Capítulo 29: La Propuesta
-Antes de comenzar a comer, hay algo que quisiera hacer -dije, intentando que mi voz temblara lo menos posible.
Dejé la copa y el tenedor a un lado, para meter mi temblorosa mano dentro del bolsillo de mi pantalón y sacar la cajita con el anillo.
La caja estaba ahí, eso me daba otro punto.
Me levanté de mi asiento, corrí la silla y me arrodillé junto a Allison.
Ella me miró fingiendo desconcierto, mientras los demás miraban sorprendidos, excepto el abuelo, él parecía más emocionado que otra cosa.
Abrí la caja con delicadeza. El anillo estaba ahí, lo que me daba otro punto.
-Allison Roche... ¿te casarías conmigo?
Ally llevó sus dos manos a su boca y la cubrió, fingiendo la sorpresa que casi todos sentían en momentos como ese.
-¡Claro que sí!
Debía decir que Allison era una actriz increíble. Su sonrisa en el momento en que se puso de pies y yo puse el anillo en su dedo, parecía casi real.
Por un momento había olvidado que había más gente que Allison y yo en la sala, solo lo recordé cuando me puse de pie y la besé, ya que, sentí los comentarios de emoción de los demás.
Allison
Si no hubiera sido porque estábamos rodeados de gente, no hubiera soltado a Alex hasta al menos una hora después.
El desgraciado besaba increíble y no podía negarlo.
Cuando nos volvimos a sentar y comenzamos a comer, no puede quitarme de la mente el querer besarlo otra vez.
Aun cuando hablaba con los demás, sentir a Alexander a mi lado, me hacía querer tomar su cara y besarlo hasta que se me acalambraran los labios.
Además, tenía puesto un labial marca Athena que duraba veinticuatro horas, aprueba de agua y que aun con besos no se salía... Sí, estaba haciendo promoción, ¿algún problema?
-Creo que la mejor fecha para un matrimonio ahora es en septiembre -comentó mi abuela-. Es la temperatura ideal para que todo sea perfecto.
-Sí, yo también lo creo -concordó la madre de Alex-. No hace demasiado frío o calor.
-Genial -dije yo. Aunque mi plan era en octubre, un mes antes no hacía la diferencia-. Pondremos la fecha por ahí.
-Hay que hacerlo pronto -dijo mi abuela-. No queda tanto y debemos arrendar un lugar para la fiesta y la hora en la iglesia.
-Sí y hay que hacerlo cuanto antes.
-Yo me encargaré -dijo mi abuelo-. Todos mis hijos se casaron en la misma iglesia, ahí nos conocen.
Habían pasado menos de quince minutos desde que había aceptado casarme con Alexander y ya me estaban agobiado los planes de boda.
De pronto, sentí la mano de Alex tomar la mía.
-Tranquila, deja que ellos se encarguen -me susurró.
-Eso haré... no pienses que me encargaré yo.
Alex soltó una risita y comenzó a jugar con los dedos de mi mano mientras escuchábamos a nuestras familias hablar de los planes.
[...]
-¿Cuál es el presupuesto? -me preguntó Alex, mientras íbamos en la limusina.
-No hay. Mi abuelo dijo claramente: "compra las que te gusten, yo las pagaré".
-No deberíamos excedernos -me dijo, con preocupación-. No las usaremos más de tres meses.
-Oye, yo me casaré con las argollas que a mí me parezcan.
Estábamos en camino a una joyería para comprar las argollas de matrimonio. Era la joyería donde toda mi familia compraba joyas, de hecho, el dueño era amigo de mi abuelo, iban al mismo club de golf a jugar.
Cuando llegamos, entramos y me acerque al mostrador.
-Hola.
-Hola -la chica de detrás del mostrador se puso frente a mí-. ¿Buscan argollas de matrimonio?
-Sí.
-¿Tienen algo en mente?
-Quiero unas de oro amarillo de dieciocho quilates... que sean simples.
-Entiendo.
La chica comenzó a buscar algo detrás de ella y luego se volteó a vernos nuevamente, con una caja negra y grande, llena de argollas incrustadas en una almohadilla.
-Aquí tengo las más simples de oro amarillo de dieciocho quilates -apuntó unas-. En este par, el de la mujer tiene un diamante de cero coma cero dos quilates y el del hombre es solo la sortija.
