Capítulo 8: Día de Compras
Alexander
El timbre no dejaba de sonar. A penas tenía los fines de semanas para relajarme luego de estar cinco días intentado que grupos de adolescentes aprendieran algo y alguien se atrevía a molestarme a las nueve de la mañana.
Abrí la puerta aun con la ropa del día anterior, con la que me había quedado dormido, y me encontré a Allison de pie al otro lado.
A diferencia de mí, ella estaba vistiendo una chaqueta que debía costar más que mi televisor y unas botas de marca, especiales para las temperaturas bajas.
—¿Qué haces aquí a esta hora?
—Te dije que el sábado siguiente será la fiesta de cumpleaños de mi abuela. Tenemos que ir de compras.
—¿Qué? —pregunté, bostezado al final.
—No puedes aparecerte en una fiesta de gente rica que se cree superior vestido con ropa como la que usas —dijo, despectivamente.
Miré hacia abajo para ver que había de malo con mi ropa. Claro, en ese momento no se veía muy bien, pues estaba arrugada y desordenada, pero normalmente me vestía como una persona común y corriente, limpia y ordenada.
—¿Ropa normal?
—Ropa de tienda de segunda mano.
—Oye, necesito mucha ropa para ir al trabajo y si comprara cosas caras tendría que ir con la misma camisa los cinco días de la semana a hacer clases... ¿Sabes los comentarios que recibiría de los niños?
—Yo te compraré ropa ahora. Ropa que usaras cada vez que veas a mi familia... —me volvió a mirar despectivamente, esta vez de pies a cabeza—. Ahora date un baño y cámbiate... hueles a que algo se murió.
La dejé pasar y fui hacia mi cuarto.
—Siente cómoda... no demoraré mucho.
Entré al baño y cerré la puerta, aunque no con pestillo, ya que, no tenía uno.
Intenté no demorarme demasiado, ya que, había notado lo incomoda que se sentía la niña rica dentro de mi departamento roñoso.
Cuando terminé, corrí la cortina de la ducha y pegué un grito al ver a Allison ahí parada, revisando las cosas que había detrás del espejo del baño.
Allison me miró con desinterés, aunque pude notar que se detuvo a la altura de mi entrepierna un momento, luego volvió a mirar lo que tenía en sus manos.
—Crema para cabello... con razón se ve tan brillante y suave.
Rápidamente tomé la toalla que había dejado sobre el estante del baño y me la enrollé en la cintura.
—¿Qué haces aquí?
—Husmeando —dijo, mientras mostraba los productos que tenía en sus manos—. Hay unas cremas para el cabello marca Athena... ya no vuelvas a comprar esta marca o te ahorcaré.
Ignoré su amenaza solo porque aun pensaba en la incómoda situación.
Para entrar al baño había que pasar por mi cuarto, lo que me decía que había visto mi habitación también.
—Lindos boxers —eso me lo confirmó—. ¿Los agujeros son una moda o qué?
Fingí una risa.
—Soy maestro de secundaria, no vagabundo.
Aunque debía decirlo, algunos si debían tener uno que otro agujero, pero era porque olvidaba deshacerme de los viejos. No los usaba, simplemente los dejaba en los cajones olvidados.
Cuando salí del baño, Allison me siguió y como si fuera su casa, se sentó en mi cama.
Yo la quedé mirando, esperando a que al menos se cubriera los ojos, pero ella me miraba sin comprender.
—Necesito cambiarme —dije de una vez por todas.
—¿Y?
—¿Podrías al menos cerrar los ojos?
—Ya te vi en la ducha... te demoraste en reaccionar.
Sonrió picaronamente y luego me guiño el ojo el tono de broma.
Rodé los ojos y fui hacia uno de mis cajones para sacar mi ropa interior y cambiarme en el baño.
Cuando volví al cuarto, me puse la ropa más abrigada que tenía limpia en mi armario.
—¿Invitabas a Carol aquí?
—Bueno, normalmente íbamos a su departamento —respondí—. Es más grande y bonito.
—Me imagino.
Cuando estuve listo, ambos salimos de mi departamento y subimos a la limusina de Allison.
—¿Qué no usas autos normales? —pregunté adentro.
—No, no me gusta que el chófer pueda oír mis conversaciones y cuando no uso chófer, prefiero usar motocicleta. Aunque mi abuelo me pide que no vaya en ella a la empresa porque me veo poco seria.
La miré curioso. ¿La princesita sabía manejar una motocicleta?
Al parecer, Allison notó que yo estaba algo incrédulo y soltó una risa.
