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Las torturas para Peter no acabaron. Le rompieron los dedos de las manos, le electrocutaron, le quemaron con cigarros o directamente con el encendedor. Los hombres de Araya no demostraban ni la más mínima piedad ante las cosas que le hacían, es más, los malditos disfrutaban cada segundo. Hablaban entre ellos de sus vidas mientras a él le provocaban un dolor inmenso, les insultaba o gritaba pero los hombres no parecían ni inmutarse. Araya venía una vez al día y siempre le decía lo mismo, que él debía saber por qué estaba allí. Peter sinceramente no tenía idea, no es que lo ocultara o fingiera, pero estaba casi seguro de que no le había hecho nada a los Calaveras. Llevaba tiempo sin hacerle nada a nadie.

Ese día, Araya llegó más tarde de lo normal, por lo que los hombres tuvieron más tiempo para torturarle. Estaba al tanto de la hora porque uno de ellos tenía un reloj de muñeca y podía verlo cuando se le acercaba, allí veía la hora y la fecha. Habían pasado tres días y estaba por comenzar el cuarto. Eran las 11 de la noche.

Cuando Araya entró, sus hombres se marcharon, dejándole solo con la anciana a la que cada vez odiaba más. Pero no lo decía, no quería hacerla enfadar más y acabar recibiendo torturas peores. La maldita ya le había cortado un dedo una vez. Prefería conservar sus dedos ahora.

— ¿Ya tienes claro por qué estás aquí?

La misma pregunta de las dos noches anteriores le era hecha por una tercera vez. No entendía qué respuesta esperaba recibir la maldita anciana.

— No –Repitió con hastío y cansancio.— No sé por qué mierda me tienes aquí, pero ten claro que van a venir a por mí.

— Oh, no lo dudes, estoy segura se que tu compañero vendrá a buscarte –Dijo. Una sonrisa escalofriante apareció en el rostro de la mujer.— Tengo unas balas de acónito reservadas para él, solo necesito una razón para disparar. Que invada mi propiedad para sacarte va a ser la excusa perfecta.

— ¡No te atrevas a tocarle! –Gritó furioso, sus ojos brillaron rojos por primera vez en esos tres días y Araya le miró con asco.— Si le tocas un pelo, te mataré.

— Buena suerte con eso –Dijo la anciana. Hablando por primera vez con burla.

La mujer se fue sin borrar aquella sonrisa. Peter comenzó a forcejear con las cadenas que le mantenían detenido. No podía permitir que lastimaran a Liam. Y con aquél ataque de ira de hace unos segundos había demostrado que el chico era su debilidad, ahora sería el blanco directo de Araya.

Ante la impotencia de no poder liberarse, rugió a todo pulmón. El rugido hizo eco en las paredes de concreto, el sonido no salió de allí. Nadie iba a escucharle y él no podría escapar, aunque se liberara, no había forma de salir de allí. No había forma de impedir que Liam fuera a buscarle. Un sentimiento de desesperación invadió su pecho, la idea de tener que escuchar o ver como le disparaban a su pequeño era peor que imaginarse su propia muerte. Deseaba saber de qué se le acusaba, si admitir que él había hecho algo ayudaba a que el único perjudicado fuera él, admitiría cualquier cosa, mentiría con tal de que su manada, su familia, estuviera sana y salva. Pensar en eso le sorprendía, no conseguía encontrar al Peter que había matado a su sobrina por querer una venganza, ya no quedaban rastros de ese hombre. Ese Peter Hale, el monstruo, estaba muerto. Liam lo había matado hace ya tiempo y ni siquiera se había dado cuenta, hasta ahora.

Esa noche, como las anteriores, no durmió. Era entendible ¿Quién podría dormir en una situación como esa? Si había gente que pudiera, él estaba más que seguro de que no era una de esas personas. Su cerebro se mantenía trabajando en todo momento, preparándose mentalmente para las torturas que le esperarían a las siete en punto de la mañana. Hora en la que los hombres de Araya regresaban de mal humor por tener que levantarse temprano para torturarle e intervalo en el que eran más agresivos hasta que a las diez les remplazaban. Con un poco de suerte, quizás se desmayaría por el cansancio y podría pasar aunque fuera una hora sin que le hicieran nada.

Su mente también estaba ocupada pensando en que Liam y la manada debían estar cerca de encontrarle. Ya habían pasado tres días, estaba seguro de que su pequeño ya había encontrado pistas y que iba a llegar a ayudarle. Quería mantener la esperanza de que Liam conseguiría llegar a él sin salir herido.

NOTA DE LA AUTORA:

Capítulo más corto de lo normal. Es que tengo que irme a hacer cosas en la casa (matenme por favor).

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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