Sí, el diamante era enano y el diseño no era nada del otro mundo, pero yo no quería algo que se notara a kilómetros.
-¿Cuánto salen?
-Novecientos veinticinco dólares.
-Las quiero y quiero grabarlas.
-Perfecto. Le daré una hoja que debe completar con sus datos para decirle cuando puede retirarlas.
La chica fue por la hoja y luego me la entregó junto con un lápiz.
Mientras llenaba la hoja, sentí que Alex se me acercaba.
-¿Novecientos dólares por eso?
-Oye, créeme qué hay mucho peores, pero no quiero llevar algo tan ostentoso cuando ya tengo uno de compromiso.
-Que considerada.
Puse también en la hoja los nombres que quería que grabaran. En la de hombre "Allison Roche" y en la de mujer "Alexander Meyer".
Cuando la chica tomó la hoja, la leyó por encima y luego me miró sorprendida.
-¿Allison Roche? -yo asentí-. M-mil disculpas, señorita, si hubiera sabido que era usted le habría mostrado unas argollas más...
-No, tranquila. Yo no quería nada muy ostentoso.
La chica me dio una sonrisa un tanto avergonzada.
-Bueno, es un gusto haberla conocido y suerte con los planes de la boda.
-Muchas gracias. Que tenga buen día.
-Adiós -se despidió Alex.
Cuando salimos, Alex habló nuevamente:
-¿Era necesario grabarlas?
-Claro que sí. Ahora, no cuestiones mis decisiones.
Ambos subimos a la limusina y el vidrio de adentro bajó.
-¿Adónde ahora, señorita? -preguntó el chófer.
-Vamos a la mansión, la organizadora debe estar hablando con la abuela.
-Entendido.
El vidrio volvió a subir y el vehículo comenzó a avanzar.
-¿Contrataron una organizadora? -preguntó Alex.
-La mejor de toda la ciudad... su madre organizó la boda de mis tíos y mis padres y su abuelo, la de mis abuelos.
-Tus abuelos tienen largas tradiciones, ¿no?
-Les encantan -aseguré-. De hecho, en el caso hipotético en que tú y yo tuviéramos un hijo... olvídate de que será de apellido Meyer.
-¿Por qué? -preguntó confundido.
-El apellido Roche iría primero, aunque yo sea mujer. Tu apellido baboso se puede perder, pero el mío no.
-Oye -se quejó-. Al menos mi apellido no es García, ese es un apellido que nadie necesita mantener.
Era cierto. El apellido García se reproducía más rápido que un conejo. No importaba el país, podía apostar que en todos había al menos un García existiendo.
-No importa si tu apellido es Meyer o García, nuestro hijo sería Roche porque nadie que no tenga el apellido Roche puede heredar cosméticos Athena y punto.
-Bueno, no importa. Tú y yo no tendremos un hijo... y aun así me da igual si lleva mi apellido o no.
-Claro que no tendremos un hijo, de hecho, yo no quiero hijos.
Alexander me miró curioso.
-¿No? Lo suponía, pero pensé que tal vez sí, ya sabes, por lo de la empresa.
-Ni por la empresa me embarazaría. La única forma seria un accidente indeseable.
Mi plan era darle la empresa a mi sobrino o sobrino de segundo grado favorito, pero no se los diría para que fuera una pelea justa. Mi abuelo había cometido el error de informarnos sobre sus planes desde que éramos jóvenes y eso había creado la rivalidad actual.
Debido a la herencia del abuelo, todos querían ganarse se confianza y yo no quería que eso pasara con mis sobrinos, si iban a querer ganarse mi confianza y cariño, quería que fuera sinceramente, no porque les entregaría la empresa y la mansión.
Cuando llegamos a la mansión y entramos a la sala de estar, nos encontramos con mi abuela y la organizadora. Casi inmediatamente comenzaron a informarnos los planes que tenían para la ceremonia y fiesta.
Yo asentía sin entender una sola cosa.
Servilletas, manteles, arreglos florales... ¿Por qué mejor no me case en secreto en Las Vegas con Elvis como testigo?
La planificación de la boda terminaría volviéndome loca, podía asegurarlo.
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