Capítulo 12: La Familia

Cuando pasé la puerta de la mansión, me encontré a mi abuelo hablando con la ama de llaves en la entrada, a los pies de la gran escalera.

—Ally... —dijo mi abuelo aliviado, cuando me vio—. ¿Por qué no me dijiste que irías a ver a tu madre tan temprano?

—¿Para qué?

—Te hubiera enviado con chófer y seguridad.

—No es necesario.

—No me gusta que manejes alterada y tampoco que vayas a lugares tan alejados sola y sin guardaespaldas.

—Lo sé, por eso no te lo dije.

Si había una cosa que me molestaba, era ser seguida por personas vestidas de terno que parecían robots programados. Si alguien me quería robar, disparar o secuestrar, pues el destino se encargaría de lo que pasaría después. No iba a renunciar a mi libertad y paz solo para asegurar que alguien defendiera mi vida.

—Con permiso —Rosie hizo una pequeña reverencia y se marchó.

—¿Cómo estaba? —preguntó mi abuelo, refiriéndose a mi madre.

Me encogí de hombros.

—Cómo siempre, ¿cómo más?

Esa respuesta le dejaba en claro a mi abuelo que no estaba bien y que no quería hablar del tema.

—Relájate un poco antes de ir a la cena con tu novio, ¿sí? —puso su mano en mi hombro y yo asentí—. Te amo.

Me dio un beso en la frente y luego se marchó hacia su oficina.

Yo subí hasta mi cuarto y aproveché de envolver los regalos que había comprado para la familia de Alex.

Cómo yo no los conocía muy bien, Alex me había dicho algunos datos sobre su madre, padre y hermana.

No fui a comprar con Alexander porque sabía que sería un problema. El chico era tan modesto y orgulloso que no me hubiera dejado comprar una cosa que valiera más que lo que él pudiera comprar.

Lamentablemente, él no había podido controlarme y había comprado regalos que se merecían mis suegros falsos por haber procreado a un ser capaz de aceptar un trato con una chica que conocía de no más de tres días.

A su hermana también le había comprado algo ostentoso y que cualquier chica de dieciséis hubiera querido (además de un hombre como los de los libros). Si me ganaba a la hermana adolescente, entonces al menos no me sentiría tan incómoda si no me ganaba a los suegros.

[...]

No sabía muy bien cómo era la familia de Alexander, por lo que decidí ponerme un vestido grueso de color verde esmeralda con cuello de tortuga, mangas largas y que llegaba un par de dedos sobre la rodilla; unas medias negras; una chaqueta negra y larga; y unos botines negros aterciopelados.

En cuanto al maquillaje, no me puse algo demasiado atrevido o llamativo, no quería parecer prostituta ese día, en noche buena y frente a la familia de mi futuro prometido.

Debido a que yo era apellido Roche, no podía usar ninguna marca de cosméticos que no fuera Athena o mi abuelo enfurecería, pero en secreto tenía unos labiales muy buenos de Maybelline.

Cuando estuve lista, le pedí ayuda a Miriam para llevar los regalos al auto y luego fui a buscar a Alex a su departamento.

Alex estaba usando una de las teñidas que le había regalado cuando habíamos ido de compras, pues ya no tenía nada más que ponerse después de que yo vaciara casi por completo su armario y cajones.

Para un ciudadano promedio, la ropa antigua de Alexander no era mala, ni fea, pero para los Roche y su círculo cercano, era distinto. Si quería hacer que Alex fuera aceptado en mis alrededores, debía verse como la gente de mis alrededores.

Cuando Alex llegó junto al auto, abrió la puerta del copiloto y entró. Luego de que se abrochara el cinturón, algo importante para mí, comencé a avanzar.

—¿Tu familia cree que nos conocimos el día que Carol te dejo? —pregunté.

—Sí... aunque eso es verdad.

—Cierto.

Lo había olvidado. Ese era el problema de mantener mentiras, a veces olvidabas la verdad.

—Te ves bien —me dijo. Parecía algo nervioso o incómodo.

—¿Estás bien?

—Nervioso... mamá puede ser algo... ¿molesta?

—Nunca he tenido suegra, pero creo que puedo con una. No te preocupes.

Imaginaba que no era fácil. Era poco común que las personas amaran a su suegra, pero yo tenía que amarla, solo poder aguantarla por un año... no creía que fuera imposible. No para Allison Roche.

Cuando llegamos, Alex me ayudó a sacar las bolsas con regalos del maletero y fuimos hacia la puerta.

—Espero que no sean regalos demasiado caros.

Negué.

—Son cositas, nada más.

Para mí lo eran, pero sabía que para él no eran poca cosa... ya lo descubriría más tarde.