—Sí, no soy tan princesa como crees —aclaró—, pero en esta época mi abuelo no me permite usar la moto... y aunque podría hacerlo igual, prefiero evitarlo.
—¿Por qué?
—Las calles están resbalosas, es más probable que sufra un accidente.
El semblante de Ally había cambiado al decir eso, como si tuviera un mal recuerdo. Eso me hizo suponer que quizás había sufrido un accidente de tránsito anteriormente.
Luego de un viaje mayormente silencioso, llegamos a un centro comercial. No era al que yo iba normalmente, este quedaba en un barrio de clase alta, por lo que las tiendas variaban un poco en comparación a los demás centros comerciales.
—¿Tienes un rolex? —preguntó Allison cuando entramos.
—Sí, claro... todas las personas de clase media tienen uno —respondí irónico.
—Pues iremos por uno. Eso será lo primero.
Seguí a Allison hasta la tienda de relojes, donde con ver el precio del primer reloj que me gustó pensé que moriría.
¿Quién necesitaba un reloj de nueve mil dólares? Y ese no era el peor... para nada.
—¿Te gustó ese? —me preguntó Ally al ver que miraba el reloj.
—Cuesta nueve mil dólares... —susurré—. ¿De qué está hecho? ¿De dinosaurio?
—Si no me equivoco debe ser de acero Oystersteel.
La miré sin entender de qué hablaba.
—Mi abuelo tiene una colección de relojes y mi abuela tiene uno con incrustaciones de piedras preciosas, pero cuesta diez veces lo que este —explicó—. El punto es que sé algo de estas cosas aunque yo no las use.
Me ponía nervioso pensar en que llevaría nueve mil dólares en mi muñeca solo para ver la hora cuando existía algo llamado smartphone.
Sin darme cuenta, debido a lo concentrado que estaba en mis pensamientos, Allison había comprado el maldito reloj.
—Bien, con uno bastará.
—¿Quién necesita más relojes? Ahora ni siquiera se necesitan —dije cuando íbamos saliendo.
—Oye, no es por necesidad, es por demostrar que tienes dinero para un rolex.
A diferencia de otras personas ricas que existían, Allison parecía tener claro que las cosas que compraba eran tonterías innecesarias, parecía sólo hacerlo porque debía encajar, no porque le gustara realmente.
—¿Louis Vuitton, Gucci, Prada o Armani?
—Eh...
—Yo prefiero Louis Vuitton o Armani..., pero te dejaré elegir.
—Lo que tú prefieras.
—¿Seguro? —asentí—. Bien, vamos.
Seguí a Allison sin decir mucho. ¿Cómo me hacía elegir entre esas marcas de ropa? El solo pensar en ponerme un pantalón de una de esas marcas y romperlo por accidente me hacía querer vomitar.
«Prefiero mi ropa de segunda mano».
[...]
Cuando llegué el lunes en la mañana a la sala de maestros, vistiendo un jersey marca Louis Vuitton y oliendo a perfume Armani, llamé la atención de compañeros con los que ni siquiera hablaba más que para saludarlos.
Un maestro de lenguaje usando ropa que costaba un sueldo mensual era realmente extraño, pero Ally se había encargado de tirar toda mi ropa barata después de llegar de compras. A penas me había dejado unas camisas y unos calcetines. Incluso mis nuevos boxers eran de marca Calvin Klein.
—¿Es una imitación, cierto? —preguntó, una de mis colegas.
Yo negué avergonzado.
—Mi novia me lo regalo...
—¿Entonces es verdad? ¿Sales con la nieta del dueño de cosméticos Athena?
Asentí provocando que todos comenzarán a comentar lo que harían con sus vidas si estuvieran en mi lugar: comprar una casa en Cancún, viajar por Asia, ir a un crucero, jubilarse y mucho más.
Debía decir que me sentía un poco incómodo con las miradas que me daban algunos, podía sentir la envidia que me tenían... si tan solo hubieran sabido que yo no quería esa vida.
Aun cuando un matrimonio con Allison me aseguraría miles de dólares, no me aseguraba felicidad, no como lo hubiera hecho Carol..., pero ya no había nada que hacer.
Cuando fui a mi primera clase, noté que los niños también me miraban curiosos.
No podía tener peor suerte si es que alguno reconocía la marca de mi ropa.
—Profesor... ¿esta usando un jersey de Louis Vuitton? ¿No son esos carísimos?
Los murmullos comenzaron a llenar el aula.
«Grandioso».
—La marca de mi ropa no es importante ni les sirve para la crónica que deberán terminar hoy... así que menos preguntas y más acción.
Eso pareció asustarlos un poco y todos comenzaron a sacar sus cuadernos para seguir con su tarea.
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