Capítulo 24: Beso

Alexander

Los meses habían pasado muy rápido. No me había dado cuenta en que momento habíamos llegado a principios de julio, pero lo habíamos hecho.

Estar de vacaciones se sentía genial, en especial cuando ya no debías levantarte a las seis de la mañana para lidiar con treinta niños en un espacio reducido.

Solía pasar que un poco antes de las vacaciones de verano, los niños no se concentraban en las clases, en parte, por las ansias de la llegada de las vacaciones y, por otra parte, por las condenadas altas temperaturas.

En las horas de la tarde, el momento de mayor calor, los niños parecían atontados, como si se les hubieran asado las neuronas y yo los comprendía, no era muy agradable pararme en frente con la mejor disposición a hacer clases cuando hacían treinta grados Celsius.

En ese tiempo Miranda se había vuelto una gran amiga mía y, para ese entonces, la veía casi tan seguido como a Ally.

Ellas aún no se conocían, pero sabían la una de la otra.

¿Si le había dicho a Miranda que Ally y yo no teníamos una relación real? No, claro que no. Ella creía que yo estaba enamorado de Ally y por lo mismo jamás se la había presentado, pues no creía poder fingir estar tan enamorado de ella.

Si bien, en ese momento, Ally yo estábamos bien, nuestra relación parecía una amistad... una amistad algo dispareja, claro.

Ese día había invitado a Miranda a cenar a mi departamento, pues ella no creía que yo supiera cocinar como le había dicho.

Había metido la lasaña al horno cuando el citófono sonó.

Fui hasta la puerta principal y apreté el botón para contestar.

-La señorita Miranda está acá, ¿la dejó pasar? -preguntó el conserje.

-Sí, por favor.

Unos segundos después, alguien tocó la puerta. Cuando abrí, Miranda estaba ahí y llevaba algo entre sus manos.

-¿Qué es eso? -pregunté.

-Un postre que hice -dijo, pasando-. No juzgues si esta no tan bueno... es la primera vez que lo hago -informó, avergonzada.

-Tranquila, prometo no burlarme.

En ese momento, noté que Miranda miraba el departamento asombrada.

-Es enorme... ¿Cómo pudiste conseguir algo así con tu sueldo?

-Bueno, mi suegra es la dueña del lugar.

Algo que Miranda aún no sabía era que mi novia Allison, era nada más ni nada menos que Allison Roche y al parecer, tampoco le había salido nada en Internet al respecto.

Había preferido omitirle algunos datos de Ally a Miranda y viceversa. Ally no sabía que Miranda aún iba a la universidad, aunque ya había pasado al último año de su carrera como tal, ya que luego haría un magister.

De todas maneras, Miranda no parecía tan menor que yo y no tendría porque, la diferencia era de tan solo cinco años.

-Que suerte la tuya... ¿tu novia es millonaria?

-No, no tan así -mentí.

Antes de cenar hablamos un poco sobre nuestro día y lo que habíamos hecho y luego serví la comida.

Miranda se veía particularmente bien ese día. Yo sabía que ella era muy bonita, si es que no era la chica más bonita que había conocido. Quizás, en mi cabeza, exageraba un poco su belleza debido a la cautivadora personalidad que tenía.

Si lo pensaba bien, Katherine Roche debía ser la mujer más bella que conocía basándome en los estereotipos impuestos por la sociedad, pero su personalidad insoportable me hacía tenerle algo de rechazo. Miranda en cambio, era atractiva en todo sentido.

Miranda había amado mi lasaña y su postre estaba bastante bueno para ser la primera vez que lo hacía.

-¿Puedo salir a tu balcón? -preguntó después de unos diez minutos de terminar de comer-. La vista debe ser increíble.

-Claro.

Ambos salimos al balcón y nos apoyamos en la baranda.

El departamento quedaba en el piso siete y se podía ver mucho de la cuidad, incluso a lo lejos se veía la costa.

La vista nocturna era mi favorita, junto con el amanecer. En ese instante se veían todas esas pequeñas luces en la oscuridad, dándole un toque mágico.

-Es increíble -comentó Miranda-. Me encantaría pintar un cuadro de esto.

Miranda estudiaba artes visuales y por lo que me había contado, sus padres la habían apoyado desde el primer momento.

Cuando yo les había dicho a mis padres que quería estudiar pedagogía en lengua quisieron morirse. Claro, un chico con mis notas podría haber aspirado a medicina o algo así, pero no, yo no quería nada que no fuera humanista.

-Sería una linda pintura... ¿por qué no lo haces?

-¿Me dejarías plantar un caballete en tu balcón?

-Claro, sería genial.

-Lo tomaré en cuenta -dijo, con una sonrisa.

