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¡No olviden cuidar los spoilers en el grupo! ♥

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Estoy de vuelta en el aeropuerto meses después.

Silvia y el resto de miembros de Sonríe se adelantan en lo que yo termino de acomodar un par de auriculares en mis oídos. Fueron meses de experiencias increíbles, pero se siente bien volver a casa.

Tengo muchos planes, la disquera quiere que promocionemos un último sencillo antes de grabar el segundo disco y mientras eso sucede recorreré el planeta montado en Janis. La nena tiene que estirar las piernas.

Al salir de migración paso por mi equipaje y continúo mi camino buscando la salida principal. No obstante, me doy cuenta de que, estaba tan absorto buscando en mi móvil otra canción para escuchar, que no me había percatado de que mucha gente está mirándome. Sí, ya volví. Algunos lucen serios, algunos me miran con tristeza, otros intentan ocultar una sonrisa y otros tantos me sonríen abiertamente. De ese modo, entre más me aproximo a la salida, más gente se reúne en torno a mí. ¿Qué? Ya les conté todo lo que había que saber. No hay más.

Y estoy por buscar alguna señalización que me indique un camino más corto hasta la salida cuando veo a Sam... esperándome. Feliz, me acerco a él para golpear nuestras manos y hombros.

—Pensé que iba a venir Miranda —le digo—. Ella dijo que iba a venir.

—Está esperando afuera —dice Sam, indicándome por dónde continuar—. Anda, sigue

—De acuerdo —digo, no muy seguro, viéndole sin comprender por qué me echa. ¿Espera a alguien más?—. ¿Tú... no vienes?

—En un momento te alcanzo —asegura, sonriente.

De acuerdo...

Le doy la espalda para ir hacia donde me señala y en el trayecto más gente me saluda.

—Bienvenido, Max —me dice un hombre, quitándose ante mí un sombrero estilo fedora.

—Gracias.

No te conozco, pero gracias.

—¡Iré al próximo concierto de Raptor! —me promete alguien más desde lejos.

—Genial.

Termino de agitar mi mano en dirección a esa persona y al volver a mirar de frente en mi camino aparece... ¿Ling?

—Bienvenido, Solatano —me saluda arqueando sutilmente una ceja.

—¿Hola? —la saludo, extrañado, y me giro un poco esperando ver llegar a Sam. Pero ni señales de la Ballena bebé.

—Anda, sigue caminando —me alienta, también señalándome por dónde debo seguir.

¿Qué carajos?

Confuso, asiento con la cabeza y paso de ella... sin embargo me vuelvo un poco para decir.

—Oye, ya supe que reclamaste derechos de autoría sobre Imagine.

—¡Que pares con lo de Yoko! —zapatea empuñando sus manos y abriendo muchos sus ojos, yo suelto una risa y sigo caminando...

Espero que el bebé herede el carácter del gordo.

Ni siquiera me detengo a ver mis costados, solo sé que mientras avanzo por el aeropuerto hay gente que no deja de señalarme. Estoy pensando en eso cuando esta vez me cruzo con... Eric. ¿Qué rayos?

—¿Tú también? —me acerco a él para saludarlo.

—Las llaves de Janis —me dice, sonriente, entregándomelas.

Tomo las llaves, pero mi confusión continua. —Pensé que Miranda vendría por mí.

—Sí, está afuera —confirma él, sin querer tampoco acompañarme.

Okay...

Y aunque dudo, golpeo mi hombro contra el suyo a modo de despedida y, agitando las llaves de Janis, continúo caminando. Ni siquiera esperaba toparme aquí con mis amigos pero, vamos, tampoco hace falta ese trato...

Por eso mi rostro es de consternación cuando la que aparece esta vez frente a mí es... ¿Jacqueline?

—No todo tenía que ser bueno —digo cuando la tengo a un metro de distancia.

—A mí también me da gusto verte —refunfuña críptica y, alzando una ceja, indica sin mayor trámite que de igual forma debo pasar de ella.

Sin embargo, avanzo unos pasos y con una sonrisa me vuelvo a girar hacia ella.

—Jacquie... —llamo su atención y me mira, sobre el hombro pero me mira—. Estos meses acumulé más dinero —le hago saber dando golpecitos a mi bolsillo.

Ella hace girar sus ojos e insiste en que siga caminando. Si todo sale bien para Navidad le regalaré mi segundo disco. Vuelvo a reír y saludo a más personas que encuentro en mi camino. Cada vez capto más atención.

Bill. Al verlo apresuro mi paso y al llegar hasta él me da un abrazo. Un gran abrazo. Tampoco esperé verlo aquí como parte de mi comité de recepción.

—Me da gusto verte, hijo —saluda, con actitud solemne y de la misma forma tomo la mano que me ofrece. Hay brillo especial en sus ojos. Me encojo de hombros lamentando haber tardado en aceptar a este tipo—. Anda, sigue caminando —pide, empujándome un poco y dando palmadas amistosas a mi espalda.

Me vuelvo, elevo mis brazos y niego con la cabeza dándole a entender que me gustaría saber qué pasa, pero él sólo insiste en que debo seguir.

Lo hago...

Aunque trato de poner mayor atención a la gente a mi alrededor. Personas que están entrando o saliendo del aeropuerto. La mayoría se toma un par de segundos para verme. Me miran con... esperanza... expectativa... con ilusión. Cada uno ahora es parte de mi historia.

—¡Má! —saludo a Miranda al verla.

