Veintitrés
Frost pudo haber destruido al comandante, pero súbitamente se retiró del campo de batalla. No dio un motivo, ni se tomó la molestia de ordenar a su ejército que diera un paso atrás. Después de hacer polvo la armadura de aquel sujeto y dejarlo hundido en un profundo cráter con graves heridas, Frost se dio la vuelta y se fue.
Los próceres de la muerte diezmaron a los esbirros de Frost, pero tuvieron que retirarse también. No estaban en condiciones de seguir esa contienda. El comandante, al volver mal herido a su nave, recibió la noticia de un ataque a dos de las naves nómadas. Al parecer había sido algo grave y los sobrevivientes debieron hacer un aterrizaje de emergencia en un planeta desértico. El comandante entendió que eso no fue algo al azar y que muy posiblemente los agresores habían obtenido lo que deseaban así que no había más que reunirse con el resto de sus compañeros para reorganizarse. Aunque su retirada fue un tanto humillante, él también había conseguido cumplir su misión.
Frost volvió a su base. Estaba herido, pero nada grave. Apenas entró se le informó que tenían en su poder a la prócer de la muerte que él había ordenado le llevarán. Al oír la noticia, Frost no expreso ninguna emoción diciendo de manera muy fría que la trasladaran a la nave principal.
Rouse despertó en una celda. Estaba herida en la cabeza. Sangre seca cubría su rostro y tenía la ropa hecha girones. Recordaba que alguien los había atacado, que un incendio se inició en la nave y ella había salido al pasillo con un arma en la mano, pero apenas abrió la puerta fue alcanzada por una explosión. Después, medio inconsciente, recordó haber sido cargada sobre el hombro de alguien y ser llevada a una nave pequeña. Producto del dolor, Rouse permaneció sentada en el suelo, levantándose solo después de varios minutos cuando el mareo perdió intensidad. Al levantarse corroboro estaba en una nave, en un calabozo que nadie vigilaba. Miró la palma de su mano izquierda que estaba cubierta por la piel sintética y suspirando pego la espalda a los barrotes para esperar. Lo hizo por mucho tiempo. Acabó durmiendose y por ello perdiendo la noción de las horas que paso en ese calabozo. Al volver a despertar lo hizo porque dos sujetos y una mujer de aspecto extraño la forzaron a hacerlo.
-Levántate- le dijo ella- El señor Frost desea verte y tengo que asegurarme de que estés presentable.
Rouse no entendió muy bien, pero pronto se vio desnudada a la fuerza para ser bañada por un chorro de agua helada salido de una manguera que uno de esos tipos sostenía. La chica podía no ser muy fuerte, pero dio bastante pelea temiendo que fueran a hacerle algo horrible. Su resistencia provocó que la mujer perdiera la paciencia y usará con ella una fuerza desmedida para someterla.
-El señor Frost dijo que debíamos llevarte viva con él, pero no dijo nada respecto a no darte una paliza- le advirtió la pirata cuando le aplastó la cabeza contra el piso.
Rouse no peleó más y se dejó limpiar, curar y vestir. En su espalda quedaron las huellas a sangre viva de una cruel zarpada y varios moretones. Fue tratada como un animal. Incluso le pusieron una cadena en el cuello mediante la cual fue arrastrada por los pasillos hasta una habitación que era una alcoba modesta, pero bien amoblada. Allí ataron el extremo libre de la cadena a la cama. Frost no dio razones del motivo por el que en específico pidió a esa mujer, así que esa gente se hizo su propia idea al respecto. Una bastante equivocada.
-No estás tan linda- le dijo la mujer sosteniendo el rostro de Rouse con su mano. La soltó con desprecio.
Rouse cayó al piso viendo a esos tres dejarla sola ahí. Había una enorme ventana a su costado desde donde el espacio podía verse muy bien, pero la hermosa vista no fue apreciada por Rouse que intentó librarse de la cadena solo consiguiendo lastimarse las manos. Pese a lo que insinuaba la habitación, Rouse no considero que Frost tuviera intenciones de aprovecharse de ella, pero sí de que quería hacerle daño y mucho. Tenía miedo, pero una audiencia con él era algo que deseaba hacia mucho. Todo lo que tenía que hacer para eso era esperar un poco más.
Frost se dirigió a la habitación señalada por sus secuaces sin ninguna prisa, pero al llegar a esa puerta su corazón latió un poco más rápido. Todo el viaje hasta allí lo hizo pensando en como iba a desquitarse de esa maldita mujer. Llevaba meses pensando en todo lo que podía hacerle para humillarla como ella lo humilló a él, quería reírse en su cara y enseñarle en quien se había convertido de una forma que la dejara totalmente destrozada, pero al llegar a esa puerta lo abrazo un fuerte frío.
