111. Max
—¡¿Quién es la puta estrella de Rock?! —grité a todo pulmón mientras descorchaba una botella de champán en el bar de Bob.
Ahí estaban reunidos Bob, Gi, nuestros amigos y mi club de admiradoras, liderado por Lucía.
—¡Tú, Max! ¡Tú eres la estrella! —gritaban todos, en especial Gi y Lucía.
Mientras, Eric nos mostró a todos un desfile de muecas.
Dejé que Bob sirviera la champán y cogí a Gi entre mis brazos para besarla. Gracias a su papá todo eso era posible. A lo mejor, por gratitud, la dejaría un par de meses más conmigo o mínimo esa noche nos despediríamos debidamente.
Como ya mencioné, todos los invitamos eran amigos cercanos nuestros, entre ellos Jason y Joel de la tienda de tatuajes J&J.
—¡Anda! ¡Muéstrales a todos el tatuaje que te hicimos! —me alentaron.
Sonríe pícaro, solté a Gi y me subí sobre una mesa. De pie ahí, entre aplausos, me saqué mi chaqueta de cuero y mostré a todos el tatuaje escrito en mis antebrazos:
¿Quién es la estrella de Rock?
Quien no conozca la historia de Max Solatano lo vería odioso y petulante. Sin embargo, había una sola razón por la que yo me tatué eso. Papá.
Si cerraba mis ojos podía escucharlo gritar preguntando "¿Quién la estrella de Rock, Max?" Y un segundo después yo gritar "¡YO!".
Sentí un nudo en la garganta pero me obligué a no llorar. Esa era mi noche.
No es como si Sodoma y Gomorra se hubieran quedado cortas junto a nosotros, pero se desató la locura dentro de ese bar. Las miembros de mi club de admiradoras enloquecieron con las bebidas gratis que les sirvió Bob y hasta Sam recibió besos.
La tensión entre Eric y yo continuó. No obstante, por los viejos tiempos y los venideros, nos repartimos un porro que llevó el mono e hicimos las pases un rato:
—La vida es la vida —dijo el mono, un tipo vestido como indigente, con Rastas en su cabeza y que, sin importar si era día o noche, usaba lentes de sol.
El caso es que de estar yo en mis cabales este me parecía soporífero. Por el contrario, bajos los efectos de la hierba:
—Estoy de acuerdo —dije sin dudarlo.
—Porque si la vida no es la vida, ¿qué es la vida? —añadió Eric y él, el mono y yo chocamos puños.
Entre tanta locura era bueno tomarse un minuto para reflexionar.
—Es sólo debut y despida —dijo el mono—. No valoremos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
No valoremos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Wow. Más no contaba con que Gi, alcoholizada, me alejaría de mi paz y tranquilidad.
—Ven, cielo —dijo, con mohín. Maldición. Yo estaba de la más cómodo sentado entre amigos en una mesa—. Lucía anda diciendo que una presidenta de club de admiradoras es más importante que una novia.
Hice rodar mis ojos.
—Solo no le hagas caso.
Yo quería escuchar las enseñanzas del mono no su berrinche. Por otro lado, estaba de acuerdo con que una presidenta de club de fans es más importante que una novia. Es decir, novias, o al menos ése era mi caso, podía conseguir en cualquier momento. Sin embargo, ¿admiradoras fieles?
—¡Dile que yo soy más importante para ti! —continuó Gi.
Cambié de opinión, siempre sí te voy a botar.
Obligado, la seguí hasta la barra. Ahí se encontraban bebiendo mis admiradoras, entre ellas Lucía, y para mi sorpresa también estaba Sam.
—¿Sam? —pregunté, sorprendido. Y aclaro que era sermón. Me dio gusto verlo uniéndose a la fiesta.
—Me quieren embriagar para sacarme información de ti —dijo él, siendo asfixiado por los brazos de una chica—. ¡Auxilio!
Y me reí hasta que escuché a una de ellas preguntar:
—¿Quién es Suhail, Cariño?
—¿Suhail? —cuestionó también Gi, mirándome—. Ah, es su hermana.
Ajá...
Otra de mis admiradoras, creo que esa se llamaba Aidé, ya no importa, dijo:
—Es que mencionó su nombre el otro día en mi cama.
Su intención, sin duda, era enfadar a Gi.
—¿Recuerdas, Max? —agregó a toda voz—. Me llamaste muchas veces "Suhail" esa noche.
Gi tomó mi barbilla para que la mirara de frente:
—¿Piensas en tu hermana mientras coges?
Era gracioso que le preocupara más eso comparado a que la engañara con una admiradora.
—En realidad es su hermanastra —aclaro Sam, con la intención de defenderme. Pero eso únicamente empeoró todo.
Yo estaba ebrio, sí, y también medio drogado, pero créanme cuando digo que recuerdo bien esa noche.
—¡Yo ya me estaba preocupando! —exclamó Lucía, también ebria. Hasta Bob había bebido demasiado. Llevábamos horas en el bar celebrando—. Si se trata de tu hermanastra puedes pensar en ella mientras follas, supongo.
Sentí la mirada asesina de Gi sobre mi cuello.
—¿Sam, estás bien? —empecé a preguntar para distraer.
—Sí, ¿por qué? —preguntó el otro, sin pillar mi intento de huida. Le hice una mueca de "Sígueme la corriente, joder"—. Ah no, no me siento bien —agregó, rápido.
¡Intentaba huir!
E ignorando la insistencia de Gi y de mis admiradoras de querer saber más sobre Suhail, cogí al gordo del brazo y nos alejamos de todos. Todo estaría bien si Gi olvidaba lo que escuchó sobre mí y Suhail.
