Veintidós
En muchas ocasiones, después de que sus compañeros oyeron las conversaciones que sostuvo con Frost, se le cuestionó la motivación que ella le dio mediante sus palabras. Rouse sostuvo que ella nunca creyó estar haciendo eso. Que al cuestionarle cosas como el motivo por el cual él se estaba escondiendo le fue natural. Para ella era ridículo que alguien como él se ocultara. De todas formas en más de una ocasión Rouse se acabó cuestionando si había hecho bien en compartir con Frost sus ideas.
Puedes mentir con fines egoístas o puedes hacerlo con un propósito altruista, no importa la motivación que se tenga siempre se acaba perdiendo la credibilidad. Sin embargo, cuando se le miente a alguien como Frost es más fácil que las personas no lo vean mal, pues desde su perspectiva él no merece consideración por ir sembrando el conflicto por donde quiera que pasa. Para Rouse las cosas eran diferentes.
Cierto era que los conflictos que desataba el pirata llevaban muerte y ruina a esos mundos, pero después de su retirada llegaba el progreso. Los territorios comprados, en muchas ocasiones, caían en las manos de magnates o bien de ricos mafiosos que convertían esos sitios en lugares prósperos. Claro que siempre había un poco de tiranía, pero en comparación a como todo estaba antes, la mayoría de las veces, las cosas mejoraban bastante. La guerra era una industria que llevaba muerte a muchos, pero fomentaba la economía y el desarrollo tecnológico haciendo que la vida de otros tantos mejorara. Así funcionaban las cosas en casi todos los planetas que ella conocía y en los que no... Siempre, tarde o temprano, todos acababan siendo absorbidos por ese sistema. Era la ambición lo que movía al hombre. Era el dinero el auténtico poder de los mortales.
Ella no los conocía, pero de haberlo hecho no hubiera podido evitar hacer la comparación entre Gokú y Frost. El primero era un ser de extraordinario poder, capaz de cambiar el destino de su universo, pero quitándole eso era un don nadie. Si Frost perdía su poder seguiría siendo una figura temida y respetada en el bajo mundo debido a la riqueza que había estado amasando. Frost continuaría teniendo influencia sobre la economía de una buena porción del universo, seguiría siendo alguien.
Las palabras de Vados terminaron con los debates mentales de Rouse quien también entendió que ella actuó de buena fe. Frost tal vez hubiera podido tomar otro camino y ella le dio pequeñas señas de ese sendero. Vio cosas buenas en él y quiso cuidarlas un poco. Recordarlo en el jardín, cuidando las rosas, era la imagen que prefería preservar de Frost, mas no podía ignorar su actuar en el presente.
-Gracias- le dijo en voz baja a esa mujer bonita que le sonrió gentil, pero también ocultando sus intenciones.
Rouse, que oía a Champa, tardó un poco en cuestionarse el cómo esa mujer sabía de sus charlas con Frost. Por lo que entendió era el ángel de la guarda de ese extraño e irritable dios. Atando datos se dió cuenta de que debieron estar observando a Frost. Recordó que él le había contado de esa criatura y los torneos, de como tras la restauración Champa le había perdonado la vida y otros detalles. Lo que el dios les estaba reclamando fue también bastante revelador para Rouse que miró a Vados con un poco de preocupación.
-Más le vale mantener al imbécil de Frost a raya o volveré para destruirlos a ustedes- les advirtió Champa.
Ninguno se mostró muy intimidado por lo que estaba pasando. El prócer que lo había golpeado en la cara se acomodó el guante que llevaba en la mano izquierda. Era un hombre de la estatura de Vados, con una cabellera negra abundante. Su raza tenía una piel oscura con manchas que parecían estar cristalizadas. Los ojos de esos seres no existían, pues ellos vivían en un mundo oscuro con temperaturas por debajo de los menos cien grados. En su lugar, cuando estaban fuera de su planeta, usaban un antifaz de metal que daba la impresión de esconder unos ojos. Champa lo miró con mucha atención por la sencilla razón de que nunca antes había visto un espécimen como ese.
-Date prisa Vados- exclamó el dios y su ángel se apartó del lado de Rouse no antes de terminar de susurrarle algo al oído.
Los próceres de la muerte vieron a las deidades abandonar la nave del mismo modo en que llegaron. Pareció que habían atravesado la parte superior, pero no dejaron ningún orificio ahí. Ninguno quedó con una buena impresión de esos dos y no estaban dispuestos a seguir sus órdenes. Champa los responsabilizó por la conducta de Frost, exigiendo que lo mantuvieran bajo control para que no anduviera por ahí destruyendo buenos planetas. Ellos tenían pensado detenerlo de todas formas y la intervención de Champa solo provocó un ambiente tenso entre los agentes. Rouse fue la que más afectada se mostró después de la partida de esos dos seres.
-Nosotros no actuamos bajo las órdenes de nadie- exclamó el hombre del antifaz- Frost es nuestro objetivo y actuaremos como siempre lo hemos hecho.
-Sí, comandante- exclamaron todos y volvieron a sus ocupaciones.
Champa les había revelado la ubicación de Frost, algo que ellos llevaban semanas intentando averiguar. Sabiendo eso solo había un curso obvio de acciones aunque después de esa demanda del dios no fuera agradable realizar. Los próceres irían por el pirata y se estaban armando para enfrentarle, pues él contaba con suficientes secuaces para no hacer nada fácil el acceso a su persona.
