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Liam estaba eufórico, aunque trataba de ocultarlo. Su corazón había comenzado a latir como loco cuando subieron al Mustang y emprendieron camino hacia donde sea que Peter le estuviera llevando. La incertidumbre era la razón principal para la aceleración de su ritmo cardíaco, nunca había tenido la paciencia suficiente como para soportar una sorpresa, desde niño las odiaba, siempre se ponía ansioso y comenzaba a remolonear por la casa. Eso sacaba de quicio a sus padres y hacía que ellos también perdieran la paciencia y acabaran diciéndole la sorpresa. Aunque debía admitir que fechas especiales, como Navidad o su cumpleaños, se ponía especialmente molesto para así recibir antes sus regalos. Pero también admitía que llevaba años sin hacerlo, y no por muy buenas razones.
En cierto momento del recorrido, Peter le hizo cubrirse los ojos. Fue entonces cuando el rubio comenzó a refunfuñaba, aquello solo aumentaba sus nervios y ansiedad. Además, ni siquiera conocía el pueblo, podría llevarle a cualquier lado y él ni cuenta se daría de a donde estaban yendo. Pero Peter había insistido en que se tapara los ojos con una camiseta que él mayor se había dejado en la parte de atrás.
Al menos podía sentir el olor de su alfa desde muy cerca, y eso le hizo ronronear de gusto.
Sintió la mano de Peter apretar un poco su pierna, apenas más arriba de la rodilla y quedarse allí hasta que tuvo que mover la palanca de cambios.
Continuó esnifando el olor de la camiseta por otros diez minutos y casi se queda dormido. Aunque cuando estaba a punto Peter le sacudió como loco y él reaccionó.
— ¡No te duermas! –Le reclamó el alfa con una voz que se le hizo muy infantil.
— Lo siento, es que tu olor me relaja –Dijo sin pensar mientras reía por la voz de Peter.
Este se quedó en silencio y se relamió los labios ante aquella frase. Su lobo aullaba de alegría a cada cosa que Liam dijera, pero cuando decía cosas como voy a presumirte o tu aroma me relaja su lobo se volvía literalmente loco y comenzaba a arañarle el pecho para salir.
Carraspeó su garganta y dejó de mirar a Liam como embobado, terminando de aparcar bien el coche.
— Ya llegamos –Dijo con la voz algo baja, porque nuevamente se quedó mirando a Liam.
— ¿Ya me puedo destapar los ojos?
— ¿Eh? ¡Ah! Si si si, quítate eso de la cara.
El rubio rió mientras hacía lo dicho, acomodándose el pelo una vez que se quitó la camiseta y volvió a arrojarla al asiento trasero.
Abrió los ojos como platos al ver que se encontraban en el estacionamiento de un restaurante que brillaba demasiado como para no haberlo notado antes. Un enorme letrero dorado se lucía en la entrada y el techo de cristal le daba una apariencia genial.
Volteó la vista hacia Peter sorprendido, este solo le sonrió mientras le hacia una seña con la cabeza para que saliera del auto. Liam salió casi al instante y observó el lugar boquiabierto.
Peter estuvo a su lado en menos de dos segundos y le pasó un brazo por encima de los hombros para comenzar a caminar hacia la entrada.
Un hombre vestido con ropa elegante les abrió la puerta y Liam observó que todas las personas en las mesas estaban vestidas igual de elegantes que aquél hombre. Al verse a sí mismo, con camisa, conversación y jeans, se sintió como un mocoso desaliñado.
Una mujer que, por lo visto, era camarera, se colocó frente a ellos con una sonrisa radiante y observó a Peter.
— Ya era hora de que aparecieras por aquí, Hale –Dijo con un tono de reproche, pero sin borrar la sonrisa.
— Lo siento Ámber, no he tenido mucho tiempo libre –Se disculpó, rascándose la nuca con la mano que no tenía alrededor de Liam.— ¿Mi mesa de siempre está libre?
— Es prácticamente tu mesa, Peter –Dijo la tal Ámber con obviedad.— Siempre está libre, aunque esta vez cenarás con compañía.
La chica le sonrió a Liam y este le regresó la sonrisa, sintiéndose muy fuera de lugar por las pintas con las que estaba vestido.
Ámber les guió hacia una parte apartada de las demás mesas, haciéndoles subir una escalera y diciendo que ella iría en busca de un menús.
Subieron y Liam se sorprendió al ver que donde les había llevado solo había una mesa con dos sillas. Observó hacia arriba, hacia el techo, viendo que al ser este de vidrio podría contemplar las estrellas.
— ¿Qué te parece? –Le preguntó Peter mientras ambos caminaban hacia la mesa.
— Es impresionante –Jadeó el menor mientras se humedecía los labios.
Ambos se sentaron frente a frente y Peter apoyó la cabeza en un brazo mientras miraba a Liam.
— Háblame de tí –Le pidió, extrañado al menor.— No nos conocemos mucho, a excepción de anatómicamente.
Liam río mientras sus mejillas se tenían ligeramente de rojo.
— No sé qué decirte –Admitió avergonzado.
— Creo que empezamos mal –Repuso Peter apretando los labios.— Empecemos de nuevo, soy Peter Hale.
El alfa le tendió su mano a Liam y este no pudo evitar sonreír divertido.
— Liam Dunbar –Se presentó mientras estrechaba su mano.— Aunque ese no es mi nombre completo.
— ¿Ah no? –Peter sonaba genuinamente intrigado.
— Tengo segundo nombre, no te rías –Pidió mientras dejaba de estrechar la mano del otro.— Soy Liam Orel Dunbar.
— ¿Orel? –Preguntó el Hale alzando una ceja.— ¿Qué significan tus nombres?
— Liam significa protección en germano –Explicó.— Y Orel... la verdad no tengo idea.
— Orel es dorada en latín –Repuso Peter en un murmullo.
— ¿Cómo lo sabes?
— Hablo latín, pequeño –Dijo presumiendo.— Soy muy bueno en lenguas y con la lengua.
Liam tuvo que cubrirse la boca para no reír, puesto que Ámber estaba subiendo las escaleras con sus menús.
— Aquí tienen, caballeros –Le dijo con una sonrisa.— ¿Qué les gustaría ordenar?
— Yo quiero lo que quiera Peter –Repuso Liam sonriendo.
— Oh... Pues yo quiero filete con atún –Repuso Peter.— Y para beber quiero vino.
— ¿Para el menor también? –Preguntó la camarera alzando una ceja en desaprobación.
— Para mí agua –Se apresuró a aclarar Liam.
— Está bien –Asintió Ámber.— Enseguida traemos lo que pidieron.
Cuando la chica se fue, ambos regresaron a su conversación, tendría que esperar unos minutos para comer.
NOTA DE LA AUTORA:
Estos dos picarones se fueron en una cita ¿Cómo creen que va a acabar esto?
En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.
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