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Pasaron cinco meses en los que Beacon Hills estuvo sumida en una tranquilidad algo preocupante, pero a la que las manadas acabaron acostumbrándose.
Peter y Liam se habían mudado a una casa en los suburbios, lo cual era sorprendente porque el Hale se había visto reacio a querer vivir lejos del bosque, pero lo había hecho por Liam. Además, solo tenían que caminar un par de calles para llegar al bosque. Así que eso había ayudado a convencer al alfa.
Malia no vivía con ellos, pero iba casi todos los días. Era como si la coyote tuviera un radar para saber cuando los repartidores de pizza llegaban a la casa de Hale-Dunbar, siempre llegaba justo a tiempo para coquetear con los repartidores, sacando de quicio a Peter por hacer aquello.
Junto con ellos, otra pequeña forma de vida se había mudado. Dalia, la doverman que solía ser de Robert, ahora era de Liam. Puesto que el hombre había conseguido un empleo, pero en donde vivía actualmente no se permitían mascotas. La perra había engordado luego de que la castraran, pero seguía siendo un animal de temer, llegando incluso a quedar atacar a Peter en los primeros días, pero acostumbrándose a su presencia gracias a que Liam le obligó a llevar ropa suya por semanas hasta que el animal dejó de querer arrancarle la garganta.
Las vacaciones por las fiestas habían comenzado y todo el pueblo era víctima de la calidez navideña. La vida era tranquila de Beacon Hills.
Ese día en particular, Peter estaba regresando al pueblo, había tenido que ir a ayudar a Satomi a echar a unos errantes y no había recibido noticias de Beacon Hills hasta ese día.
Estaba a punto de salir en marcha a su pueblo natal cuando recibió una llamada de Derek. En cuanto atendió y escuchó todos los gritos provenientes del otro lado, incluso los de su sobrino quien normalmente se comportaba, se temió que algo malo hubiera pasado.
— A ver chicos, no entiendo nada –Dijo, intentando mantener la calma.— ¿Qué ocurre?
— ¡El bebé ya viene!
Toda la tranquilidad que pudo haber mantenido el Hale desapareció ante aquello. Satomi, a su lado, había escuchado aquél grito y se había acercado más a Peter para sujetarle, temiendo que el mayor se fuera a caer al suelo.
— ¡Leo, vas a acompañar a Peter! –Dijo la alfa, y su beta asintió.— Dale las llaves Hale, él va a conducir.
El alfa le arrojó las llaves de su Mustang al beta y fue corriendo hacia el coche, se subió al asiento del acompañante y comenzó a gritarle a Leo.
— ¿¡A qué esperas!? –Le rugió furioso.
El beta fue hacia el coche, mirando a su alfa como si acabara de condenarle a muerte, y encendió el motor. Saliendo de allí a toda velocidad.
Durante todo el viaje, lo único que hizo Peter fue gritarle que fuera más rápido o le iba a arrancar la garganta.
(...)
Malia iba de un lado al otro por el pasillo del hospital. Habían conseguido entrar a la parte abandonada de este con ayuda de Melissa. Derek y Stiles se encontraban uno junto al otro apoyados contra la pared, todos muy nerviosos.
Deaton y la enfermera McCall se encontraban dentro de uno de los cuartos que llevaba dos semanas siendo preparado para la llegada del cachorro Hale. No les habían dejado entrar junto con Liam debido a que a este deberían realizarle una especie de cesárea y temían que Malia o Derek se descontrolaran por ver al chico siendo herido. Stiles simplemente no había querido entrar porque dijo que si veía sangre temía desmayarse.
Pasaron unos largos 40 minutos hasta que escucharon un llanto viniendo desde el interior.
Malia, que había estado yendo de un lado al otro como animal enjaulado, se quedó petrificada. Sus ojos abiertos como platos mientras luchaba por no ir corriendo y entrar.
Todos consiguieron controlarse para no entrar hasta que Melissa y Deaton salieron. Lo cual tardó bastante en ocurrir, casi una hora luego de que se escuchara el llanto.
— ¿Quién va a entrar primero? –Preguntó Melissa.
Malia prácticamente se lanzó hacia el interior del cuarto, siendo esquivaba por el Druida y la enfermera por muy poco. Al entrar, se quedó petrificada nuevamente.
Liam se encontraba sentado al borde de la cama, su pecho descubierto y usando solo unos pantalones de ejercicio. Al lado de la cama, una cuna de hospital con un pequeño bulto movedizo cubierto por una manda.
— Malia –La llamó el rubio, haciéndola reaccionar.— ¿A qué esperas? Ven a conocer a tu hermano.
La coyote se acercó con pasos lentos, alzando la vista hacia la cuna y moviendo aquella pequeña manta con dos dedos, destapando el rostro del bebé.
El beta levantó al bebé y se lo entregó a la coyote, la cual lo sujetó con cuidado. Era pequeño, demasiado pequeño, era más pequeño que el antebrazo de la coyote y se veía muy frágil. Una pequeña cosita con apenas una pelusa de pelo negro en la cabeza, y unos ojos tan azules como los de Liam.
El chico se asustó al ver como los ojos de Malia se llenaban de lágrimas. Se puso de pie y se le acercó, queriendo ver qué le pasaba.
— Es hermoso –Dijo la coyote entre hipidos.— Es muy pequeño y hermoso, se parece a ustedes, yo...
Liam la rodeó con sus brazos y, procurando no aplastar al niño, la abrazó. Malia comenzó a llorar más fuerte mientras acercaba al niño a su pecho y le besaba la frente.
— Cuando papá llegue, le va a dar un ataque al corazón –Dijo riendo la chica una vez que se liberó del abrazo del menor.
Liam la hizo sentarse en la camilla mientras aún sostenía al niño. El beta fue hacia la puerta y se asomó al pasillo.
— Entren de una vez –Le dijo a los demás.— Que el nuevo Hale los quiere conocer.
NOTA DE LA AUTORA:
¡Ya nació el bebé! Imaginen lo que le va a pasar a Peter cuando llegue. Se nos infarta el pobre.
En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.
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