19 🌟
"Siempre he creído que pareces un encantador príncipe. ¿Puedo romper la maldición que te ha caído con un beso?"
Habían pasado algunos días desde aquella conmocionada plática entre el matrimonio, pero Hakuba aún no recordaba de forma clara. Le tenía confianza a la mujer que lo visitaba durante todo el día, pero obviamente las dudas no se iban.
Esa ocasión, paseaban por los jardines del hospital mientras tenían una tranquila conversación. Aquella sensación de tranquilidad y cariño que le brindaba ella, hacían que su confusa cabeza se mantuviera serena. Disfrutaba de verla y charlar con ella sobre cosas que parecían por completo nuevas para él.
—... Y así fue como me dijiste que resolviste el caso. —contaba ella.
—Fue un buen análisis de mi parte.
—¡Sí! ¡Eres un estupendo detective! —alagaba emocionada.
—Debe ser cierto si lo mencionas tú.
—¿Tú crees? —reaccionó alagada.
Hakuba se limitó a verla sonreír, cuando de pronto, sin previo aviso, una extraña nube roja apareció detrás de ella. El tiempo pareció parar y Hakuba estaba más que atónito.
—¿Saguru...? —gimió asustada al momento de sentir un frío viendo viniendo de sobre su espalda.
El rubio, apresurado, intentó tomar a la chica al mismo tiempo que contemplaba perplejo unas manos saliendo de la nube.
¿Qué era está horrible fantasía en el mundo que la supuesta esposa le había contado que era tan lógico y crudo?
Fue al fin, que un hombre, también rubio, salió de la bruma, poniendo sus manos sobre los hombros de la mujer que Hakuba creía le pertenecía.
Sientiendo un terrible y helado miedo, fue en el momento que vio el rostro de la fémina alejarse en un instante, cuando recordó todo.
Una película se reprodujo en milisegundos dentro de su cabeza. Cada escena en donde veía el rostro de ella le hacían recordar tanto amor.
Aturdido y furioso, con lo poco que tenía a la mano, se atrevió a lanzarse contra el ilusionista que llevaba persiguiendo durante años.
Acertó un golpe a aquel criminal donde pudo inmovilizarlo, viéndolo cayendo al suelo desmayado mientras la ilusión desaparecía, tomando él a su esposa entre sus brazos.
—¡¿Sa-saguru?! —exclamaba intentando comprender lo sucedido.
—Eres tú. —susurró viéndola a los ojos. —Sé quién eres.
Finalmente, Hakuba recuperó la memoria y atrapó a ese loco ilusionista.
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