—Estoy harto, Sam —dije al gordo. Nos habíamos sentado en una banca cerca de la entrada del bar—. De no ser porque quiero seguir escuchando a ese tal mono, ya me hubiera largado.
Sam solo dejó salir una risa.
—Y poco te importa que Suhail se esté haciendo novia de otro —dijo, arrepintiéndose al instante.
Y escuchar eso me sacó del enajenamiento.
—¿Hablas de Aitor? —pregunté serio y lo obligué a mirarme.
Sam suspiró. —Ling me contó que él preparó todo un espectáculo para pedirle a Suhail ser novios —Lo alenté a decirme más y rápido—. Le entregó carteles a todas las personas de la fila en la que se sentó en el teatro. Cuando termine el concurso y Suhail esté sobre el escenario, hará que uno por uno levanten los carteles...
—Ajá. ¡Habla rápido!
El gordo miro sus zapatos. —En los que se lee, letra por letra, "¿Suhail, quieres ser mi novia?"
Hijo de puta...
—¡Vamos, Sam! —dije, decidido y empecé a buscar las llaves del coche del gordo dentro de sus bolsillos—. ¡Vamos!
—No —dijo él—. Te lo platiqué porque me dijiste que Suhail insinuó que no tienes ninguna oportunidad con ella, que no quiere perder tu amistad.
Di media vuelta.
—¡Si no vienes conmigo, voy solo! —advertí.
Y, sin esperar menos de él, mi ballena bebé me siguió fielmente.
Terminamos de salir del bar y llegamos a tumbos —o al menos yo lo hice— al pequeño Ford azul de Sam.
—¡No me va a quitar a Suhail! —grité al mismo tiempo exigía al gordo abrirme la puerta del piloto.
Eso pese a que yo llevaba las llaves. Decualquier modo, al darme cuenta de mi error subí al coche.
—Max, yo voy a manejar —empezó a decir Sam con la intención de querer alejarme del asiento del piloto.
—Nah, tú eres lento —me quejé—. Anda, súbete y alista el cronómetro.
Sam dudó, pero ese gordo iría al mismo infierno conmigo.
—Pero iremos despacio.
Eché mi cabeza hacia atrás para carcajearme. —¡Gordo, la idea es llegar rápido para impedir que Aitor le muestre esos carteles a Suhail!
—En realidad me parece un gesto lindo de su parte —recalcó Sam, colocando sobre su pronunciado estómago el cinturón de seguridad, y después me obligó a hacer lo mismo.
—¿Cuánto tiempo del bar de Bob hasta la universidad? —quise saber.
—Veinte minutos según mis cálculos.
El concurso llevaba ratos de haber empezado de acuerdo a mis propios cálculos. Tenía que apurarme. Encendí el coche y salí del estacionamiento del bar de Bob.
—¿Quién es la estrella de rock? —preguntó Sam para que me relajara un poco y también prendió el radio.
—¡YO! —grité, sin apartar la vista del camino. Quería llegar vivo a ese teatro y veía un poco borroso todo.
—¿QUIÉN ES LA ESTRELLA DE ROCK? —repitió el gordo, haciendo sonar a todo volumen Help de The Beatles.
—¡YO, MAX SOLATANO! —grité y ambos reímos.
Se sentía bien que Sam no tuviera problema en cederme el puesto de estrella.
Salí sin contratiempos de la zona en la que se encontraba el bar. Sn embargo, para mi bendita suerte, si encontré tráfico cerca de la universidad. Al llegar, el gordo y yo tendríamos que salir a toda prisa del Ford y recorrer la mitad del campus. El teatro se hallaba en ese lugar.
Más que listo, estaba ya a dos calles de la universidad. Llegaría en minutos de lograr pasar un par de semáforos.
—Verde —dijo el gordo, animándome a acelerar. Lo hice. No obstante, el siguiente semáforo estaba a punto de cambiar a amarillo—. Bueno, perdimos la oportunidad —sonrió Sam, resignado.
Se veía un poco nervioso por permitirme conducir en ese estado, pero a la vez seguro y tranquilo porque él, el gordo más sensato de todos, iba conmigo. ¿Qué me podía pasar con él aquí presente? Nada, supongo, siempre y cuando le hiciera caso.
—¿Qué marca el cronómetro? —quise saber.
—Eso no importa, Max.
—¡Qué marca el puto cronómetro! —repetí, molesto.
Sam, asustado, abrió mucho sus ojos. Miró el cronómetro y dijo: —Veintidós minutos.
—¿ME PASÉ, JODER?
—Si, pero no importa —intentó calmarme Sam—. Estamos cerca.
Parpadeé. Mi meta eran veinte minutos. Aitor quizá ya le estaba mostrando los carteles de "¿Quieres ser mi novia?" a Suhail... Y eso si que no.
Molesto, aceleré decidido a pasar antes de que el semáforo se pintara de rojo. En la radio, oportunamente, sonaba Don't stop me now de Queen.
—No, Max —empezó a decir Sam, tentativamente—. ¡Max, por favor...! ¡Por aquí pasa transporte pesado!
Lo vi cerrar y abrir muchas veces sus ojos y reí. Tanto los coches a mi derecha como a mi izquierda se preparaban para avanzar al tener luz verde. Sin embargo, tenían que esperar a la estrella de Rock, Max Solatano, avanzara. Iba rápido. Tenía que llegar a tiempo para evitar que...
Intenté girar el volante al escuchar bocinar lo que parecía...
—¡MAX, NO! ¡MAX! —escuché gritar a Sam antes de ver un enorme camión blanco viniendo hacia nosotros.
No...
¡NO!
—¡FRENA, MAX!
Lo estoy intentando pero...
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Instagram: TatianaMAlonzo
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