Introdujo la clave y la placa de metal se hizo a un lado dejándolo ante una habitación aparentemente vacía.
Al entrar la puerta se cerró de manera automática. Todo estaba quieto, no había un ruido que delatara la presencia de Rouse allí. Lentamente Frost caminó hacia la cama viendo el piso en busca de una señal de la mujer. Al llegar a una esquina pudo observarla sentada en el suelo, con la espalda pegada a la pared, medio abrazando sus piernas y viéndole con desconfianza. Frost se sonrió. Rouse parecía tan asustada y desvalida, tan indignada como él lo estaba la primera vez que ella lo vio en ese callejón.
-Señorita Rouse- le habló con voz irónica e inclinandose un poco hacia delante- Me alegra verla. Sabía que tendría tiempo suficiente para huir de ese planeta...
Frost lucia muy diferente a como ella lo recordaba. Más arrogante, más duro e imponente. Era tan distinto al chico apacible y un poco ingenuo que ella había conocido. Pero tal vez ese que tenía en frente era el verdadero Frost. Un tipo egoísta, ambicioso y cruel. Tal vez el otro, tal y como le dijeron siempre, era solo una máscara. Pero ella sabía que en el fondo si tenía la vulnerabilidad que usaba para disfrazar su conducta.
-¿No tiene algo que decir, señorita Rouse?- le preguntó con brusquedad. Ella solo bajo la mirada.
Frost dio un par de pasos hacia ella para tomarla por el brazo e intentar levantarla. La muchacha acabó de rodillas a sus pies. El digno de pronto era él y ella la figura miserable que se arrastraba en la oscuridad asustada y avergonzada.
-¿Pensaste que te perdonaría la vida por advertirme del ataque de tus compañeros?- quiso averiguar Frost tirando del brazo de ella- ¿Ese fue el patético intento de compensar lo que me hiciste?
-Yo no nunca te hice algo malo, Frost- le contestó Rouse- En cualquier caso todo lo que te dije te hizo salir de la miseria en la que te habías sumergido...
-¡Yo no le pedí su caridad!
-¡Solo fuiste conmigo porque tenías pensado aprovecharte de la que creías una mujer ingenua!- le contestó la chica bastante molesta- Tú estabas sacando provecho de mí, acéptalo. Tú necesitabas un refugio, comida y seguridad lo que podías obtener conmigo. Yo te propuse seguirme, pero fuiste tú quien decidió hacerlo y en esta historia el tirano no soy yo, Frost...
La cola del pirata se enroscó en el cuello de la mujer levantandola del suelo.
-Es usted muy atrevida, señorita Rouse- le dijo Frost apretando más el aro de su cola- Debería separar esa linda cabeza del resto de su cuerpo...
-Hazlo- logró decirle Rouse antes de que él cortará el flujo de aire por completo. Rouse le arañó la cola de forma desesperada sin conseguir la soltara. Frost la miró con desprecio, pero cuando se dio cuenta de que ella estaba perdiendo la conciencia la libero un poco.
Rouse cayó al suelo tosiendo. Se quedó tumbada tratando de respirar otra vez. Frost apoyó una rodilla en el piso y descansó en su muslo uno de sus brazos para usar su cola y hacer que ella lo mirase a la cara.
-Tal vez debería agradecerle sus valiosas palabras. De no haberme hecho ver el ridículo que estaba haciendo nunca hubiera podido salir de esa penosa situación- le dijo sonriendo- Pero tal vez debería agradecerle más por haberme recordado lo poco confiable que son las personas. En esta vida no se puede confiar en alguien jamás. Me duele admitirlo, pero el bastardo de Freezer tenía razón...
Rouse tenía los ojos lagrimosos producto de la asfixia. Eso me daba a su expresión unos tintes lastimeros. Ella siempre sonrió cuando estuvo con él. Nunca lo miró así: con dolor, tristeza o temor. Tampoco con rechazó o desconfianza. Sin darse cuenta le hizo una caricia con la punta de los dedos en la mejilla, ella cerró los ojos cuando eso pasó. Frost se levantó tomando la cadena que ella tenía sujeta al cuello y la puso de pie. La miró largo rato.
¿Qué pasó con todo el odio que creía sentir por ella? ¿A dónde se había ido todo ese resentimiento? Podía matarla y, sin embargo, ni siquiera prolongó su tortura. Con fuerza y de forma déspota le dio una bofetada tirandola sobre la cama. Lo hizo porque no soportaba como ella lo veía. Volvió a tirar de la cadena, pero en esa oportunidad apoyó una rodilla en el borde para usar su mano como lanza y terminar con la vida de esa mujer de una buena vez, pero una súbita bocanada de sangre acabó con esa idea. La mano de Frost quedó empapada cuando se cubrió los labios para evitar escupir otra vez. No sabía que le estaba pasando, pero la responsabilizó de eso a ella que preocupada se levantó para sostenerlo antes de que cayera al piso.