—Te extrañé, bebé —dice ella, melosa, tratando de contener inultamente sus lágrimas. Nos abrazamos y la levanto. Antes ella me cargaba a mí, ahora yo a ella—. Te extrañé mucho —dice, besándome todo.

—¿Viste mis fotos? —pregunto, orgulloso. Casi espero mi estrellita en la frente.

—Todas, amor. Todas —asegura, acariciando mi rostro con emoción maternal. ¿Qué hice yo para merecer a una madre tan santa?

Beso su mano. Mientras, por mi vista periférica observo a Jacqueline y a Bill pasar de nosotros en dirección al último trayecto del corredor hacia la salida principal del aeropuerto. Mamá espera a que ellos avancen para animarme a continuar, solo que esta vez a su lado, con su brazo sujetando firmemente el mío.

—¿Qué pasa? —me atrevo a preguntar en lo que un cosquilleo que no sentía desde hace meses reaparece en mi estómago. Se llama anticipación. Miranda no contesta nada—. Hay tanta gente aquí —insisto, viendo otra vez mis costados. Es cierto que estamos en lugar público pero, vamos, la mayoría se comportan extraño.

—¿Te quejas de la gente que tú mismo convocaste? —indica ella, haciendo un vano intento para no dejar salir más lágrimas. Pero me tranquiliza que esté sonriendo.

Miro otra vez hacia el frente.

—Sí y... —Mi respuesta se queda en el aire cuando al doblar la última esquina que nos lleva a la salida principal mis ojos se encuentran con los de...

Suhail.

¡Suhail!

Mi corazón late despacio. Ella está de pie al final de un pasillo hecho por personas, justo en la puerta. Presiona un poco sus labios al verme.

¿Soy yo o su cabello nunca antes se vio tan rojo?

Jacqueline y Bill se encuentran cada uno a un costado de ella... Mamá y yo continuamos avanzando sin decir palabra alguna, lo que es conveniente porque no hay, de mi boca no sale nada y mis ojos, esta vez, únicamente miran a Suhail.

Estoy condenado. Si esta mujer no me acepta en su vida hará de un purgatorio la mía.

Cuando estamos a pocos metros de ella, mamá sujeta con más fuerza mi brazo y suspira audiblemente. Su emoción es tan palpable que enchina mi piel.

—Max, te quiero presentar a los nuevos vecinos —dice en voz alta, con voz un poco quebrada, consiguiendo que por un momento mi atención vuelva a ella.

Cuando por fin estamos frente de Suhail continúa hablando:

—Mi hijo tiene veinticinco años —dice, mirando de Jacqueline a Suhail—. ¿Qué edad tiene esta belleza?

Dejá vu.

—Mi hija también tiene veinticinco —contesta Jacqueline con voz solemne, casi teatral.

Y aunque yo miro de un lado al otro intentando entender qué pasa, pronto me doy cuenta de que la mirada de Suhail busca la mía y ahí me quedo... ahí me quedo...

Esta vez debo hacerlo bien. Realmente bien.

—Suhail, él es Max —nos termina de "presentar" mamá—. Y estoy segura de que quiere ser tu amigo.

—De hecho quiero ser más que... —Mamá me codea para que me calle y continúa hablando.

—Anda, Max, dale la mano a Suhail —me anima y lo hago. Extiendo mi mano hacia Suhail y ella hace lo mismo en respuesta... sin dejar de verme y mientras intenta no sonreír.

En cuanto sus dedos tocan los míos dejo de moverme. No puedo. Por lo que es Suhail, quien, sin dejar de verme, se apiada de mí y acorta la distancia entre nosotros para así acunar mi rostro entre sus manos de la misma forma que lo hizo la última vez que nos vimos.

—¿Me aceptas, Max Solatano? —pregunta con voz tenue, apartando la primera lágrima que roda por mi mejilla.

Esto es... cierto.

—Toda la vida, Suhail Didier... Toda la vida.

— Got to write a classic. Got to write it in an attic —escuchamos que empieza a cantar alguien entre la multitud que nos rodea y los dos sonreímos. Nuestra historia, tenemos claro, pertenece a todos.

— I was a stray boy —Se une más gente a la canción—. And you was my best toy. Found it easy to annoy you, But you were different from the rest...

—Ahora tienes competencia —digo a Suhail—. Se llama Janis y está esperándonos afuera.

—Estoy segura de que me encantará conocerla —afirma ella, acercándose a mi oído, y después se aparta un poco de mí, buscando mis labios.

Y esto, como buena historia de amor, termina con un beso y conmigo recordando una frase que escuché decir a Suhail.

"No olvides que somos Max & Suhail y para bien o para mal siempre estaremos juntos, bailando al ritmo de una canción a la que yo le pongo la letra y tú la música."

FIN

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y...

GRACIAS por quedarse hasta el final, chicxs :') Estoy llorando feo, con todo y mocos *ver imagen* 

El EPÍLOGO, por llamarlo de alguna manera porque en realidad son imágenes, y el por qué de mi decisión de colocarlo ahí, lo encuentran en la sección «Destacados» de mi cuenta de instagram: TatianaMAlonzo. Aparece como «Epílogo M&S». Perdón por las molestias, pero insisto en que hay un motivo para colocarlo ahí (empezando por el hecho de que son imágenes con formato para móvil/celular xD) y de antemano gracias por seguirme aquí, allá y en el resto de redes sociales.

Con amor y eterno agradecimiento,

Tatiana M. Alonzo :)

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