Capítulo 28: Preparación
Alexander.
—¿Todas estas prendas son necesarias? —pregunté—. Creí que sólo querías una teñida.
No sabía si Allison me estaba escuchando realmente. Parecía más concentrada en mover los colgadores de la ropa buscando algo de su talla.
Cuando saco un vestido lo analizó de arriba a abajo.
—¿Crees que es demasiado brillante?
—En realidad...
Lo devolvió al lugar en que estaba.
—Sí, lo es.
¿Para que pedía mi opinión si ni siquiera me dejaba terminar? En realidad, debía saber que mi opinión no le importaría, ya que, a Allison Roche la única opinión que le importaba, era la suya.
—Oye, ya tienes mucha ropa. Solo es una cena.
Volteó a verme.
—¿Qué tal si ese preciso día no me siento linda con ninguno de esos vestidos? ¿Qué haré?
—Pero si los quieres comprar es porque te gustan y porque se te ven bien... —dije, como si fuera lógico.
—Hoy, pero no sé si sabes cómo somos las mujeres... Un día nos sentimos lindas, al otro queremos implantes de trasero, luego adelgazar y luego decimos que somos perfectas... Minutos después lloramos porque estamos gordas y luego, cuando se nos pasa, comemos un tarro de helado de chocolate del mismo recipiente.
—¿Segura de que son todas? Tú no hablas con más mujeres que tu mamá... y no sé si ella pueda contar.
Ally siguió caminando en busca de más ropa, mientras yo la seguía.
—Oye, la sociedad volvió a las mujeres inseguras y de esa inseguridad nace la duda y por eso nuestros cambios —explicó mientras miraba unos zapatos—. ¿A caso Carol se sentía bien con ella misma todos los días?
Comencé a recordar algunos sucesos del pasado, cuando Carol y yo éramos mejores amigos.
La respuesta era: no. Había días que Carol estaba confiada con todo lo que hacía y unos días que lloraba porque creía que todo lo hacía mal.
—¿Ya terminaste de pensar?
—Bien, tienes razón, pero Carol no compraba veinte vestidos para una noche.
En gran parte, porque no se podía dar ese lujo.
—Los ocuparé de todas maneras —aseguró—. Tú sólo sígueme.
Luego de unas largas horas de compras con Ally, pude volver a mi tranquilo departamento y guardar la única teñida que había querido que me comprara para la cena.
Aproveché de sacar el anillo que tenía guardado en uno de los cajones de la ropa y lo dejé junto a la ropa. Si olvidaba el anillo, habría arruinado todo.
Estaba algo nervioso, pero el saber que Ally diría que sí, porque ese era el plan, me hacía sentir algo mejor.
«No es una propuesta real», me dije para poder dormir esa noche.
Al día siguiente estaría amarrándome más a Allison Roche de lo que ya lo había hecho cuando acepté la locura de trato.
Le pediría matrimonio a Allison Roche y luego me casaría con ella... Eso sería, probablemente, el mayor obstáculo que me había puesto la vida, mayor que la furia de mi madre cuando supo que quería ser maestro de secundaria.
[...]
¿Era normal que las piernas me temblaran más que jalea en pleno terremoto? Sentía mi cuerpo débil, como si no tuviera huesos, por lo que caería al suelo como una delgada prenda de ropa.
Estaba en el cuarto de Allison esperando a que ella terminara de arreglarse, mientras sus abuelos estaban en la sala y mi familia iba en camino a la mansión.
—¿Cuánto te falta? —pregunté, pegado a la puerta del baño.
—Solo un poco. Ya relájate.
¿Cómo podía decirme eso? Era como decirle a una mujer que se calmara cuando estaba furiosa. Era avivar las emociones negativas.
Comencé a caminar de un lado para otro repitiendo en mi cabeza una y otra vez todo lo que imaginaba que pasaría en la cena. Era como cuando uno planeaba una discusión e incluso pensaba lo que diría el otro, pero si no lo decía como uno lo había planeado...
—¡Allison, apúrate! —exigí, desesperado, mientras golpeaba la puerta con mis manos.
—¡Ya voy!
Casi un minuto después, Ally salió del baño.
Yo estaba de espaldas al baño, por lo que cuando sentí el sonido de la puerta, me volteé rápidamente para decir algo, pero las palabras se atascaron en mi garganta y también algo de saliva, por lo que comencé a toser.
Ally me miró preocupada.
—¿Estás bien? No me digas que te falta el aire.
Sí, quizás me faltaba un poco el aire, pero no había sido por los nervios, sino por la sorpresa que me llevé al verla.