La casa estaba en un barrio de clase media, en donde estaban pegadas una a la otra, sin ningún espacio entremedio. Todas eran muy parecidas, con escaleras en frente y de tres pisos de altura, pero variaban los colores. La casa de la familia de Alex tenía un color burdeo, con los marcos de las ventanas color blanco y era mucho más bonita que el roñoso departamento de Alex.

Segundos después de que Alex tocara el timbre, la que suponía que era su hermana menor, abrió la puerta.

—¡Alex! —chilló abalanzándose sobre él. Cuando se separó, se volvió hacia adentro de la casa y gritó—: ¡Mamá, Alex ya llegó!

Alex pasó, rodeando a su hermana y cuando la adolecente me vio, me quedó mirando con algo de desprecio.

Yo pase al interior ignorando su mirada y sentí como cerró la puerta detrás de mí.

En la sala estaba el padre de Alex, frente a la chimenea, viendo la televisión.

—Hola, papá.

El hombre se volteó al oír la voz de su hijo, con una gran sonrisa en el rostro.

—¡Mi Alex!

El hombre se puso de pie y saludó a Alex con un abrazo.

—¿Cómo has estado?

—Bien, gracias... Ella es Allison —dijo, volteándose a verme.

Antes de que pudiera saludar, la madre salió de lo que parecía ser la cocina, con un delantal puesto y un cucharón en la mano.

—Así que esta es la susodicha —me miró de pies a cabeza—. No le llega ni a los talones a Carol.

Alex pareció querer morirse de la vergüenza, al igual que su padre e incluso la hermana.

—¿Carol? —pregunté, haciéndome la desentendida—. Ah... ¿la chica que término contigo después de que tuviste que aguantar un viaje en subterráneo de al menos media hora? —le pregunté a Alex.

El asintió, algo inseguro y yo volví a mirar a su madre.

—Parecía buena chica, pero aún recuerdo como Alex lloró después de eso... ni siquiera lo conocía y lo tuve que consolar —mentí—. Incluso lo llevé a casa porque se veía muy abatido.

La mujer no dijo nada, lo que me había dado a entender que había logrado mi objetivo. Luego de unos segundos de silencio, volvió a la cocina y el padre de Alex me ofreció asiento.

Me senté en el sofá junto a Alex y aunque cualquiera hubiera estado incomoda o asustada en una situación así, yo no. A mí no me asustaban muchas cosas y menos una mujer común y corriente como la madre de Alexander.

La hermana de Alex parecía ser más o menos como su madre. Se había sentado al otro lado de su hermano y lo tenía agarrado del brazo como si estuviera dejándome en claro que era de ella.

—¿Y cuál es tu apellido, corazón? —preguntó el papá.

Nuevamente la señora salió de la cocina y se quedó esperando mi respuesta, mientras revolvía algo en un recipiente.

—Ah, Alex les dijo que soy una Roche entonces... —supuse—. Sí, me llamó Allison Roche.

La madre volvió a la cocina para nada feliz y noté que la hermana ahora me miraba curiosa.

—Yo uso maquillaje marca Athena —comentó.

Le di una sonrisa.

—¿Te gusta? —asintió—. Si quieres algún producto de la marca solo tienes que decirle a tu hermano o a mí directamente y te lo conseguiré gratis.

—¿En serio? —preguntó con un brillo en los ojos.

—Claro que sí... cualquier cosa.

—No es necesario que le ofrezcas esas cosas —me dijo el padre—. No necesitas molestarte.

—No es una molestia... me dan esas cosas gratis porque soy accionista de la empresa y mi abuelo es el dueño —aclaré.

—Me gustan los nuevos labiales —dijo la chica—. Ah y la máscara de pestañas aprueba de agua.

—Bien, los conseguiré cuanto antes.

La sonrisa de felicidad de la chica me había dejado en claro que ya estaba de mi lado y solo le estaba ofreciendo un poco de maquillaje de mi propia empresa, que luego sus amigas querrían al verla usándolo y comprarían. Era como una publicidad extra.

«Y luego me llaman inútil».

En ese momento, sonó el timbre.

—¿Invitaron a alguien? —preguntó Alex, algo preocupado.

La madre de Alex salió de la cocina disparada para abrir la puerta y cuando volvió, venía seguida de una chica rubia y pálida que, aunque no conocía bien, tenía claro que era Carol.

No podía decir cuál de los cuatro que estábamos en la sala había quedado más atónito, pero me atrevía a decir que Alex.

—Invité a Carol. Ella es parte de la familia, lleva pasando navidad con nosotros desde los trece y yo la quiero como una hija —explicó la señora.

Nadie dijo nada.

—Hola —saludó Carol, algo incomoda—. Espero que no les moleste.

Todos negamos, pero suponía que más por cordialidad que nada.

«Lo que me faltaba».

¡Holis!

Esta es la fiesta de navidad más rara que he visto en mi vida sjsksjs

Espero que les esté gustando esta historia y nl olviden votar y comentar <3

¡Besitos!

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