Veinte
"Nunca confíes en alguien"
"Nunca confíes en alguien"
"Nunca confíes en alguien"
"Nunca confíes en alguien"
"Nunca confíes en alguien"
"Nunca confíes en alguien"
...
Frost podía ver a Snow jugando de forma burlona y agresiva con los pechos de Rouse diciendo cosas asquerosas de como ella puso haberlo engañado, pero no lo oía. Todo lo que tenía en su cabeza era esa maldita frase mientras reproducía su encuentro con Freezer alternado con recuerdos de su convivencia con esa mujer. Cada momento, casa palabra, cada detalle fue tomando forma hasta entender que había sucedido en realidad. Todo fue un montaje. Una elaborada puesta en escena para conseguir de él información. Eso tenía sentido. Eso era entendible, pero ¿Por qué tenía que hacerlo sentir ese cálido sentimiento en su pecho? ¿Por qué tuvo que hacerle créer que ella lo aceptaba y admiraba tal y como era? ¿Por qué tuvo que ir a poner el dedo en la peor herida que sufrió en toda su vida?
Él que se creía el rey del engaño, el maestro de la manipulación, ese a quien solo un ángel pudo dejar en evidencia, él que se delato solo porque no se tomó un torneo en serio; fue burlado por una simple mujer carente de cualquier poder. Freezer era un oponente digno de él. Su contraparte de otro universo. Ese juego en el que el infeliz bastardo lo envolvió fue humillante, pero ese que estaba viviendo en ese momento no solo dejaba su orgullo y dignidad por el piso, también le estaba doliendo y cada maldita repetición de esa frase con la que acompañaron la lección que él, siendo de primera un mentiroso, debió conocer desde un principio no hacia si no aumenta su ira. Una ira tan potente que todo ese mundo la sintió en forma de un violento cambio en la atmósfera.
Snow detuvo sus burlas cuando vio el cielo oscurecer y sintió el suelo temblar. Frost no estaba haciendo absolutamente nada. Solo estaba parado delante de él con la cabeza gacha y los puños apretados dando, en su mente, rienda suelta a su indignación.
-Frost...- lo llamó Rouse en voz tan baja que nadie hubiera podido oírla.
Ella sabía muy bien como se debía estar sintiendo y supo perfectamente lo que estaba por suceder, pero no temia por ella como si lo hacía por él y por mucho más. El agarre de Snow se aflojó un poco. Ese imbécil sintió terror al percibir la oscura carga en la energía que estaba liberando el cuerpo de Frost. Las paredes de piedra entorno a ellos se estaban fracturando, pero los trozos que caían no tocaban el suelo. Se habían polvo antes de llegar ahí.
-Esto es malo- dijo Snow a media voz y soltando a la mujer para salir volando, pero un pequeño proyectil de ki paso volando por el costado de Rouse y le atravesó la espalda y el pecho.
La mujer oyó el quejido de Snow, pero no podía dejar de ver a Frost que se quedó con la mano extendida hacia ella. Rouse pudo ver uno a uno los pequeños destellos de luz que se formaron entre esos dedos. Ella sería la siguiente y no habia algo que pudiera hacer para evitarlo. Pero no le importaba recibir ese impacto. Trémulamente dio un paso hacia él que seguía sin levantar la cabeza, pues todavía tenía en su mente ese amasijo de recuerdos junto a esa maldita frase que se repetía sin parar:
"Nunca... Confíes... En... Alguien"
-¡Ya cállate!- gritó Frost tan fuerte que Rouse tuvo que cubrirse los oídos.
Después de eso todo sucedió demasiado rápido para ella. Una gran luz se desprendió del cuerpo de Frost formando una cúpula que se comenzó a expandir a gran velocidad. La muchacha fue rescatada por su compañero, el mendigo, que apareció desde atrás abrazándola y envolviendola en una capa. Cuando esa luz los alcanzo parecieron desaparecer en ella. Snow, que todavía vivía, si acabó desintegrándose al ser alcanzado por esa energía, lo mismo toda esa área.
Vados observada su cetro y el destello de aquella luz le iluminó el rostro dando a su sonrisa unos matices casi siniestros.
