Capítulo 9: La Fiesta

Allison

Era la primera vez que no dormía en una reunión del departamento de ventas.

Estábamos discutiendo sobre los precios de un producto que había salido nuevo al mercado, el cual temíamos que fuera opacado por el menor precio que tenía uno parecido de una competencia.

Debido a que era invierno, había productos que se vendían más que otros y el producto nuevo podría ser una bomba si es que poníamos el precio correcto.

—Hay que igualarlo.

Yo negué.

—Creo que deberíamos bajarlo un poco más. Según las estadísticas del año pasado con respecto a un producto parecido que lanzamos, generaríamos un mayor ingreso y bloquearíamos casi por completo a la competencia —expliqué—. Con eso compensaríamos la baja demanda de los productos de bronceado.

Era la primera vez en la vida que parecía estar convenciendo a mi departamento, siendo que yo era la gerente..., pero sabía que todos se quejaban de mí y mi inutilidad a mis espaldas.

Sí, era cierto que estaba ahí por mi abuelo, pero tenía el talento, solo me faltaba la parte en la que me daba el tiempo de dejarlo salir.

Cuando la reunión terminó, ya era la hora de salida de los sábados y yo debía ir a casa para recibir a los invitados de la fiesta del abuelo en la tarde, por lo que cerré mi oficina y fui rápidamente hacia mi auto.

[...]

Ya eran las nueve de la noche y la casa estaba llena de gente. Yo estaba en la entrada esperando a que el chófer apareciera con Alex.

Estaba algo nerviosa, pero no sabía porqué exactamente. Le había dicho a Alex exactamente lo que debía usar y estaba segura de que como era maestro, era una persona muy educada e inteligente, no desentonaría al hablar.

Quizás, lo que me ponía algo nerviosa, era que estaba mintiéndole a mi familia y a otros treinta invitados descaradamente.

«¿Qué podría salir mal?».

En ese momento, la reja se abrió y el auto en el que había ido el chófer, apareció.

Cuando el auto llegó frente a la escalera de entrada, Alex bajó del asiento trasero vistiendo un traje negro de Louis Vuitton con el rolex en su muñeca.

A simple vista parecía un tipo de mi clase y eso era todo lo que necesitaba para esa noche.

—Incluso te ves guapo —bromeé.

Alex rodó los ojos con una sonrisa y luego acomodo su chaqueta.

—¿Ahora qué?

—Sólo actúa natural y recuerda, nos conocimos en octubre en una librería cuando chocaste conmigo y botaste mis libros.

—¿No se te ocurrió algo más cliché?

—De por si, la razón por la que estamos en esto es un cliché de película... da igual que inventemos que nos conocimos por otro.

Fuimos hacia la puerta y tomé a Alex del brazo para poder pasar.

Lo primero que vi fueron las caras de curiosidad de mis primas y hermanos.

Mi abuelo fue el primero en acercarse a mí, segundos después de cruzar la puerta.

—Este debe ser el hombre que logró ablandar el corazón de mi pequeña —dijo, con clara emoción—. Te admiro.

Alex rio nervioso.

—Es un gusto conocerlo, señor.

—Olvida esas formalidades, llámame Bernard.

—Está bien, Bernard.

—No puedo creerlo —mi abuela apareció detrás de mi abuelo—. Pero si es todo un príncipe.

Mi abuela lo admiró un momento y Alex sonrió avergonzado por el gesto, mientras yo sonreía completamente complacida.

Alex era bastante guapo, con ese cabello castaño claro que brillaba con la luz, esos ojos cafés oscuros y una altura de un metro ochenta y uno. Quizas sus facciones no eran tan masculinas como las de esos hombres que irradiaban testosterona, pero nadie podía decir que era feo.

Además de guapo, esa noche se veía elegante y pulcro, lo que cautivo a mi abuela por completo.

—Ayer hicimos oficial nuestra relación —informé.

—Me parece perfecto —dijo mi abuelo—, por favor pasen y disfruten. No los acosaremos más.

Ambos se alejaron comentando cosas buenas sobre Alex y yo me ocupé de llevarlo hacia la sala de estar.

La fiesta estaba concentrada en la entrada de la casa, ahí habían sillas y mesas con el coctel, por lo que en la sala no había nadie.

—Bien, eso fue bueno... las caras de mis primas fueron de un total pánico, igual que las de mis hermanos, pero con ellos hay que tener más cuidado.

—¿Tienes hermanos? —preguntó Alex, confundido—. Creí que eras hija única.

Negué.

—Tengo dos hermanos menores.

—Ah, ¿y tus papás? ¿No debería conocerlos también?

«Claro, si tan solo uno volviera a la vida y la otra recuperara la cordura».

—Ellos están de viaje —mentí—. No pasan mucho tiempo aquí.

Sabía que la mentira no podría mantenerla demasiado tiempo, ya que, tendría a Alex cerca de mí al menos un año, pero aún no quería asustarlo diciéndole que mi madre estaba internada porque parecía que unos cables habían hecho corto circuito en su cabeza.