Rouse se apartó. Las misiones de esa naturaleza no eran asunto suyo por lo que ella se retiró a su camarote a estudiar su siguiente objetivo. Sabía que el comandante se iría a enfrentar a él y no había algo que pudiera hacer por evitarlo, por mucho que deseara que esa contienda no se realizara. Sabía que Frost no estaba del lado de los buenos, sabía que debía odiarla y despreciarla, pero no quería saber que él estaba muerto ni perder a sus compañeros en una lucha que realmente no resolvería nada.
Las palabras de Vados la hicieron reflexionar un poco. Habían cosas que nunca iban a cambiar. No sin un gran cataclismo y ellos, los próceres de la muerte, no estaban interesados en algo como eso debido a que sabían que era imposible cambiar el pensamiento de todo un universo por los métodos pacíficos y los violentos no hacían más que distorsionarlo todo. Los próceres de la muerte era muy conscientes de todo lo malo que ocurría en los planetas, como también de lo bueno. Su proceder era siempre en pos del bien mayor, sabiendo que muchas veces debían sacrificar gente inocente, mundos enteros y por supuesto sus propias vidas porque irónicamente la paz no se consigue por medio de la paz, ni el progreso se consigue por medio de la generosidad. Para hacer un prócer de la muerte había que estar dispuesto a jugar sucio incluso a ser injusto y Rouse, entendía eso muy bien.
Recordando el susurro del ángel, la chica, tomó una decisión. Sin prisa se dirigió a la armería en busca de un pequeño robot de mensajería que usaban para comunicarse durante emergencias a largas distancias. Tenía algo muy importante que decirle a una persona y no dudó en enviar sus palabras con aquel individuo.
Tres días le tomó al comandante y a su pequeña flota entrar en los territorio de Frost. El pirata había hecho su base en una pequeña luna, de entre dos docenas de lunas, que orbitaban un planeta gigantesco en una región apartada de un sistema solar. Llegaron ahí con cautela, pues Frost era astuto y no estaba solo por lo que había la posibilidad de encontrarse con varios de sus secuaces custodiando el área, pero no había nadie y eso puso en alerta al comandante que se aproximó al blanco edificio que estaba en el límite de las caras de la luna. El prócer de la muerte no temía a no ver a donde iba, poseia unos sentidos agudos que le permitían ver de muchas otras formas. Pero el sigilo de Frost lo dejo anonadado. No fue capaz de detectar su presencia hasta que estuvo a solo dos metros de él. Rápidamente, el comandante, se dio la vuelta para atacarle logrando que el pirata retrocediera. Los demás próceres sacaron sus armas, pero desde luego Frost no estaba solo ahí.
-Vaya, vaya, pero miren quien nos vino a visitar- exclamó Frost de pie sobre una roca. La luz abrazaba su figura y casi escondía la cicatriz en su mejilla. Una línea que seguía la mandíbula. No era gruesa, pero si profunda- La etiqueta no parece ser algo común entre los próceres de la muerte. No está bien presentarse sin anunciarse...
Los próceres no contestaron. Había más de un centenar de piratas ahí y ellos sabían, pues habían estado investigando, que a muchos de esos eran de los más fuertes esbirros de Frost. Era obvio que los estaban esperando más no se dejaron apantallar por algo como eso.
-¿Cómo está la señorita Rouse?- le preguntó Frost al prócer mientras hacía polvo algo en su mano derecha- Si es que ese era su nombre...
-No, no lo es. Su nombre es información clasificada- le respondió el comandante riéndose de forma elegante, pero terminando por soltar unas estrepitosas carcajadas- Ella está seduciendo a otro incauto aprendiz de maleante...Es buena en lo que hace.
Las palabras del comandante fueron bastante hirientes para Frost, pero no perdió la compostura y contestó con una sonrisa segura, astuta y está un poco coqueta. Levantando los brazos hacia los costados para encogerse de hombros soltó el polvo que le apretó en la mano y poniendo las manos en su espalda contestó:
-¿Qué puedo decir? Las mujeres son la cosa más destructiva que he tenido el disgusto de conocer y también las más impredecibles por eso en mi grupo hay varias de ellas...¡Ataquen!- ordenó y y los miembros de su banda que estaban posesionados a su espalda saltaron sobre los próceres de la muerte. Sus palabras fueron ciertas en su ejército había un alto número de hembras, muchas de las cuales eran todavía más despiadadas que el propio Frost. Por suerte para él no tenían tanto poder.
Una batalla terrible se desató en aquella luna. Pero el resultado de esa contienda estuvo sentenciado desde el principio. El comandante era el segundo miembro más fuerte de los próceres de la muerte. Era capaz de enfrentarse a Frost y darle una buena pelea. Quizás incluso lo hubiera derrotado tiempo atrás, pero el Frost de aquella época no existía más y en su lugar había un guerrero mucho más experimentado y fuerte. Uno que pudo debatirse con Hit de igual a igual, logrando hacer retroceder al asesino que se tuvo que retirar con la única satisfacción de haberle dejado la cicatriz en la cara.
Mientras allí se celebraba aquella batalla, la nave en que Rouse permanecía fue asaltada por otro grupo del ejército de Frost que fue enviado allí con una única tarea: capturar a la agente de inteligencia 313 y llevarla con su líder viva. Él quería ver a los ojos a esa mujer más que muchas cosas en el universo.
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