Ese vestido corto, de color rojo escarlata, con un escote de hombros caídos y corte de princesa la hacía ver más hermosa de lo que sabía que era.
Sabía que a ella no le gustaba tener el cabello largo o hacerse peinados, pero ese medio moño con el cabello que llegaba un poco más debajo de sus hombros le quedaba precioso e incluso la hacía ver como toda una dulce princesa.
—¿Terminaste de mirarme?
—A-ah, sí, lo siento... te ves...
—Tonta, lo sé, pero...
—Iba a decir hermosa, en realidad —la interrumpí.
Al ver su cara de incomodidad, deseé haber cerrado la boca.
—Quieres burlarte, ¿no? —me preguntó, cruzándose de brazos y acercándose a mí, mientras me miraba con recelo.
Yo comencé a negar, pero no emití ningún sonido.
Allison se paró frente a mí, con sólo unos centímetros de distancia y cuando levantó su mirada para mirarme a los ojos, comencé a sentir mis piernas temblar nuevamente.
Ally sonrió y comenzó a arreglar un poco mi cabello, el cual estaba peinado hacia atrás y por primera vez ningún cabello estaba fuera de lugar.
Mientras arreglaba mi cabello, mi vista se posó en sus labios, los cuales estaban pintados con un labial del mismo tono rojo del vestido. Hubiera sido una pena que se arruinara su maquillaje, pero tenía muchas ganas de besarla.
Cuando sentí que Ally detuvo su mano, me di cuenta de que ella también estaba mirando mis labios.
Comencé a acercarme lentamente y Ally cerró sus ojos esperando, pero antes de que nuestros labios pudieran si quiera rosarse, alguien tocó la puerta.
Los dos nos separamos de golpe y Ally carraspeó.
—Pase.
Una de las empleadas abrió la puerta y se asomó.
—Llegó la familia de su novio, señorita.
—Gracias, Miriam, ya voy.
Cuando la mujer cerró la puerta, Ally se volteó a verme, sin mirarme a los ojos directamente y con claro nerviosismo.
—Bien, vamos a recibirlos.
—Sí, vamos.
Ally salió de la habitación y yo la seguí, en silencio y pensando en lo que acababa de pasar.
Cuando bajamos las escaleras, mis padres y hermana estaban hablando con los abuelos de Ally en la entrada de la mansión.
Cuando Luna miró a Ally, su boca se abrió levemente.
—Es como una princesa real —comentó en voz baja.
Sí, Allison era como una princesa de Disney moderna y de la vida real, pero sólo en apariencia, pues estaba seguro que Disney no podría hacer una película para niños con Ally de protagonista... o los padres los demandarían.
—Hola —saludó Allison a mis padres y a Luna.
Yo también los saludé después y de inmediato pasamos al gran comedor de la mansión Roche.
Me ponía algo nervioso que mi familia hablara con los Roche. Ellos no tenían la misma educación, ni los mismos intereses, por lo que la comunicación no sería muy fluida... o eso creí.
Cuando escuché a mi madre y a la abuela de Ally hablar sobre plantas, creí que estaba soñando.
Mi madre siempre había insultado a las señoras ricas que usaban joyas tachándolas de arribistas y engreídas, pero había congeniado a la perfección con Amelia Roche.
En cuanto a mi padre, Luna y el abuelo de Ally, los tres se pusieron a hablar de basquetbol.
El abuelo de Ally parecía fascinado con la pasión de Luna por el basquetbol y el equipo de su escuela y, por su puesto, mi padre estaba orgulloso de ella.
Miré a Ally para saber porqué estaba tan callada. Ella parecía tan o más sorprendida que yo por el hecho de que todos se llevaran tan bien, ya que, miraba la situación con una expresión de confusión en el rostro.
—¿De qué me perdí? —susurró Ally—. ¿A caso se conocían o que mierda?
¿Se imaginaban a Aurora de La Bella Durmiente preguntar "¿Qué mierda?" después de que las hadas le revelaran que era hija de los reyes y que, por lo tanto, ella era una princesa? Pues no y por eso, Ally no podía ser una princesa de Disney.
—Bueno, creo que es un punto a favor.
—Sí, claro..., pero me tomó por sorpresa.
En ese momento, llegaron las empleadas de la casa con los platos de comida. Una vez que estuvieron todos en su lugar y se retiraron, el abuelo de Ally me guiñó el ojo, indicándome que era el momento para la propuesta.
Tomé aire y tomé mi copa y un tenedor para hacerla sonar y llamar la atención de todos.
Bueno, no había quebrado la copa al golpearla, la cual era una de mis tantas preocupaciones.
Alexander: uno. Preocupaciones: cero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top