Debajo de esa burbuja de poder, que hizo temblar aquel mundo, gracias a los artilugios mágicos que el mendigo llevaba y que dio a Rouse, ambos, pudieron observar a Frost dar a su cuerpo un color diferente. Fue una imágen tan breve como el tiempo que le tomó a esa cúpula de poder convertir toda la arena que tocó de ese desierto en un espejo y barrer la ciudad que estaba más allá, provocando casi una devastación total.
Al extinguirse esa manifestación de rabia, Rouse pudo ver a Frost tal y como era, pero envuelto en una estática de pequeños rayos azules. Todavía tenía la mano extendida hacia ella, pero la atacó directamente. Rouse pudo ver el puño de Frost colacionar con la barrera mágica, atravesarla y quedar atrapado en ella. Sin embargo, no fue eso lo que impacto a Rouse sino la expresión de odio en el semblante de Frost. Tanta furia, desprecio y dolor salían de esos ojos rojos que para ella fue como si su puño la hubiera atravesado.
-¡Repulsión!- exclamó el mendigo causando que una fuerza invisible arrastrará a Frost un par de metros atrás dejándolo un poco confundido- Ai313, retrocede.
-S...si capitán...
El hombre se levantó dejando su capa a la muchacha y enseñando unos brazos muy fuertes, pero cubiertos de tatuajes que eran símbolos mágicos. Tenía en ellos también incrustados unos fragmentos de metal.
-¡Frost!- gritó el capitán- Tus crímenes contra el universo son muchos. Nosotros, los próceres de la muerte, hemos enjuiciado tus acciones y dictado un veredicto: aniquilación ¿Aceptas tu sentencia?- le habló con gallardía.
-Cierra la boca, infeliz- le contesto Frost- ¡Tú eres nadie, solo haste a un lado!- gritó y se fue contra él.
Frost era mucho más fuerte físicamente que ese hombre, pero el prócer de la muerte contaba con refuerzos de todo tipo y al primer impacto liberó su arma más letal sin que Frost se diera cuenta. Estaba demasiado exaltado para poner atención a su entorno o pensar con claridad. Todo lo que quería era alcanzar a esa mujer, pero ese sujeto se lo impedía y mientras más resistencia le ofrecía más fuerza usaba Frost. Sin embargo, no era un inútil que no se diera cuenta de que sus movimientos eran súbitamente más lentos y de que todo entorno a él y al prócer de la muerte parecía suceder a una velocidad más baja. Como su objetivo era Rouse, la miró en más de una ocasiones descubriendo gracias a ella que estaba en una burbuja o algo parecido que lo hacía ir más despacio. Ella gritó y se puso de pie a una velocidad anormal. Alertado por eso Frost retrocedió todavía más indignado.
-¡Estas usando magia!- lo acusó- ¡Eres un tramposo!- le gritó al cargar de nuevo contra él.
-Miren quien lo dice- le contestó el capitán- Tú eres el más grande estafador de todos.
-¡Que cierres la boca!- le ordenó estrellando su puño contra la barrera otra vez, pero en esa ocasión consiguió atravesarla por completo.
El capitán apenas pudo evitar recibir el puñetazo, pero no sucedió lo mismo con la patada de Frost. La superficie del desierto era un cristal gigante que facilito el desplazamiento del cuerpo del hombre y que este, no pudiendo abrir vuelo sin su capa, tampoco pudiera protegerse de los demás golpes de Frost que terminaron por fracturarle ambos brazos. El tiempo entre ellos seguía más lento, pero es que Frost no uso velocidad, ni energía; solo empleo fuerza bruta, pues sabía que la magia podía moldear muchas cosas, pero no era tan fácil que restringiera un cuerpo. Ese elaborado razonamiento fue algo inconsciente. En ese momento él solo estaba soltando su rabia y hubiera terminado por matar al prócer de la muerte sino es porque su brazo recibió un impacto que le dejo ahí una profunda herida. Al principio Frost creyó que Rouse lo había atacado, pero él hubiera podido percibir ese ataque. Al mirarla la encontró golpeando una pared invisible y gritando algo que no podía oír muy bien.
-Nanobots- le dijo el capitán cuyos brazos colgaban de sus hombros sin movimiento- Tu cuerpo fue infectado de nanobots... estallaras desde adentro, imbécil.
-¡Maldito! ¡Tú y todos los próceres me tienen harto! ¡Son unos miserables!- le gritó Frost, pero solo consiguió hacer reír al capitán que exclamó: "repulsión"
haciéndolo retroceder varios metros.