En ese momento, aparecieron en la sala mis hermanos.

«Esto no puede ser bueno».

—Hola —saludó Max, con su voz grave y dura.

Alex se volteó a verlos con atención y algo de nervios, pues vi que su mano tiritaba levemente después de unos segundos de verlos. Él aun no sabía quiénes eran, pero ambos eran intimidantes de todas maneras.

—¿Qué hacen aquí? —pregunté.

—Vinimos conocer a nuestro nuevo y único cuñado —respondió Dave, analizando a Alex.

El gran problema de que mi tía criara a mis hermanos por su lado, mientras mis abuelos me criaban a mí por otro, era que nos había distanciado mucho. Mi sueño cuando niña era tener hermanos, en ese momento era desaparecerlos.

En parte, yo les tenía algo de celos y resentimiento. Yo había recibido todos los insultos y golpes de mamá, mientras mi tía alejaba a mis hermanos para protegerlos, siendo que eran los que menos necesitaban protección de los tres.

Mis hermanos eran muy parecidos a mamá de actitud y apariencia, por lo que ella jamás los despreció como a mí. Ellos no tenían como recordarle a papá más que con una prueba de ADN que nunca se hicieron porque mi padre jamás puso en duda que fueran sus hijos y además, ellos no habían sido a quienes iban a buscar cuando tuvieron el accidente.

Aunque alguien podría decir que mis hermanos no se parecían en nada a mi padre, no dudaba que él hubiera procreado a mis hermanos, de hecho, tenía la certeza de que eso había sucedido, pues mi madre no hubiera sido capaz de serle infiel.

—Bien, ellos son Max y Dave, mis hermanos menores —le dije a Alex para luego mirar a mis hermanos—. Él es Alexander.

—Un gusto, Alexander —Max le estrechó su mano.

—Lo mismo digo.

Luego Dave le estrechó la mano y se lo quedaron mirando de la misma forma. Max frotaba su barba con su mano derecha, lo que me indicaba que algún cometario haría.

—¿Mi hermana te esta comprando? —preguntó Max—. Porque si es así, yo te puedo dar el doble por dejarla.

Yo reí.

—Aunque fuera así, sabemos que yo tengo más dinero que tú, Maxi —me acerqué a revolverle el cabello—, pero al menos lo intentaste.

—Nosotros somos dos —dijo Dave.

—¿Y? Tú apenas llevas un semestre en la empresa, dulzura... mientras yo gano más que todos ustedes y heredaré una colección de joyas de mamá evaluada en mil millones de dólares y ustedes... Ah, no mucho.

La boca de Alexander se abrió levemente por la sorpresa.

Sí, mi madre me había dejado todas sus joyas en su testamento y aunque aún no moría, yo las tenía guardadas. Gracias a que fue declarada incompetente mentalmente no pudo cambiar su testamento cuando quiso dejarles todo a mis dos hermanos.

—Aún no se muere.

—Pero yo tengo las cosas guardadas y eso no quita que mi sueldo sea superior al de ustedes.

—Por hacer nada... —masculló Max.

Me encogí de hombros.

—Eso no quita que me lo den.

Ambos parecieron quedarse sin palabras, por lo que se voltearon a Alex.

—Suerte aguantándola —le dijo Max para luego ir a la salida de la sala. Dave solo lo siguió en silencio.

—¿Por qué se llevan tan mal? —preguntó Alex cuando se marcharon.

—Dinero —contesté—. Todo en esta familia es por dinero y como yo soy la gran heredera de mi abuelo, todos me odian.

—¿Por qué tiene preferencia por ti? No quiero sonar desagradable, pero tú pareces ser la más...

—¿Inútil?

—No.

—¿Estúpida?

—Irresponsable.

—Yo soy como una hija para él, soy la más cercana desde niña. La única que lo quería tanto antes de saber que era un hombre con una herencia millonaria.

Aún recordaba lo mucho que me había lastimado verlo sufrir después de la muerte de mi padre. Era su hijo mayor, su primogénito y con el que tenía más afinidad. ¿Qué decir de mi abuela? Ella parecía haberse ido. No comía, no hablaba... estaba perdida en el espacio y no sabía cómo volver a la Tierra.

Yo quería más a mis abuelos de lo que quería a mi madre y de lo que alguna vez quise a mi padre. El dinero no era lo que me importaba de ellos, pero sabía que a los demás si y por eso no quería dejar que se salieran con la suya.

—Se nota que no eres tan interesada como los demás —me dijo Alex.

—Es bueno saber que aun no me vuelvo tan frívola.

Ambos nos sentamos en uno de los blancos y elegantes sofás.

—¿Cuánto cuesta este sofá?

Me encogí de hombros.

—Cómo cinco mil dólares.

—¿De qué demonios está hecho?

—Algo caro, al parecer.

Ambos reímos y nos apoyamos en el respaldo.

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