Max el zorro

Había una vez, un pequeño zorro llamado Max. Max vivía en pueblito junto con otras especies. Era muy alegre y le gustaba ayudar siempre que podía pero, al ir creciendo, los demás animalitos en el pueblo fueron desconfiando de él. Max se sintió triste, ya que no entendía el por qué se alejaban cuando se acercaba a alguien para hablar o por qué lo llamaban estafador.

Le preguntó sobre esto a Rosie, la única que no se había separado de él. Ella era un búho y la mejor amiga de Max.
El zorro se sorprendió ante la respuesta de su amiga, pues ella dijo: "No se fían de ti porque están acostumbrados a que los de tu especie sean muy astutos, tanto como para engañarlos".
"...Pero si yo no quiero engañarlos, quiero ayudarlos", replicó Max.
Rosie lo pensó un momento antes de contestar: "A ellos ya les ha pasado varias veces, por eso piensan que todos los de tu especie son iguales"
"Pero yo no soy así..." murmuró con tristeza.
"Lo sé, lo sé. Pero ellos no lo saben, por eso desconfían"

Max no sabía cómo probar al pueblo que podían confiar en él, mucho menos si no querían ni siquiera acercársele.

Un día, se anunció que habían robado las reservas para el invierno. Los animales, alarmados, empezaron a culpar a Max; le reclamaban y exigían que se les regresara la comida pero él no había sido quien la robó.
Cuando les dijo esto, los demás no le creyeron. Y sin nadie más que Rosie a su favor, lo echaron del pueblo.

Muy triste pero sin poder hacer nada más, se fue, dejando atrás su hogar.
Estaba decidido a encontrar al ladrón antes de que el frío invierno los alcanzara.

Pasaron un par de días hasta que el zorro obtuvo una pista: pequeñas frutas tiradas formaban un camino hacia algún lugar.

Comenzó a seguir el rastro que el ladrón había dejado sin darse cuenta. Al llegar al final, observó la entrada de una madriguera. Asomó su cabeza con curiosidad y se encontró con varios sacos amontonados por todo el lugar. Entró para investigar lo que contenían y, al abrir uno, se llevó una sorpresa al ver comida dentro. ¡Eran las reservas de su pueblo!

Sus grandes orejas le permitieron oír que alguien se acercaba. Tomó un saco con rapidez y salió de la madriguera. Era un zorro astuto, así que se escondió tras unos arbustos para descubrir quien era el ladrón.

Un par de zarigüeyas se dirigieron hacia la madriguera antes mencionada.
"Las tengo", pensó.

Corrió en dirección a su hogar, memorizando el camino que tomó de regreso.

Al llegar, lo primero que hizo fue buscar a su amiga Rosie.
"¡Rosie! ¡Rosie lo tengo!", gritaba mientras corría hacia ella. "¡Ya se quienes robaron las reservas!"
"¿Max? ¿Estas bien? ¿Cómo llegaste aquí?" preguntó la búho al encontrarse con su amigo.
"Si, estoy bien, y nunca olvidaría el camino a casa" respondió él "¡Pero lo que importa ahora es que encontré a los ladrones!
"¡Eso es genial" exclamó, "Hay que decirle a los demás"
"Pero... Si antes no me creyeron, ¿Por qué lo harían ahora?" preguntó Max decaído.
Ella lo pensó unos segundos antes de responder "Tal vez ganes algo de confianza si tienes una prueba"
"¡Ah! ¡La tengo" contestó alegre levantando la pequeña bolsa de comida que había tomado.

Reunieron a todos en el pueblo para darles aquella noticia. Al mencionar que ya se había encontrado al ladrón, muchos dudaron de las palabras de Max. Como prueba, mostró la pequeña bolsa, pero ellos seguían pensando que era el zorro quien había robado.

Tras discutirlo, acordaron que unos irían con Max para ver si era cierto o no.

Llegaron a la madriguera y descubrieron que Max siempre dijo la verdad. Planearon una trampa para capturar a las zarigüeyas; el plan funcionó. Las zarigüeyas ladronas recibieron su castigo y nadie volvió a dudar de Max otra vez.

Así, los demás animalitos aprendieron que no es bueno juzgar por lo que se ve; antes, se debe dar la oportunidad para conocerse y no tener ideas equivocadas.

-FIN-

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Diciembre/20/2020

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