Frost recibió otro impacto desde el interior de su cuerpo. Esa vez en la pierna y como si eso fuera poco el capitán le disparó una serie de proyectiles, pero Frost no se movió de donde estaba. Sonriendo con arrogancia y una burla macabra, llevó su ki al interior de su cuerpo recibiendo esa energía de frente. Cuando el humo que causaron las explosiones sobre sus miembros se disipó, él estaba ileso para sorpresa del capitán. No solo eso sino que también Frost escupió sobre él los nanobot que extrajo desde su interior. El prócer los recibió en su pecho siendo derribado de espaldas sobre el espejo que tenían por suelo. No tuvo tiempo de evitar que Frost le cayera encima y tirará de sus r brazos arrancandoselos sin misericordia. El grito del pobre hombre fue horrible. Rouse al ver eso cayó sobre sus rodillas incapaz de respirar.
-Asi que gracias a estos implantes obtenias toda esa fuerza- observó al levantar uno de los brazos mutilados a la altura de su rostro- Las sabandijas como tú siempre tienen que valerse de trucos como este para poder luchar...
El capitán estaba en shock. Se desangraba bajo sus pies. El muro mágico levantado a su alrededor se desvaneció permitiendo a Rouse poder ver la escena con mucha más claridad. Frost la miró directamente al suceder aquello y dejando caer los miembros mutilados puso una mano en su espalda y levantó la otra para creer una esfera de energía no más grande que un balón de fútbol. Con esa cosa suspendida sobre sus dedos caminó hacia ella, siendo muy conciente de que otros tres próceres se aproximaban.
-Es usted excelente. Hizo un gran trabajo- le dijo a Rouse antes de hacer caer esa esfera de ki en el piso y verla hundirse en el suelo. Paso sobre el hueco que dejó para alcanzar a la mujer que le esperaba de pie, pero atemorizada.
Los ojos de Frost se enterraron en los de Rouse con la misma expresión de antes. Estaban llenos de ira. A ella le dolían y no pudo evitar soltar unas lágrimas, unas que él atrapó con sus dedos. Estaban a menos de un metro de distancia en ese momento, viéndose a la cara, quietos. Frost frotó las gotas de agua salada entre sus falanges, luego paso su lengua por sus dedos.
-Tienes cinco minutos, señorita Rouse- le dijo al pasar junto a ella sonriendo con desprecio.
A la mujer le mostró una seguridad arrogante, una burla fría, pero cuando ella quedó a su espalda su rostro cambio por uno menos cruel y más doloroso. Salió volando rumbo a la ciudad creando un poderoso viento que derribo a la mujer de rodillas. Ella solo cerró los ojos y dejó fluir un puñado de lágrimas mientras el suelo empezaba a sacudirse más y más fuerte y la cubierta de cristal a romperse. Haciendo de tripas corazón se puso de pie y fue con el capitán a quien envolvió en su capa. Al llegar sus compañeros les dijo:
-¡Tenemos que abandonar este planeta, ahora mismo!
La explicación fue muy breve, pero rápidamente los próceres comprendieron la gravedad del asunto y usando su tecnología se elevaron hacia el firmamento. Nada podían hacer por ese mundo. Ni siquiera emitir una alarma. En tan poco tiempo lo único que conseguirían sería extender todavía más el caos y el temor entre los pobladores. Era mejor que murieran creyendo que eran víctimas de un terremoto o algo por el estilo a que supieran que estaban condenados a una súbita extinción.
Para cuando Rouse y su gente alcanzó la luna de ese mundo, el planeta podía verse fracturado como una esfera de cristal que se estrelló contra el suelo. Continuaron alejándose, ya que sabían que cuando el planeta colapsara la energía liberada podía reducirlos a polvo.
A una distancia bastante segura, los próceres, vieron como todo ese mundo se convertía en un simple destello de luz que liberó fragmentos de tierra y roca en el espacio. Lejos de allí también. Del otro lado quizá. Frost estaba flotando de pie en el vacío del universo. En su mano apretaba unos pétalos de rosas rojas que tomó al pasar por las ruinas de aquella casa y que liberó con un gesto triste, antes de echarse a volar en dirección desconocida.
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