Capítulo 3: La Lista
Allison
Esa vez si era sábado y aunque a veces debía ir a la empresa de todas maneras, ese día no tenía que hacerlo, por lo que me relajé en la comodidad de mi habitación y después de que Miriam me llevara el desayuno, decidí comenzar a pensar en el plan que me haría asegurar la herencia de mi abuelo.
No era que yo fuera una completa interesada, pero no podía imaginar lo que harían conmigo mis primas y hermanos si llegaban a tener la herencia y yo no.
Mía jamás me dejaría trabajar en la empresa y además, me desprestigiaría frente a las demás para que nadie más me contratara; Katherine y Jocelyn me tirarían a la calle y Max y Dave jamás me dejarían vacacionar en la gran casa de playa... Terminaría en la calle pidiendo limosna en una taza robada porque ni para eso tendría dinero... Bueno, quizás exageraba, pero sí debería sobrevivir con poco.
Comencé a pensar en cómo podría conocer a un hombre decente con el que pudiera aguantar más de un año de convivencia sin lanzarlo por las escaleras y decir que fue un accidente.
Nunca en mi vida había pensado siquiera en cómo quería que fuera mi pareja ideal. A veces las mujeres idealizaban mucho a un hombre imaginario y cuando salían a buscarlo a la vida real, solo se encontraban con decepciones.
Tomé mi celular, abrí el block de notas y escribí: "Mi pareja ideal".
Si hacer una lista enumerada no funcionaba, nada lo haría.
Luego de pensar un momento las cualidades importantes y algunas opcionales, terminé mi lista:
1. Que sea medianamente guapo.
2. Que sepa cocinar (porque yo no se hacer una mierda).
3. Que tenga linda sonrisa.
4. Que no hable demasiado.
5. Que sea medianamente inteligente (si es posible que tenga una carrera profesional).
6. Que sea bueno en la cama (o que al menos le ponga entusiasmo).
7. Que tenga buenos sentimientos, pero no sea cursi.
8. Que sea más alto que yo.
9. Que huela bien.
Extras:
-Que ame las hamburguesas.
-Que haga algún deporte.
-Que sea mayor que yo.
Era una lista bastante simple, ¿qué tan difícil podía ser encontrar un hombre con nueve requisitos tan básicos?
El siguiente dilema era: ¿Dónde y cómo lo encontraría?
En un mundo donde gran parte de la población dependía de la tecnología, lo más simple era descargar alguna aplicación de citas... y eso fue exactamente lo que hice.
El gran problema de las aplicaciones para conocer personas era que no sabías con certeza quién era real y quién era más falso que lo senos de Nicki Minaj.
Primero averigüé cómo funcionaba la aplicación y luego fui evaluando los perfiles de los posibles candidatos.
—Muy musculoso... muy nerd... iugh, ¿se bañará?
Tal parecía que habían poco hombres decentes ahí y no me sorprendía, la mayoría de los hombres decentes tenían novia o incluso esposa a mi edad y yo no quería hombres muy menores. Quería ser novia, no niñera.
Quizás yo no era nadie para hablar de madurez, pero todos sabían que los hombres se quedaban estancados en una mezcla de niñez y adolescencia el resto de su vida. Incluso mi abuelo, un hombre con prestigio y un trabajo de extrema responsabilidad, no hacía muchos meses había golpeado a uno de sus amigos con una pelota de golf en la entrepierna por una apuesta.
En mi larga búsqueda, logré congeniar con un par de chicos que parecían bastante bien a simple vista y arreglé citas con cada uno para conocerlos rápido y darme cuenta antes de perder mi tiempo si una relación con uno funcionaría.
[...]
Me senté en la mesa a esperar al primer idiota con el que saldría ese día y le pedí un café moca a la mesera.
Habíamos quedado de vernos en la mañana en una cafetería del centro de la ciudad, la cual quedaba bastante cerca de la empresa de mi abuelo.
Estaba sentada junto al ventanal de la cafetería, ya que me gustaba ver la nieve afuera y los idiotas que se resbalaban en la calle por lo congelada que estaba.
Justo en ese momento, una mujer con botas altas se deslizó por el hielo sin control y chocó contra un poste.
No pude evitar reírme.
—¿Eres Allison?
Miré hacia el lado contrario de la ventana, encontrándome con mi cita.
Me levanté del asiento y lo saludé con unos besos en la mejilla.
—¿Esperaste mucho? —me preguntó, sentándose.
—No, llegué hace unos minutos.
—Lo lamento, me pidieron llevar algo a la oficina y me tarde un poco.
—Oh, no te preocupes... todos podemos ser impuntuales alguna vez. No es un crimen.
Si lo hubiera sido, yo hubiera pasado mi vida en prisión sin poder oler la libertad.
