Capítulo 31: Decisiones
Alexander
Me dolía el cuello, ¿y cómo no? Si había dormido en el sillón completamente doblado.
Para cuando desperté, Ally ya no estaba ahí. Probablemente había llamado al chófer después de que me quedara dormido y no me había querido despertar.
Cuando me enderecé, una puntada se hizo presente en uno de los lados de mi cabeza.
Llevé mi mano al lugar del dolor y me masajeé un momento. Yo no tenía mucha tolerancia al alcohol y la forma en la que había bebido ayer tendría repercusiones hasta, quizás, el día siguiente.
Luego de que el dolor disminuyera un poco, me levanté y estiré. Hice sonar varios huesos de mi cuerpo, en especial mi cuello, el cual era el más afectado y fui hacia mi cuarto.
Lo primero que hice, fue sacar unas pastillas para el dolor de cabeza de mi mesa de noche y luego fui a la cocina para tomármela con un vaso de agua. Cuando volví al cuarto, decidí meterme en la cama para dormir otro momento, esta vez, en un lugar cómodo.
Antes de que pudiera cerrar los ojos, mi celular sonó.
Lo tomé para revisarlo, dándome cuenta de que tenía un correo electrónico de alguien que no conocía. Cuando lo abrí, supe que era de una de una escuela en Estados Unidos.
En ese momento recordé lo que había pasado unos meses atrás.
Luego de que Ally me obligara a cambiarme de departamento, estaba tan deprimido conmigo mismo que decidí que quería ampliar mis horizontes y comencé a buscar un mejor trabajo.
Nunca creí que realmente me aceptarían como profesor de español en una escuela de Estados Unidos, ni siquiera me había concentrado mucho al rellenar el cuestionario, pues había bebido un poco ese día.
Leí el correo detenidamente para saber mayor información. Había un problema, un muy grande problema: el día que debía irme, era el mismo día de mi boda.
«Solo es un trabajo».
Sí, era el mejor trabajo al que alguna vez podría aspirar y el sueldo era bastante más del que me daban en la secundaria Blackburn y, aunque a mí jamás me había interesado ganar tanto dinero, la experiencia de conocer otro país era lo que más me interesaba.
Por lo que decía el correo, tenía hasta el mismo día de la boda para arrepentirme, así que decidí dejar las cosas como estaban por el momento.
Bloqueé mi celular e intenté quedarme dormido, pero no podía dejar de pensar en la gran oportunidad que dejaría de lado solo por un matrimonio de mentira.
«Se lo prometiste a Ally», me recordé.
No podía fallarle, menos cuando faltaba solo un mes para que se llevara a cabo la boda.
[...]
Allison
¿Qué clase de novia era yo? Cualquier novia normal esperaba el día de su boda con entusiasmo, pero yo, yo parecía estarme preparando para un funeral.
Con cada día que pasaba me sentía peor y cada vez que veía a Alex, él no se veía mejor. Solo esperaba que las dos semanas que quedaban para la ceremonia, pasaran rápido.
En ese momento estábamos practicando la ceremonia y ambos estábamos intentado poner las mejores caras posibles para que nadie se diera cuenta de lo que realmente sucedía.
Después de varios ensayos, que para mí eran bastante inútiles, todos fuimos a la mansión a almorzar.
La familia de Alexander y la mía pasaban mucho más tiempo juntos y hasta parecían amigos, lo que me causaba otra preocupación. Yo nunca quise que se encariñaran para que sufrieran la separación lo menos posible, pero parecía que ya era tarde.
Luego de almorzar, Alex y yo fuimos a mi cuarto, pero Alex se quedó leyendo un libro en el balcón, mientras yo miraba la televisión, recostada en mi cama, intentando no pensar en nada.
De pronto, el celular de Alex, el cual había dejado sobre mi mesa de noche, sonó y la notificación de un mensaje apareció en la pantalla.
Lo tomé para ver quién era, pero noté que era un correo electrónico.
El asunto me causó algo de curiosidad: "Más información puesto profesor de español".
Yo me sabía el patrón del celular de Alexander, por lo que lo desbloqueé y me metí a su correo.
Sí, no estaba haciendo algo moralmente correcto, pues estaba violando su privacidad, pero me estaba ocultando algo y parecía ser importante.
Leí el correo, dándome cuenta de que era información sobre un puesto de trabajo en una escuela que yo no conocía. ¿Se quería cambiar de trabajo?
Tomé mi celular para buscar el nombre de la escuela en Google y cuando la encontré, sentí que mi garganta se cerraba. ¿Alex quería irse a Estados Unidos? ¿A Nueva York?
Estuve, durante un momento, intentando procesar lo que acaba de leer y cuando por fin lo asimilé, me bajé de la cama y fui hacia el balcón con el celular de Alexander en la mano.
-Te llegó un correo -le avisé, entregándole el celular.
Alex dio un salto al oír mi voz, debía haber estado muy concentrado en su libro.
-Gracias.
Alex recibió el celular y lo dejó sobre la mesita que había frente a él.
-¿No lo vas a ver?
-No es tan importante.
-¿No? Pues yo diría que sí. Un trabajo en Estados Unidos suena importante.
Alex giró su cabeza rápidamente para mirarme.
-¿Por qué no me lo dijiste? -le pregunté, antes de que dijera algo.
-Ally...
-¿Ya lo confirmaste?
Negó cabizbajo.
-No voy a confirmar nada porque debería irme el mismo día de la boda.
-¿Lo dices en serio?
Alex se puso de pie, frente a mí, y apretó mis brazos con sus manos, delicadamente.
-Yo te lo prometí y voy a llegar hasta al final, pase lo que pase -me dio una pequeña sonrisa y luego dejó un beso en mi frente-. Voy al baño.
Me soltó y pasó por mi lado para ir adentro.
-No rechaces el trabajo aún -dije, sin voltearme.
Sentí que los pasos de Alex se detuvieron.
-¿Por qué?
-Quizás podamos ver una forma de que puedas tomarlo... espera hasta el día de la boda, por ahora, confirma que vas a ir.
-¿Para qué?
Me giré para verlo.
-Para que no pierdas la oportunidad. Te prometo que buscaré una forma de que puedas ir.
-No tienes que hacerlo.
-Hazme caso, esto será parte de nuestro trato -dije, con una sonrisa-. Podemos decir que iremos a la luna de miel en Estados Unidos... yo no tendría problema en viajar. Sabes que me gusta viajar.
Por primera vez en semanas, Alex parecía estar sonriendo de verdad.
-Gracias, Ally... Eres la mejor.
Se acercó hacia mí y dejó un beso en mi mejilla para luego volver a ir en dirección al baño.
Cuando Alex entró al baño y cerró la puerta, sentí ganas de llorar.
No sabía en qué momento me había vuelto tan sensible y llorona, pero me molestaba saber que Alexander pensaba rechazar el que quizás sería el mejor trabajo de su vida solo por el trato que tenía conmigo.
Él podía dejarme y no sufrir nada, pues la que lo necesitaba era yo. Yo necesitaba a Alexander, él no a mí. Él ya era dueño del departamento, del auto y de todas las cosas que le había regalado y no se las quitaría, pero seguía ahí, ayudándome como un idiota.
Odiaba que fuera tan correcto, al punto de arruinar su propia felicidad por cumplir una estúpida promesa.
Yo no iba a dejar que Alex perdiera la oportunidad de su vida solo para ayudarme a mí con una mentira desgraciada. No importaba lo que tuviera que hacer, él se iría a Estados Unidos y sería feliz.
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