Hubo un silencio de unos segundos, hasta que Miranda se volteó a verme.

-Oye...

Yo la miré con atención.

-Hay algo que... -comenzó a acercarse a mí más de lo que me parecía normal-. Sé que esta Ally, pero...

No sabía qué me ponía más nervioso, el hecho que estuviera tan pegada a mí o que no terminara nada de lo que decía.

Noté que se quedó mirando mis labios directamente y cuando estaba apuntó de detenerla, alguien tocó la puerta del departamento.

Ambos nos volteamos para ver la puerta, nerviosos.

-¿Esperabas a alguien más? -preguntó Miranda.

-No... además, el conserje no dejaría entrar a nadie extraño -cuando dije eso en voz alta, supe quién era-. Debe ser Allison... a ella la conoce.

-Oh... -había sonado decepcionada-, pues ve a abrirle, no te preocupes por mí. Ya me voy.

Rápidamente entramos y yo fui a abrir la puerta, cuando me encontré con Allison parada afuera y no se veía bien.

Allison iba a decir algo, hasta que vio a Miranda tomando su bolso del sofá detrás de mí.

-No debí venir... -susurró, intentando irse.

-No -la tomé de una muñeca-. Miranda ya se iba.

-Sí, tranquila.

Miranda le dio una sonrisa nerviosa, pero Ally no hizo nada más que mirarla con seriedad.

Cuando mi invitada se despidió y salió, Ally entró y cerré la puerta detrás de ella.

-¿Qué pasó?

-No debiste decirle que se fuera...

-No se quedaría toda la noche tampoco -aclaré-. Ya te dije que somos amigos nada más.

-¿Sí?

-Lo somos.

Ally parecía estar evaluándome, pero por alguna razón se veía triste.

-¿Paso algo? -pregunté.

-¿Tendría qué?

-Así te ves cuando estás triste... ¿Qué pasó?

Sus ojos comenzaron a cristalizarse y una solitaria lágrima rodó por su mejilla. Cuando iba a decir algo, no pudo contener el llanto y sus ojos se rebalsaron, dejando que las lágrimas corrieran por sus mejillas en gran cantidad.

-Mi mamá... p-pensé que por fin ya n-no me odiaba, pero hoy... -Ally parecía más desesperada que las otras veces-. N-no sé cuánto pueda aguantar.

-Tú eres fuerte, Allison...

-No tanto... -me interrumpió-. Solo aprendí a tragarme las cosas y aguantar -comenzó agarrar su pecho mientras lloraba-. N-no sé si soy mala o egoísta, pero quisiera que... q-quisiera que mi mamá estuviera muerta.

Al decir eso, el llanto salió disparado. Nunca había visto a alguien sufrir así y jamás había sufrido yo de esa manera al ver a alguien sufrir.

-¡Ella me odia, pero no puedo dejarla! ¡No importa cuántas veces me golpeé o insulté, yo igual debo volver con ella! ¡Soy una idiota!

Sin pensarlo mucho, me acerqué a ella y la estreché entre mis brazos, apretándola con cuidado de no hacerlo demasiado fuerte.

Ally seguía diciendo cosas, pero su voz se entrecortaba, probablemente su garganta le dolía y también el pecho.

Intentaba ponerme en su lugar y descubrir lo que necesitaba alguien en un momento como ese, pero no podía saberlo con exactitud. Yo jamás había estado en una situación como esa y aunque lo hubiera estado, Ally era muy distinta a mí. Lo que ella necesitaba no era lo que yo hubiera necesitado.

Comenzaba a desesperarme un poco el tener que oírla llorar y decir cosas de esa manera. No tenía idea de que hacer y no se me ocurrió nada mejor que separarla de mí, tomarla por lo hombros y luego... besarla.

Sí, no había sido la mejor de las ideas, pero estaba en pánico y sabía que al menos no podría seguir hablando si la besaba.

Sorprendentemente, Ally no se separó de mí, en vez de eso, comenzó a besarme como si lo necesitara.

Podía sentir el sabor salado de las lágrimas de Ally que seguían corriendo por sus mejillas, pero no me importó. Lo único que necesitaba era que se calmara.

Ese beso era tan distinto a todos los que había dado en mi vida. Era un beso brusco y necesitado de parte de ambos, nada dulce y tierno como a los que estaba acostumbrado.

Después de varios segundos, me separé un momento para respirar, pegando mi frente a la suya.

-¿Te quieres quedar aquí hoy?

Ally solo asintió y volví a besarla.

Comenzamos a caminar torpemente hasta mi cuarto, sin separarnos, y cuando llegamos, Ally se recostó en la cama y yo me ubiqué delicadamente sobre ella para volver a unir nuestros labios.

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