Frost comenzó a sentir un fuerte dolor en el abdomen. Respirar se le volvió difícil, como si cada vez que exhalaba algo le aplastará los pulmones. Recostado en el regazo de la mujer intentaba entender que estaba sucediendo.
-Te han envenenado- le respondió Rouse a sus pensamientos.
-Yo...no...no me...- balbuceo Frost intentando decirle que él era muy resistente a ese tipo de cosas, pero ella sabía que no era inmune a la toxina que los próceres de la muerte crearon.
El primer veneno estaba hecho para paralizar, pero posteriormente se creo otro de acción más lenta y letal. El comandante impregnó a Frost durante el combate y cuando ella se lo explicó él se mostró indignado, pero se estaba muriendo y tenía que hacer algo. Penso rápido en una posible solución, mas antes de intentarla Rouse se arrancó la piel sintética de la mano.
-No quiero que mueras- le dijo la chica- Por eso te advertí del ataque. Todo este tiempo he trabajado en secreto en un antidoto... por si tenía la oportunidad de dártelo. Había un poco en el robot de mensajería, pero es obvio que no escuchaste todo el mensaje...
Confía en mí una última vez, Frost.
En el fondo, muy en el fondo, Frost entendía el porque ella hizo lo que hizo. En el fondo también sabía que ella desarrollo por él un afecto genuino. Pero el orgullo de Frost estaba tan herido que no era capaz de perdonarla. Él no conocía esa palabra. Él nunca tuvo que perdonar a nadie, solo se vengaba. Sabiendo que ella no le mentía, aceptó el antidoto. La posibilidad de salvarse. Bebió de esa mano y cerró los ojos para esperar mientras se preguntaba cuando se detendrían las ironías en su vida. Él que usaba veneno para asegurarse de obtener las victorias sin esfuerzo, acabó siendo envenenado. Pronto se libró de sus idea. El regazo de Rouse era tan cálido y suave como lo recordaba. Estaba a salvo, confortado y sobretodo...
Varias horas pasaron. Al abrir los ojos Frost encontró a Rouse dormida. La mano de la chica descansaba en el pecho de él. Ella le había limpiado usando sus ropas. Descansaba en ese momento y no quiso despertarla. Se quedó en su regazo otras horas hasta que ella abrió sus ojos, pero para entonces él se fingió dormido. Sintió como ella corroboraba que siguiera respirando, escuchó su suspiro de alivio y sintió sus dedos haciéndole unas caricias en el rostro un contacto amoroso que lo deleitó. Frost prolongó ese instante hasta que decidió era suficiente. Se sentó entonces y la miró de reojo con frialdad.
-Traicionas a todo el mundo- le dijo Frost- Amigos y enemigos por igual...
-No he traicionado mis ideales. Vi cosas buenas en tí y quise cuidar de ellas. No esperaba que cambiaras, no esperaba llegar a sentir algo por ti. Pero sí mantener este universo a salvo y es por eso que he venido a ofrecerte un trato, Frost.
-¿Un trato? Usted no tiene algo que yo quiera- le contestó él poniéndose de pie, pero no se negó a oír lo que ella tenía que decirle.
Rouse tenía la oportunidad de que Frost la escuchara y no iba a desaprovecharla explicándole lo que ella sentía, sintió y realmente le importaba. Rouse siempre tenía claro sus objetivos y su principal preocupación era la seguridad de todos. La de sus compañeros, la de su universo, la suya y la de él. Fue ese ángel quien le susurró la solución. Vados le dijo que no había otro ser en el universo que pudiera convencer al emperador del bajo mundo como ella era capaz de hacerlo. Frost la iba a escuchar. Posiblemente vería en sus sentimientos por él una debilidad y una ventaja que explotar, pero ambos estaban en la misma posición.
Existía muchas esferas de poder dentro del universo. Sobretodo en el bajo mundo que Frost había dominado en esos largos meses. Al conquistar territorios, ampliar su ejército y sus intervenciones en asuntos de los gobiernos planetarios, este comenzó a ejercer control sobre aquellas esferas que funcionaban de manera independiente la una de la otra. En pocas palabras Frost se había convertido en el sujeto más poderoso por controlar un gran número de planetas como de negocios fraudulentos, por lo tanto él era un individuo de control en cuanto a crimen podíamos referirnos. La desaparición de Frost podría desatar un caos en el bajo mundo y comenzar una serie de guerrillas de poder que devastarían muchos planetas, pero mientras él se mantuviera a la cabeza todo funcionaría con una relativa paz, por lo tanto el que Frost estuviera en su posición podía considerarse el menor de los males. Nadie cambiaría el funcionamiento del universo, el como este se había desarrollado, pero sí se podía mantener bajo control y para ello tenían que existir dos extremos. Por un lado un rey en el bajo mundo y por otro una fuerza igual de poderosa que lo mantuviera encaminado, en este caso los próceres de la muerte puesto que ellos no obedecían a nadie más y podían actuar tan libremente como Frost lo hacía.