El resto de la cita fue normal. Hablamos de nuestros gustos y ocupaciones, lo típico que se hablaba en la primera cita para conocer la clase de persona con la que estabas pensando tener algo.
El hombre no era un mal partido, pero era demasiado obsesionado con su trabajo y demasiado recto.
—No hay nada como una mañana llena de archivos para traducir. Es estimulante —me dijo.
Yo fingí una risa. Si yo podía evitar el trabajo, lo haría, a toda costa y sin pensarlo más de dos segundos y medio.
Después de despedirnos, me quedó claro que no lo volvería a contactar.
Era obvio que era el típico hombre perfeccionista y trabajador que pasaba toda su vida en el mismo puesto de trabajo con el mismo sueldo porque les daban ascensos a los demás que no eran tan esforzados, pero llamaban más la atención del desgraciado jefe.
Luego del desayuno paseé un poco por las calles, entré a unas cuantas tiendas de ropa y cuando fueron las doce, fui directo a un parque cercano, donde vería a otro chico.
Me senté en una banca a esperar, pero después de unos minutos el trasero se me congeló y no me quedó de otra que pararme y caminar un poco.
Cuando iba caminado por el sendero mientras miraba mi celular, con cuidado de no resbalarme, choqué con alguien.
Logré evitar caer directamente al congelado suelo, pero en el proceso, mi celular resbalo de mis manos.
—D-discul... ¿eres Allison?
Recogí mi teléfono de entre la nieve y lo sequé para luego darle una sonrisa al hombre frente a mí.
—Hola.
—Lo siento mucho —se disculpó preocupado.
Claro, yo también me hubiera preocupado al empezar una cita chocando y botando el celular de la otra persona.
—No, no es nada.
Estaba segura de que él no sabía que comprar un teléfono para mí era como comprar un dulce para un ciudadano común.
—Es un gusto —me dijo, extendiendo su mano cubierta por un guante.
Yo estreché mi malo también y comenzamos a caminar.
El chico trabajaba en un museo y vivía en un pequeño departamento de la ciudad. Todo iba normal hasta que me di cuenta de que hablaba solo de él.
Él hacía tal cosa, él sabía tal cosa, él había visto tal cosa... Los hombres así eran de lo peor. A las mujeres heterosexuales les gustaban los hombres seguros y confiados en sí mismos, pero cuando esa seguridad cruzaba la línea a pasaba a ser egocentrismo, se volvía una pesadilla.
Luego de fingir que alguien me había mensajeado diciéndome que mi tía había muerto, me alejé rápido de ese sujeto y fui a casa.
La tercera y última cita que tenía ese día sería en la noche, en un club nocturno.
Yo podía sonar como esa clase de chica que iba seguido a los clubes a beber y divertirse, pero no.
Yo bebía en casa frente a mi piscina acostada en una silla de descanso. Era demasiado asocial para los clubes nocturnos. No había nada que odiara más que un lugar lleno de personas bailando ebrias y sudadas.
Incluso en mi adolescencia no había sido fan de las fiestas masivas, ni de las pequeñas... ni de las juntas en un grupo pequeño. Yo era feliz conmigo y mi conciencia.
Cuando ya quedaba una hora para mi cita, me coloqué un vestido corto de color morado con brillos, unas medias negras y una chaqueta de cuero sintético.
Normalmente no me arreglaba demasiado. No usaba joyas si era posible y anteponía la comodidad al estilo. En cuanto a mi cabello, eso de hacerse peinados tontos no era lo mío, por eso solía tener el pelo sobre los hombros y cada cierto tiempo volvía a teñírmelo, siempre estilo californiana.
Cómo era tarde y las calles seguían algo congeladas, le pedí al chófer que me llevara.
Caminar a esa hora con un vestido tan corto como el mío, unas medias finas y una simple chaqueta era ir en dirección a la muerte, pero en el auto había calefacción, igual que en el club.
Además de la calefacción, la acumulación de gente provocaba que el ambiente fuera incluso caluroso. No pasé más de diez minutos dentro, sentada, cuando empecé a sudar.
Estuve unos minutos esperando sentada en la barra, tomando una bebida, hasta que divisé al chico con el que me vería pasando por la puerta.
¿Sería ese mi ser amado? Si no lo era, entonces seguiría en un problema.
—¿Allison? —preguntó con una sonrisa cuando llego junto a mí.
Al menos sabía que tenía uno de los requisitos de mi lista: linda sonrisa.
—Hola, ¿qué tal?
Admitía que estaba un poco nerviosa, en especial porque era más guapo de lo que se veía en su foto de perfil.
Si ese chico no era el indicado, entonces no encontraría ninguno mejor.
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