ya me estaba cansando. 

—Mamá, Suhail y yo no somos amigos —le aclaré—. Y no porque tú estés saliendo con su papá...

—Bien. Bien. Sólo te pido que seas amable con ella.

Ignoré a mamá. Tampoco iba a ser "amable" con Suhail. Yo, a diferencia de ella, sí quería tener amigos en el colegio. 

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