Una guerra entre ambas facciones sería demasiado problema para todos, por ello era mejor crear una especie de alianza. Un tratado de paz intrísico. Frost entendió rápido los beneficios y desventajas de aquello, pero también que no tenía mejor opción. Él podría seguir con sus negocios bajo algunos parámetros y así no tendría que lidiar con la molestia de los próceres de la muerte que realmente eran tipos bastante fuertes, pues diezmaron a sus mejores hombres y no podía darles la oportunidad de hacerle demasiado daño a su nuevo imperio. También existían otras fuerzas de la justicia y estar rodeado de todas estas, entorpecería demasiado su avance.
-Estoy de acuerdo- exclamó Frost tras escuchar la propuesta y viendo por la ventana de la habitación- Siempre y cuando sea usted quien actúe de mediador entre los próceres y yo- agregó.
Rouse oyó esa petición con sorpresa. No esperó que el aceptará. Todavía se le veía un poco aturdido, pero muy conciente de lo que estaba sucediendo. Él volvió hacia ella que retrocedió con desconfianza. Frost solo quería liberarla de la cadena y lo hizo, aunque no con mucho cuidado. Le dijo que se podía marchar, que le daría una nave para que volviera con sus compañeros. Le habló con mucha frialdad y paso junto a ella como si la acabará de conocer.
-Frost- lo llamó ella. Él estaba en la puerta, a punto de dejar la habitación- Lamento haberte engañado.
-Gajes del oficio, señorita Rouse- le respondió sin mirarla- Pero ni crea que tendrá una segunda oportunidad para...
El cuerpo de Rouse contra el suyo lo calló. Ella se sujetó de él que quedó paralizado. Sacudió la cola de manera nerviosa y la miró por encima de hombro. Rouse le susurró algo que él no se tomó en serio, pero al ella agregar otras palabras consiguió hacerlo sonrojar. Daba igual si le cría o no. Ellos estaban del lado opuesto. Esa noche o día, pues en el espacio el tiempo se desvanece como las fronteras y las leyes, por unos minutos permanecieron así: el uno junto al otro. Frost la dejó después y ella se marchó a explicar al comandante su tratado con el pirata.
Vados y Champa observaron gran parte de lo que sucedió. El ángel sonreía con una sagaz satisfacción. El dios se mostraba un poco incrédulo.
-No estoy tan seguro de que esto funcione- dijo él.
-No hay de que preocuparse. Mientras Frost este en el poder puede estar seguro de que existirá un orden equilibrado en el universo, en gran parte de él al menos- le dijo Vados- De esa forma usted podrá enfocarse en su verdadera tarea. No debe olvidar que Zen Oh Sama puede organizar un nuevo torneo y otra actividad de competencia en cualquier momento y debe concentrarse en encontrar mejores y más fuertes guerreros para la ocasión.
-Hmmm si es verdad. Pero Frost no es un individuo de confianza y esa chica no tiene ningún poder.
-Tiene uno más grande del que cree, señor Champa- le dijo el ángel sonríendo como si hubiera dicho una broma oscura.
A los próceres de la muerte les costó digerir la noticia. Pero consideraron que era lo mejor que podía suceder. Ellos eran capaces de muchas cosas, sin embargo, si podían evitar un conflicto no dudaban en hacerlo. Al comandante le quedó la duda respecto a como Frost había sobrevivido al envenenamiento. En consideración a las circunstancias decidió ignorar ese detalle, pero volvió a Rouse la prócer más cercana a él después de eso.
Así fue como de vez en cuando, al salirse un poco de los parámetros, Frost el emperador del bajo mundo era visitado por uno de los próceres de la muerte quien le recordaba su acuerdo y amenazaba con tomar acciones en su contra. Eso nunca sucedía. Lo que si pasaba, solo en algunas ocasiones, era una caricia de parte Frost a Rouse que por unos minutos se abrazaba a él. En una oportunidad tuvieron un duro enfrentamiento verbal que culminó con ella entre sus brazos robándole un beso que Frost correspondió. No podían ir más allá de eso. Ella sabía que él la usaba y él sabía ella no dudaría en detenerlo si realmente se excedía. Algo de honor tenía Frost, algo de egoísmo tenía Rouse. Allí entre las sombras y la luz era más fácil apreciar los matices.
Fin.
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