"Incluso si para ti no existo, me quedaré aquí. "

Aquella chica estaba sentada frente a un Hakuba desconcertado que miraba receloso y fatigado. Se encontraban en las oficinas de la policía.

El rubio sonreía arrogante, pero debido a su débil estado, no podía hacer mucho.

—Todavía no descubro quién eres. —dijo ligeramente divertido por la agradable sensación de misterio.

Ella bajó los ojos al suelo con tristeza. Estaba ansiosa, debía evitar decir información de golpe para no dañarlo.

—Saguru, ¿Qué piensas que eres para mí? —preguntó con franqueza.

—Alguien importante. —afirmó directo. —Pero, no puedo probarlo. ¿Puedes probar tú, que no me equivoco?

De nuevo, la mujer se mostró conmocionada.

—Puedo hacerlo.

Hakuba alzó una ceja expectante.

—Saguru... Estoy desesperada. —dijo honesta. —Debo mantenerme serena por tú bien, aunque lo que más deseo es contarte... Todo de mí.

En la cabeza del detective, algo pareció reaccionar cuando vio la expresión de su compañero. De pronto, estaba agitado y más que confundido, una sensación similar a la emoción. Hizo de lado su precavida postura, el sentimiento de preocupación lo inundó. Un pensamiento repentino llegó a él.

—¿Eres... Mi esposa? —interrogó terriblemente aturdido.

Al borde del llanto, ella asintió frenética. De inmediato, trató de quitarse las lágrimas que ni siquiera habían caído.

—¿Quieres escuchar nuestra historia, Saguru? —preguntó la chica.

Él volvió a sonreír.

—Lo estoy esperando.

Cuidando cada una de sus palabras y la intensidad de los sucesos, trató de ayudar a Hakuba.